Torres-templos de los paganos antiguos
EN MUCHAS ciudades o poblados el sitio más prominente lo ocupa una estructura religiosa. La estructura misma puede ser la más alta de la comunidad. Esta costumbre de dar a la religión tal prominencia tiene orígenes que se remontan hasta Nemrod, el cazador, que vivió solo unas pocas generaciones después del Diluvio.
Parece que Nemrod, mediante violencia e intimidación, tuvo éxito en unir y regimentar de entre los descendientes de Noé a un número grande de familias. En sus viajes hacia oriente, en lo que hoy se conoce como el Creciente Fértil, se establecieron en una sección de Mesopotamia llamada Senaar. Allí construyeron las antiguas ciudades de Babel y Erec y Acad y Calne. De este comienzo, el primer imperio babilónico se extendió rápidamente para incluir tales ciudades como Nínive hacia el norte. Nemrod fue el instigador de la construcción de torres-templos. Llegó a ser un dios falso, y hasta este día incalculables millones de personas, a sabiendas o sin saberlo, lo honran.
Asociadas con este rey y estas ciudades había voluminosas torres o templos de etapas. La razón para la construcción de la ciudad de Babel y su torre se describe en el relato bíblico de la siguiente manera: “Ahora dijeron: ‘¡Vengan! Edifiquémonos una ciudad y también una torre con su cúspide en los cielos, y hagámonos un nombre célebre, no sea que seamos esparcidos sobre toda la superficie de la Tierra.’” Examinando este registro cuidadosamente, aprendemos que la construcción de las ciudades y sus torres correspondientes había de efectuar tres propósitos principales: (1) unir a los hombres bajo un gobernante o rey visible en desafío al verdadero Rey y Dios Jehová; (2) proveer un lugar de refugio, debido a una falta de fe en la promesa de Dios de que él jamás volvería a destruir a los hombres inicuos por un diluvio, y (3) proveer un lugar donde morara su dios o dioses.—Gén. 11:4.
CONFUSIÓN
Sin embargo, su proyecto para la dominación mundial fue desbaratado por una confusión de lenguas. La cooperación se hizo imposible cuando no se pudieron comunicar unos con otros. “Jehová procedió a bajar para ver la ciudad y la torre que los hijos de los hombres habían construido. Después de eso Jehová dijo: ‘¡Mira! Ellos son un solo pueblo y hay un solo lenguaje para todos ellos, y esto es lo que comienzan a hacer. Pues, ahora no hay nada que ellos tramen hacer que no puedan lograr. ¡Ven! Descendamos y confundamos allí su lenguaje para que no pueda oír uno el lenguaje de otro.’ Por consiguiente Jehová los dispersó de allí sobre toda la superficie de la Tierra, y poco a poco dejaron de construir la ciudad. Por eso se le dio el nombre de Babel, porque allí Jehová había confundido el lenguaje de toda la tierra y Jehová los había dispersado desde allí sobre toda la superficie de la Tierra.” Como resultado el trabajo de la ciudad y su torre se detuvo y sus supuestos constructores de un imperio fueron esparcidos. El registro bíblico nos informa que en los días de Peleg “se dividió la tierra,” posiblemente queriendo decir que la confusión de lenguas aconteció durante su vida, o unos 150 años después del Diluvio.—Gén. 11:5-9; 10:25.
Los etnólogos y filólogos modernos pueden burlarse de este relato sencillo, que va al grano, pero es un hecho bíblico y uno que tanto la historia como la arqueología y el folklore confirman. El historiador Josefo, escritor judío del primer siglo, cita de Los libros sibilinos al hablar acerca de la confusión de las lenguas: “Cuando todos los hombres eran de una sola lengua, algunos de ellos edificaron una torre alta, como si de esa manera fueran a ascender al cielo, pero los dioses enviaron tempestades de viento y echaron abajo la torre, y dieron a cada uno su idioma peculiar, y por esta razón fue que la ciudad se llamó Babilonia.” Al norte del templo de Marduk en Babilonia una vez estuvo una enorme torre, y en esta región el arqueólogo Jorge Smith descubrió una tablilla con un relato semejante. En parte la tablilla lee: “La edificación de esta torre ilustre ofendió a los dioses. En una noche derribaron lo que habían edificado. Los esparcieron por todas partes, e hicieron extraña su habla. Impidieron su progreso.” Varios países dan evidencia adicional por medio de su folklore, dando testimonio del milagroso cambio de lenguas: “Se han registrado versiones desde cerca del Zambeze y también de Ashanti; entre algunos de los pueblos tibetano-birmanos de Asam se halla el relato de una torre y la confusión del habla. Narraciones semejantes se hallan en México.” (The Encyclopædia Britannica, tomo 2, pág. 839) Estos relatos de torres quizás varíen entre sí, pero el hecho de que todos dicen que hubo una torre y que a los hombres se les cambió su lengua es digno de atención y da apoyo al auténtico registro de la Biblia.
El plan de Nemrod fracasó, y su ciudad, en vez de ser Babilu (que significa “Puerta de Dios”), llegó a llamarse Babel (que significa “Confusión”). Sin embargo, después de abandonar su ciudad y proyecto de la torre los constructores se llevaron la idea original de Nemrod. Como resultado, en todas las ciudades principales del Creciente Fértil se hallan voluminosos templostorres, ziggurats o zigguratu, que significa literalmente “cima de una montaña.” Estos ziggurats siempre estaban situados en la parte más elevada de la ciudad; y la idea de un lugar elevado para la adoración se encuentra más tarde en los lugares altos mencionados en la Biblia, los cuales lugares fueron una modificación de las torres-templos.
