De Nicaragua a Panamá
EL PRESIDENTE de la Watch Tówer Bible and Tract Socíety, Nathan H. Knorr, volaba por la misma ruta que había tomado su secretario, Robert Morgan, unos días antes por la América Central. Durante ese viaje el hermano Morgan vió por primera vez un volcán que realmente echaba humo. Hay varios volcanes en la América Central que de vez en cuando son activos, pero éste evidenció su furia echando al aire una gran columna de humo y ceniza. El hermano Morgan gozó de obtener una buena vista de este fenómeno. Un grupo grande de hermanos, incluyendo a los doce graduados de Galaad asignados a Nicaragua, lo esperaba en el aeropuerto. Pudo el hermano Morgan comprender que en verdad Nicaragua es un país cálido, a pesar de haber llegado durante la estación fresca. La convención que se había arreglado con motivo de la visita de los viajeros norteamericanos estaba ya en sesión. Ochenta y seis hermanos se congregaron para la reunión la noche del sábado, 24 de diciembre de 1949. Había representantes de cinco diferentes ciudades de Nicaragua. El domingo por la mañana hubo un servicio de inmersión, en el cual seis hermanos simbolizaron su consagración al Señor para llevar el mensaje del reino de Dios en esa tierra. Una hermana de 74 años de edad había viajado 120 kilómetros para llegar a la convención y simbolizar su consagración ante los hermanos.
Se habían hecho los arreglos para celebrar la reunión pública el domingo en el Teatro Trebol, un edificio raro con cuatro paredes pero sin techo. Casi todos los teatros de Managua tienen esa construcción porque en este país cálido les gusta tener bastante aire fresco. Los hermanos habían anunciado bien. Distribuyeron cuarenta mil sueltos; colocaron carteles en diferentes lugares; circularon cartas de invitación; se anunció por radio; pusieron anuncios en los periódicos; y colgaron letreros grandes de un lado a otro de las calles. Empero este domingo era día de Navidad y casi todo el mundo se ocupaba con su celebración. Pero a pesar de lo atractivo de la fiesta, con sus ricas comidas y celebración, 286 personas asistieron a la reunión pública. Era la reunión pública más grande que jamás se había celebrado en Nicaragua por los testigos de Jehová. Los hermanos quedaron satisfechos con el resultado, especialmente al tomar en cuenta que la cristiandad estaba ocupada con la celebración de su fiesta de origen pagano, puesto que Cristo no nació el 25 de diciembre.
Es interesante observar cómo los latinos celebran la Navidad en diferentes países. En Managua pudo observar el hermano Morgan que la gente que podía apoderarse de un caballo y un coche festejaba la nochebuena paseándose por las calles. Uno de los medios principales de transporte en Managua es por coches de color rojo y negro, tirados por dos caballos pequeños. También había fiestas particulares celebradas por toda la ciudad. Unos días antes de la Navidad, el hermano Knorr, estando en Guatemala, observó que la gente acostumbraba llevar imágenes de José y María por las calles de casa en casa, buscando quien diera alojamiento a las estatuas. Alguien de corazón bondadoso invita a los portadores de José y María a su casa, como también a los peregrinos que les acompañan, con sus aparatos de ruido, y todos se reunen para festejar la ocasión. En Honduras, donde el hermano Knorr dirigió la palabra a los hermanos la nochebuena, toda la ciudad de Tegucigalpa estaba haciendo lo que los estadounidenses hacen para observar el cuatro de julio, día de su independencia, pues durante todo el discurso se oían cohetes. Llegando la medianoche, el ruido creció hasta ser ensordecedor y podía uno imaginarse en medio de un campo de batalla con todo y sus cañonazos y bombas. ¡Qué diferente era la ocasión cuando Cristo nació! No hubo ruido estruendoso, sino el canto gozoso de los ángeles. Los pastores apacentaban sus ovejas en el campo, y el ambiente era de paz y silencio.
