El olivo—literal y espiritual
DE TODOS los árboles que se mencionan en la Biblia puede decirse que el olivo es el más interesante. Se hace referencia a éste por primera vez cuando Noé identificó la hoja que una de sus palomas trajo de regreso como la del olivo.—Gén. 2:9; 8:11.
Las hojas del olivo vienen en pares y tienen una apariencia blanquecina o verde gríseo. En el tiempo de floración el olivo está cargado de millones de flores, aunque menos del uno por ciento de éstas al fin produce fruto.
El olivo es raro en que es árbol que produce hojas y también es siempreviva. A menudo alcanza “una edad enorme,” pues algunos de estos árboles siguen vivos siglo tras siglo. El olivo tiene “poderes de regeneración casi inagotables, pues surgen troncos nuevos desde las raíces cuando los viejos han perecido.”—La Cyclopædia de McClintock y Strong.
De particular interés es lo singular del olivo en cuanto a injertos. Cuando se injertan las ramas de un acebuche en un olivo de plantación producen fruto excelente. En el caso de otros árboles resulta exactamente lo contrario, ramas silvestres injertadas en un árbol de plantación producen solamente fruto silvestre.—Schaaf-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge.
En la Palestina el olivo siempreviva se apreciaba mucho por su sombra y se hallaba entre los árboles cuyas ramas se usaban para hacer enramadas durante la fiesta de las enramadas. Se comía su fruto, la aceituna, o se prensaba por su aceite. Su aceite era un alimento básico en tiempos bíblicos; la viuda de Sarepta subsistía a base de harina y aceite. (1 Rey. 17:8-16) El aceite también servía de medicamento, como hicieron notar David y Jesús. (Sal. 23:5; Luc. 10:34) Las lámparas del lugar santo del tabernáculo y del templo se abastecían con aceite de oliva. (Éxo. 27:20) También era uno de los ingredientes del aceite de la santa unción.—Éxo. 30:24.
David, después de relatar acerca del fin de los inicuos, dice con regocijo: “Pero yo seré como olivo frondoso en la casa de Dios; ciertamente confío en la bondad amorosa de Dios hasta tiempo indefinido, aun para siempre.” Un salmista desconocido promete a “todo el que teme a Jehová” que “tus hijos serán como pimpollos de olivos en derredor de tu mesa.” El profeta Oseas usó una figura parecida para predecir la prosperidad del Israel espiritual: “Sus ramas se extenderán; su hermosura también será como la del olivo.” Y tanto en Zacarías 4:3, 11-14 como en Apocalipsis 11:4 se compara con dos olivos a los ungidos seguidores en las pisadas de Cristo que dan testimonio en toda la tierra.—Sal. 52:8; 128:1-3; Ose. 14:6, Mod.
El aceite de unción que se usaba para ungir a los reyes y sumo sacerdotes de Israel, y que tenía varios ingredientes con el aceite de oliva como base, representa el espíritu santo de Dios o la fuerza activa con la cual se unge a Jesucristo y a los miembros de su cuerpo. También leemos repetidamente acerca del ‘aceite de gozo o de alegría.’—Isa. 61:3; Heb. 1:9; Hech. 2:33; 10:38.
Tal vez el más conocido uso del olivo como símbolo es el que hizo de él Pablo en Romanos 11:17-24. Cobra fuerza y significado adicionales en vista de lo susodicho. Así, Jehová Dios, la “raíz de pinguosidad del olivo,” ciertamente es de “edad enorme” y tiene ‘poderes de regeneración inagotables.’ Jesucristo como tronco de ese Árbol murió una vez, pero la Raíz hizo que él volviera a vivir de nuevo. Y así como en el caso del acebuche literal—en contraste con otros árboles frutales—el injerto de las ramas del acebuche gentil no se hace con el propósito de mejorar el árbol sino para que produzcan fruto acepto a Jehová Dios, lo cual no podrían hacer de otra manera.
Podrían hacerse analogías también entre lo útil del olivo natural y del espiritual. Así como el primero provee consoladora sombra natural, también provee el segundo consoladora sombra espiritual. (Isa. 32:2) Así como el primero hacía posible la luz natural, de igual manera el segundo es una luz espiritual. (Mat. 5:14) Tal como el primero produce frutos naturales, el segundo produce frutos espirituales. (2 Ped. 1:8) Y así como el primero facilitaba la curación física, de igual modo el segundo facilita la curación espiritual.—Sant. 5:14-16; Apo. 22:2.
Dichoso el hombre que halla la sabiduría, y el hombre que adquiere la inteligencia; . . . Sus caminos son caminos de dulzura, y todos sus senderos paz: es árbol de vida para los que echan mano de ella, y dichoso es todo aquel que la tiene asida.—Pro. 3:13, 17, 18.