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Silvestre I el que no estuvo allíLa Atalaya 1957 | 1 de octubre
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Silvestre I el que no estuvo allí
SE LES dice a los hijos de la Iglesia católica romana que no acepten doctrina alguna que no tenga su origen en la iglesia. Además de eso, se les dice que el cura ordinario y aun los obispos no tienen autoridad para interpretar la Biblia. Se dice que solamente los papas, como vicegerentes de Cristo Jesús y sucesores de Pedro, el apóstol, son guiados infaliblemente en la fe y en la moral. Muchas personas católicas sinceras se han adherido estrictamente a esta regla sin ponerla en tela de juicio o expresar duda en cuanto a ella.
¿Sorprendería y tal vez horrorizaría a tales personas saber que la mismísima enseñanza básica de su religión y su iglesia fué formulada y establecida por una asamblea de sacerdotes y obispos sin que recibiera en tiempo alguno la sanción del papa durante cuyo pontificado se verificó ese concilio?
La Catholic Encyclopedia, bajo el encabezamiento “Credo Niceno,” declara: “Tal como fué aprobado en forma ampliada en el Concilio de Constantinopla (381), [el Credo Niceno] es la profesión de la Fe Cristiana común a la iglesia católica, a todas las iglesias orientales separadas de Roma y a la mayor parte de las sectas protestantes.”a ¿No sería razonable suponer, en vista de la naturaleza de este credo como doctrina básica, que el papa mismo haya tenido que ver con la formulación de él?
Aludiendo a sus poderes con respecto a esto la Catholic Encyclopedia indica: “En su capacidad de preceptor supremo de la Iglesia, a quien pertenece prescribir lo que han de creer todos los fieles, y adoptar medidas para la conservación y propagación de la fe, los siguientes son los derechos que atañen al papa: (a) a él le pertenece presentar los credos, y determinar cuándo y por quién se hará una profesión explícita de la fe.”b En lo que se refiere a convocar asambleas la misma autoridad sigue diciendo: “El poder legislativo del papa encierra los siguientes derechos: . . . (b) si hace legislación con la ayuda de un concilio, es derecho de él convocarlo, presidirlo, dirigir sus discusiones, confirmar sus decretos.”c
En vista del significado del Credo Niceno como una confesión básica de la fe de los católicos así como de los protestantes, su origen y los hombres responsables de él debe ser asunto que interese a todos los que profesan el cristianismo. De modo que, a fin de contestar la pregunta que se hizo al principio de este artículo, consideremos el papel desempeñado en este drama histórico por Silvestre I, “Santo, Papa.”
“Era la época de Constantino el Grande, tiempo en que se mejoró tan notablemente la posición pública de la Iglesia, un cambio que ciertamente debe haber sido muy perceptible en Roma; en consecuencia es de lamentarse que exista tan poca información autoritativa concerniente al pontificado de Silvestre. En una fecha primitiva la leyenda lo coloca en relación estrecha con el primer emperador cristiano, pero de una manera contraria a los hechos históricos.”d
NINGÚN PAPA EN EL CONCILIO DE NICEA
Pero quizás nos sea posible hallar evidencia más positiva de cómo cumplió con su puesto de papa al convocar el Concilio de Nicea. Otra vez quedamos decepcionados: “Históricamente no se sabe si el emperador al convocar el Concilio actuó exclusivamente en su propio nombre o en convenio con el papa; sin embargo probablemente Constantino y Silvestre habían llegado a un acuerdo. . . . Constantino [no Silvestre] abrió el Concilio con la mayor solemnidad. El emperador esperó hasta que todos los obispos estuvieron en sus curules antes de hacer su entrada. . . . Él había abierto la sesión como presidente honorario, y asistió a las sesiones subsiguientes, pero la dirección de las consideraciones teológicas se dejó, como era debido, a los líderes eclesiásticos del concilio [no al papa]. El que realmente presidió parece haber sido Osio de Córdoba [otra vez, no fué Silvestre, que ni siquiera estaba presente], ayudado por los legados del papa, Víctor y Vicencio.”e
En cuanto a estos dos últimos mencionados, ellos eran sacerdotes comunes y aparentemente los únicos procedentes de Roma en asistencia. Sus nombres meramente aparecen entre la lista de firmas al fin del registro documentario del concilio y en este registro no hay ninguna indicación de que tuvieran autoridad especial de clase alguna.
Pero ya que solamente el papa tiene el derecho de “determinar cuándo y por quién se hará una profesión explícita de la fe,” ¡ciertamente debe haber hecho algún decreto excepcional en cuanto a la aceptación de estas enseñanzas fundamentales! Otra vez citamos: “No se sabe con certeza si Constantino había hecho arreglos por anticipado con Silvestre acerca de la misma convocación del concilio, ni tampoco si hubo una confirmación papal definida de los decretos aparte de las firmas de los legados papales.”f Y ya que no hay ninguna evidencia en el registro mismo de que Víctor y Vicencio hayan actuado en nombre del papa, la autorización de Silvestre queda aun más dudosa.
