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Creyentes en la buena suerteLa Atalaya 1965 | 15 de febrero
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que los hijos sobrevivientes les fueran arrancados y fueran enviados en esclavitud con poca esperanza de alguna reunión futura. Cuán terriblemente exacta había sido la profecía por Jesús: “¡Ay de las mujeres que estén encintas y de las que den de mamar en aquellos días! Porque habrá gran necesidad sobre la tierra e ira sobre este pueblo; y caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones.” (Luc. 21:23, 24) ¿Dónde estaba ahora su estado favorecido con Dios—para esperar que les fuera bien?
Entonces Josefo informa que “mandóles Tito [a sus legiones] que acabasen de destruirla toda y todo el templo también . . . La imprudencia y locura de los revolvedores del pueblo y de los que amaban innovar las cosas [judíos fanáticos, rebeldes], fué el fin y destrucción de Jerusalén, ciudad muy principal y de gran nombre, loada y predicada entre todos los hombres del mundo.”5 Verdaderamente, no se dejó allí ni una piedra sobre piedra, así como Jesús había advertido. Aun los vasos sagrados y los muebles, todo aquello de que pudo apoderarse, se lo llevó el enemigo para adornar la procesión de victoria del general Tito en Roma.
¿CUAL ES NUESTRA POSICIÓN?
No obstante, todavía en nuestra era crítica, se oye decir a la gente: ‘No hay nada que podamos hacer sino solo esperar que nos vaya bien.’ Son meros creyentes en la Buena Suerte. ¡Cuán necio es el permitirnos la idea vana de que hemos tenido suerte por haber nacido en determinada raza o nación; que estamos a salvo mientras permanezcamos adheridos a alguna organización religiosa grande e imponente; que nuestra nación en particular es la superior, la favorita de los dioses, con un glorioso destino en el futuro! ¿Es nuestro caso mejor que el de los judíos? Sus ventajas les fallaron. Tuvieron que presenciar la disolución de su sueño de un glorioso destino en cascajo y ceniza por desobedecer a Dios.
El derrotero sabio es hacer inventario de nuestra posición y determinar cómo podemos huir, separarnos, de un sistema de cosas que está condenado a la destrucción, como lo hicieron aquellos seguidores fieles de Cristo que abandonaron a Jerusalén al tiempo oportuno. Ellos fueron los que sobrevivieron y los que pudieron conseguir consuelo por la expectativa que despertó Jesús cuando agregó a su profecía: “Y Jerusalén será pisoteada por las naciones, hasta que se cumplan los tiempos señalados de las naciones.” (Luc. 21:24) En vez de adorar en los altares de la Buena Suerte y el Destino, debemos dirigirnos al único Dios Creador, Jehová, y adorarlo en espíritu y en verdad, porque él es quien puede reemplazar y reemplazará el dominio corrompido de las naciones con su glorioso dominio del Reino, que será para la bendición de los hombres y mujeres de toda raza y nación que le temen y obran justicia.—Hech. 10:34, 35.
REFERENCIAS
1 Guerras de los Judíos, Libro VI, cap. vi, pág. 150.
2 Íb., Libro II, cap. xxiv, págs. 282, 283.
3 Íb., Libro VI, caps. xiii y xiv, págs. 188-190.
4 Íb., Libro VII, cap. x, pág. 232.
5 Íb., Libro VII, cap. xviii, pág. 256.
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Ládano–digno regalo para un gobernanteLa Atalaya 1965 | 15 de febrero
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Ládano–digno regalo para un gobernante
◆ Este fue uno de los excelentes productos que Jacob dijo a sus hijos que le llevaran como regalo al que en Egipto era gobernante principal después de solamente Faraón. (Gén. 43:11) El ládano, confundido a veces con la mirra, es una goma aromática, producto de una plantita arbustiva de hermosas flores conocida como jara. Las grandes flores del arbusto se parecen a la rosa silvestre. El ládano es la goma que exuda de las hojas y tallos de los arbustillos. Es blando, pardo oscuro o negro y tiene un olor de delicado y fragante aroma y sabor amargo. Se usa en perfumes y, hace algún tiempo, también se usaba extensamente en la medicina.—Gén. 37:25.
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