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Día de ExpiaciónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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En ese día el sumo sacerdote de Israel ofrecía sacrificios para cubrir los pecados: sus propios pecados, los que habían cometido los otros levitas y los del pueblo. Era también un tiempo apropiado para purificar el tabernáculo —posteriormente el templo— de la contaminación producida por los efectos del pecado.
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Día de ExpiaciónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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Cuando se instituyó esta observancia en el desierto de la península del Sinaí, en el siglo XVI a. E.C., Aarón, hermano de Moisés, era el sumo sacerdote de Israel. Lo que a él se le dijo que hiciese proporcionó el modelo para la futura observancia del Día de Expiación. Una reconstrucción mental de los impresionantes acontecimientos de ese día nos ayudará a entender lo que en realidad significaba para los israelitas. Sin lugar a dudas, este día hacía que tuvieran conciencia de que eran pecadores y necesitaban redención, al tiempo que aumentaba su aprecio por la misericordia que Jehová les manifestaba abundantemente al proveer lo necesario para cubrir sus pecados del año anterior.
Rasgos del Día de Expiación. Aarón tenía que entrar en el lugar santo con un toro joven para una ofrenda por el pecado y con un carnero para una ofrenda quemada. (Le 16:3.) En el Día de Expiación no usaba sus vestiduras habituales, sino que se bañaba en agua y se vestía con un traje talar santo de lino. (Le 16:4.) Luego, el sumo sacerdote echaba suertes sobre dos cabritos —ambos igualmente sanos y sin tacha— que había provisto la asamblea de los hijos de Israel. (Le 16:5, 7.) Se echaban suertes sobre ellos para determinar cuál de los dos sería sacrificado a Jehová como ofrenda por el pecado y cuál se enviaría al desierto llevando los pecados de ellos como ‘macho cabrío para Azazel’. (Le 16:8, 9; compárese con Le 14:1-7; véase AZAZEL.) Seguidamente sacrificaba el toro joven como ofrenda por el pecado a favor de sí mismo y de su casa, que incluía a toda la tribu de Leví, de la que su familia formaba parte. (Le 16:6, 11.) A continuación, tomaba incienso fino perfumado y el braserillo lleno de brasas del altar y pasaba la cortina para entrar en el Santísimo. Ya en este compartimiento más interior, donde se encontraba el arca del testimonio, se quemaba el incienso, y la nube del incienso quemado se extendía sobre la cubierta de oro del Arca, encima de la cual estaban los dos querubines laminados en oro. (Le 16:12, 13; Éx 25:17-22.) Todo esto preparaba el camino para que después Aarón pudiese volver a entrar en el Santísimo sin recibir castigo.
Luego Aarón salía del Santísimo, tomaba parte de la sangre del toro y volvía a entrar, para a continuación salpicar la sangre con su dedo siete veces delante de la cubierta del Arca, por su lado oriental. De esta forma se completaba la expiación a favor del sacerdocio, y así los sacerdotes quedaban limpios y podían mediar entre Jehová y su pueblo. (Le 16:14.)
El macho cabrío sobre el cual caía la suerte “para Jehová” se sacrificaba como ofrenda por el pecado del pueblo. (Le 16:8-10.) Posteriormente, el sumo sacerdote introducía la sangre del macho cabrío para Jehová dentro del Santísimo, usándola para hacer expiación por las doce tribus no sacerdotales de Israel. De manera similar a como se hacía con la sangre del toro, la sangre del macho cabrío se rociaba “hacia la cubierta y delante de la cubierta” del Arca. (Le 16:15.)
De este mismo modo Aarón también tenía que hacer expiación por el lugar santo y la tienda de reunión. Para ello ‘tomaba parte de la sangre del toro y del macho cabrío para Jehová’ y hacía expiación por el altar de la ofrenda quemada, poniendo parte de la sangre sobre los cuernos del altar. Además, tenía que “salpicar parte de la sangre sobre él siete veces con su dedo y limpiarlo y santificarlo de las inmundicias de los hijos de Israel”. (Le 16:16-20.)
Luego, el sumo sacerdote dirigía su atención al otro macho cabrío, el que era para Azazel. Colocaba sus manos sobre la cabeza del animal y confesaba sobre él “todos los errores de los hijos de Israel y todas sus sublevaciones en todos sus pecados”, poniéndolos, por decirlo así, sobre su cabeza, y a continuación lo enviaba ‘al desierto por mano de un hombre que estaba listo’. De esta manera, el macho cabrío llevaba los errores de los israelitas al desierto, donde desaparecía. (Le 16:20-22.) Después, el hombre que conducía al macho cabrío fuera del campamento tenía que lavar sus prendas de vestir y bañar su carne en agua antes de volver a entrar en el campamento. (Le 16:26.)
Llegado este momento, Aarón entraba en la tienda de reunión, se quitaba sus vestiduras de lino, se bañaba y se colocaba sus prendas habituales de vestir. A continuación sacrificaba su ofrenda quemada y la ofrenda quemada del pueblo para hacer expiación (utilizando los carneros mencionados en Le 16:3, 5), y hacía humear sobre el altar la grasa de la ofrenda por el pecado. (Le 16:23-25.)
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