Pedro, vivaz apóstol que tomó la iniciativa
DE LOS doce apóstoles que Jesucristo, el Hijo de Dios, escogió para que lo acompañaran, Pedro por mucho fue el más vivaz. Afectuoso e impulsivo, franco y abierto... imposible es que no nos agrade. Se nos hace fácil ponernos en su lugar; compartir de sus sentimientos.
Pedro fue un hombre de acción, presto a expresar sus pensamientos, presto a poner por obra sus sentimientos. Debido a su naturaleza emocional prestamente iba de un extremo al otro. Como resultado conoció los extremos tanto del dolor como del gozo. Tuvo el gozo de oír a su Amo elogiarlo mucho por haber dicho: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo,” y recibir las llaves del reino de los cielos. Pero también tuvo la aflicción penetrante de ver a su Amo dirigirle una mirada llena de reproche y dolor por haberlo negado tres veces.—Mat. 16:16-19; Luc. 22:61, 62.
Sobre todo, Pedro tenía un corazón bueno y honrado. Estaba tan alejado de los escribas y fariseos hipócritas de su día como es posible que uno pudiera estarlo. El hurtar secretamente del tesoro común del grupo íntimo de Jesús, como lo hacía Judas, le hubiera sido inconcebible a Pedro. Y debido al buen corazón de Pedro, Dios le concedió arrepentimiento y recobro, cosas que se le negaron al traidor falto de honradez, Judas. Dios no solo restauró a su favor a Pedro, después que éste negó a Jesús, sino que lo usó mucho después de eso.—Juan 12:4-6.
Pedro fue hijo de Juan. Cuando se nos muestra por primera vez está residiendo en Betsaida, a orillas del mar de Galilea cerca del río Jordán. Más tarde leemos que está en Capernaum, donde él y su hermano Andrés estaban en el negocio de la pesca, teniendo su propio barco. Aunque los caudillos religiosos se refirieron a Pedro y al apóstol Juan como “hombres iletrados y del vulgo,” ellos, como comerciantes que tenían tratos tanto con los judíos como con los gentiles de habla griega, sin duda podían leer y escribir tanto hebreo como griego. Pedro era casado, y por lo menos en sus años posteriores su esposa le acompañaba en sus viajes misionales.—Mat. 8:14; 16:17; Mar. 1:16-20; Luc. 5:3; Hech. 4:13; 1 Cor. 9:5.
Pedro aparece temprano en el ministerio de Jesús cuando recién llegó a ser discípulo o “aprendiz,” y cuando Jesús le cambió su nombre de Simón, que significa “oído,” a Pedro, “un pedazo de roca.” Unos seis meses después llegó a ser discípulo y seguidor de Jesús de tiempo cabal, cuando él y su hermano Andrés, junto con sus primos Santiago y Juan, dejaron su negocio de la pesca para llegar a ser “pescadores de hombres.” Más de un año después Pedro fue escogido, junto con otros once, para ser apóstol, un “enviado.”—Juan 1:35-44; Mat. 4:18-22; 10:1-4.
IMPULSIVO, PRESTO A ACTUAR
Repetidas veces en los Evangelios encontramos ejemplos de la naturaleza impulsiva de Pedro. Cuando Jesús hizo que Pedro y los que estaban con él sacaran una milagrosa redada de peces, precisamente antes de llamarlos para ser discípulos de tiempo cabal, simplemente fue demasiado para Pedro. “Cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: ‘Apártate de mí, porque soy varón pecador, Señor.’” Cuando Pedro vio a su Amo que caminaba sobre el agua, estuvo ansioso de hacer lo mismo, y realmente pudo hacerlo hasta que se debilitó su fe. Cuando una chusma, armada de garrotes y espadas y conducida por caudillos religiosos, vino a llevarse a Jesús, Pedro otra vez estuvo presto a actuar, tratando de proteger a su Amo por medio de la espada literal, pero solo logró cortarle la oreja a uno de la chusma. Y más tarde, después de la muerte y resurrección de Jesús, cuando Jesús volvió a hacer que Pedro y sus compañeros sacaran una redada milagrosa, y Pedro se enteró de que era Jesús quien estaba en la orilla, inmediatamente Pedro se echó al mar y nadó hasta la orilla, no queriendo esperar con los demás hasta que lentamente hubieran halado la red llena de pescados a tierra.—Luc. 5:6-9; Mat. 14:26-31; Juan 18:10, 11; 21:1-8.