En el festejo centroamericano tuvo que introducirse también de algún modo el nochebueno. Muchas de las tiendas, cafés y restaurantes, y muchas de las casas particulares de los acomodados, consiguieron ramos de pino y los instalaron. En otras partes pinochas se regaron por los suelos, todo entre una profusión de decorados. Así es que cada nación tiene sus costumbres, todas las cuales se perpetúan por la tradición. Poco aprecio se hace de la Palabra de Dios el día de Navidad o durante los días inmediatamente precedentes. Eso de observar la ocasión con fuegos artificiales, comer con glotonería y embriagarse es entregarse a ideas muy distintas del mensaje de paz que trajo el Salvador. Ya dejemos a un lado la observancia de la Navidad en la América Central. Les queda mucho que hacer a los testigos de Jehová en predicar este “evangelio del reino” que traerá paz, consuelo y verdadero gozo a los pobladores del mundo que aman la justicia y la paz que sobrepasa todo entendimiento, y que no tienen interés especial en festejar determinado día.
Además de dirigir la palabra en la convención, el hermano Morgan habló otra vez a los hermanos el martes por la noche y dedicó algún tiempo a la revisión de los registros y el manejo de los asuntos de la Sucursal. Miércoles por la mañana estaba en camino a Costa Rica. Esa misma tarde llegó el hermano Knorr a Nicaragua para pasar dos días con los hermanos de Managua y los misioneros allí. Jueves por la noche las dos unidades en Managua se juntaron en el Salón del Reino ubicado en el hogar donde está la oficina de la Sucursal, y 90 personas asistieron. Daba gusto ver una organización tan buena en esta ciudad. En 1946 cuando el hermano Knorr visitó el hogar misionero que se acababa de establecer, sólo había seis publicadores de compañía en todo el país. Ahora hay un promedio de 136 cada mes, con un máximum de 166 publicadores durante el año de servicio de 1949. Se está logrando buen progreso, pero todavía hay bastante lugar para la expansión. Una graduada de Galaad prefiere trabajar sola entre los indígenas y goza mucho en los pueblos pequeños. El hermano Knorr arregló que otro grupo de graduados recién llegado se estableciera en Diriamba, una ciudad en la sierra de 13,500 habitantes. Hay verdadera necesidad de más misioneros en este país y se espera que la Sociedad pueda mandar cuando menos diez o doce más para trabajar otras poblaciones, ya que la verdad se ha introducido y las personas de buena voluntad escuchan bien el mensaje del Reino.
Los hermanos tienen en perspectiva la asamblea de 1950, así como los demás hermanos que se encontraron en todo el viaje. Todos tienen buenas esperanzas de que 1950 sea año en que la predicación del mensaje en Nicaragua sobresalga más que nunca, pero sabemos que todos los países centroamericanos tendrán interrupciones debido a que tantos misioneros volverán a los EE.UU. para asistir a la reunión internacional de los testigos de Jehová en la ciudad de Nueva York. Pero esperan regresar a sus puestos de servicio para lograr cosas estupendas, por la gracia del Señor. Esperan que muchos misioneros nuevos se unan con ellos después de la convención, para la obra durante el año de servicio de 1951. El empeño que tienen es ‘predicar la palabra’ en Nicaragua, como en los demás países centroamericanos.
Los días parecían muy cortos, pues el estar con los hermanos “de la misma preciosa fe” hace volar el tiempo. El viernes por la mañana todos los graduados de Galaad acompañaron al hermano Knorr al aeropuerto para verlo emprender su vuelo a Costa Rica, en donde alcanzaría al hermano Morgan y de donde seguirían el viaje juntos.
COSTA RICA
Se hizo el viaje de Nicaragua a Costa Rica sin novedad; empero el vuelo se hace arriba del lago Managua y el lago Nicaragua, dos hermosos cuerpos de agua que ocupan mucha de la superficie de Nicaragua. Luego se presenta a la vista una sierra hermosa y las plantaciones de Costa Rica, todo lo cual hace muy interesante el viaje. Costa Rica está dotada de belleza especial por la naturaleza y tiene un clima muy agradable, particularmente en la región de San José. El aeropuerto está muy accesible a la ciudad; realmente colinda con ella. Aproximadamente setenta de los convencionistas se presentaron en el aeropuerto para dar al hermano Knorr la bienvenida a la ciudad. Este acto fué muy agradecido y en seguida todos estuvieron en camino al salón de la convención. La asamblea había empezado el día anterior, es decir, el 29 de diciembre, y estaba en plena sesión. Un buen comedor se había provisto y había alimentos excelentes. Un expendio de libros bien surtido estaba al alcance de todos los publicadores. En cuanto a los detalles de la convención, tenía el mismo aspecto que tienen las asambleas de circuito bien concurridas en el país que sea.
