¿Es sensato planear su propio funeral?
“NUNCA he pensado en eso,” es la respuesta corriente a la pregunta: “¿Qué clase de funeral quiere cuando llegue el momento?” En el presente sistema de cosas, todos tenemos que enfrentarnos a la muerte, pero muchos consideran el tema de su propio funeral demasiado morboso o desagradable para siquiera pensar en ello. Por eso, al tiempo de la muerte de un ser querido toda consideración en cuanto al funeral cae de repente sobre los parientes acongojados.
Pero, ¿es ése el tiempo en que usted quiere que sus familiares afligidos tengan que estar considerando los detalles del funeral? ¿Quiere verlos obligados a entrar en negociaciones sobre tales asuntos cuando están en la peor disposición para hacerlo y son más vulnerables a la influencia de sugerencias costosas?
Si el administrador de una funeraria es confiable y honrado, puede hacer mucho para aliviar la ansiedad de la familia y mantener los costos dentro de sus posibilidades. Pero, frecuentemente, los familiares se han enfrentado a otra situación. Dice un investigador de la Comisión Federal de Comercio de los Estados Unidos: “El que contrata los servicios fúnebres está emocionalmente alterado cuando hace los arreglos. Y el administrador [inescrupuloso] de una empresa funeraria a menudo explota ese sentir para lograr la venta de lo más costoso que tiene.”
Si usted quiere asegurarse de que su familia, ya doliente, no se vea agobiada por esa carga adicional, querrá considerar la posibilidad de planear su propio funeral. Un señor cuya madre lo hizo cuenta que al principio se sintió aturdido cuando ella le comunicó sus planes. Pero entonces, dice: “A medida que transcurría el tiempo, mi esposa y yo reconocíamos cada vez más lo sensato de la idea. Lo que al principio nos pareció impensable, se tornó en el proceder más inteligente y práctico.”
El ex-presidente de Francia, Charles de Gaulle, planeó su propio funeral. Dice la Encyclopædia Britannica: “A pedido suyo fue enterrado con la mayor sencillez en el pequeño cementerio de Colombey-les-Deux-Églises en un ataúd sencillo de madera, hecho por el carpintero de la aldea.” En contraste, se informa que el funeral que el gobierno preparó para el ex-presidente de los Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower, costó más de $250.000.
¿Por qué tan costosos?
A través de los años, la industria funeraria estadounidense ha venido haciéndose lo que la Encyclopædia Britannica llama “altamente comercializada.” Ha sido responsable en gran manera de algunas de las costumbres costosas que ahora forman parte integrante de un funeral “completo” usual. A menudo tales cosas como el embalsamamiento de rutina, la restauración del cuerpo, los servicios durante los cuales el ataúd se deja abierto, forros para las sepulturas o cajas de hormigón o metal en que colocan los ataúdes al tiempo de entierro, ataúdes metálicos sellados y ornamentados, prendas de vestir especiales para los muertos, etc., han sido promovidas como legal o moralmente obligatorias.
No obstante, parece que lo que inspiró muchas de estas tradiciones fueron las consideraciones de tipo económico y el orgullo más bien que una necesidad real. Como resultado, en los Estados Unidos el costo total de un funeral y entierro ha ascendido a unos 2.000 dólares como promedio. Mucha de la inflación en el costo se debe a todo lo que se ha agregado que ya se acepta como parte integral y usual de un funeral “completo.”
Sin duda, algunas de estas costumbres adquiridas les son reconfortantes a los que piensan que, de alguna manera, han cumplido con su “obligación” para con el difunto. Otros quizás deriven alguna satisfacción de ver el cuerpo por última vez y ‘presentar sus respetos.’ Por otra parte, la mayoría de estas tradiciones no les son obligatorias a los que no pueden pagar un costo elevado ni a los que simplemente prefieren en su caso la sencillez.
El planear reduce los gastos
Por lo general, cuando otros hacen los arreglos para un funeral resulta mucho más costoso que cuando los hace la persona misma. Una autoridad comentó: “Toda persona a quien se lo pregunto, me dice: ‘Cuando muera, quiero que se haga todo lo más sencillamente posible.’ Nunca se oye a nadie decir: ‘Yo quiero un ataúd de 10.000 dólares, y todo lo demás.’” Si usted pregunta a sus amigos en cuanto a sus deseos para su propio funeral, podrá comprobar que es así.