Tales eran el ardor e impulsividad de Pedro que a veces lo hacían contradecir a su Amo, evidenciando así una falta de modestia debida, prescindiendo de cuán humilde era. Por eso se sintió libre para suscitar fuertes objeciones a los comentarios de Jesús acerca del sufrimiento y muerte que le esperaban, haciendo necesario que Jesús lo censurara severamente con las palabras: “¡Ponte detrás de mí, Satanás!” Además, cuando Jesús preguntó, debido a que fuerza había salido de él para curar a cierta mujer: “¿Quién es el que me tocó?” fue Pedro quien se sintió libre para corregir a Jesús diciendo: “Instructor, las muchedumbres te rodean y te oprimen estrechamente.” En otras palabras: ‘¡Pues, Jesús, por supuesto la gente te está tocando!’ ¿Y no fue Pedro quien objetó primero a que su amado Maestro le lavara los pies, pero que quiso que le lavara la cabeza y las manos también después que oyó la respuesta de Jesús?—Mat. 16:21-23; Luc. 8:43-45; Juan 13:1-10.
TOMANDO LA INICIATIVA
Pedro, por sus varios nombres, Simón, Simeón, Simón Pedro, Pedro y Cefas, se menciona en el registro inspirado más frecuentemente que sus once compañeros apostólicos combinados, o casi tan a menudo como el apóstol Pablo. Él es el primero que se menciona de aquellos a quienes Jesús llamó al discipulado de tiempo cabal y siempre que se nombra a Pedro con estos otros apóstoles invariablemente aparece en primer lugar, y esto sucede sea que todos los doce se nombren (los demás no siempre se nombran en el mismo orden), o solo cuatro, tres o dos de los apóstoles.—Mat. 10:2; Mar. 13:3; Luc. 9:28; 22:8.
Armoniza con lo susodicho, por lo tanto, el que hallamos a Pedro hablando de su propia iniciativa más frecuentemente que los otros once juntos, sea que lo haga a favor de sí mismo o a favor de los demás. Así, es Pedro quien pregunta: “Señor, ¿cuántas veces ha de pecar contra mí mi hermano y he yo de perdonarle?” Es Pedro quien sugiere erigir tres tiendas mientras que él, Santiago y Juan están en el monte de la Transfiguración. Y es Pedro quien observa el efecto de la maldición de Jesús sobre cierta higuera: “¡Rabí, mira! la higuera que maldijiste se ha marchitado.”—Mat. 18:21; 17:4; Mar. 11:21.
En cuanto a ocasiones en que Pedro habló a favor de los doce: Cuando Jesús les preguntó a todos: “Pero ustedes, ¿quién dicen que soy?” es Pedro quien responde con confianza: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo.” Y cuando muchos de los discípulos de Jesús se ofendieron por lo que Jesús había dicho y lo habían dejado, y Jesús preguntó a los doce si ellos también iban a dejarlo, es Pedro quien contesta: “Señor, ¿a quién nos iremos? Tú tienes dichos de vida eterna.” Otra vez, después que Jesús dio una ilustración, es Pedro quien pide: “Acláranos la ilustración.” E igualmente es Pedro quien habla a favor de los doce, preguntando: “¿Qué habrá para nosotros realmente,” que hemos dejado todo para seguirte?—Mat. 16:15-17; Juan 6:67, 68; Mat. 15:15; 19:27.
Por más atrevido que fuera Pedro, debido a su naturaleza impulsiva, su ardor y celo, no era insidiosamente ambicioso. No fue él sino Santiago y Juan, sus dos compañeros más allegados, quienes, junto con la madre de ellos, le pidieron a Jesús los asientos principales en su reino. (Mat. 20:20-24; Mar. 10:35-41) Por lo tanto, Jesús no consideró el atrevimiento de Pedro una falta seria que debiera corregir por medio de pasar por alto estudiosamente a Pedro, poniéndolo en su lugar, por decirlo así. Pero, dado que reconocía las buenas cualidades de Pedro, Jesús le concedió privilegios especiales. Fue uno de los tres apóstoles que estuvieron con Jesús al tiempo de la visión de la transfiguración y al tiempo de levantar a la hija de Jairo y en el jardín de Getsemaní.—Mat. 17:1; 26:36, 37; Mar. 5:35-42.
De nuevo, fue con Pedro que Jesús en una ocasión discutió la cuestión de pagar impuestos y a quien hizo que pescara un pez en cuya boca Pedro encontró la moneda necesaria para pagar el impuesto del templo. (Mat. 17:24-27) Jesús especialmente oró por Pedro y lo comisionó a fortalecer a sus hermanos. Es muy probable que Pedro también haya sido el primer apóstol a quien se mostró Jesús después de su resurrección, y más tarde fue a Pedro a quien Jesús le dio la exhortación repetida de apacentar sus corderos y sus ovejitas. Y, como ya se notó, fue a Pedro a quien Jesús le dio las llaves del reino.—Mar. 16:7; Luc. 22:32; 24:34; Juan 21:15-17; 1 Cor. 15:5.
