SECRETO SAGRADO
(gr. my·sté·ri·on, de my·é·o, “iniciar, instruir en cosas que se desconocían antes”; utilizada como expresión técnica por las antiguas religiones de carácter misterioso. My·sté·ri·on, por lo tanto, significa principalmente “aquello que es conocido por el iniciado”).
En esas antiguas religiones, que florecieron en el tiempo de la congregación cristiana primitiva, los que deseaban tomar parte en celebraciones de carácter misterioso tenían que experimentar una iniciación; a los no iniciados se les negaba el acceso tanto a los llamados ritos sagrados como al conocimiento de ellos. Los iniciados estaban obligados por un voto de silencio a no revelar los secretos. Sin embargo, también había un uso seglar, “cotidiano”, de la palabra, como para referirse a un secreto personal, un secreto entre amigos, secretos de familia, etc. El apóstol Pablo usa my·é·o en este último sentido cuando dice: “He aprendido el secreto [literalmente, “he sido iniciado en los secretos”], tanto de estar saciado como de tener hambre, tanto de tener abundancia como de padecer necesidad”. (Fili. 4:12.)
EL SECRETO DE DIOS ES DIFERENTE DE LAS RELIGIONES DE CARÁCTER MISTERIOSO
Concerniente a la palabra griega my·sté·ri·on, el Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, de W. E. Vine (tomo 3, pág. 23), explica: “En el NT [Nuevo Testamento] denota no lo que es misterioso, como sucede con el término castellano, sino aquello que, estando más allá de la posibilidad de ser conocido por medios naturales, sólo puede ser dado a saber por revelación divina, y se hace saber de una manera y en un tiempo señalados por Dios, y sólo a aquellos que están iluminados por Su Espíritu. En su sentido ordinario, un misterio significa conocimiento retenido; su significado bíblico es verdad revelada. De ahí que los términos especialmente asociados con este tema sean ‘dado a conocer’, ‘revelado’, ‘declarado’, ‘dispensación’, etc.”.
Los secretos sagrados de Dios y otros “misterios” de la Biblia, como el de Babilonia la Grande, no son, por lo tanto, cosas para mantener en secreto para siempre, sino para ser reveladas por Jehová Dios a su debido tiempo a aquellos que tienen puestas sus esperanzas en Él y a quienes Él escoge para revelárselas. El apóstol Pablo considera este aspecto de los asuntos en 1 Corintios 2:6-16. Allí él llama al “secreto sagrado” de Dios “sabiduría escondida”, revelada por medio del espíritu de Dios a sus siervos cristianos; es algo que el espíritu del mundo o la sabiduría humana de hombres físicos no puede desentrañar, sino que es pronunciado y entendido por aquellos ‘que combinan asuntos espirituales con palabras espirituales’. Anteriormente Jesucristo había hecho notar a sus discípulos: “A ustedes se les ha dado el secreto sagrado [gr. my·sté·ri·on] del reino de Dios, mas a los de afuera todas las cosas ocurren en ilustraciones, para que, aunque estén mirando, miren y sin embargo no vean, y, aunque estén oyendo, oigan y sin embargo no capten el sentido de ello, ni nunca se vuelvan y se les dé perdón”. (Mar. 4:11, 12; Mat. 13:11-13; Luc. 8:10.)
La gran diferencia entre el secreto sagrado de Dios y los secretos de las religiones de carácter misterioso es, ante todo, su contenido: el secreto de Dios es buenas nuevas, no una mentira o un engaño hecho por el hombre. (Juan 8:31, 32, 44; Col. 1:5; 1 Juan 2:27.) En segundo lugar, aquellos que son escogidos para entender el secreto sagrado de Dios están obligados, no a mantenerlo secreto, sino a darle la más amplia proclamación y publicidad posible. Esto se revela, como se ha indicado anteriormente, por el uso que la Biblia hace de expresiones tales como “predicado”, “hecho saber”, “manifestado”, y también “declarar”, “hablar”, etc., en relación con el “secreto sagrado de las buenas nuevas”. Los cristianos declararon con gran vigor estas buenas nuevas que contenían el entendimiento del secreto sagrado para que fueran oídas en “toda la creación que está bajo el cielo”. (Efe. 6:19; Col. 1:23; 4:3.) Dios es el que determina los que no son merecedores y oculta de ellos el entendimiento. Él no es parcial cuando hace esto; es debido a la “insensibilidad de su corazón” por lo que Dios les oculta el entendimiento de su secreto sagrado. (Efe. 4:17, 18.)
SE CONCENTRA EN CRISTO
Puesto que “el dar testimonio de Jesús es lo que inspira el profetizar”, el “secreto sagrado de Dios” debe concentrarse en Cristo. (Rev. 19:10.) Todos los “secretos sagrados” de Dios tienen que ver con su reino mesiánico. (Mar. 4:11.) El apóstol Pablo escribe a los compañeros cristianos: “Cuidadosamente ocultados en él están todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” y “en él mora corporalmente toda la plenitud de la cualidad divina”. (Col. 2:2, 3, 9.)
