Madurez por el espíritu
LOS judíos del día de Jesús pensaban que su forma de adoración agradaba a Dios. Jesús, sin embargo, les mostró que para que ellos agradaran a Dios se requería mucho más que el preocuparse en cuanto a formalidades y ceremonias exteriores o en cuanto a tiempo, manera y lugar. Dijo él: “Dios es un Espíritu, y los que lo adoran tienen que adorarlo con espíritu y verdad.” (Juan 4:24, NM) Eso requiere que uno sea maduro en su adoración.a
El ser maduro significa ante todo tener un conocimiento acertado de Jehová Dios y sus propósitos y su voluntad en cuanto a nosotros. Sin tal madurez de conocimiento estamos en peligro de ser “llevados de aquí para allá” “por enseñanzas diversas y extrañas”. (Efe. 1:17, 18; 4:14; Heb. 13:9, NM) Adicionalmente, la madurez significa tener las facultades de percepción entrenadas de modo que uno pueda distinguir entre lo bueno y lo malo, entre lo que está bien y lo que está mal. Más aún, el que es verdaderamente maduro no sólo puede distinguir entre el bien y el mal sino que tiene en su corazón la actitud correcta hacia éstos, un profundo amor por la justicia y un ardiente odio a la iniquidad. La madurez nos da el fuerte equilibrio que se necesita para resistir las tentaciones y la presión.—Mat. 5:21-28; Heb. 1:9; 5:14; 6:1.
La madurez contribuye al aumento, porque el ministro maduro aprecia que el propósito de su dedicación es ser testigo para Jehová, llevar frutos del Reino. Aunque debe interesarse en la cantidad de su trabajo, se interesa más en la calidad de su ministerio. La predicación eficaz requiere conocimiento acertado, motivos altruístas, dominio de espíritu y sabiduría. Todas esas cosas son el fruto de la madurez.—2 Ped. 1:5-10.
El ministro que es maduro puede elevarse por sobre asuntos personales de ninguna importancia y así trabajar en unidad con sus hermanos. Él aprecia que todos los miembros de un cuerpo se necesitan los unos a los otros, y por eso él no sólo asiste a las reuniones sino que participa en ellas. En vez de buscar que alguien le ayude a él, el ministro maduro busca a quién él pueda ayudar.—Efe. 4:16; Col. 2:19.
El espíritu de Dios es esencial para la madurez. Sólo por medio de él pudo Pedro identificar a Jesús como el Mesías, y pudieron todos los apóstoles entender el secreto sagrado del propósito de Jehová concerniente al cuerpo de Cristo. (Mat. 16:17; Efe. 3:5-9, 18-20) Un director de orquesta, para interpretar correctamente el mensaje musical del compositor, necesita no sólo una partitura musical sino también captar el espíritu del compositor. Asimismo para poder presentar apropiadamente el mensaje de Dios a la gente necesitamos su espíritu, únicamente por medio del cual podemos averiguar las cosas profundas de Dios. Para obtener ese espíritu no sólo debemos estudiar y meditar sobre la Palabra de Dios sino también orar a Dios por él.—Luc. 11:13; 1 Cor. 2:10, 12; Sant. 1:5.
Por medio del espíritu de Dios conseguimos profundidad de sinceridad y devoción de corazón, mejoramos la calidad de nuestro entendimiento, progresamos hacia la madurez. Así que, habiendo comenzado en la adoración pura, continuemos en la misma rutina, leyendo y estudiando privadamente y con otros, meditando en estas cosas y absorbiéndonos en ellas, hablando a otros acerca de ellas y a todo tiempo esperando que el espíritu de Dios nos guíe y mueva. Así progresaremos hacia la madurez.—Rom. 10:10; Fili. 3:13-16; 1 Tim. 4:15, 16, NM.
[Notas]
a Para más detalles, vea La Atalaya del 1 y 15 de enero de 1953.