Todos los asistentes estuvieron admirados del gran número de gente que había logrado llegar a la asamblea, puesto que unas semanas antes tempestades furiosas se habían llevado secciones del ferrocarril en tres partes distintas y era imposible llegar de la costa atlántica a San José por tren. Muchos de los hermanos habían juntado todos los fondos que podían y fueron por avión a San José. Se alegraron de haberlo hecho porque no solamente gozaron del viaje aéreo y de la nueva vista que habían tenido así del país, sino también de la asamblea que resultó muy instructiva para todos los publicadores, tanto en inglés como en español. En la reunión del viernes por la noche 526 asistieron, y 542 la noche del sábado. Fué en esa reunión del sábado, en el Estadio Mendoza, que el hermano Knorr tuvo el privilegio de presentar el Yearbook (Anuario) de 1950 y el Calendario al concluir el discurso que pronunció para los hermanos. Les dió mucho gusto tener estas publicaciones en su poder antes de empezar el año nuevo. Verdaderamente agradecieron el Calendario con el retrato del nuevo hogar de Betel, y muchos tienen en contemplación ir a Nueva York a ver ese edificio con sus propios ojos. Después de esa reunión el hermano Knorr habló a 30 precursores acerca de ir a Galaad, y nueve de ellos llenaron sus solicitudes preliminares, con la esperanza de ser llamados algún día cercano para recibir la enseñanza especial y así poder desempeñar puestos como misioneros. Tres precursoras fieles habían sido llamadas ya a Galaad. Han desempeñado un trabajo excelente en Costa Rica y por lo tanto les tocó ingresar a la décimaquinta clase de Galaad que se comenzó el 22 de febrero.
Da verdadero gozo contemplar el buen trabajo que se ha hecho en este país. Muchos de los hermanos han reconocido el privilegio que es desempeñar el servicio de precursor, y ahora hay 47 precursores en Costa Rica, solamente siete de ellos son de Galaad. Los 40 restantes son costarriqueños. Cuando más de los hermanos centroamericanos arreglen los asuntos de su vida para entrar en el servicio de precursor, verán que el Señor derrama sus ricas bendiciones sobre los que dejan sus ocupaciones seglares y emprenden la obra tal como lo hicieron Pablo, Timoteo y otros de la iglesia primitiva, lanzándose a campos nuevos y organizando nuevas compañías que con tiempo se encargarán de la obra en esos países.
Fué en el invierno de 1943 que los primeros misioneros fueron a Costa Rica, y entonces había 83 publicadores, casi todos asociados con la compañía de hermanos de color de habla inglesa en la compañía de Puerto Limón. Poco trabajo se había hecho entre la gente de habla española. Desde ese tiempo el trabajo ha progresado rápidamente, hasta que ahora hay casi 1,100 publicadores en todas partes del país, organizados en 28 compañías. Aunque ha sido espléndido el aumento en el número de publicadores, todavía falta una gran mejoría en la organización de las compañías. Una de las cosas sobresalientes que se observa en Costa Rica se encuentra también en ronchas otras partes del mundo. Algunos de los hermanos no están al tanto de la responsabilidad que tienen y la importancia de asistir con regularidad a los estudios de La Atalaya y a las reuniones de servicio. Por ejemplo, en San José una de las unidades que tiene 160 publicadores tiene un promedio de 50 a 60 hermanos que asisten a los estudios de La Atalaya. Son celosos en el desempeño de su trabajo y cumplen bien al llevar el mensaje de casa en casa, pero hay unos que dejan cosas ajenas estorbarlos en alimentarse debidamente de la Palabra de Dios. Se discutieron estos puntos en la asamblea. Pero, en otras partes de Costa Rica los hermanos se esfuerzan bastante para asistir a las reuniones del pueblo del Señor. Comprenden que no deben dejar de reunirse. Unos hermanos celosos viajan más de quince kilómetros por canoa para asistir a cada reunión de la compañía. Tal celo da ejemplo a todos los testigos de Jehová, especialmente en los casos en que muchos de los hermanos sólo tienen que caminar un par de kilómetros para llegar a la reunión y alimentarse de las cosas que nos son beneficiosas a todos. Se cree que los consejos concernientes a éstas y otras cosas, que se dieron en la asamblea, harán que la asistencia a las reuniones se mejore y por lo tanto una obra aun mejor resultará, con una expansión notable en Costa Rica.