Pablo dijo de sí mismo que tenía una mayordomía de los “secretos sagrados de Dios” (1 Cor. 4:1) y habló de “la comprensión que tengo del secreto sagrado del Cristo”. (Efe. 3:1-4.) Explicó que este secreto sagrado es sabiduría escondida que Dios predeterminó antes de los sistemas de cosas. (1 Cor. 2:7.) La declaración del misterio o “secreto sagrado de Dios” empezó con la profecía de Jehová registrada en Génesis 3:15. Durante siglos, los hombres de fe estuvieron esperando la “descendencia” prometida que iba a librar a la humanidad del pecado y la muerte, pero no se entendía claramente quién sería la “descendencia” ni cómo vendría esta “descendencia” y traería liberación. No fue sino hasta que Cristo vino y “[arrojó] luz sobre la vida y la incorrupción mediante las buenas nuevas” que todo esto se aclaró. (2 Tim. 1:10.) Entonces empezó a entenderse el misterio de la ‘descendencia de la mujer’.
INCLUYE A LA CONGREGACIÓN
Hay muchos rasgos en el secreto sagrado. El apóstol dio detalles adicionales cuando explicó que el secreto sagrado incluye a la congregación, de la cual Cristo es cabeza. (Efe. 5:32; Col. 1:18; Rev. 1:20.) Los miembros de la congregación son sus coherederos, aquellos con los cuales comparte el Reino. (Luc. 22:29, 30.) Se les escoge tanto de entre los judíos como de entre los gentiles. (Rom. 11:25; Efe. 3:3-6; Col. 1:26, 27.) Este rasgo del “secreto sagrado” no se pudo entender con claridad hasta que, en el año 36 E.C., Pedro fue dirigido a visitar al gentil Cornelio y vio cómo la casa de este gentil recibía los dones del espíritu santo. (Hech. 10:34, 44-48.) Al escribir a los cristianos gentiles, Pablo les dijo: “Estaban [...] sin Cristo, [...] extraños a los pactos de la promesa, y no tenían esperanza, y estaban sin Dios en el mundo. Pero ahora, en unión con Cristo Jesús, ustedes los que en un tiempo estaban lejos han llegado a estar cerca por la sangre del Cristo”. (Efe. 2:11-13.) Por medio de los tratos de Dios con la congregación los “gobiernos y [...] las autoridades en los lugares celestiales” llegarían a conocer “la grandemente diversificada sabiduría de Dios”. (Efe. 3:10.)
En una visión de la Revelación se le mostró a Juan esta congregación compuesta por 144.000 personas “comprados de entre la humanidad como primicias para Dios y para el Cordero”. Están de pie con el Cordero Jesucristo sobre el monte Sión, el lugar donde está situada la ‘ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial’. En la antigua Jerusalén terrestre estaba “el trono de Jehová”, en el cual se sentaban reyes de la línea de David; también estaba allí el templo de Jehová. Jesucristo está entronizado en la Jerusalén celestial, y las ‘piedras vivas’ de su templo comparten su gobernación real. (Rev. 14:1, 4; Heb. 12:22; 1 Cró. 29:23; 1 Ped. 2:4-6.) La resurrección de estos a inmortalidad e incorrupción durante el tiempo de la presencia de Cristo es uno de los rasgos de los tratos de Dios con la congregación, un “secreto sagrado” en sí mismo. (1 Cor. 15:51-54.)
“La congregación del Dios vivo” tenía la verdad y conocía con exactitud el misterio o “secreto sagrado” de la verdadera devoción piadosa, y no solamente tenía la forma sino también el poder de tal devoción piadosa. (1 Tim. 3:14-16; contrástese con 2 Timoteo 3:5.) Por lo tanto, podía ser “columna y apoyo de la verdad” en medio de un mundo de error y religión falsa, ‘misterios’ que son sagrados para Satanás y para aquellos a quienes él ha cegado. (2 Cor. 4:4; véase DEVOCIÓN PIADOSA.)
QUEDA TERMINADO
En la visión dada al apóstol Juan se le dijo: “En los días de dar el toque el séptimo ángel, cuando esté a punto de tocar su trompeta, verdaderamente queda terminado el secreto sagrado de Dios, según las buenas nuevas que él declaró a sus propios esclavos los profetas”. (Rev. 10:7.) Esta conclusión del secreto sagrado está estrechamente relacionada con el que el séptimo ángel toque su trompeta, toque que acompaña al anuncio que se hace en el cielo: “El reino del mundo sí llegó a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo, y él reinará para siempre jamás”. (Rev. 11:15.) De acuerdo con esto, el secreto sagrado de Dios queda terminado en el momento en que Jehová da comienzo a su Reino por medio de su Mesías o Cristo. Jesucristo habló mucho a sus discípulos, los “esclavos” de Dios, acerca del reino de Dios y dijo que “estas buenas nuevas del reino” seguirían predicándose hasta el fin (té·los, griego) del “sistema de cosas”. Después que ‘el secreto sagrado de Dios queda terminado’, las “buenas nuevas” que tendrían que predicarse incluirían, por lo tanto, lo que anunciaron las voces en el cielo: “El reino del mundo sí llegó a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo”. (Mat. 24:3, 14.)
Para una explicación sobre el ‘misterio del desafuero’ (2 Tes. 2:7) véase HOMBRE DEL DESAFUERO. Para una explicación sobre el “misterio: ‘Babilonia la Grande’” (Rev. 17:5) véase BABILONIA LA GRANDE.