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  • “Lo que prometes en voto, págalo”
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová (estudio) 2017
    •  1. a) ¿Qué tenían en común Jefté y Ana? (Vea los dibujos del principio). b) ¿Qué preguntas se responderán en el artículo?

      EL JUEZ Jefté era un líder valiente; Ana era una esposa respetuosa. Él era un soldado aguerrido; ella, una humilde ama de casa. ¿Qué podían tener en común, además de adorar al mismo Dios? Los dos hicieron un voto a Jehová y los dos lo cumplieron. Por ello, son un magnífico ejemplo para los hombres y mujeres que en la actualidad deciden hacer un voto a Dios.

  • “Lo que prometes en voto, págalo”
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová (estudio) 2017
    • CUMPLIERON FIELMENTE SUS VOTOS A DIOS

       5. ¿Qué voto hizo Jefté, y cuál fue el resultado?

      5 Jefté fue fiel a la promesa que le había hecho a Jehová cuando salió a pelear contra los ammonitas, que aterrorizaban al pueblo de Dios (Juec. 10:7-9). Deseaba intensamente la victoria y por eso hizo este voto: “Si tú sin falta das a los hijos de Ammón en mi mano, entonces tiene que suceder que el que venga saliendo, que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro cuando yo vuelva en paz de los hijos de Ammón, tiene que llegar a ser entonces de Jehová”. ¿Qué ocurrió? Los ammonitas perdieron la batalla. ¿Y quién salió al encuentro de Jefté cuando regresó victorioso a su hogar? Su querida hija, que llegaría a ser de Jehová (Juec. 11:30-34). ¿Qué implicó eso para ella?

       6. a) ¿Por qué no fue fácil para Jefté y su hija cumplir el voto hecho a Dios? b) ¿Qué nos dejan claro Deuteronomio 23:21, 23 y Salmo 15:4 sobre los votos que se hacen a Dios?

      6 Pagar el voto implicaba que la hija de Jefté serviría a Jehová todo el tiempo en el santuario. ¿Se había precipitado Jefté? No, porque es posible que supiera que ella podía ser la que saliera de la casa a su encuentro. Aun así, aquello implicaba un gran sacrificio para los dos, y eso los angustiaba mucho. Cuando Jefté la vio, rasgó sus prendas de vestir y dijo que sentía un gran dolor. Entonces ella le pidió: “Déjame llorar mi virginidad”. ¿Por qué? Jefté no tenía ningún otro hijo y ella, su única hija, no se casaría nunca ni le daría nietos. No habría nadie que conservara el nombre y la herencia de la familia. Pero eso no era lo que más les preocupaba. Jefté dijo: “He abierto mi boca a Jehová, y no puedo volverme atrás”. Su hija le contestó que hiciera lo que había prometido (Juec. 11:35-39). A estas personas leales no les pasó por la cabeza romper su voto al Dios Altísimo. Lo cumplirían aunque tuvieran que pagar un enorme precio personal (lea Deuteronomio 23:21, 23 y Salmo 15:4).

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