Preguntas de los lectores
● 1 Corintios 7:14 (Mod) dice que el cónyuge incrédulo es santificado por el cónyuge creyente, y también los hijos de esa unión. La Atalaya ha manifestado que tales hijos quizás sean preservados a través del Armagedón debido al mérito de familia resultante del padre creyente. ¿Significa también que tal mérito de familia hará que el cónyuge incrédulo sea salvado en el Armagedón, o precisamente qué bien le resulta a tal cónyuge?—L. R., Idaho.
El matrimonio es una institución divina, puesto que Dios la estableció. Él ha prescrito ciertas reglas relativas a deberes de esposa y esposo, y el cónyuge creyente será especialmente diligente en tratar el matrimonio como sagrado cumpliendo con los requisitos divinos. El creyente diligentemente hace esto como si fuera para el Señor Dios, a quien está dedicado a servir. Cuando uno de los cónyuges se dedica a Dios, entonces el otro, siendo de una sola carne con el dedicado, es afectado, ya que este cónyuge trata con el otro desde un nuevo punto de vista. Pablo estaba escribiendo a cristianos a quienes Dios había santificado como miembros del cuerpo de Cristo. (1 Cor. 6:11; 12:27, NW) El santificado ciertamente le es de provecho al otro, porque esto querrá decir que habrá una oportunidad especial para que éste aprenda de Dios y Cristo y posiblemente entre a una condición santificada él mismo. Hasta que lo hace, él es “santificado en relación con” su cónyuge.—NW.
Es semejante al tiempo de Sodoma precisamente antes de ser destruída. Se hizo posible que los dos hombres paganos que se habían casado con las hijas de Lot recibieran consideración especial. Ellos estuvieron en posición de ser preservados por causa de su matrimonio con mujeres dispuestas hacia lo justo. Pero se mofaron de la amonestación. (Gén. 19:14) Perecieron. Rechazaron el mérito que les daba oportunidad especial; éste no efectuó su preservación puesto que rehusaron escuchar la amonestación de Dios. Así será ahora en el caso de un cónyuge incrédulo. Él tiene ventajas especiales, pero si éstas son rechazadas él morirá en el Armagedón. Es mayor de edad y responsable por sí mismo, no como los niños irresponsables que se consideran santos debido al padre santificado que les ha enseñado la verdad al grado de su capacidad mental.
De modo que el cónyuge creyente sólo puede ser diligente en cumplir con todas las obligaciones matrimoniales, testificar al cónyuge si quiere escuchar, vivir una vida cristiana limpia que mediante acción y buena conducta recomendará la verdad, y enseñar a los niños la verdad. El apóstol Pedro instó a seguir en este curso cuando les dijo lo siguiente a mujeres creyentes casadas con hombres que “no son obedientes a la palabra”, o que no estaban en la verdad: “De la misma manera, ustedes esposas, sométanse a sus propios esposos, para que, si algunos no son obedientes a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, por haber sido testigos oculares de su conducta casta junto con profundo respeto. Y que no sea su adorno el de trenzados externos del pelo ni el de ponerse ornamentos de oro ni el usar prendas de vestir exteriores, sino que lo sea la persona secreta del corazón en la indumentaria incorruptible del espíritu sereno y apacible, que es de gran valor a los ojos de Dios.”—1 Ped. 3:1-4, NW.
Obtenemos un cuadro más claro de lo que Pablo estaba exponiendo en 1 Corintios 7:14 si tenemos los antecedentes ante nosotros: “Si algún hermano tiene una esposa incrédula, y sin embargo ella está de acuerdo en vivir con él, que él no la deje; y la mujer que tenga un esposo incrédulo, y no obstante él está de acuerdo en vivir con ella, que no deje a su esposo. Porque el esposo incrédulo es santificado en relación con su esposa, y la esposa incrédula es santificada en relación con el hermano; de otra manera, sus hijos en verdad serían inmundos, pero ahora son santos. Pero si el incrédulo procede a apartarse, que se aparte; el hermano o la hermana no está en servidumbre bajo tales circunstancias, sino que Dios los ha llamado a ustedes a paz. Porque, esposa, ¿cómo sabes que no salvarás a tu esposo? O, esposo, ¿cómo sabes que no salvarás a tu esposa?”—1 Cor. 7:12-16, NW.