La mañana del domingo, 45 hermanos simbolizaron su consagración para hacer la voluntad de Dios. Se concluyó la asamblea con una reunión pública inspiradora el día primero de enero, otro día de fiesta muy estimado en Costa Rica. Todos los que asistieron a la convención estaban deseosos de saber cuántos individuos del mundo abandonarían la fiesta para asistir al discurso bíblico “¡Es más tarde de lo que usted piensa!” Empero 863 se congregaron en el salón, entre ellos el director de la misión evangélica en Costa Rica, quien publicó recientemente un libro contra los testigos de Jehová. Sus calumnias no han dañado la obra en ningún sentido.
Entre las sesiones fué necesario examinar los registros de la Sucursal y discutir varios problemas. De nuevo faltó tiempo para hacer todo lo que se hubiera querido hacer. El lunes al mediodía los viajeros tenían que partir para su próxima cita, a saber, Panamá. Otro grupo grande estuvo en el aeropuerto el lunes al mediodía. Muchos de los hermanos de Puerto Limón regresaban a sus hogares por avión, y parecía que el aeropuerto estaba lleno de testigos de Jehová, unos encaminados a una parte y otros a otra. Es muy interesante observar que en este pequeño país aproximadamente de 900,000 habitantes ya hay 1,100 publicadores del reino. Se cree que hay mucha más gente de buena voluntad que se encontrará y, por la gracia del Señor, los publicadores en Costa Rica apacentarán las “otras ovejas” que Cristo recibe a su redil.
PANAMÁ
Los dos viajeros, el hermano Knorr y el hermano Morgan, desearon poder quedarse más tiempo para hablar con los graduados de Galaad, puesto que su estada parecía comprender sólo el desayuno prolongado con todos juntos la mañana de lunes, 2 de enero, durante el cual se discutieron algunos problemas personales. Pero el programa que tenían exigía que continuaran su viaje. El aeroplano DC-3 de la línea Pan Americana ascendió rápidamente para cruzar las montañas cercanas al sur. Pronto volábamos sobre el océano Pacífico, llegando poco después al aeropuerto de David, Panamá. Este punto sirvió para conseguir más gasolina, pero unos cuantos viajeros se bajaron. Sin embargo era satisfactorio ver esta ciudad en el norte de Panamá donde se ha organizado una pequeña compañía como resultado de la buena obra misionera. El vuelo continuó hacia el este sobre el Pacífico, puesto que la tierra firme se retira abruptamente al oriente. Sintió el hermano Knorr no poder hacer escala en Balboa, como había hecho en sus viajes anteriores; sin embargo durante los tres meses precedentes las líneas aéreas comerciales tuvieron que trasladarse a un aeropuerto nuevo, a saber, al Aeropuerto Tecumen, situado en el campo. El aeropuerto de Balboa se presta para llegar fácilmente a la ciudad pero el aeropuerto nuevo dista unos 35 kilómetros de Panamá. Sin embargo, esta circunstancia no quitó de los hermanos de Panamá el deseo de esperar el avión. Varios automóviles llenos de hermanos llegaron, como también otros que viajaron por ómnibus, para dar la bienvenida a los visitantes de la Sociedad. Había tanta gente que era difícil distinguir a los misioneros; pero luego llegamos al hogar misionero en la avenida Cuatro de Julio y pudimos hablar con todos los que habían tomado el curso en la escuela de la Sociedad y habían emprendido la obra en puestos fuera de su país. Dió gusto hablar con ellos esa noche y mostrarles las fotografías más recientes del hogar de Betel y la fábrica de Bróoklyn y de los prados de la Escuela Bíblica de Galaad de la Wátchtower, todo lo cual les trajo gratos recuerdos. Y tuvieron muchas preguntas que hacer, incluyendo algunas acerca de la asamblea de 1950 que no se contestaron. Pero se espera que reciban oportunamente las contestaciones a su completa satisfacción.
