“Más allá de todo sentido moral”
¿CONFIARÍA usted en el doctor que cambiara los números del termómetro para hacer normal la fiebre? Eso quitaría la fiebre del cuadro de anotaciones del paciente, pero ¿no permanecería en su cuerpo? El decir que los enfermos están bien no cura a los enfermos. El cambiar el rótulo no elimina el problema. El negar la enfermedad no detiene la muerte. Esas tácticas serían algo más que esfuerzos vanos para esconder el fracaso del doctor; ponen en peligro la vida del paciente encubriendo bajo falsas apariencias el peligro. Usted puede pensar que no necesita nada, mientras que realmente carece de lo que verdaderamente le hace falta: “Tú dices: ‘Soy rico y he adquirido riquezas y no necesito absolutamente nada,’ pero no sabes que eres miserable y digno de compasión y pobre y ciego y desnudo.”—Apo. 3:17, NM.
Muchos de los modernos científicos sociales son precisamente “médicos de ningún valor” de esa clase. (Job 13:4) No son científicos en el sentido verdadero de la palabra, sino que se apropian esa clasificación para dar a su trabajo una reputación que no merece por medio de asociarla con la ciencia pura. Pinchando su pompa de ostentación y pretensión exteriores, un científico escribió de ellos: “El científico social siempre prefiere la expresión más prolija, porque le da una impresión enteramente espuria de científico a lo que está haciendo.” Después de enumerar casos en que los datos de sus investigaciones son indignos de confianza debido al impronosticable elemento humano implicado, este escritor añadió: “Pero éstos no tienen más efecto en ellos que el decirle al loco que no es Napoleón.” Concerniente a la erupción de encuestas que conducen él observó: “El resultado es conjetura vestida con los largos ropajes de gobeldiguk.” Lo cual significa la verbosidad hinchada, complicada y oscura que se halla en las declaraciones pomposas.
Recientemente los científicos sociales han hecho encuestas sexuales que muestran un espantoso derrumbe de la moralidad. La exactitud de los datos ha sido puesta en tela de juicio por muchos. Sin embargo, el cuadro general de la extensa inmoralidad no puede contradecirse, y subsiste como una confirmación de la profecía bíblica de que en los últimos días los hombres serían amantes de ellos mismos y amantes de placeres, sin dominio de sí mismos y sin amor a la bondad en un tiempo en que “hombres inicuos e impostores irán de mal en peor, desviando y siendo desviados.” Las condiciones ahora son iguales a las de antes del diluvio del día de Noé, cuando “vió Jehová que la maldad del hombre se había hecho grande en la tierra y toda inclinación de los pensamientos de su corazón siempre era solamente mala.”—2 Tim. 3:1-5, 13; Gén. 6:5; Mat. 24:37, NM.
Pero después que estos glorificados encuestadores han efectuado bajo el disfraz de la ciencia sus investigaciones de personas a quienes les gusta divulgar sus aventuras sexuales, ¿qué remedios ofrecen para los males morales que encuentran? Ninguno. En algunos respectos es algo normal y ventajoso, ellos dicen. Es el código moral de la Biblia lo que ellos consideran enfermo, como algo que no es saludable que los hombres modernos sigan. En vez de tener a los hombres esforzándose por cumplir con normas buenas, ellos quisieran rebajar las normas para satisfacer a los hombres malos. De esa manera quitarían la culpa cerrando los ojos al mal. Practican cierta clase de ciencia cristiana en el campo de la moralidad. De los tales Jehová declaró: “¡Ay de los que llaman a lo malo bueno, y a lo bueno malo; que ponen tinieblas por luz, y luz por tinieblas; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los que son sabios a sus propios ojos, y entendidos en su mismo parecer!”—Isa. 5:20, 21.
No aprueban el adherirse a las normas de Dios, sino que aprueban como libertad apropiada el practicar la inmoralidad. Realmente, las personas inmorales tienen un parecer mental desaprobado: “Aunque conocieron a Dios, no lo glorificaron como Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su corazón fatuo se obscureció. Aunque aseguraban que eran sabios, se hicieron insensatos. Por lo tanto de acuerdo con los deseos de sus corazones Dios los entregó a la impureza, para que sus cuerpos se deshonraran entre sí. Y así como ellos no aprobaron el retener a Dios en conocimiento acertado, Dios los entregó a un estado mental desaprobado, a que hicieran cosas que no son apropiadas. Aunque éstos conocen muy bien el justo decreto de Dios, que los que practican tales cosas son merecedores de la muerte, no sólo siguen haciéndolas sino que también aprueban a los que las practican.”—Rom. 1:21, 22, 24, 28, 32, NM.
