Cómo mantener la delincuencia fuera de su hogar
NO HACE mucho se vieron por toda la ciudad de Nueva York carteles que pregonaban el lema: “Cuando cesa la vida de familia, comienza la delincuencia.” Muchos estudiantes del grave problema de la delincuencia juvenil están de acuerdo con esa conclusión. Sus comentarios deberían interesar a todos los padres.
Las observaciones de Sheldon y Eleanor Glueck, directores del centro de investigación en criminología de la Escuela de Derecho de Harvard, son especialmente interesantes. Después de treinta y cinco años de estudiar el crimen y la delincuencia les impresionan “el notable papel que desempeñan en el génesis de la delincuencia las relaciones interpersonales de familia; la muy patente falta de relación estrecha entre los padres de los delincuentes y los muchachos; y las revelaciones de una casi completa carencia de unidad familiar.” Otras investigaciones comprueban la veracidad de esto.
En Búfalo, Nueva York, un reciente estudio de delincuentes juveniles manifestó que “ni siquiera en un solo caso hubo una situación sana de hogar y de familia.” Un informe sobre la delincuencia juvenil en la India dijo: “Al fin y al cabo la familia permanecerá como la última y más prometedora avenida para restaurar en la juventud la fibra moral y el respeto por la ley y el orden.” Esta es la conclusión del Dr. Enrique S. Snyder también: “Si hay algún remedio para la falta de respeto a la ley, la carestía de valores morales y la ausencia de guía religiosa, parece que el círculo de la familia tiene que asumir la responsabilidad primaria.” Es obvio que la dificultad es que la vida en el hogar doméstico no es lo que solía ser.
VIDA FAMILIAR CAMBIADA
Por una parte, la familia moderna ha perdido la cohesión que tenía su predecesora. En tiempos anteriores, cuando papá estaba en la granja y las “madres obreras” estaban en la cocina, los niños estaban bajo superintendencia más estrecha de parte de los padres. De padres que leían la Biblia los niños absorbían fuertes valores morales. Los padres eran estrictos pero dejaban saber a los niños que los necesitaban y amaban. No había ningún automóvil viejo y destartalado para arrebatar al hijo de la vigilancia cuidadosa del papá. En vez de recreo mercantilizado, se pasaban buenos ratos en la sala donde se reunía la familia. Se movía la familia como una unidad, “todos para uno y uno para todos.” Hasta los pequeñuelos tenían la responsabilidad de contribuir al bienestar de todos los demás por medio de llevar a cabo tareas domésticas apropiadas. En esos días las familias gozaban común mente de una interacción de unidad, amor, orden, responsabilidad y respeto mutuo que mantenían en un mínimo la delincuencia. Con la llegada de los predichos “tiempos críticos y difíciles de manejar,” sin embargo, el modelo de vida familiar es muy distinto en muchos hogares.—2 Tim. 3:1, 2.
El progreso industrial y tecnológico y la guerra global han atraído a padres y madres a trabajar en fábricas. La inmigración desde aldeas hasta ciudades y de un país a otro ha cortado ciertos vínculos vitales con tradiciones estabilizadoras. El automóvil ha alejado a los niños del hogar y de la superintendencia paternal. La influencia moral de la Biblia ha sido socavada en muchas vidas por la renovación de la teoría de la evolución y por las acusaciones atolondradas de llamados “críticos textuales.” Todo esto ha preparado el terreno para un código moral que es vergonzosamente relajado. El sexo y la violencia han llegado a ser el tema cada vez más llamativo de películas cinematográficas, revistas, periódicos, la radio y la televisión.
En este nuevo medio ambiente el hogar ha venido a ser menos centro de entrenamiento y más estación de toma de combustible. El capricho de la juventud a menudo constituye el centro de autoridad de la familia en lugar de la voluntad de los padres. En lugar de la antigua unidad, con demasiada frecuencia cada miembro de la familia cuida del “número uno,” de sí mismo. Para muchos el dinero y el placer son las únicas metas. Prácticas no éticas se consideran “ingeniosas” y oportunas. La juventud idealista ve a muchos adultos rendir solo servicio de labios a la ley y la moralidad. Desilusionados, jóvenes mundanos han rechazado a la sociedad adulta y adoptado un código propio de ellos adaptable a la sociedad callejera. Allí, en la ausencia de dirección por adultos y de una meta que valga la pena, la “reputación” y los “deleites” vienen a ser las cosas importantes en la vida. Adolescentes han descubierto que esto puede ganarse y mantenerse por medio de la emoción del vandalismo, el hurto, el pelear y experiencias con el sexo y narcóticos. Aun si hay suficientes oportunidades de empleo, estos jóvenes ya no conocen la satisfacción de terminar un trabajo. No hay ningún incentivo verdadero a que trabajen y ahorren por lo que pueden robar. Comprensiblemente, la delincuencia juvenil ha hecho erupción en lo que el juez Samuel Leibowitz de Nueva York llamó recientemente “un problema que es tan grave como una conflagración mundial.” No obstante, usted puede mantener esa conflagración fuera de su hogar, si realmente desea hacerlo.
