Templando la justicia con la misericordia
EN LA farmacia de un boticario por lo general hay una balanza que puede pesar cantidades muy pequeñas de polvo fino. Se coloca una pesa normal en un platillo y se coloca polvo en el otro hasta que hay bastante polvo para equilibrar el peso. La justicia es semejante a esa balanza. Cuando las acciones de una persona se comparan con una ley específica y no se equilibran debido a haber sido desobediente a esa ley, la justicia requiere que sea castigada. Esta acción equilibra la balanza de la justicia. Pero, ¿debería estar limitado el rendir justicia al equilibrar fríamente las cosas?
El gran Dios del universo le ha dado a la humanidad leyes buenas, y de vez en cuando ha tenido que equilibrar la balanza de la justicia castigando a los que violan esas leyes. Sin embargo, al hacerlo calienta la justicia fría y la templa con bondad y misericordia. Un ángel representante dijo de él: “Jehová, Jehová, un Dios misericordioso y benévolo, lento para encolerizarse y abundante en bondad amorosa y verdad.” (Éxo. 34:6) Esas son las cualidades benignas que pone en la balanza de la justicia.
Cuando uno viola la ley de Dios, desequilibrando así la balanza de la justicia divina, debe actuarse para corregir las cosas. La justicia estricta requiere castigo al grado pleno especificado por la ley. Sin embargo, cuando se muestra arrepentimiento sincero de parte del malhechor, se puede extender misericordia. Tal misericordia no es algo que Dios le debe a una persona que viola Su ley; es una bondad inmerecida, pero el arrepentimiento sincero del pecador suministra una base para que se muestre misericordia. Como resultado puede haber una atenuación del castigo administrado. En el caso del rey David, la sentencia de muerte no se llevó a cabo en él cuando pecó con la esposa de Urías debido a su arrepentimiento sincero. “David ahora le dijo a Natán: ‘He pecado contra Jehová.’ Ante esto Natán le dijo a David: ‘Jehová, a su vez, deja pasar tu pecado. No morirás.’” (2 Sam. 12:13) Pero fue castigado al perder a su hijo infante por Betsabé.
JEHOVÁ PESA A TODOS EXACTAMENTE
Desemejantes a Dios, que siempre juzga justa y exactamente, muchos hombres en autoridad rinden juicios injustos y torcidos y esperan un soborno que los induzca a enderezar las cosas. Esto se hizo en el caso del apóstol Pablo cuando fue llevado ante el gobernador romano Félix. El gobernador mantuvo encarcelado injustamente a Pablo durante dos años, esperando un soborno. (Hech. 24:26) El sucesor de Félix, Festo, no fue mejor, porque estuvo dispuesto a enviar a Pablo a su muerte entregándolo a sus enemigos a fin de ganar el apoyo popular de los judíos para su administración romana. (Hech. 25:9) Otros hombres en autoridad quizás no sean tan torcidos, pero permiten que su emoción, sentimentalismo, prejuicio y temor de los hombres tergiversen la justicia.
Sin embargo, el gran Dios de justicia es justo a todo tiempo y pesa a todos exactamente en su balanza verdadera de la justicia. Concerniente a esto Job dice: “Él me pesará en balanzas exactas y Dios llegará a conocer mi integridad.” (Job 31:6) El juicio que rinde y el castigo que asigna según medida siempre son justos y correctos, porque él es un amador de la justicia.—Sal. 37:28.
Baltasar, o Belsasar, que gobernó a Babilonia en los días de Daniel, vino a estar bajo juicio de Dios, y no equilibró la balanza de la justicia. En el año 539 a. de la E.C., apareció una escritura extraña en la pared de su sala de banquetes mientras él y su realeza tenían un banquete, en el cual profanaron los vasos sagrados que Nabucodonosor había tomado del templo de Jehová en Jerusalén sesenta y ocho años antes. La escritura le advirtió: “Dios ha numerado los días de tu reino y lo ha acabado. . . . has sido pesado en la balanza y has sido hallado falto. . . . tu reino ha sido dividido y ha sido dado a los medos y a los persas.” (Dan. 5:26-28) La balanza de la justicia fue equilibrada mediante su muerte violenta aquella mismísima noche.
GRAN PACIENCIA
Al ejercer la justicia divina, Jehová no actúa para equilibrar la balanza de la justicia hasta que los errores de los culpables llegan a su colmo. Se dan advertencias y se permite tiempo para arrepentimiento, pero nadie puede escapar de su juicio. Mostrando que tiene gran paciencia a fin de que los violadores de sus leyes puedan arrepentirse, expresa: “Me deleito, no en la muerte del inicuo, sino en que alguien inicuo se vuelva de su camino y realmente siga viviendo. Vuélvanse, vuélvanse de sus caminos malos, ¿por qué deberías morir, oh casa de Israel?” (Eze. 33:11) Pero al debido tiempo “pagará de vuelta al hombre terrestre según su actividad.”—Pro. 24:12.