Cuando los que en un tiempo eran inmorales llegan a ser cristianos y abandonan la conducta relajada para cumplir con la ley de Dios, sus anteriores compañeros lascivos que están sin dichas restricciones legales hablan abusivamente de ellos. A dichas personas reformadas la Biblia dice: “El tiempo que ha pasado basta para que ustedes hayan obrado la voluntad de las naciones cuando procedían en obras de conducta inmoral, concupiscencias, excesos con vino, orgías, partidas de borrachera, e idolatrías que no tienen restricciones legales. Porque ustedes no siguen corriendo con ellos en este curso al mismo bajo sumidero de libertinaje, ellos están perplejos y siguen hablando abusivamente de ustedes.” Los malhechores aman la compañía. Disminuye su propia culpa el que otros participen en sus pecados. No les gusta tener ejemplos de rectitud moral ante ellos. Por eso, cristianos, no se perturben cuando ellos hablen “con desprecio de su buena conducta.” La mejor defensa que ellos tienen para su maldad es una ofensiva desviadora contra el bien de ustedes. —1 Ped. 4:3, 4; 3:16, NM.
“ES VERGONZOSO HASTA CONTARLAS”
No entienda mal usted. Esto no arguye contra la educación sexual correcta. Jehová Dios creó al hombre y la mujer con las facultades del sexo con el propósito de que éstos produjeran prole, y él estableció normas para guiarlos en su uso con pureza. El entender las funciones naturales y limpias del sexo es provechoso. Pero dicha instrucción no se consigue penetrando en perversiones asquerosas y degradadas hechas en secreto y luego contándolas públicamente. La mente no se limpia alimentándose de inmundicia, así como una puerca no se lava revolcándose en el lodo. Los cristianos verdaderos no son mojigatos que se escandalizan por el sexo limpio ni depravados estimulados por inmoralidades sexuales. Su mente está abierta a la instrucción limpia pero cerrada a las obscenidades degradantes, en armonía con el consejo bíblico: “Que la fornicación y la impureza de toda clase o codicia ni siquiera se mencionen entre ustedes, tal como es digno de personas santas, tampoco conducta vergonzosa o habla insensata o bromear obsceno, cosas que no son decorosas, sino más bien el dar gracias. Sigan asegurándose de lo que es acepto al Señor; y dejen de participar con ellos en las obras infructuosas que pertenecen a las tinieblas, empero, más bien, hasta censúrenlas, porque las cosas que se hacen en secreto por ellos es vergonzoso hasta contarlas.”—Efe. 5:3, 4, 10-12, NM.
El alimentar la mente con inmoralidad vigoriza deseos de la carne caída que de otra manera se mantienen sujetos: “Cada uno es probado por medio de ser atraído e inducido por su propio deseo. Luego el deseo, cuando se ha hecho fértil, da a luz el pecado; en seguida, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte.” (Sant. 1:14, 15, NM) Las encuestas sexuales son cuadros pintados con palabras obscenas en marco o fondo científico. Las mentes que leen esto se forjan cuadros mentales de los actos inmorales y pueden ser seducidas a copiarlos, especialmente cuando se les asegura que la mayoría los está cometiendo. También el lector inexperto puede enterarse de hechos sórdidos por primera vez, y al buscar nuevas aventuras sexuales puede adoptar su práctica. Por eso la Biblia sabiamente aconseja contra el divulgar dichos pecados a menos que se haga como una exhortación a otros para que los eviten. Algunos críticos de una de las más recientes encuestas sexuales publicada extensamente señalaron con su dedo crítico exactamente a ese punto vulnerable. Uno de ellos escribió:
“Un aspecto de la discusión, que ahora se concentra alrededor del informe, se interesa profundamente en determinar si puede justificarse el hacer disponible dicha encuesta al público en general. ¿Puede hacerse asequible dicha encuesta de conducta a todos sin que afecte la conducta de los lectores y aquellos que oyen acerca de ella?”—Historia natural, octubre de 1953.
