Amor a nuestros hermanos y hermanas
Un artículo preparado especialmente para que los padres lo lean con sus hijos
¿CUÁNTOS hermanos y hermanas tienes? ¿Sabes que no toda la gente tiene un hermano o hermana en su familia en su casa? Si tú tienes aunque sea uno solo, puedes dar gracias por ello.
Dios nos hizo de tal manera que nos sintamos apegados a algunas personas de una manera especial. Puede ser que tengamos muchos amigos, pero lo que más se ve es que los hermanos y las hermanas se quieran unos a otros hasta más que los amigos. Cuando uno está en dificultades, el otro ayuda. Esa es la clase de hermano que te gustaría tener, ¿verdad?
Pero no toda la gente es buena con su hermano o su hermana. ¿Has visto alguna vez a hermanos o hermanas peleando unos con otros? ¿Te parece que es bueno que hagan eso? La Biblia nos habla de una persona que golpeó a su hermano. ¿Sabes cómo se llamó? Fue Caín, un hijo del primer hombre.
Un día Caín cogió parte del alimento que había cultivado. Hizo un don o una ofrenda de este alimento a Jehová. Su hermano Abel también hizo una ofrenda a Jehová. Abel le ofreció a Dios la mejor oveja que tenía. Dios se alegró con Abel y su ofrenda. Pero no se alegró con Caín ni su ofrenda.
¿Por qué sería eso? No fue porque Abel ofreció más que Caín. Y no solo fue la clase de ofrenda lo que hizo que hubiera aquella diferencia. La Biblia nos dice que Dios puede ver lo que está en nuestro corazón. Él sabe lo que sentimos muy dentro de nosotros. Él podía ver lo que había en el corazón de Caín, y podía ver lo que había en el corazón de Abel. Lo que vio en el corazón de Caín no fue bueno.
¿Qué vio Dios en el corazón de Caín? Vio que Caín no amaba de verdad a su hermano. Cuando Caín vio que Jehová estaba contento con Abel y su ofrenda, ¿trató él de cambiar para ser como su hermano? No. Se enojó. Se le podía ver en la cara que estaba enojado.
¿Te has enojado tú alguna vez con tu hermano o hermana cuando han hecho algo mejor que tú? Podemos aprender una lección acerca de esto por lo que pasó con Caín y Abel.
Jehová vio que Caín estaba enojado. Por eso Jehová le dijo a Caín: ‘¿Por qué estás enojado con tu hermano? Si tú haces lo que es bueno, te mostraré favor. Pero si no cambias, el pecado va a apoderarse de ti y vas a hacer algo muy malo.’
¿Escuchó Caín a Jehová? ¿Cambió su manera de pensar? Si de veras hubiera amado a Dios, le hubiera prestado atención. Pero no amaba a Dios. Y no amaba a su hermano. Por eso, ¿sabes lo que hizo Caín?
Un día le dijo a Abel: “Vamos allá al campo.” Caín llevaba lo malo en su corazón, pero Abel no lo sabía. Por eso Abel fue con Caín. Mientras estaban solos allí en el campo, Caín golpeó a su hermano. Le dio un golpe tan fuerte que lo mató. ¡Qué terrible fue eso!, ¿verdad?—Gén. 4:2-8.
La Biblia nos dice que hay una lección especial que debemos aprender de eso. ¿Sabes cuál es? El apóstol Juan nos lo dice. Dijo: “Éste es el mensaje que ustedes han oído desde el principio, que tengamos amor los unos para con los otros; no como Caín, que se originó del inicuo.” (1 Juan 3:11, 12) De modo que los hermanos y las hermanas deben tenerse amor unos a otros. No deben ser como Caín.
¿Por qué sería tan malo ser como Caín? Porque la Biblia dice que él “se originó del inicuo.” ¿Quién es el inicuo? El principal inicuo es el Diablo. Lo que Caín hizo fue como lo que hace el Diablo. El Diablo le hace cosas malas a la gente. Caín fue igual a como es el Diablo. De modo que la Biblia dice que era igual a como si el Diablo fuera su padre. ¡Imagínate!
¿Ves por qué es tan importante que ames a tus hermanos y hermanas? Si no los amas, ¿de quién serías hijo? Serías hijo del Diablo. A ti no te gustaría ser eso, ¿verdad? Entonces, ¿cómo puedes probar que quieres ser hijo de Dios? Es por amar de verdad a tus hermanos y hermanas.
Pero, ¿qué es amor? Amor es algo que sentimos muy dentro de nosotros que nos hace querer hacer cosas buenas para otras personas. Mostramos que amamos a otros cuando tenemos un buen sentimiento para ellos. Lo mostramos cuando hacemos cosas buenas para ellos.
La Biblia dice: “Dios es amor.” (1 Juan 4:8) Dios siempre está haciendo cosas buenas para la gente. Dios hizo la Tierra bonita para que viviéramos en ella. Nos da el Sol y la lluvia. Aun antes que amáramos a Dios, Dios nos amó. De esto podemos aprender algo. Aun antes que otros nos hagan algo bueno, nosotros podemos hacerles cosas buenas a ellos. Podemos amarlos primero.
Jesús fue el Gran Maestro, y él fue así. Él tuvo hermanos y hermanas. Los nombres de algunos de ellos fueron José, Santiago y Simón. ¿Fueron ellos siempre bondadosos con él? No, parece que no. Quizás hayan estado entre los parientes de Jesús que dijeron acerca de él: “Ha perdido el juicio.” Se burlaban de Jesús.—Mar. 3:21.
Pero, ¿dejó Jesús que en su corazón creciera un enojo contra sus hermanos y hermanas? No, no dejó que eso pasara. Les mostró amor. ¿Y sabes cuál fue el resultado? Estos hermanos llegaron a amar a Jesús, y se hicieron discípulos de él. ¡Qué bueno fue eso! ¿verdad?—Hech. 1:14.
Ahora eran hermanos de Jesús de una manera muy especial. Pues la Biblia dice que los cristianos tienen muchos más hermanos y hermanas que solo los que viven en la misma casa con ellos. ¿Sabes quiénes son? Jesús dijo: ‘Cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo es mi hermano y mi hermana.’ (Mat. 12:50) Eso quiere decir que todos los que hacen la voluntad de Dios son hermanos y hermanas en la fe. Son una familia especial de hermanos y hermanas. ¿Sabías eso?
¿Amas a todos los hermanos y hermanas que son de esta gran familia cristiana? Jesús dijo que debemos amarlos. Dijo: ‘Todos conocerán que ustedes son mis discípulos si se aman unos a otros.’ (Juan 13:35) No podemos amar solo a unos cuantos de ellos. Tenemos que amarlos a todos. Si los amamos, no nos alejaremos de ellos porque no queremos hablarles. Seremos amigables con todos ellos. Siempre les haremos bien. Si alguna vez están en dificultad, los ayudaremos, porque de veras somos una familia grande.
Cuando de veras amamos a todos nuestros hermanos y hermanas, ¿qué prueba eso? Prueba que somos discípulos de Jesús, el Gran Maestro. Y, ¿no es verdad que eso es lo que queremos ser?
“Si alguno hace la declaración: ‘Yo amo a Dios,’ y sin embargo está odiando a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede estar amando a Dios, a quien no ha visto.”—1 Juan 4:20.