Por supuesto, la pompa de un funeral es un asunto personal de familia, y no se le debe criticar con tal que no viole principios cristianos. Pero la mayoría de las personas que dan a conocer sus deseos por anticipado evidentemente prefieren no ser una carga financiera a sus familias en la muerte así como no quieren serlo durante su vida. Como dijo un hombre: “¡Prefiero que el dinero alimente a mi familia y no a los gusanos!”
Sin embargo, con demasiada frecuencia, no resulta así. ¿Por qué? Responde el columnista del Times de Los Ángeles, Jim Fiebig: “Me atrevería a decir que el 90 por ciento de los funerales que se hacen en este país tienen más pompa de la que hubiera querido el muerto. Pero, por no haber dado a conocer sus deseos, sus deudos —para mayor seguridad— creen que deberían hacerle un funeral de primera clase.”
Por otra parte, el planear con anticipación quita una verdadera carga de los parientes amados. Por más persuasión sutil que se emplee para que dispongan un funeral de primera clase, no se les hará necesario ir más allá de sus recursos o de los propios deseos del muerto. “La mejor manera en que un deudo puede resistirse a una venta,” dice Fiebig, “es el saber que está cumpliendo con los deseos del muerto.”
Aun así, podría surgir otra situación que usted tal vez desee considerar de antemano. Una persona escribió lo siguiente a un periodista que da consejos en su columna: “Mi esposo me dijo que quería un servicio sencillo para su funeral, y luego cremación.” Pero su esposo simplemente había hablado de sus deseos. Esta es la queja de su esposa: “Nadie de la familia jamás había dicho un sí o un no en cuanto a su opinión sobre los deseos de él hasta que yo traté de hacer los arreglos... entonces todos se pusieron firmes en su posición en cuanto a lo que ‘nosotros’ queremos.” Ella sugirió que la gente “debería poner por escrito sus deseos respecto a asuntos como éste. Mi esposo no lo hizo. Y ciertamente fue difícil para mí.”
Tan remotamente como en tiempos bíblicos, los arreglos de entierro a menudo se hacían personalmente, mucho antes de la muerte. Por ejemplo, el moribundo Jacob dijo a su hijo José: “En mi sepultura que he excavado para mí en la tierra de Canaán es donde has de enterrarme.”—Gén. 50:5; vea también Isaías 22:16.
Cómo hacer la elección
Dentro de ciertos límites, usted o su familia tienen la libertad legal de decidir qué servicios fúnebres desean, o si es que los desean. En los Estados Unidos, algunos estados exigen por ley que se haga disponible una lista detallada de los servicios y los costos. Pero el mejor momento para hacer la selección es antes que la necesidad imponga presiones. Si se dejan los arreglos para que los hagan los miembros de la familia después que uno muera, esto a menudo limita su selección ya que pueden sentirse obligados por los conceptos de la comunidad y/o de otros parientes respecto a lo que es aceptable.
Aun al hacer su propia selección por anticipado, puede que usted mismo quiera tomar en cuenta lo que piensa la comunidad. Por ejemplo, si vive en una comunidad pequeña, ¿pudiera el hecho de que usted eliminara los procedimientos acostumbrados ofender a ciertas personas, o le acarrearía oprobio a su fe cristiana? Tal vez más personas asistirían para escuchar el discurso bíblico, y se lograría un beneficio mayor, si se preparara un funeral más tradicional. Pero aun en este caso, hay que equilibrar las posibilidades financieras, los deseos de la familia y las preferencias personales con estas consideraciones, antes de tomar la decisión final.
Al decidir qué clase de servicio fúnebre desea, recuerde que no hay tal cosa como “la mejor manera” de arreglar un funeral. Muchos europeos se escandalizarían por la prodigalidad de los servicios fúnebres en los Estados Unidos. Por ejemplo, el embalsamamiento es cosa de rutina en las funerarias de los Estados Unidos; pero rara vez se emplea en Europa. De hecho, en muchos países, hay que conseguir permisos especiales para embalsamar un cuerpo.