Mentes llenas de dichos pensamientos pueden hacer planes para expresarlos en hechos, contrario al consejo: “No estén haciendo planes con anticipación para los deseos de la carne.” En vez de eso, “Repudien toda maldad moral.” Más bien que plantar ideas inmundas en la mente, “dejen toda inmundicia y esa cosa superflua, la maldad moral, y acepten con mansedumbre la implantación de la palabra que puede salvar sus almas.” Es mediante el adquirir conocimiento acertado de Dios que las anteriores prácticas impuras ceden su puesto a la conducta decente: “Amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo que están sobre la tierra en lo que toca a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y codicia, que es idolatría. Por causa de esas cosas la ira de Dios viene . . . . Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, y vístanse con la nueva personalidad, la cual por medio de conocimiento acertado está siendo renovada de acuerdo con la imagen del que la creó.” Es mediante el rechazar ahora los pensamientos impuros y adquirir ideas edificantes que usted puede ‘dejar de amoldarse a este sistema de cosas, y transformarse rehaciendo su mente.’ —Rom. 13:14; 1 Ped. 2:1; Sant. 1:21; Col. 3:5-10; Rom. 12:2, NM.
“MARCADOS EN SU CONCIENCIA COMO SI FUERA CON UN HIERRO DE MARCAR”
Los cristianos obedecen a Dios no sólo por temor de su ira, sino también y principalmente por una buena conciencia, una conciencia educada en su sentido del bien y del mal por la Palabra de Dios. Pablo recalcó ese punto cuando amonestó a los cristianos a estar sujetos a Jehová y Cristo: “Hay por lo tanto razón impelente para que estén en sujeción, no sólo por causa de esa ira sino también por causa de su conciencia.” Los hombres hablan de la conciencia como una guía; también lo hace la Biblia. Dice que cuando las personas que no conocen la ley de Jehová actúan “su conciencia está dando testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados,” según las cosas sean buenas o malas. Pero dado que “no es del hombre su camino; no es del hombre que anda dirigir sus mismos pasos” sin la dirección de la Palabra de Dios, es sólo la conciencia divinamente educada aquella cuyos aguijonazos y pinchazos constituyen una guía segura. —Rom. 13:5; 2:15, NM; Jer. 10:23; Pro. 20:27, UTA; 1 Ped. 3:16, NM.
Pero ¿qué hay de los que no hacen caso de la voz de su conciencia, o que buscan una explicación que justifique sus fechorías para acallar las protestas legítimas de la conciencia? El ir áspera y descuidadamente contra sus clamores la perjudica, y el friccionarla y herirla repetidamente la obligará a hacerse dura y cauterizada para su propia curación y protección. La Biblia describe a los que hacen eso como estando “marcados en su conciencia como si fuera con un hierro de marcar.” Cuando la carne se cauteriza con un hierro de marcar caliente, la marca que se deja llega a ser tejido cicatrizado falto de puntas nerviosas y sensibilidad. A las conciencias marcadas así se les hace incapaces de discernir el bien o el mal, y sus dueños han llegado a ser más “como animales irracionales nacidos naturalmente para ser prendidos y destruídos,” ya que las bestias no tienen conciencia. Como animales, dichos hombres consideran el sexo como únicamente un impulso biológico que ha de satisfacerse más bien que como amor altruísta. Como animales, dichos hombres han llegado a ser insensibles a los elevados principios de conducta y se han degradado más allá de todo sentido moral. La Palabra de Dios exhorta a los cristianos a que se alejen de tales tinieblas mentales y desvío de la vida piadosa: “Ya no sigan andando así como las naciones también andan por la inutilidad de su mente, mientras que mentalmente están en tinieblas, y alejadas de la vida que pertenece a Dios, a causa de la ignorancia que hay en ellas, debido a la insensibilidad de su corazón. Habiendo llegado a estar más allá de todo sentido moral, se entregaron a la conducta relajada para obrar toda clase de inmundicia con avaricia.”—1 Tim. 4:2; 2 Ped. 2:12; Efe. 4:17-19, NM.
Lo que tiene preocupadas a las personas pensadoras hoy día no sólo es el derrumbe moral, sino la indiferencia insensible en cuanto a éste y la aceptación de éste, la insensibilidad y dureza de corazón hacia éste, el deterioro de muchos “más allá de todo sentido moral.” Esta corrupción moral se extiende mucho más allá de la moralidad sexual; horada todos los pensamientos y hechos del género humano. Una de las principales revistas de los Estados Unidos preguntó: “¿Ha pasado de moda la moralidad?” El clérigo Reinhold Niebuhr dijo en perplejidad del derrumbe moral: “No está muy claro por qué todo parece haber salido mal en la historia actual del hombre.”