Hay otro punto que debe tomarse en cuenta. En una de nuestras citas se dijo que el Credo Niceno “tal como fué aprobado en forma ampliada en el Concilio de Constantinopla (381), . . . es la profesión de la Fe Cristiana.” ¿Se dió por fin la confirmación oficial en esta ocasión? Volviendo a nuestra autoridad católica leemos: “El primer Concilio de Constantinopla (El Segundo Concilio General) fué convocado en mayo de 381, por el emperador Teodosio, . . . a fin de confirmar la Fe Nicena, . . . y fué presidido por Melecio de Antioquía [otra vez, no por el papa]; . . . Según Fociog el papa Dámaso lo aprobó, pero si parte alguna del concilio fué aprobada por este papa puede haber sido solamente el credo ya mencionado.”h
Los católicos sinceros, así como también los protestantes, bien pueden preguntarse: En el asunto de este Credo “cristiano,” tan importante, ¿quién realmente llenó el puesto de “papa,” fué Silvestre I, el que oficialmente designaba así la Iglesia católica, o Constantino, el gobernante seglar de Roma y “convertido al cristianismo” solamente poco tiempo antes? La evidencia inequívoca, aun tomada de la autoridad católica, señala directamente a Constantino. Fué Constantino, no Silvestre, quien convocó el Concilio; fué Constantino, no Silvestre, quien presidió; fué Constantino, no Silvestre, quien otorgó los decretos. De hecho, Silvestre ni estuvo allí. Y no es detalle que debiera pasarse por alto el hecho de que al tiempo de su actuación Constantino llevaba el título que desde ese tiempo ha sido reservado para los papas, a saber, el título de “Pontifex Máximus.”i
En vista de los datos históricos que lo rodean, pues, sería bueno que todo cristiano profeso considerara el Credo Niceno con sospecha. Esto se hace aun más cierto cuando uno estudia sus enseñanzas minuciosa e imparcialmente a la luz de la Palabra inspirada de Jehová Dios, la Biblia. Tal análisis cuidadoso convencerá a todas las personas que buscan la verdad de que el Credo Niceno es algo que no se incluye en lo que fué declarado como buenas nuevas por los apóstoles de Jesús, incluyendo a Pedro, y por lo tanto el credo mismo está sujeto a la maldición o “anatema” pronunciada por Pablo en Gálatas 1:8: “Empero, aunque nosotros o un ángel venido del cielo les declarara como buenas nuevas alguna cosa más allá de lo que nosotros les hemos declarado a ustedes como buenas nuevas, que sea maldito.”
[Notas]
a La Catholic Encyclopedia, edición de 1913 tomo XI, pág. 49.
b Ib., tomo XII, pág. 269.
c Ib., tomo XII, pág. 269.
d Ib., tomo XIV, pág. 370.
e Ib., tomo XI, págs. 44, 45.
f Ib., tomo XIV, pág. 371.
g Focio (nacido en 815 aproximadamente) usurpó el patriarcado en 857, fué depuesto, restaurado y otra vez depuesto y excomulgado en 886. Aunque las autoridades católicas lo cuentan entre los “padres antiguos” también se le considera como disidente y responsable de la división que finalmente llegó en 1043 a 1058.
h Ib., tomo IV, pág. 308.
i Ib., tomo XII, pág. 270.
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Política hasta en la oraciónLa Atalaya 1957 | 1 de octubre
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Política hasta en la oración
● Hace poco el bibliotecario de Dagenham, Inglaterra, investigó la historia de un área sobre la cual ahora está construída una inmensa fábrica de Ford. Entre los primeros que compraron ese terreno estuvo cierto Juan Ward, miembro del parlamento, quien lo adquirió cuando estaba inundado y por lo tanto era barato, después de lo cual hizo que se aprobara una ley que exigió su desagüe a costo del público. Después de la muerte de este señor se halló entre sus documentos esta extraordinaria oración: “Oh Señor, tú sabes que tengo mis bienes en la Ciudad de Londres, y también que hace poco compré unas propiedades en dominio absoluto en el condado de Essex. Ruégote que preserves los dos condados de Middlesex y Essex de incendios y terremotos, y puesto que tengo un gravamen en Hertfordshire, también te ruego que veas con compasión a ese condado; en cuanto a los demás condados, puedes tratar con ellos como te parezca.”—Questions People Ask, por Robert J. McCracken.
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CanonicidadLa Atalaya 1957 | 1 de octubre
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Canonicidad
● Escribiendo en A Protestant Manifesto, Winfred E. Garrison dijo: “Lo enredado que puede hacerse este complejo de poder y piedad bien se ilustra por la carrera del mismo Pío V cuyo esfuerzo por destronar a la reina Isabel figuró como elemento importante en el movimiento revolucionario que resultó en el ‘martirio’ de algunos de sus agentes clandestinos. Él había servido como oficial de la inquisición por quince años y fué tan celoso que vino a ser inquisidor general antes que se le hiciera papa. En el puesto supremo siguió su guerra contra la disensión y desviación con toda arma posible. Fortaleció la maquinaria e hizo más rigurosas las reglas de la inquisición, estableció la Congregación del Índice para censura sistemática, acosó a centenares de impresores hasta que huyeron de Italia, animó a Felipe II a exterminar el protestantismo de los Países Bajos y aplaudió las tácticas sangrientas del duque de Alva, ordenó el exterminio de los hugonotes (pero falleció tres meses antes de la matanza del Día de S. Bartolomé), censuró la avenencia del emperador con los luteranos, trató de organizar una coalición de los estados católicos alemanes para una guerra de religión contra los protestantes, y participó en el complot para echar a Isabel del trono de Inglaterra. Ahora es un ‘santo’, canonizado en 1712.”
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