DESPUÉS DE LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESÚS
Por lo tanto, solo había de esperarse que después de la resurrección de Jesús, cuando ya no estuviera continuamente con sus discípulos, Pedro tomara la iniciativa, y así lo hizo, tanto en asuntos personales como en ejecutar la comisión divina. Así, fue Pedro quien tomó la iniciativa en escoger a un sucesor de Judas después que Jesús ascendió al cielo y mientras esperaban el espíritu santo. Y por eso cuando el espíritu santo fue derramado sobre los 120 discípulos reunidos en un cuarto superior en Jerusalén vemos a Pedro, fiel a la comisión que se le dio, llevando la delantera en predicar a los judíos lo concerniente a Jesús, su resurrección y el significado de lo que había acontecido ese día. Así usó la primera de las llaves del reino que Jesús le había confiado, para abrir a los judíos el conocimiento de la oportunidad de llegar a ser miembros del reino celestial.—Hech. 1:15-26; 2:1-41.
Cuando los caudillos religiosos hicieron traer a los apóstoles ante ellos debido a su predicación acerca de Jesucristo, fue Pedro quien tomó la iniciativa para hablar. Cuando Ananías y Safira trajeron su contribución, leemos que la presentaron a los apóstoles. Pero fue Pedro a quien Jehová Dios usó para poner de manifiesto la falta de honradez de ellos al representar la contribución como el valor total de la propiedad que habían vendido cuando no lo era y para pronunciar sobre ellos el juicio de Dios, como resultado de lo cual ambos cayeron muertos. Y parece que Pedro también tenía mayor poder para curar que otros, porque leemos que aun su sombra efectuaba curaciones; siendo su poder semejante al que poseía el apóstol Pablo en este sentido.—Hech. 5:1-29; 19:11, 12.
Cuando los hombres de mayor edad de Jerusalén enviaron a Pedro y a Juan a Samaria para que los conversos de allí recibieran el espíritu santo, otra vez se muestra que Pedro tomó la iniciativa. Esto lo indica el hecho de que, aunque Simón “les” ofreció dinero por el poder de impartir el espíritu santo a otros, fue Pedro quien lo reprendió severamente. De este incidente se originó el nombre “simonía,” que significa el comprar puestos eclesiásticos por dinero; una práctica muy extensa en la Iglesia Católica Romana durante la edad media.—Hech. 8:14-24.
Incidentalmente, el hecho de que otros “enviaron” o despacharon a Pedro y a Juan a Samaria claramente indica que el que Pedro tomara la iniciativa no le daba autoridad sobre otros. En ningún lugar se muestra que ejerciera autoridad sobre los otros apóstoles ni que los otros le mostraran deferencia como el príncipe o principal de los apóstoles.
Después que Pedro hizo varios milagros más, en seguida nos enteramos de que usó la segunda llave del reino para traer las buenas nuevas al primer gentil incircunciso que se convirtió al cristianismo, el oficial del ejército romano Cornelio de Cesarea. Por medio de una visión en la que a Pedro se le mandó repetidamente que comiera animales que eran inmundos según la Ley de Moisés, Dios amablemente preparó la mente de Pedro para este cambio radical en el trato de Dios con los pueblos... ya no era inmunda la gente incircuncisa a la vista de Dios. Regresando a Jerusalén, Pedro tuvo que enfrentarse a fuerte oposición de parte de los cristianos judíos de allí, pero se mantuvo firme, explicó cómo Dios lo había preparado para este cambio y lo que había tenido lugar. Como resultado, los cristianos judíos se regocijaron de que ahora Dios estaba concediendo arrepentimiento y la esperanza del Reino a los gentiles también.—Hech. 10:1–11:18.
Evidentemente no mucho tiempo después de esto, el rey Herodes Agripa hizo arrestar a Pedro para agradar a los judíos, pero Dios envió a su ángel para librar a Pedro, porque Dios tenía más trabajo para Pedro. Al ser soltado de la prisión Pedro se presentó a la congregación local, que se había reunido en la casa de Juan Marcos para orar por Pedro, y luego fue “a otro lugar.” (Hech. 12:1-17) De allí en adelante el vivaz e impulsivo apóstol Pedro es eclipsado en el registro inspirado del libro de Hechos por el apóstol Pablo, y ya no leemos allí acerca de Pedro salvo que estuvo en la reunión de la junta administrativa de cristianos que se celebró en Jerusalén para considerar la cuestión en cuanto a si era necesario que se circuncidaran o no los gentiles conversos al cristianismo. En esa ocasión Pedro relató cómo Jehová lo había usado para llevar las buenas nuevas a los gentiles como prueba de que Dios ya no estaba haciendo distinción alguna entre judío y gentil e instó a que no impusieran un yugo sobre estos cristianos gentiles que ellos mismos no habían podido cargar.—Hech. 15:7-11.