TORRES-TEMPLOS POSTERIORES
No se sabe cómo fue el templo original de Babel o Babilonia, aunque hallazgos mediante excavación aclaran mucho el tema. Las torres posteriores, sin duda copiadas de la de Babel, eran de apariencia semejante a pirámide. La construcción de estas torres posteriores comenzaba primero por medio de levantar un montículo de lodo compacto hasta una altura considerable. Entonces se nivelaba el montículo y se cubría de ladrillo cocido o piedras si estaban disponibles. Sobre este montículo se colocaba el fundamento de la torre hasta una altura de sesenta o noventa centímetros, el cual a su vez era rodeado de lodo compacto, proporcionando así más firmeza al edificio. Sobre este fundamento se construían etapas consecutivas de lodo sólido y ladrillos secados por el sol una encima de otra, cada una más pequeña en tamaño que la que se hallaba debajo. Las etapas generalmente ascendían a cuatro, siete u ocho, y sobre la etapa final se edificaba un santuario para el dios de la ciudad. La torre de Ur originalmente medía 61 metros de largo, 46 metros de ancho y 21 metros de altura. La torre de la ciudad de Borsipa (Birs-Nimrud) tenía siete etapas. Cada lado de la etapa que servía de base medía 83 metros de largo, y la altura de la primera y segunda etapas era 8 metros cada una. La etapa final llegaba a la altura de 47 metros.
El hallazgo reciente de un manuscrito griego (Harpocration) detalla vívidamente la descripción de una torre de seis etapas que se usó hasta un siglo después de la muerte de Jesús. Cada etapa medía 8 metros y medio de altura, y en la cima se hallaba un santuario de 4 metros y medio de altura. Se llegaba al santuario por una escalera de 365 escalones; los primeros 305 escalones estaban hechos de plata y los últimos 60 de oro. Cada etapa estaba pintada de un color diferente y estaba dedicada a un dios astral en particular. La torre-templo en conjunto estaba dedicada a un dios patrón de la ciudad, tal como Ea de Eridu, Enlil de Nippur, Anu de Erec, y Sin de Ur. En años recientes algunos arqueólogos han ofrecido la teoría de que cada etapa tenía plantados en ella árboles, arbustos y matorrales, y así desde una distancia parecería ser un montículo o cerro elevado.
El santuario construido sobre la etapa final no era el templo mismo; era sobre un montículo construido junto a la torre donde se edificaba el verdadero templo. También sobre este montículo se hallaban altares y capillas dedicadas a deidades menores. En este local vivían el “patesi” o rey-sacerdote de la ciudad, los otros gobernantes de la ciudad y los sacerdotes. Los sacrificios se ofrecían en cuartos especiales. Toda esta parte de la ciudad era una fortaleza separada del resto de la ciudad por una pared. En la ciudad misma, construida en un sitio más bajo que el área del templo, había otros templos edificados en honor de otros dioses que habían de prestar ayuda al dios de la ciudad al cuidar de la ciudad y de sus habitantes.
PROPÓSITO DE TORRES Y TEMPLOS
El culto babilónico era místico y se basaba en la astrología y la adivinación. Por lo tanto el santuario en la cima de la torre, además de ser la morada del dios de la ciudad, servía de observatorio para estudios astronómicos y astrológicos. El local de la torre también servía como especie de banco, y allí se hallaba la riqueza de la ciudad. Dado que a los sacerdotes se les consideraba como representantes de los dioses, lógicamente serían los custodios del dinero. Eran hombres ambiciosos y explotaban a la gente ¡cobrándole interés sobre préstamos a veces a razón de 20 ó 30 por ciento! Como resultado de esta avaricia los sacerdotes se hicieron sumamente ricos e influyentes. También se les consideraba como doctores y magos con poder sobrenatural para curar y para predecir el futuro, de modo que el local del templo hasta servía de especie de hospital primitivo.
Desde Senaar la adoración de Nemrod-Semíramis se esparció a otras localidades, y Semíramis llegó a ser adorada bajo unos cuarenta y un diferentes nombres y títulos. La adoración era inicua y degradada, una adoración que explotaba el sexo.
TORRES-TEMPLOS HOY DÍA
De interés es el gran templo de Marduk, ubicado en Babilonia, que fue reconstruido por Nabucodonosor con su gran torre al norte llamada en tiempos antiguos E-temen-an-ki. Hoy muchas personas opinan que esta torre señala el sitio de la torre original construida por Nemrod. Aunque ya no existe la torre, una vez cubrió un área de 91.44 metros en cuadro. Otros creen que la torre de Borsipa (que todavía permanece en parte), que está ubicada a unos dieciséis kilómetros del corazón de Babilonia, es los restos de la torre de Babel.
Las torres no se edifican hoy con el mismo propósito que el de Nemrod y su esposa-madre Semíramis; no obstante, continúan existiendo en formas modificadas. El famoso historiador y autor Jaime Breasted, en su libro Ancient Times, a History of the Early World, compara el alminar musulmán y el chapitel de las iglesias “cristianas” con las torres de Mesopotamia.
Los cristianos verdaderos no cifran su confianza en torres religiosas hechas por el hombre ni acuden a ellas como lugares de santidad especial. Más bien, confían en Jehová Dios. “El nombre de Jehová es una torre fuerte. A ella corre el justo y se le da protección.”—Pro. 18:10.