EL RESULTADO DEL DERRUMBE MORAL
Está muy claro para los que creen y entienden la Biblia. Saben que Satanás es el dios de este sistema de cosas, que todo el mundo yace en su poder, que la propaganda demoníaca llena toda la tierra habitada ya que Satanás está limitado a su proximidad, que los verdaderos enemigos del hombre son las inicuas fuerzas espirituales, y que la única protección segura para los hombres es que se pongan “la armadura completa proviniendo de Dios” Jehová. (2 Cor. 4:4; 1 Juan 5:19; Apo. 16:14; 12:12; Efe. 6:11-17, NM) Tal vez esta sabiduría de la Palabra de Dios les parezca insensata a los hombres saturados de sabiduría mundana. Por eso se apartan de la Biblia para empaparse de las filosofías y teorías de hombres. Se apartan de la única protección segura y se quedan sin defensa alguna contra la invasión de influencias demoníacas. Aun el conocimiento que acumulan lo usan de maneras degradadas y depravadas. Su acción de ridiculizar la Biblia con su sabiduría mundana los ciega a la prueba de que pronto desaparecerá este sistema inicuo y a los justos “nuevos cielos y una tierra nueva” que están entrando.—2 Ped. 3:3, 4, 13.
El derrumbe moral es más que una señal predicha de los últimos días de este inicuo sistema de cosas. (2 Tim. 3:1-5) Es un separador de hombres, divide a los amantes de la justicia de los malhechores moralmente indiferentes. Mientras la mayoría excusa la inmoralidad como normal, una minoría de personas dispuestas hacia lo justo está profundamente perturbada y afligida por ella. Estas personas son como Noé, que rehusó andar con su prójimo cuya iniquidad “se había hecho grande en la tierra y toda inclinación de los pensamientos de su corazón siempre era solamente mala.” Son como Lot, porque “aquel hombre justo por lo que veía y oía mientras moraba entre ellos de día en día estaba atormentando su alma justa a causa de los actos de ellos contrarios a ley.” Son de la clase de personas que “gimen y se angustian a causa de todas las abominaciones que se hacen.” Son los que serán librados en el Armagedón para vivir en el nuevo mundo de Jehová de elevada moralidad. La siembra abundante de malhechores indica la proximidad de la cosecha destructiva: “Cuando los inicuos brotan como la hierba, y florecen todos los obradores de iniquidad, es para que sean destruídos eternamente.”—Gén. 6:5; 2 Ped. 2:8, NM; Eze. 9:4; Sal. 92:7.
Mediante su proceder la gente está decidiendo defender la moralidad o aceptar la inmoralidad. ¿Favorece usted el echar al olvido las normas porque pocos viven en conformidad con ellas? Porque muchos se hunden, ¿deben ahogarse todos? De los que luchan en los mares de la inmoralidad los científicos sociales quitarían su cinturón salvavidas y les arrojarían una roca. Las normas bíblicas son salvavidas para los que se afianzan a ellas. No permita que su asimiento mental de la justicia se afloje, dejando entrar en su mente la inmundicia, sino mantenga fuerte la integridad llenando su mente de pensamientos puros, como se aconseja: “Cuantas cosas sean verdaderas, cuantas sean de importancia, cuantas sean justas, cuantas sean puras, cuantas sean amables, cuantas sean de buena reputación, cualquier virtud que haya y cualquier cosa que haya digna de alabanza, sigan considerando estas cosas.” El pensamiento correcto es la llave para la conducta buena. “De la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno de su buen tesoro envía cosas buenas, mientras que el hombre inicuo de su tesoro inicuo envía cosas inicuas.” “Como piensa él en su corazón, así es.”—Fili. 4:8; Mat. 12:34, 35, NM; Pro. 23:7, VA.
Por eso llene la mente de lo que es bueno para evitar el ser entrampado por lo que es malo. Para segar lo que es bueno primero tenemos que sembrar lo que es bueno. Y tenemos que seguir sembrando lo bueno hasta la cosecha, sin ser debilitados por el derrumbe moral, sin rendirnos jamás: “Dios no es alguien de quien uno se pueda mofar. Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará; porque el que esté sembrando con el pensamiento en su carne segará de su carne la corrupción, pero el que esté sembrando con el pensamiento en el espíritu segará del espíritu la vida eterna. Por lo tanto, no desistamos de hacer lo que es recto, porque segaremos al tiempo debido si no nos rendimos.”—Gál. 6:7-9, NM.