El papel honorable de la mujer
“¿POR qué debería la mujer ser más como el hombre?” Esta pregunta algo ambigua fue el título de un artículo que escribió la sicóloga Carol Gilligan, en el que dijo: “El lugar de la mujer en el ciclo de la vida del hombre ha sido uno de alguien que alimenta, vigila y provee compañía; creadora de las relaciones de enlace de las que ella, en cambio, depende. Pero, aunque la mujer ha cuidado así al hombre, también es cierto que el hombre [...] ha tendido a desvalorar tal cuidado”.—Psychology Today.
Es un hecho del día moderno que muchas mujeres se sienten justificadas a quejarse de ciertas desigualdades y discriminaciones contra el sexo femenino. Hay que admitir que muchos hombres egoístas han abusado de las mujeres en muchas partes del mundo... en algunos países y civilizaciones más que en otros. Hay quienes dicen que esto se debe a que los sistemas sociales asignan un puesto inferior a las mujeres. Otros dicen que la Biblia tiene por lo menos parte de la culpa, pues afirman que tanto en las Escrituras Hebreas como en las Griegas (a las que comúnmente se llama el Viejo y el Nuevo Testamento) la Biblia es severa respecto a las mujeres. ¿Es esto cierto?
El propósito de Dios para las mujeres
La Biblia declara: “Dios procedió a crear al hombre a su imagen, [...] macho y hembra los creó”. ¿Cuál fue el propósito de esta distinción del sexo? La respuesta es obvia. Haría posible que la primera pareja llevara a cabo el mandato divino que se delinea en el siguiente versículo: “Les dijo Dios: ‘Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla, y tengan en sujeción [...] toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra’”. (Génesis 1:27, 28.)
Note que este mandato fue dado en plural, aplicaba tanto al hombre como a la mujer. En armonía con la voluntad de Dios, ambos participarían no solo en llenar la Tierra de otros humanos, sino también en sojuzgarla y ejercer dominio sobre las criaturas inferiores. Para hacer esto, ambos tenían que tener cualidades intelectuales y espirituales, y tenían el mismo potencial para desarrollarlas.
No obstante, Dios asignó diferente papel y diferentes responsabilidades al hombre y a la mujer. Durante todo el tiempo que le tomó a Adán estudiar a los animales y darles nombre, él obró como hombre perfecto y completo. Para cumplir con esa asignación no le hizo falta nada. (Génesis 2:19, 20.) Pero cuando llegó el tiempo para que el hombre comenzara a llenar la Tierra con su prole, obviamente necesitó una esposa. Por eso fue que “Jehová Dios pasó a decir: ‘No es bueno que el hombre continúe solo. Voy a hacerle una ayudante, como complemento de él’”. (Génesis 2:18.)
La Biblia dice que Dios le hizo “una ayudante, como complemento de él”. La palabra hebrea que se traduce “complemento” ha sido definida como una “cosa, cualidad o circunstancia que se añade a otra cosa para hacerla íntegra o perfecta”. El propósito de Dios para la mujer era que ella llegara a ser un complemento apropiado para el hombre a fin de que cumplieran con la misión que ambos recibieron de ‘llenar la tierra y sojuzgarla’.
Deformación del propósito original de Dios
La Biblia sí declara que “Adán fue formado primero, luego Eva”. (1 Timoteo 2:13.) Esta describe a la mujer como “un vaso más débil, el femenino”, y dice que, así como el hombre tiene un cabeza (Cristo), “la cabeza de la mujer es el varón”. (1 Pedro 3:7; 1 Corintios 11:3.)
De acuerdo con el propósito original de Jehová, la monogamia habría de ser la norma en el matrimonio. (Génesis 2:24.) El hombre fue creado primero y fue dotado para llevar la delantera en los asuntos relacionados con la adoración y las actividades piadosas vinculadas con el propósito de llenar la Tierra y sojuzgarla. Esto incluiría los asuntos familiares. El padre habría de ser el cabeza de la familia, pero esto no habría de resultar en perjuicio para la esposa. Más bien, sería una ventaja para ella debido a que tendría a alguien que la apoyaría o respaldaría cuando tuviera que ejercer la autoridad que Dios le concedió sobre sus hijos. (Efesios 6:1-4.)
Al igual que en otras facetas de los tratos humanos, el pecado y la imperfección han dañado la buena relación entre el hombre y la mujer. (Romanos 7:14-20.) Muchos hombres egoístas han abusado de su autoridad como cabeza, lo cual ha resultado en mucho sufrimiento para las mujeres en el transcurso de los siglos. Previendo particularmente esta consecuencia del pecado, Jehová le dijo a Eva después de su rebelión: “Tu deseo vehemente será por tu esposo, y él te dominará”. (Génesis 3:16.) Esta dominación abusiva no constituiría la manera apropiada de ejercer la jefatura. Más bien, reflejaría la condición pecaminosa del hombre, y también de la mujer, pues a veces esto resultaría de que ella tratara de usurpar la autoridad de su esposo.
La mujer bajo la Ley mosaica
La Ley que Jehová dio a la nación de Israel protegía los derechos de las vírgenes. (Éxodo 22:16.) Salvaguardaba el “derecho debido de las hijas”. (Éxodo 21:9.) A las esposas se les tenía que mostrar ‘estima’ y no se les debía ‘tratar traidoramente’. (Deuteronomio 13:6; Malaquías 2:14, 15.) Tenía que respetarse la dignidad de las esposas en asuntos que tuvieran que ver con lo sexual. (Levítico 18:19.) No se debía abusar sexualmente de las mujeres. (Levítico 18:8-17.)