Los amorreos, por ejemplo, que vivían en la tierra de Canaán durante el tiempo de Abrahán no habían desarrollado su error hasta el grado que requiriera el castigo divino, pero Jehová vio que la inclinación a la maldad de ellos estaba desequilibrando la balanza de la justicia. Dios usó a los descendientes de Abrahán para equilibrar la balanza obrando como ejecutores de los amorreos. “Empezó a decirle a Abrán: ‘Puedes saber con toda seguridad que tu descendencia llegará a ser residente forastera en una tierra que no es de ellos, y ellos tendrán que servirles, y éstos ciertamente los afligirán por cuatrocientos años. Pero a la nación que ellos servirán yo la estoy juzgando, y después de eso ellos saldrán con muchos efectos. Mas en la cuarta generación volverán ellos acá, porque el error de los amorreos todavía no ha llegado a estar completo.” (Gén. 15:13, 14, 16) Por medio de los ejércitos israelitas, se ejecutó sobre ellos la justicia divina.
TEMPLANDO LA JUSTICIA
En el caso del primer hombre, Adán, que desobedeció a Dios comiendo un fruto que le estaba prohibido, se ejecutó justicia cuando murió, lo cual no debería haber sucedido si hubiera sido obediente. Su prole heredó su pecado y lo transmitió a toda la humanidad. Dios ha mostrado misericordia compasiva a los descendientes de Adán al suministrar un sacrificio redentor que puede librarlos de la ejecución de la justicia fría por su condición pecaminosa. Les abre el camino para que se escapen de la sentencia de muerte permanente que vino sobre Adán, pero tienen que manifestar su arrepentimiento y su fe. Tienen que suministrar base para que se les extienda la misericordia de Dios. “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.”—Juan 3:16.
Jehová también templó su justicia en los días de Noé. El registro bíblico nos dice que unos 120 años antes del gran Diluvio “la maldad del hombre era abundante en la tierra y toda inclinación de los pensamientos de su corazón siempre era solamente mala.” Al violar el hombre lo que era justo a los ojos de Dios desequilibró la balanza de la justicia. Jehová Dios juzgó al mundo de aquel tiempo y lo sentenció a la destrucción: “Jehová dijo: ‘Voy a borrar de sobre la superficie del suelo a hombres que yo he creado.’” (Gén. 6:3-7) Pero este decreto de juicio fue templado cuando Jehová mostró bondad inmerecida a los culpables aplazando el decreto de ejecución por 120 años. Él tuvo gran paciencia para con ellos. Esto dio a los hombres la oportunidad de producir base para que Jehová les extendiera misericordia sobre la base de su arrepentimiento, lo cual significaría la conservación de su vida a través del Diluvio. Todos los que no aprovecharon aquellos 120 años para edificar base legal para que se les mostrara misericordia fueron barridos por las aguas del diluvio. Su destrucción equilibró la balanza de la justicia.
TIEMPOS MODERNOS
Hasta nuestros tiempos modernos la humanidad, en conjunto, ha estado repitiendo los actos injustos de la gente que fue arrasada por el Diluvio. Su iniquidad ha llegado al mismo nivel, llegando a un grado que requiere que se ejecute la justicia. Pronto se acabará la paciencia de Dios para con ella. Debido a que la balanza de la justicia ha sido desequilibrada por su iniquidad, Jehová ejecutará juicio global otra vez a fin de efectuar un equilibrio de la justicia. Por medio de su Palabra escrita predijo la ejecución de esta justicia. “Es justo por parte de Dios pagar con tribulación a los que les causan tribulación a ustedes, pero, a ustedes que sufren la tribulación, con alivio juntamente con nosotros en la revelación del Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles en fuego llameante, al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús.” (2 Tes. 1:6-8) Eso será la “guerra del gran día de Dios el Todopoderoso,” en el cual tiempo “personalmente deberá ponerse en juicio con toda carne. En cuanto a los inicuos, él debe entregarlos a la espada.”—Rev. 16:14; Jer. 25:31.
Como durante el día de Noé cuando Jehová templó su justicia al aplazar la ejecución por 120 años, así hoy en día templa su justicia aplazando su guerra, llamada “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso.” (Rev. 16:14) Desde 1918, ha mostrado bondad inmerecida hacia la humanidad desobediente reteniendo a sus fuerzas ejecutoras en los cielos a fin de que alguna ‘carne se salve.’ (Mat. 24:22) Por medio de su paciencia Jehová ha estado dando a toda la humanidad la oportunidad de arrepentirse y de ejecutar obras de arrepentimiento. Así ha templado la justicia con la misericordia. La gente tiene que aprovecharse de esta oportunidad antes de que Jehová pueda mostrarle más misericordia suministrándole liberación. Tiene que darle base para conservar su vida a través de Su guerra venidera.
Aunque Jehová Dios tiene derecho legal para aplicar la justicia fría a la humanidad desobediente, ha sido compasivo templando su justicia con misericordia. Por amor ha provisto el medio por el cual la humanidad puede evitar la ejecución de la justicia fría y puede recobrar lo que perdió Adán—vida eterna. Pero para sacar provecho duradero de este acto de bondad inmerecida, uno tiene que aceptar y obrar con aprecio en armonía con la provisión de Dios para la vida.