Preguntas de los lectores
● Mi esposo a veces me pega. ¿Debería conseguir yo una separación legal o divorcio a causa de ello?
El que el esposo o la esposa maltrate a su cónyuge obviamente es incorrecto; la Palabra de Dios lo condena. Pero la Biblia también insta a los cónyuges a permanecer juntos. El que su situación doméstica le parezca tan extremada que requiera una separación es algo que solo le toca a usted decidir.
Jehová instituyó el matrimonio como medio de procreación y fuente de compañerismo que causa felicidad. (Gén. 2:18-24) Cuando la primera pareja rechazó la guía de su Creador y optó por seguir su propio camino, la contienda y la infelicidad se introdujeron en su matrimonio. Previendo que en muchos matrimonios las mujeres imperfectas resistirían la jefatura y que los hombres imperfectos usarían mal la jefatura, Dios le dijo a la mujer: “Tu deseo vehemente será por tu esposo, y él te dominará.” (Gén. 3:16) Es triste pero cierto que a menudo esta dominación ha incluido crueldad, violencia.
Debido a la frecuencia de la crueldad violenta en el matrimonio, las autoridades han formulado leyes en cuanto al problema. Por ejemplo, Corpus Juris (tomo 19, págs. 47, 48) dice: “Los actos continuos de violencia personal que produzcan dolor físico o daño corporal y el temor de peligro futuro se reconocen como causa suficiente para el divorcio en casi todas las jurisdicciones. No es toda violencia leve que se comete . . . Para que la violencia verdadera constituya base para el divorcio tiene que estar acompañada de peligro a la vida, a los miembros del cuerpo o a la salud.”
El asunto es complejo, sin embargo, porque tanto el esposo como la esposa podrían estar en lo incorrecto y contribuir al problema. A veces cuando una esposa dice que su esposo la maltrata, él alega que simplemente está defendiéndose o tratando de corregirla. American Jurisprudence (tomo 26, pág. 641) comenta: “Técnicamente, cualquier fuerza aparte de la que razonablemente se necesite para . . . obligarla o controlarla en el gobierno de la familia, como, por ejemplo, para controlarla en el ejercicio de genio ingobernable y hacer que se porte bien, es una agresión.”
Si su esposo fuese cristiano, entonces usted podría recurrir al comité judicial de ancianos en la congregación local. Al razonar con él sobre la ley de Dios podrían ayudarle a apreciar la necesidad de cambiar su modo de obrar. La Biblia dice que la contienda, los enojos y las altercaciones son “obras de la carne” que pueden hacer que una persona sea excluida del reino de Dios. (Gál. 5:19-21; Mat. 5:22) Por eso, cualquier individuo que alega ser cristiano que repetidas veces y sin arrepentirse cede a violentos enojos puede ser expulsado.
Pero parece que su esposo es incrédulo, por eso puede que no le interese mucho el punto de vista de Dios. Sin embargo, usted puede procurar la ayuda de los ancianos. Por supuesto, ellos no están tratando de inmiscuirse en su matrimonio. Pero si su esposo, quizás en el interés de mejorar las condiciones domésticas y disfrutar él mismo más de la vida, conviene en hablar con ellos, los ancianos podrían ayudar a ustedes dos.
Usando la razón y las Escrituras, podrían considerar prudentemente por qué la tranquilidad y la paciencia son tan valiosas y por qué la ira acalorada causa tanta infelicidad a todos los que están envueltos. (Pro. 14:17, 29; 22:24, 25) Podrían describir el modelo de Cristo para los esposos; fue un modelo de interés amoroso, el cual obviamente excluye el maltrato airado a la esposa de uno. (Efe. 5:25-33) El esposo que sigue este modelo hará la vida más agradable tanto para sí mismo como para su esposa. También, los ancianos podrían ayudar a ustedes dos a examinarse para ver en qué pueden mejorar. ¿Acaso es el uso del alcohol por su esposo lo que hace surgir el maltrato violento? (Pro. 23:29, 30) ¿Será que está permitiendo que las frustraciones en su trabajo se trasladen al hogar? ¿Es usted, la esposa responsable? ¿Lo sermonea o lo provoca? “Un techo con goteras . . . y una esposa contenciosa son comparables.” (Pro. 27:15; 19:13; 21:9; 25:24) ¿Alimenta usted el fuego durante las disputas, en vez de mantenerse tranquila? “El amor . . . no se siente provocado.”—Sal. 139:23, 24; 1 Cor. 13:4, 5; compare con Efesios 4:26.