La relación matrimonial entre los dos es válida a la vista de Dios, y no se ha de desechar al incrédulo como si fuera indigno de que su cónyuge se asocie con él. El creyente no está viviendo en adulterio espiritual. Los votos matrimoniales permanecen y la relación estrecha y la unidad marital traen oportunidad especial al incrédulo, y el creyente debe aprovecharse atinadamente de esta oportunidad. El creyente no se divorciará del incrédulo debido a su incredulidad, porque ésa no es base bíblica para divorcio. Si el incrédulo quiere abandonar al creyente fiel debido a la fidelidad de éste a Dios, entonces que el incrédulo se vaya. Esa es su propia decisión. Pero si se quiere quedar, el creyente no disolverá el matrimonio, sino que se valdrá de las oportunidades que puedan resultar en la plena y directa santificación del incrédulo. El sólo estar casado con un creyente no resulta automáticamente en la salvación del incrédulo. El que eso no es un asunto resuelto sino que es un asunto por decidirse, que depende de la conversión del incrédulo, se manifiesta por las preguntas de Pablo: “Esposa, ¿cómo sabes que no salvarás a tu esposo? O, esposo, ¿cómo sabes que no salvarás a tu esposa?” Puede ser que el incrédulo se salve y puede ser que no, pero el creyente puede y debe obrar para la salvación del cónyuge incrédulo mientras todavía sea asunto irresuelto.
● ¿Hasta qué grado tiene que estar sujeta una esposa a su esposo? Por ejemplo, una hermana tiene plantas por dondequiera en la casa, y el esposo dice que si ella estuviera sujeta correctamente a él ella se desharía de ellas. Otra esposa invita a alguien a comer sin consultar al esposo, y él objeta porque nada sabe de ello. De nuevo, una esposa corrige a su esposo en un estudio, y él se opone a su proceder. Las mujeres judías deben de haberse sentido muy inferiores bajo los dictados del Talmud. ¿Debemos de sentirnos de la misma manera ahora nosotras las hermanas en la verdad?—M. M., Colombia Británica, Canadá.
El significado pleno de la “sujeción” de una mujer a su esposo es algo que una mujer casada tendrá que experimentar en vez de explicarlo nosotros en todo su alcance. Usted menciona los “dictados del Talmud”, y eso es lo que hemos tratado de no compilar para mujeres u hombres casados especificando en gran detalle lo que pueden o no deben hacer en esta o aquella circunstancia. Nos parece que los dos primeros ejemplos que da en su pregunta son buenas ilustraciones de cuán interminable sería la tarea de tratar de compilar reglas para todas las circunstancias, y manifiesta cómo nos introduciríamos en disputas ociosas y algo pueriles e insignificantes que no deberían implicar ninguna dificultad para personas casadas en la verdad que son guiadas por principios divinos, más bien que querer una definición específica de sus “derechos exactos”. En cuanto a la acción de una esposa que corrige a su esposo en una reunión, esto ha sido contestado específicamente en La Atalaya del 15 de septiembre de 1949, particularmente en el párrafo 27. Buenos consejos tanto para esposos como esposas se encuentran en Efesios 5:21-33, 1 Timoteo 2:9-15 y 1 Pedro 3:1-12.