Los hermanos Knorr y Morgan posaron con los dieciséis misioneros en el hogar en la Ciudad de Panamá, que es un hogar muy hermoso. Pasaron cuatro días y medio en Panamá, días llenos de ocupaciones. Durante el día los publicadores estuvieron muy ocupados en el campo anunciando el discurso público “Libertad a los cautivos”. Las noches nos hallaban muy ocupados en el salón de la asamblea, que era un club nocturno que se había alquilado para la ocasión. La sesión empezó a las 19 horas y tenía que concluirse a las 21 horas para que el local se empleara para otros usos. La noche del martes asistieron 350 hermanos y personas de buena voluntad, unos de habla española y otros de habla inglesa. Fué necesario interpretar los discursos del inglés al español. Los hermanos Knorr y Morgan dirigieron la palabra a la congregación.
La mañana del miércoles, 4 de enero, se pronunció un discurso acerca del bautismo y doce hermanos simbolizaron su consagración. Siguieron anunciando la reunión pública por medio de sueltos y cartelones. Esa noche se llenó completamente el salón, ocupándose todos los asientos y dejando a centenares de pie. El número de asistentes fué de 703, y escucharon ávidamente. Se dedicó el jueves, como también una parte del viernes, a los misioneros y a las actividades de la oficina de la Sucursal. Se tuvo que hacer un viaje a Colón, al lado atlántico del istmo, donde hay una compañía de habla inglesa y una de habla española. Se hizo una visita al hogar misionero de Colón. Allí se está logrando una obra excelente. Hay dos compañías bien establecidas, y los hermanos de éstas se congregaron en su Salón del Reino, que se usa por las dos compañías. Invitaron a las personas con quienes conducen estudios de libro a esta reunión, donde todo fué en inglés, puesto que la mayoría de los hermanos de habla española también entienden inglés. Vinieron 294 personas, llenando todo el Salón del Reino. Esta fué la primera sesión de su asamblea de circuito en inglés, de modo que el hermano Knorr y el hermano Morgan fueron los conferenciantes ese viernes por la noche, y ellos dedicaron su tiempo a discursos acerca del servicio. Esa noche después de la reunión, algunos de los hermanos regresaron a la Ciudad de Panamá con los hermanos de la casa matriz de Bróoklyn, pues era menester que los visitantes se levantaran temprano para emprender el viaje a Colombia.
La obra en Panamá progresa bien, pero todavía hay lugar para la expansión, y eso es precisamente lo que todo publicador anhela. Algunos de los misioneros quieren ir al interior, y esperan que sea posible abrir un nuevo hogar misionero. Están seguros que, al dejar las ciudades grandes y trabajar las poblaciones pequeñas, podrán establecer compañías nuevas. Por lo tanto se hicieron los arreglos para abrir un hogar misionero nuevo en el interior, con algunos de los graduados de Galaad que ya están en el país, inmediatamente después de la asamblea de 1950, puesto que estos hermanos desean asistir a la convención y luego, a su regreso, trabajar territorio nuevo. Al reconocer el trabajo se resolvió que convenía mandar varios misioneros nuevos a Panamá. Por lo tanto es probable que cuatro o seis hermanos serán enviados a Panamá inmediatamente después de la reunión internacional de los testigos de Jehová, para estimular la obra que sigue tan bien allí. Durante el primer año que estuvieron los misioneros en Panamá, el registro revela que había un promedio de 53 publicadores. Ese promedio, en el espacio de cinco años, ha llegado a 375, con un máximum de 490. También en este país vemos a varios hermanos locales en el servicio como precursores generales. Quince de los publicadores en esta tierra han encontrado el modo de dedicar todo su tiempo al servicio. Algunos han penetrado al interior con un éxito magnífico. Ahora hay once compañías establecidas, y los hermanos creen que durante 1950 varias otras se establecerán en otras poblaciones.