Pero ¿qué hay si, a pesar de esta ayuda, su esposo todavía es violento? ¿Dice la Biblia que una esposa tiene que permanecer con su esposo a pesar de tundas y peligro a su salud y vida? Leemos: “La mujer que tiene esposo incrédulo, y sin embargo él está de acuerdo en morar con ella, no deje a su esposo.” (1 Cor. 7:13) A veces una esposa cristiana pudiera llegar a la conclusión final de que su esposo violentamente injurioso no “está de acuerdo en morar con ella.” Tal vez en este caso le parezca a la esposa que como último recurso debe conseguir una separación legal o divorcio para su propia protección. En conexión con esto, note el consejo de la Biblia: “La esposa no debe irse de su esposo; pero si de hecho se fuera, que permanezca sin casarse o si no que se reconcilie con su esposo.”—1 Cor. 7:10, 11.
Puesto que, a resumidas cuentas, la esposa que se enfrenta a tal situación marital difícil es la que tiene que decidir personalmente qué hacer, aquí hay algunos aspectos serios que debe pesar: Si usted permanece con él, ¿podría con el tiempo ayudarle a hacerse cristiano? (1 Ped. 3:1, 2) ¿Limitará un divorcio o separación la asociación de usted con sus hijos o estorbará el que usted les enseñe acerca de Dios? ¿Qué hay de su propia necesidad sexual? El divorcio que se obtiene cuando no hay ninguna base en la inmoralidad no la libraría a usted para contraer segundas nupcias, de modo que ¿será un problema la pasión? (Mat. 19:9) ¿Estará obligada a obtener un trabajo seglar, exponiéndose así a nuevas presiones y problemas? ¿Consumiría tal trabajo el tiempo que ahora emplea en actividades espirituales? Sí, la separación puede resolver algunos problemas, pero por lo general causa otros.
Algunos de estos aspectos estuvieron envueltos en el caso de una señora de Wisconsin. Varios años después de haberse casado, su esposo empezó a beber en demasía durante los fines de semana cuando no trabajaba como leñador. Bajo la influencia del alcohol, a menudo se enfurecía y se ponía violento. Alrededor de ese tiempo ella llegó a ser testigo de Jehová y trató de ser una esposa excepcionalmente buena, no disputadora ni exigente. Sin embargo, muchos viernes cuando ella y los hijos regresaban de las reuniones cristianas él la abofeteaba, le daba de puntapiés y le daba puñetazos en los brazos. Cuando esto sucedía se veía obligada a huir de la casa. Ella y los niños pasaron muchas noches en la hacina de heno del granero, donde tuvieron que cerrar las entradas con barricadas hechas de fardos de heno hasta que su esposo se desembriagara.
“¿Por qué te has quedado con él?” preguntaban los hijos. Ella decía que era porque los amaba y no quería dejarlos, también porque su padre proveía lo necesario para la familia, lo cual ella no podía hacer. Jamás les dijo que no amaba a su padre, sino que les explicaba que el conocer la verdad de la Biblia hacía posible que ella aguantara y fuera una cristiana feliz. El maltrato continuó por más de veinte años. Ahora tiene el gozo de ver a diez de sus once hijos servir a Jehová, y su esposo ha dejado de beber, ha mejorado en controlar su genio y la acompaña a las reuniones cristianas. Cierto, puede que éste no sea el resultado en todos los casos. Pero este relato ilustra aspectos que usted puede considerar al evaluar su situación.
La esencia del consejo de la Biblia, entonces, es que los cónyuges deben esforzarse por permanecer juntos a pesar de problemas maritales que resultan de la imperfección humana. Sin embargo, si sus circunstancias parecen ser tan peligrosas o severas que hay que hacer algo, entonces usted tiene que decidir si debe buscar protección por medio de acción jurídica o no.