Preguntas de los lectores
◼ ¿Por qué hizo Dios que Moisés le pidiera permiso a Faraón ‘para ir camino de tres días al desierto,’ ya que él se había propuesto que los israelitas salieran de Egipto permanentemente?
En el lugar donde ardía la zarza, Dios dijo que sería por medio de Moisés que él libertaría a los israelitas de Egipto y los conduciría a una tierra que manaba leche y miel. Dios dijo a Moisés que habría de informar a Faraón lo siguiente: “Jehová el Dios de los hebreos se ha puesto en comunicación con nosotros, y ahora queremos ir, por favor, camino de tres días al desierto, y queremos hacerle sacrificios a Jehová nuestro Dios.”—Exodo 3:18.
Puesto que Dios acababa de decirle a Moisés que los israelitas irían a la Tierra Prometida, pudiera parecer que él no estaba suministrando a Faraón todos los datos. Pero, según el desenvolvimiento de las cosas, es evidente que Dios manejó los asuntos de una manera justa y que cumplía con su propósito.
Los israelitas habían estado en Egipto por más de 200 años y se les trató como una nación de esclavos. Pero Dios, en armonía con la promesa inmutable que había hecho a Abrahán, haría de Israel una nación grande. Morarían en libertad en la tierra que Dios le había indicado a Abrahán, la tierra de Canaán. (Génesis 12:1, 2, 7; 18:18; 22:17, 18) ¿Cooperaría Faraón de buena gana con el propósito de Dios?
No, Jehová previó que Faraón rehusaría obstinadamente permitir que los israelitas salieran de Egipto, aun por poco tiempo. Si Dios, por medio de Moisés y Aarón, hubiera indicado que Su voluntad era que Israel saliera de Egipto permanentemente, tal vez Faraón hubiera puesto objeciones que hubieran parecido razonables, tal como que se causaría un trastorno al país si más de un millón de personas saliera de una vez y permanentemente. Y quizás otros se hubieran sentido inclinados a excusar la actitud de Faraón o a compadecerse de él. El que Israel saliera de la tierra de Gosén por solo unos cuantos días no significaría una pérdida substancial para los egipcios.
Cuando Faraón se negó obstinadamente a permitir que los israelitas salieran, siquiera por tres días, se hizo indiscutiblemente claro que su corazón era duro. Simplemente no había excusa para una actitud tan cruel, ni para el aumento de la opresión que decretó Faraón en respuesta.—Exodo 5:1-9.
Aun después de una serie de plagas, el obstinado Faraón rehusó permitir que Israel saliera de Egipto. Por último, la décima plaga fue tan desastrosa para Egipto que Faraón le dijo a Moisés que tomara al pueblo y se fuera... sin acuerdo alguno de salir por tres días. No obstante, mientras el éxodo estaba en progreso, Faraón trató de atrapar y capturar de nuevo a Israel. Aquella tentativa fracasó, pues hasta Faraón mismo murió en el mar Rojo.—Exodo 12:31-39; 14:5-9, 21-28; Salmo 136:15.
Por consiguiente, el que Dios dijera a Moisés que hiciera la petición razonable de salir por tres días sirvió para poner a prueba a Faraón. Reveló lo que había en su corazón.
◼ ¿Significa Mateo 26:74 que el apóstol Pedro, al estar bajo presión, usó lenguaje profano?
No. Este versículo describe cómo Pedro reaccionó cuando se le acusó de ser uno de los seguidores de Jesús después que éste fue arrestado. Leemos respecto a la tercera negación de Pedro: “Entonces [Pedro] comenzó a echar maldiciones y a jurar: ‘¡No conozco al hombre [Jesús]!’”—Mateo 26:74.
En ciertos idiomas, las palabras “maldiciones” y “jurar” pueden referirse a lenguaje profano. Pero cuando Pedro ‘maldijo’ y ‘juró’ no estaba usando lenguaje inmundo o profano como lo hacen muchas personas al enojarse.
En la Biblia, tanto en el texto hebreo original como en el texto griego original, el “echar maldiciones” significaba que uno pedía que acaeciera algún mal a alguien o a algo. No se trataba de lenguaje profano y quizás ni estuviera relacionado con la ira. (Génesis 3:14, 15; 4:11, 12) A fin de atestiguar que una declaración era verídica, una persona tal vez echara una maldición. Al hacer esto estaba declarando: ‘Si lo que estoy diciendo no es verdad, que se me maldiga; que me acaezca algún mal.’ De modo similar, alguien tal vez ‘jurara’ con relación a un asunto, y de esta manera hiciera un juramento de que lo que estaba diciendo era verdad y que si no lo era, le acaeciera alguna calamidad.
Por lo tanto, Pedro no estaba usando lenguaje profano, sino que impulsado por el temor estaba tratando de convencer a los que le rodeaban de que sus negaciones eran verídicas. Por supuesto, aquello fue una falsedad de la cual tuvo que arrepentirse. (Lucas 22:61, 62) La Biblia muestra claramente que el cristiano debe evitar el lenguaje profano, pues dice: “No proceda de la boca de ustedes ningún dicho corrompido.”—Efesios 4:29.