Los panameños son briosos, muy activos y, como han observado los misioneros, prestamente aceptan la verdad o la rechazan y decididamente dan a conocer que no quieren tener nada que ver con ella. Probablemente se puede apreciar mejor sus tendencias al observar su modo de manejar los ómnibus. Se encuentran centenares de estos vehículos pequeños con capacidad de 20 pasajeros en la Ciudad de Panamá, y no es raro verlos emprender una carrera para ver cuál llega primero a la esquina para aprovecharse de los pasajeros. Uno duda muchas veces si el chófer logrará con éxito librarse de otros vehículos al meterse entre ellos en esas calles tan angostas. El hermano Morgan y el hermano Knorr en una ocasión viajaban por la ciudad con cuatro graduados de Galaad y se divirtieron al ver cómo el chófer del ómnibus se acercaba a la acera para preguntarle a alguien si deseaba ir para alguna parte. Se permite que el chófer solicite negocio y haga la parada si ve a uno que nada más parece que espera al ómnibus. Algunas veces se para en los cruceros en medio de la calle para recibir a un pasajero.
Sin embargo los dos visitantes y los graduados de Galaad tuvieron su impresión y diversión mayor esa mañana cuando el chófer paró en una colina tras algunos otros ómnibus. Fué entonces cuando los frenos del vehículo, gastado ya de mucho uso, cesaron de funcionar y la situación empezó a ser risible. En lugar de dejar que se adelantara unos cuantos pies y se detuviera chocando con la máquina en frente, tuvo la ocurrencia de dar vuelta a la derecha y subir a la acera. La gente corría en todas direcciones para salvarse mientras el ómnibus rodaba por la acera. Por fin el chófer, en medio de ademanes frenéticos para indicar que los frenos no funcionaban, atrancó su vehículo entre otro ómnibus y el edificio, estorbando la entrada a dos comercios. Afortunadamente no se lastimó nadie y era imposible suprimir la risa. No podían los pasajeros salir del ómnibus, porque la salida estaba apretada contra la pared del edificio y eran demasiado chicas las ventanas para salir por ellas. Hubo mucha excitación y plática y después de unos minutos se presentaron tres policías, quienes le reclamaron al chófer, preguntándole por qué había tenido esa ocurrencia. Con argumentos fuertes y ademanes que acentuaban las frases el chófer trató de probar que era verdad que los frenos no funcionaban. Esto pareció satisfacer perfectamente a los policías. Aparentemente ellos opinaban que si los frenos no funcionaban, así se tenía que hacer; por lo tanto no se consideró como violación del reglamento de tráfico y no se hizo citación para presentarse ante las autoridades por usar un vehículo para el transporte del público cuando no estaba en buenas condiciones.
Por fin el policía reprendió al chófer del ómnibus que nos había atrancado contra la pared del edificio y le mandó que se pusiera en movimiento. Ahora, ¿qué nos pasaría? ¿Seguiríamos rodando por la acera? Para entonces ya había centenares de personas precisamente en frente del ómnibus, ocupados en discutir la situación, y sería inútil decirles que se marcharan. Había conmoción y todos querían participar. Afortunadamente el ómnibus estaba tan apretado contra la pared que no podía caminar hacia abajo en la colina. La única manera que la gente podía salir era por la puerta de emergencia en el lado libre del vehículo, disponible ya con la salida del otro ómnibus. El hermano Morgan trató de soltar el cerrojo de la puerta de emergencia, pero ¡descubrió que estaba clavada! Uno de los graduados de Galaad explicó en español al conductor que queríamos abrir la puerta de emergencia. Entonces, empleando como martillo y tranca una herradura que llevaba, torció los clavos de tal modo que se pudo abrir la puerta. Salimos todos los pasajeros y anduvimos unas cuantas cuadras para llegar a otro ómnibus, dejando atrás toda la bulla. Más tarde ese mismo día el mismo grupo de hermanos regresando al hogar misionero por otro ómnibus tuvimos la sorpresa de ver que el chófer era el mismo que había subido a la acera con todo y el vehículo. Estaba muy animado y alegre como siempre, pero esta vez tenía otro vehículo y nos aseguró que sus frenos servían. Para convencernos se adelantó con toda velocidad y repentinamente aplicó los frenos para parar en la esquina. De modo que la Ciudad de Panamá nos llamó mucho la atención con sus ómnibus pequeños, ayudados con sus bocinas.