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La segunda presencia de Cristo no es alarma falsaLa Atalaya 1954 | 1 de febrero
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el cielo en medio de sus enemigos! (Sal. 110:1, 2) Los acontecimientos mundiales lo demuestran. La alarma que está siendo sonada por los testigos de Jehová es genuina, verdadera. No permita usted que la actitud negativa, insensible e indiferente del mundo le adormezca. Responda a la alarma. Huya a las montañas del sistema de cosas de Jehová ahora. No se demore. Usted encontrará protección allí del fuego del Armagedón. ¡Los que sobrevivan al Armagedón darán testimonio al hecho de que ÉSTA NO FUÉ ALARMA FALSA!
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Sara, bella y amable mujer de feLa Atalaya 1954 | 1 de febrero
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Sara, bella y amable mujer de fe
LA Palabra de Dios, la Biblia, no es un libro fuera de moda. En ningún tiempo llegará la raza humana a un punto donde no le sea provechoso o no pueda sacar provecho de escudriñar las cosas maravillosas registradas en ella. Sin embargo, fué escrita particularmente para nosotros al tiempo presente, para que por medio de nuestro aguante y su consuelo pudiéramos tener esperanza. (Rom. 15:4; 1 Cor. 10:11, NM) Y los ejemplos que nos suministran hombres y mujeres fieles no sólo nos dan estímulo sino que a menudo resultan tener significado profético. Un caso a propósito es Sara, la esposa de Abrahán, sobresaliente por su belleza, amabilidad, fe y sumisión.
Sara, conforme al Génesis 20:12, era hermanastra de Abrahán así como esposa suya, teniendo el mismo padre pero una madre diferente. Cuando era joven ella debe haber sido sumamente bella, porque aun a la edad de sesenta y seis años los príncipes de Faraón la encomiaron tanto frente a él que él, al oír que era hermana de Abrahán, la introdujo en su casa. Todavía más notable, veinticinco años más tarde, cuando ella tenía cerca de noventa años de edad, Abimelec, rey de Gerar, la mandó a tomar.
Pero Sara tuvo mucho más para recomendarla que sólo su belleza. En realidad, la Palabra de Dios no habla bien de la belleza sola. En sí misma, “Engañosa es la gracia, y vana la hermosura: la mujer que teme á Jehová, ésa será alabada.” (Pro. 31:30, Va) Sara no sólo tuvo gracia y hermosura sino que temió a Jehová. Siempre pensarnos en Abrahán como uno que tuvo fe tan grande que pudo tener un hijo en su vejez, pero ¿notamos siempre el hecho de que si no hubiese sido por Sara, quien tuvo una fe semejante, la fe de Abrahán en sí misma no lo hubiera capacitado a tener un hijo por Sara? Que la fe de Sara desempeñó un papel vital en esto se desprende de las palabras de Pablo en Hebreos 11:11 (NM): “Por fe también Sara misma recibió poder para concebir simiente, aunque había pasado del límite de la edad, puesto que ella estimó fiel a quien había prometido.” La fe capacitó a Sara a tener un hijo cuando ella tenía noventa años de edad.
Cierto, leemos que cuando Sara primero oyó que iba a tener un hijo en su vejez se rió, diciendo: “¿Después de envejecida he de tener placer, siendo viejo mi señor también?” (Gén. 18:12) Pero esto no fué diferente de cómo se sintió Abrahán mismo acerca de ello cuando Jehová
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