Para información adicional en cuanto a Pedro tenemos que dirigirnos a sus cartas y particularmente a las del apóstol Pablo. De las cartas de Pablo nos enteramos de que Pedro residió por algunos años en Jerusalén, también en Antioquía, y que Pedro no había cambiado mucho, sino que todavía dejaba que influyera en él la emoción. ¿Por qué? Porque se avergonzó de ser visto asociándose con cristianos gentiles cuando ciertos cristianos judíos descendieron de Jerusalén; evidentemente éstos no apreciaban plenamente que Dios ya no requería la circuncisión. En esa ocasión Pedro dejó de asociarse con los cristianos gentiles... ¡cuán heridos deben haberse sentido en cuanto a eso los cristianos gentiles! Apropiadamente, Pablo lo reprendió públicamente por esto. Pedro fue escogido como cabeza de una secta en Corinto y probablemente predicó en las ciudades de Asia Menor septentrional que él menciona en su primera carta.a—Gál. 1:17, 18; 2:1, 7-14; 1 Cor. 1:12; 1 Ped. 1:1.
LECCIONES PARA LOS CRISTIANOS HOY EN DÍA
Verdaderamente el registro bíblico acerca del apóstol Pedro es sumamente interesante. Vivaz e impulsivo, ciertamente habría de tener sus “altibajos.” Su corazón grande, afectuoso y honrado lo hizo presto para hacer y poner por obra lo que sus coapóstoles muy probablemente pensaban. Sin duda cuando vieron a Jesús caminar sobre el agua ellos también pensaron: ‘¡Qué cosa maravillosa el poder hacer eso!’ pero solo fue Pedro quien habló y actuó en armonía con ese sentimiento, pidiéndole a Jesús que lo habilitara a hacer lo mismo y ¡luego prosiguiendo a hacerlo! ¡Y es muy probable que también los otros se abochornaron cuando Jesús comenzó a lavarles los pies, pero solo Pedro habló, pues simplemente no parecía correcto que su Amo estuviera lavándole los pies a él! Y en el jardín de Getsemaní sin duda los otros también sintieron indignación justa, y por lo menos otro tenía una espada, pero fue Pedro quien impulsivamente actuó en defensa de su Amo.
Un repaso de la vida de Pedro tan llena de animación es muy edificante espiritualmente. Sobre todo, fortalece la fe. Por ejemplo, hay el candor que despliegan todos los escritores de la Biblia que nos relatan acerca de Pedro, los cuatro escritores de los Evangelios y el apóstol Pablo, que establece sus relatos como verdad. ¡Aquí está una persona especialmente escogida por el Hijo de Dios para disfrutar de privilegios sobresalientes entre los apóstoles y no se encubren sus faltas en lo más mínimo! Solo en la Biblia podemos encontrar un retrato tan convincentemente verdadero de una persona de tan interesantes contrastes, tan fuerte y no obstante débil en algunos respectos, sí, ¡tan parecido a tantos de nosotros! Aquí estaba un hombre franco, de fe firme y no obstante estorbado por las debilidades de una naturaleza emocional fuerte, impulsivo, yendo de un extremo al otro. El registro bíblico no lo glorifica ni lo excusa. Su propia honradez brilla en el hecho de que el registro que trata más severamente de sus faltas, el de Marcos, ¡es aquel que se basa en lo que él mismo dijo! Verdaderamente es un registro honrado.
También hay una lección de fe y estímulo para todos los cristianos en el hecho de que Pedro permaneció fiel hasta el fin. A pesar de sus errores repetidos, no se desanimó ni se amargó y renunció, y, en lo que toca a eso, ni Jehová ni su Amo, Jesucristo, se impacientaron con él y lo desecharon. ¡Qué lección para los cristianos cuando se hallan inducidos a desanimarse por haber sido vencidos por una falta! Pero nuestro arrepentimiento tiene que ser genuino como el de Pedro, pues leemos que “lloró amargamente.”—Mat. 26:75.
Y en el relato de Pedro también vemos la magnanimidad de su Amo, Jesucristo. Jesús no rechazó a Pedro a causa de su impulsividad. Jesús a todo tiempo se gobernaba por el amor que se basa en principios, agape, no por afecto ni sentimientos personales. Por eso aunque prefería al apóstol Juan, teniéndole cariño especial, dio a Pedro muchos privilegios maravillosos. ¡Verdaderamente, puede hallarse mucho de provecho al considerar el registro bíblico de tal persona como el vivaz apóstol Pedro!
[Nota]
a En cuanto a la pretensión de que Pedro fue a Roma, vea La Atalaya del 1 de agosto de 1966, págs. 470-475.