ENTRENANDO A PADRES Y A HIJOS
El primer paso es que los padres “dejen de estar haciéndose irrazonables, sino sigan percibiendo cuál es la voluntad de Jehová.” (Efe. 5:17) Las autoridades a menudo hallan que es más difícil tratar con los padres de los delincuentes que con los jóvenes mismos. Los padres están en la mejor posición para impedir la delincuencia cuando estudian cuidadosamente la Palabra de Dios y entusiásticamente aplican sus principios. Entonces pueden criar a sus hijos “en la disciplina y consejo autoritativo de Jehová.” (Efe. 6:4) Esto da a los padres la confianza de la cual muchos parecen carecer. Soluciona el problema de ser o demasiado estricto o demasiado indeterminado, ya que el proceder bíblico es firmeza, templando la justicia con misericordia, pero no dejando la maldad enteramente sin castigo.
Cuando los padres cumplen con sus responsabilidades, entonces pueden enseñar a los hijos las suyas. No tema que tal enseñanza dé a su hijo un “complejo de culpabilidad.” Hágale saber que Dios, usted y la sociedad le recompensarán por obras correctas y le castigarán por la maldad premeditada. Deje en claro el que tanto usted como su hijo son responsables a la ley de Dios; que hay una misma ley para los dos sin parcialidad. El método de Dios para que usted transmita sus leyes a sus hijos se declara en Deuteronomio 6:7: “Hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes.” Explique a su pequeñuelo que el propósito de Dios es dejar que personas obedientes vivan en su justo nuevo mundo. (2 Ped. 3:13) Haga que esté tan claro como el cristal el que ningún ladrón, persona codiciosa ni niño o niña rebelde entrarán en el reino de Dios.—1 Cor. 6:9, 10; Sal. 37:9; Eze. 9:6.
A medida que usted inculque y practique principios piadosos en casa, su hijo absorberá valores morales y desarrollará actitudes que reflejarán esta influencia divina. A pesar del código cambiante de la sociedad y prescindiendo de lo que hagan otros niños, su hijo rehuirá de la delincuencia porque sabe lo que Dios dice que es correcto e incorrecto. Querrá hacer lo correcto si usted vincula la obediencia a la ley de Dios con su meta en la vida.
UNA META Y RESPONSABILIDAD
La falta de una meta en la vida hace que muchos jóvenes sean arrastrados a la dificultad. Son parecidos a un barco sin destino. Sin la Biblia para guiarles, ni siquiera tienen timón. Sea cual fuere el ramo o profesión que su hijo prefiera para ganarse la vida, le corresponde a usted mostrarle que su meta básica en la vida es la de andar con Dios y recibir la vida eterna. (Juan 17:3) Señale que la paz y la seguridad pueden ser suyas ahora a pesar de nuestros tiempos críticos, si su meta es la de hacer la voluntad de Dios. Cuando eso llegue a ser su propósito firme él verá que el leer, escribir y estudiar la historia sagrada y seglar son medios de alcanzar su meta. Él comprenderá que el andar de truhán ocioso constituye una pérdida de tiempo valioso, que el estudio es una inversión sabia y que aun actos de delincuencia menores lo estorbarían de lograr su propósito en la vida. Cuando vea lo que es su propósito básico en la vida, entonces muéstrele que su propósito tiene significado aquí y ahora por medio de darle alguna responsabilidad.
El desempeñar un papel de responsabilidad y productivo en la vida debería constituir gran parte del propósito de vivir de su hijo. Él debería comenzar a aprender este sentido de responsabilidad y productividad tan pronto como sea posible. Usted puede comenzar por medio de enseñarle a vestirse a sí mismo, a recoger sus prendas de vestir, juguetes y libros. Si usted vive en los suburbios, es muy probable que haya muchas responsabilidades que puedan asignarse, tales como el cortar el césped, recortar setos vivos, rastrillar hojas, pintar una cerca, limpiar el desván o el sótano. Si vive en un apartamento alquilado en la ciudad, la mesa tiene que ponerse, hay que lavar y secar platos, las alfombras tienen que ser limpiadas al vacío, hay que encerar pisos, hay que despolvorear y lustrar muebles y hay que planchar ropa, y siempre hay las camas y compras. Si estas cosas no proveen suficientes oportunidades, otro lugar donde puede usted enseñarle responsabilidad es en el lugar de reunión de la congregación.
Anime a su hijo a ofrecerse como voluntario para ayudar a mantener limpio el lugar de reunión de la congregación o a poner en orden las sillas, ayudar a doblar tratados bíblicos, cerrar las ventanas después que se haya ido a casa la mayoría, y traspalar nieve. Ponga el ejemplo correcto por medio de ofrecerse usted mismo como voluntario, si fuere de manera alguna posible.
