Niños levantados de entre los muertos
Un artículo preparado especialmente para que los padres lo lean con sus hijos
¿NO ES maravilloso saber que alguien te quiere? Es muy bueno tener personas que de veras se interesan en ti. Pero, ¿sabes que hay alguien que te tiene más amor que cualquier persona en la Tierra? Ese es Jehová Dios.
¿Cuánto nos quiere Jehová? ¿Piensa él en nosotros solo cuando estamos aquí, y entonces se olvida de nosotros cuando morimos? ¿O se acuerda de verdad de nosotros? La Biblia dice que ni la ‘muerte ni la vida, ni cosas aquí ni cosas por venir, podrán separarnos del amor de Dios.’—Rom. 8:38, 39.
De modo que Dios no olvida. Se acuerda de personas que le sirven, y se acuerda de los hijitos de estas personas también. Aunque murieran, va a hacer que vuelvan a vivir.
Cuando Jesús, el Hijo de Dios, estuvo en la Tierra, mostró que a Jehová le interesan los niñitos. Jesús dedicaba tiempo a hablar a los niños acerca de Dios. ¡Hasta usó el poder de Dios para hacer volver de entre los muertos a unos jovencitos! ¿Quieres oír cómo Jesús hizo esto para una familia?
Había un hombre que se llamaba Jairo. Él y su esposa y su hija de doce años vivían cerca del mar de Galilea. El padre y la madre querían mucho a su hija. Era su única hija.
De modo que puedes imaginarte qué tristes se pusieron cuando su hijita se puso muy enferma. Hicieron todo lo que pudieron para que mejorara, pero siguió poniéndose peor. Jairo podía ver que su hija iba a morir. Y ni él ni los doctores podían hacer nada para ayudarla.
Pero quizás Jesús pudiera ayudar. Jairo había oído hablar acerca de este hombre maravilloso, y que podía sanar a la gente. Por eso, Jairo fue a buscarlo. Encontró a Jesús a la orilla del mar de Galilea enseñando a muchas personas.
Jairo pasó por en medio de la muchedumbre o grupo grande de gente y cayó a los pies de Jesús. Le dijo: ‘Mi hijita está muy enferma. Por favor ven y ayúdala. Te ruego que vengas.’
Al momento Jesús fue con Jairo. La grande muchedumbre que había venido a ver al Gran Maestro también los siguió. Pero cuando habían llegado a un lugar, unos hombres vinieron de la casa de Jairo, y le dijeron: “¡Tu hija murió! ¿Por qué molestar ya al maestro?”
Jesús alcanzó a oír lo que los hombres dijeron. Sabía lo triste que se sentía Jairo al perder a su única hija. De modo que le dijo: ‘No temas. Solo ten fe en Dios. Tu hija se pondrá bien.’
De modo que siguieron andando hasta llegar a la casa de Jairo. Aquí había amigos de la familia, todos llorando. Estaban tristes porque su amiguita había muerto. Pero Jesús les dijo: ‘Dejen de llorar. La jovencita no ha muerto, sino que está durmiendo.’
Cuando Jesús dijo esto, la gente comenzó a reírse de él. Porque sabían que la muchacha había muerto. Pero Jesús dijo que la muchacha solo estaba durmiendo para dar a la gente una lección. Quería que supieran que por medio del poder de Dios él podía hacer que una persona muerta volviera a la vida tan fácilmente como nosotros podríamos despertar a una persona que estuviera durmiendo.
Ahora Jesús hizo que todos salieran de la habitación menos tres de sus apóstoles y los padres de la niña. Entonces entró en el cuarto donde estaba la jovencita. La tomó de la mano, y dijo: ‘Jovencita, ¡levántate!’ ¡Y al momento ella se levantó y se puso a andar! ¡Imagínate el gozo que sintieron los padres!—Mar. 5:21-24, 35-43; Luc. 8:40-42, 49-56.
¿Has tenido alguna vez un amigo que haya muerto? ¿Te gustaría que esa persona volviera a vivir, para que pudieras disfrutar de su compañía? ¿Crees que esto puede suceder?
Jesús dijo que a los muertos se les hará volver a vivir en el nuevo sistema de cosas de Dios. ¡Imagínate qué maravilloso será ver de nuevo a estas personas! Dios no promete levantar a los animales de entre los muertos, pero sí dice que su Hijo Jesús resucitará a la gente... a muchos, muchos millones de personas.—Juan 5:28, 29.
¿Crees tú que Jesús quiere hacer esto? ¿Te parece que a él le gusta hacer que los muertos vuelvan a vivir? Algo que pasó un día cerca de la ciudad de Naín nos muestra cómo se siente Jesús en cuanto a ello.
En Naín vivía una familia de tres personas. Eran el padre, la madre y su hijo. Entonces murió el padre. ¡Cómo entristeció esto a la señora! Pero todavía tenía a su hijo, y esto servía para consolarla. Entonces murió su hijo. Ahora no le quedaba familia. ¡Su dolor era muy, muy grande!
Llegó la hora de enterrar al muchacho. Muchos del pueblo de Naín la acompañaban mientras el cuerpo era sacado de la ciudad. La madre del muchacho estaba llorando, y la gente no podía hacer nada para consolarla. Era un cuadro muy triste.
Pues bien, sucedió que Jesús y sus discípulos venían hacia la ciudad de Naín ese día. Y cerca de la puerta de la ciudad encontraron a la muchedumbre que iba a enterrar al hijo de la mujer. Cuando Jesús vio a la muchedumbre y a la mujer que lloraba, se compadeció de ella. Le llegó al corazón la gran tristeza de ella. Quiso ayudarla.
Por eso, con ternura, y sin embargo con una firmeza que hizo que ella le prestara atención, el Gran Maestro dijo: “Deja de llorar.” Su conducta y acción hicieron que todos lo observaran con interés. Al acercarse Jesús al cuerpo del muchacho, todos deben haberse preguntado qué iba a hacer.
Jesús le habló al muchacho muerto, y ordenó: “Joven, yo te digo: ¡Levántate!” ¡Al momento el muchacho se levantó! Y comenzó a hablar.—Luc. 7:11-17.
¡Imagínate cómo debe haberse sentido la señora! ¿Qué sentirías tú al recibir de nuevo a una persona a quien tú quisieras y que hubiera muerto? ¡Sería una cosa demasiado maravillosa para expresarla con palabras!
¿No muestra esto que Jesús de veras le tiene amor a la gente y quiere ayudarla? ¿No es maravilloso saber que Jehová Dios y su Hijo Jesús verdaderamente se interesan en nosotros? ¡Qué magnífico será estar en el nuevo sistema de cosas de Dios cuando se haga que las personas a quienes queremos vuelvan de entre los muertos!