Al escribir en su libro Religion and Sexism, la teóloga Phyllis Bird declara: “Las leyes de Israel diferían más notablemente de otros códigos de leyes que se conocían debido a su extraordinaria severidad en lo que tenía que ver con las transgresiones sexuales [...] El punto de vista de Israel sobre el lugar apropiado de las relaciones sexuales y los castigos severos que se imponían sobre los ofensores sexuales probablemente reflejaban una antítesis deliberada a las prácticas de los pueblos vecinos (especialmente los cananeos) [...] En Israel las ofensas sexuales eran ofensas religiosas. No eran asuntos privados, sino más bien asuntos de vital interés a la entera comunidad”. Aquellas leyes estrictas ciertamente protegían los derechos de las mujeres.
En Israel, los hombres y las mujeres eran considerados iguales ante la Ley si se les hallaba culpables de adulterio, incesto, bestialidad o algún otro delito. (Levítico 18:6, 23; 20:10-12.) Las leyes concernientes a los beneficios sabáticos, las fiestas, los votos de nazareato y otras provisiones aplicaban igualmente al hombre y a la mujer. (Éxodo 20:10; Números 6:2; Deuteronomio 12:18; 16:11-14.)
En el libro de Proverbios, la Biblia exalta a la “esposa buena”, la “esposa capaz”, la “esposa discreta” y “la mujer verdaderamente sabia”. (Proverbios 18:22; 12:4; 19:14; 14:1.) El capítulo 31 de Proverbios describe a la “esposa capaz” y muestra lo mucho que su esposo confía en ella y los privilegios que él le concede para atender asuntos importantes en la familia. No cabe la menor duda de que cuando en Israel se seguía la Ley, las mujeres no recibían maltrato alguno.
La mujer en la congregación cristiana
Tanto bajo la ley patriarcal como bajo la Ley mosaica se toleraba la poligamia y el concubinato, pero había preceptos que protegían los derechos de las esposas y de las concubinas. (Génesis 16:3; 29:23-29; Éxodo 21:7, 8; Deuteronomio 21:14-17.) No obstante, Cristo restauró la norma original de Dios respecto al matrimonio, a saber, que el hombre había de tener una sola esposa. (Mateo 19:4-6.) Jesús también eliminó el divorciarse por cualquier motivo, permitiendo tan solo una razón válida: la fornicación. (Mateo 19:7-9.)
Por supuesto, el que Cristo hiciera más estricto el arreglo matrimonial beneficiaba no solo al hombre, sino también a la mujer en la congregación cristiana. Pero es patente que las mujeres fueron las que más se beneficiaron.
De acuerdo con las normas cristianas, el esposo tenía que amar a su esposa y mostrarle aprecio. (Efesios 5:28, 29, 33.) Los varones de la congregación debían tratar a las mujeres jóvenes “como a hermanas, con toda castidad”. (1 Timoteo 5:1, 2.) Hubo mujeres cristianas que recibieron el espíritu santo y que ‘profetizaron’, o que hablaron con denuedo “las cosas magníficas de Dios”. (Hechos 2:11-18.) Las mujeres de edad habrían de ser “maestras de lo que es bueno” de sus hermanas espirituales más jóvenes. (Tito 2:3, 4.) Todas ellas, tanto las jóvenes como las de edad avanzada, tenían que participar activamente en llevar a cabo la comisión de ‘hacer discípulos de gente de todas las naciones’. (Mateo 28:19, 20.)
El arreglo original de Dios en cuanto al matrimonio se restauró en la congregación cristiana. Aquí, el principio de la jefatura del hombre había de ser respetado. (1 Corintios 11:3.) La esposa cristiana tenía que estar en sujeción a su esposo. (Efesios 5:22-24.) También tenía que respetar a los ancianos nombrados de la congregación, que eran varones, prescindiendo de que fueran solteros o ‘esposos de una sola mujer’. (1 Timoteo 3:2.) La cristiana tenía que dejar que los “ancianos” nombrados se encargaran de la enseñanza pública en la congregación, y tenía que abstenerse de contradecir públicamente a estos maestros. (Tito 1:5-9; 1 Timoteo 2:11-15; 1 Corintios 14:34, 35.) Eso contribuiría a la paz en toda congregación. (1 Corintios 14:33, 40.) Cualquier influencia femenina que se ejerciera incorrectamente en la congregación incurriría en juicio adverso procedente de Cristo. (Revelación 2:20-23.)
El interés de Jehová por las mujeres
¿Es la Biblia severa respecto a las mujeres? No. Sus páginas revelan el profundo interés que Jehová tiene en la felicidad y el bienestar de este “vaso más débil, el femenino”, del que él es Creador. A las mujeres se les ha asignado honra. (1 Pedro 3:7.) Él conoce mejor que nadie el papel que cada sexo puede desempeñar para beneficio mutuo. Ha asignado la jefatura al hombre, pero ha concedido a Sus siervas muchos privilegios preciosos, incluso el gran honor de ser testigos de Él. “Jehová mismo da el dicho; las mujeres que anuncian las buenas nuevas son un ejército grande.” (Salmo 68:11.)
La sicóloga Carol Gilligan plantea la pregunta: “¿Por qué debería la mujer ser más como el hombre?”. Y la Biblia da la respuesta: No hay razón válida. Ella es más feliz, y hace más felices a otras personas, si cumple con el papel que Dios le ha asignado.