La expresión de sujeción es algo que la esposa tiene que resolver por sí misma, teniendo presente lo que el apóstol Pablo dice en Efesios 5 que ella debe manifestar, a saber, “profundo respeto a su esposo.” En los escritos apostólicos las mujeres de tiempos antiguos son encomendadas por exhibir respeto profundo a sus esposos debido a su posición teocrática. A veces cierta expresión de sujeción posiblemente le sea desagradable a la esposa por la humillación implicada, pero si ella se sujeta de todos modos, no para agradarse a sí misma y no sólo para agradar a su esposo, sino haciéndolo como para el Señor Jesús cuya novia ella representa, entonces le será más fácil tragarse la humillación y saber una razón razonable por ella y así esto viene a ser una virtud para ella, como 1 Pedro 3 declara.
La sujeción como mujer casada, donde duele, es algo que la esposa se acarrea al decir, “Sí.” Esta es parte de la “tribulación en su carne” a la que Pablo amonestó a las parejas casadas que estarían expuestas. (1 Cor. 7:28, NW) Los apóstoles dicen que debemos estar sujetos, si somos esclavos, a amos quimeristas así como a amos afables, todo por causa de la recomendación de la verdad a nuestros amos así como a los observadores de afuera. A los apóstoles les agrada unir esto con la obediencia de hijos y la obediencia de esposas, como Pablo lo hizo en su carta a los efesios, tratando consecutivamente de la sujeción de esposas, la sujeción de hijos y la sujeción de esclavos. (Efe. 5:21-6:9) Pero en conexión con esto Pablo también aconsejó a los esposos, manifestándoles que deberían tener cuidado de no ser dominantes o desamorosos para con su esposa, y que más bien la trataran como a su propia carne. De modo que la obediencia de esposa es algo que las esposas tendrán que resolver por sí mismas, pero en conformidad con los principios divinos y con el amor.
● ¿Por qué se refiere Pablo a sí mismo como padre espiritual de los corintios, en vista de las instrucciones de Jesús en Mateo 23:9? Vean 1 Corintios 4:15.—D. A., Illinois.
Pablo escribió a los corintios: “Aunque ustedes tengan diez mil tutores en Cristo, ciertamente no tienen muchos padres, porque en Cristo Jesús yo he venido a ser padre de ustedes por medio de las buenas nuevas.” (1 Cor. 4:15, NW) Pablo fué el primero que dió la verdad dadora de vida a la congregación de Corinto y por eso fué como un padre o sirvió como un agente del Padre celestial. Los tutores que llegaron después sólo edificaron sobre los cimientos dadores de vida que Pablo colocó. Debido a esto a veces él se dirigió a los que ayudó de esta manera a empezar en el camino de la vida como a sus hijos, para manifestar la relación, interés, responsabilidad y cariño especiales que existían entre ellos.—1 Cor. 4:17; Gál. 4:19; 1 Tim. 1:2; 2 Tim. 1:2; Tito 1:4; File. 10; 3 Juan 4.
No obstante, Jehová es el gran Padre y es aquél a quien todos los que lo reconocen como su dador de vida y proveedor deben dirigirse formalmente como padre. Cristo llegará a ser Padre Eterno para las “otras ovejas”. (Mat. 6:9.; Isa. 9:6) A nadie más debe dársele tales títulos. Pablo no estaba usando el término “padre” como título, sino como una ilustración. Estaba usando la relación terrestre de la familia humana para manifestar el cuadro verdadero de su posición tocante a los cristianos corintios. No se hace referencia a él como padre Pablo en ninguna parte de la Biblia. Pedro se refirió a él como “nuestro amado hermano Pablo”. (2 Ped. 3:15) A ninguno de los apóstoles se les habló con el título de padre. El que se les hubiera llamado así hubiera sido una violación del mandato de Jesús: “No llamen a nadie su padre en la tierra, porque Uno solo es su Padre, el Celestial.” El contexto manifiesta que él estaba expresando su oposición al uso de títulos lisonjeros. (Job 32:21, 22; Mat. 23:6-12, NW) Por consiguiente el uso que Pablo hizo de la ilustración de “padre” para ilustrar acertadamente su relación para con las congregaciones e individuos cristianos, y no como un título que exaltara a criaturas, no fué ninguna violación de Mateo 23:9.