Al cumplir tales asignaciones su pequeñuelo aprenderá algo que falta notablemente en el entrenamiento de niños delincuentes—cómo trabajar y cómo cooperar con otros. Aprenderá el gozo de un trabajo bien hecho. Con ese sentimiento viene el respeto y un paso hacia la madurez. No deje que su hijo aprenda esta lección de la manera dura, como lo hizo un joven de diecinueve años. Solo después de cumplir una condena en un campamento estatal para jóvenes pudo decir: “Me enseñaron a trabajar, el... placer que el hombre puede sacar de hacer algo por sí mismo.” El que dé a su hijo responsabilidades proveerá también una manera de comprobar su iniciativa, minuciosidad y confiabilidad. Tal como dice Proverbios 20:11: “Aun por sus prácticas el muchacho se hace reconocer en cuanto a si su actividad es pura y recta.” Se puede dar atención especial a puntos en su disposición que requieren mejoramiento. El fiel desempeño de deberes provee oportunidad para encomio y privilegios extraordinarios. En este respecto usted tiene una oportunidad para enseñar la valiosa lección acerca de cómo trabajar y ahorrar para cosas deseadas. Por supuesto, ya que es prole suya, su hijo no es más perfecto que lo que es usted. No espere perfección, pero tampoco pase por alto la disciplina necesaria.
DISCIPLINA Y AMOR
Al dar instrucciones o mandatos, exprésese con claridad y que lo expresado por usted sea en serio. Si usted da órdenes de una manera regañadora, le enseña a su hijo a desobedecer, porque sabe que puede pasar por alto su mandato y usted complacerá por medio de repetirlo. Pero él no tardará si usted demuestra que sus palabras se respaldan por acciones. Por supuesto que muchas veces puede que sea sabio el dar una razón por cierto mandato o restricción. Tal vez opine usted que no tiene por qué dar a su hijo razón alguna por sus órdenes, pero recuerde esto: Por entender por qué cierto proceder es sabio o desatinado, su hijo tendrá buena razón para escoger el curso sabio cuando usted no esté presente. Note cómo la Biblia frecuentemente da la razón por la cual cierto proceder es bueno o malo. Imite ese buen ejemplo.—Pro. 23:20, 21; 24:15, 16, 19, 20.
Cuando su hijo escoge ir en el proceder desatinado, a pesar del buen consejo suyo, recuerde Proverbios 22:15: “La necedad está enlazada con el corazón del muchacho; la vara de la disciplina es lo que la alejará de él.” Jehová le insta a que no detenga la disciplina del simple muchacho. (Pro. 23:13, 14) Usted sabe cuándo su hijo está haciendo lo indebido, y muy probablemente él también lo sabe. Según dijo un delincuente a un periodista: “Yo nunca recibía una zurra, aunque, en realidad, yo a menudo opinaba que debía recibirla.” No irrite a sus hijos por medio de constantemente cambiar las “reglas” o castigando un acto desobediente un día y no el siguiente. Imite a Jehová. Cumpla con su palabra, sea consistente y discipline por amor.—Pro. 13:24; Heb. 12:6.
En estos tiempos críticos cuando muchos carecen de afecto natural es importante que su hijo sepa que es amado y deseado. (2 Tim. 3:3) Al establecer usted restricciones razonables en cuanto a horas avanzadas y asociación correcta y hacer cumplir estrictamente sus deseos usted muestra que es un padre amoroso que es verdaderamente solícito. Se siente el amor suyo, aunque tal vez no se aprecie por el momento, cuando usted insiste en que su hijo siempre pida permiso para ir a alguna parte y que le diga con quién va. Vez tras vez se descubre que cuando los niños se meten en dificultades, como por ejemplo la ratería, sus padres no tienen ni pizca de idea en cuanto a dónde están. Si su hijo le importa a usted, hará que sea asunto suyo el saber dónde está. También le enseñará a su hijo a mantenerse alejado de cualquiera que mediante el ridículo o la coerción quisiera inducirlo a violar los deseos de su Dios o de sus padres. Enséñele que su reputación para con Dios es la que verdaderamente importa. Si la adversidad le sobreviene a la familia, conviértala en una ventaja por medio de mostrar a su hijo cómo acercarse a Dios para hallar consuelo y guía. Todo esto es parte del inapreciable entrenamiento de su hijo en el camino en que tiene que seguir para obtener la vida eterna.—Pro. 22:6.
Si usted le ha dado a su hijo el Reino como meta suya, si le ha enseñado a acudir a la Palabra de Dios por guía y le ha entrenado a manejar responsabilidad, él verá que el vandalismo, el hurto, la inmoralidad y cualquier otra forma de delincuencia son todas cosas que pueden apartarle del camino que conduce a la vida. (Mat. 7:14) Mantenga fuera de su hogar la delincuencia por medio de manejarlo en estricta armonía con el consejo autoritativo de Jehová. “Con sabiduría se edificará una casa y con discernimiento resultará firmemente establecida.”—Pro. 24:3.