La industria funeraria en los Estados Unidos arguye que el embalsamamiento es imperioso por razones “sanitarias” a fin de evitar la propagación de las enfermedades. No obstante, lo mismo que en Europa, el embalsamamiento no es realmente necesario si no se exhibe el cuerpo, o si se hace el entierro o la cremación del cadáver dentro de poco tiempo. Pero, si no se desea el embalsamamiento, hay que darlo a saber específicamente. La ley federal no exige que el cuerpo sea embalsamado, a menos que lo vaya a transportar una empresa transportista. Algunos estados requieren el embalsamamiento del cuerpo si la muerte se debió a una enfermedad contagiosa, o si pasa más de un período de tiempo determinado entre la muerte y el entierro.
Después de haber embalsamado el cuerpo, el empresario de pompas fúnebres quizás pase muchas horas restaurando la apariencia de una persona que ha sido desfigurada por una enfermedad o un accidente. Esto se hace para que los deudos puedan recordar una “imagen aceptable” del muerto. Los administradores de funerarias dicen que esto ayuda a los allegados a ajustarse a la realidad de la muerte y a evitar posibles fantasías inquietantes. Pero quizás usted prefiera que lo recuerden como era mientras estaba vivo y feliz, y a la vez quiera ahorrarle a su familia el gasto envuelto en un procedimiento tan costoso. En el caso de algunas culturas, la idea misma de observar el cadáver en un funeral, es repugnante. Y un psiquiatra afamado dijo: “¡Este asunto de ponerle perfume y zapatos a un cadáver...! Cuando uno está muerto, muerto está. Nuestras costumbres funerarias no son más que un intento de engañar a la gente y hacer que niegue la realidad de la muerte.”
El costo de los ataúdes oscila entre 75 dólares para las cajas hechas de madera de pino, y 8.000 dólares o más, para las cajas de metal, altamente elaboradas y selladas que contienen colchones de muelles y material muy fino. El propósito de estos ataúdes sellados es evitar que la humedad llegue al cuerpo, dándose a entender que eso, de alguna manera, retardará su descomposición. No obstante, los expertos dicen que ocurre exactamente lo contrario. ¿Y de qué valor le son al difunto los materiales finos o un colchón, cuando la Biblia dice que “ellos no están conscientes de nada en absoluto”?—Ecl. 9:5, 10; compare con Salmo 146:3, 4.
De todo esto se desprende que muchas costumbres funerarias que normalmente se dan por sentadas ciertamente no son obligatorias. En vista de esto, algunos que creen que debería darse prominencia a los asuntos espirituales más bien que al cadáver, han solicitado que se disponga de su cuerpo inmediatamente por medio de la cremación o un entierro sencillo, seguido de un servicio memorial para beneficio de los amigos y parientes. Es interesante que en Inglaterra, Alemania Occidental y Dinamarca, más de la mitad de las personas optan por la cremación, mientras que solo alrededor de un 8 por ciento la escoge en los Estados Unidos. El hacer las cosas de este modo sencillo también puede eliminar muchos de los servicios costosos como el embalsamamiento, restauración, exhibición del cadáver en la funeraria, uso de coches fúnebres y, en el caso de escoger la cremación, aun del ataúd y del sitio para la sepultura.
Sea cual fuere el procedimiento que elija, las empresas funerarias de buena reputación deberían sentirse complacidas de ayudarle a usted o a su familia a arreglar todos los detalles sin ejercer presión indebida para que se incluyan cosas adicionales. También existen sociedades no lucrativas cuyo fin es ayudar a la gente a preparar funerales dignos y económicos.
Por lo tanto, el pensar ahora en lo que usted desea que se haga con sus restos no es una expresión de morbosidad. Es evidencia de un enfoque maduro y considerado de una situación penosa, y muestra atención amorosa para con los parientes angustiados. El proceder así puede hacer mucho por aligerarles la carga hasta que llegue el tiempo prometido por Dios en que “la muerte no será más.”—Rev. 21:4, 5.