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Coré, el orgulloso rebeldeLa Atalaya 1979 | 15 de mayo
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y el que a ti y a todos tus hermanos los hijos de Leví contigo los haya hecho acercarse? Así es que ¿también tienen que tratar ustedes de conseguir el sacerdocio? Por esa razón tú y toda tu asamblea que van juntándose están contra Jehová. En cuanto a Aarón, ¿qué es para que murmuren contra él?”—Núm. 16:9-11.
Esta censura debería haber hecho que Coré y sus apoyadores consideraran de nuevo su posición. Coré, y los demás levitas, habían recibido un alto privilegio con el que se les hubiera separado de entre los demás israelitas para servir en el santuario. Aquello no era una cosa pequeña, insignificante. Por eso Moisés estaba demostrando ahora cuán falto de aprecio era Coré en vista del honor y la dignidad que Jehová había conferido a los levitas. Al rebelarse contra el arreglo de Jehová, Coré y sus apoyadores estaban poniéndose en oposición al Altísimo. Lo que estaban haciendo no tenía justificación. Aarón no se había ensalzado a sí mismo a la posición del sumo sacerdote. Lo era por nombramiento de Dios.
CORÉ PERECE, PERO NO SUS HIJOS
Sin embargo, las palabras de Moisés cayeron en oídos sordos. La mañana siguiente Coré y 250 jefes principales se apostaron temerariamente delante de la entrada del tabernáculo en el patio, para ofrecer incienso allí. Jehová entonces demostró vigorosamente que solo hombres de la casa de Aarón deberían servir de sacerdotes. Un fuego procedente de Jehová consumió a Coré y a los 250 acompañantes.—Núm. 16:35; 26:10.
Los hijos de Coré no se unieron a su padre en esta rebelión. Ellos se alegraban de servir de auxiliares a los sacerdotes y estaban contentos con ello, y, por lo tanto, continuaron viviendo. (Núm. 26:9, 11) Entre sus descendientes hubo hombres que escribieron cánticos o canciones de alabanza que llegaron a ser parte de las Escrituras inspiradas. Una de estas canciones o salmos reconoce con agradecimiento esto: “Un día en tus patios es mejor que mil en otro lugar. He escogido estar de pie al umbral en la casa de mi Dios más bien que ir de acá para allá en las tiendas de iniquidad. Porque Jehová Dios es sol y escudo; favor y gloria son lo que él da. Jehová mismo no retendrá nada que sea bueno de los que andan exentos de tacha.”—Sal. 84:10, 11.
Verdaderamente, hacemos bien en imitar el ejemplo de los hijos de Coré, y apreciar siempre lo que Jehová Dios nos ha dado. En cuanto a Coré mismo, él queda como ejemplo amonestador para nosotros. Cuando las perspectivas parezcan sombrías, tenemos que ejercer cuidado para que el orgullo no se apodere de nosotros. Humildemente, debemos someternos a todo lo que Jehová Dios permita que experimentemos, sin montar en cólera por ello. Nunca debemos permitir que los tiempos de adversidad nos conviertan en personas que se quejan de su suerte en la vida y que proyectan apoderarse de aquello a lo cual no tienen derecho. Si recordamos que el servir a Dios con humildad verdaderamente vale la pena, prescindiendo de las circunstancias en que nos hallemos, podemos evitar el desastroso proceder de Coré y permanecer bajo la aprobación divina como sucedió en el caso de los hijos de él.
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‘Una plomada en la mano de Jehová’La Atalaya 1979 | 15 de mayo
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‘Una plomada en la mano de Jehová’
Al reino de diez tribus de Israel se le compara con un muro que, según se determinó por medio de una plomada, era recto, pero con el tiempo empezó a inclinarse a un lado. Leemos: “¡Mire! Jehová estaba apostado en un muro hecho con plomada, y había una plomada en su mano. Entonces Jehová me dijo: ‘¿Qué ves, Amós?’ De modo que dije: ‘Una plomada.’ Y Jehová pasó a decir: ‘Aquí estoy colocando una plomada en medio de mi pueblo Israel. Ya no volveré a excusarlo.’”—Amós 7:7, 8.
Al medírsele por la norma de Jehová, o su plomada, Israel como muro se había inclinado demasiado lejos de la posición perpendicular. Ya el Altísimo no seguirá excusando o perdonando el error del pueblo. Tal como, para evitar daño a los transeúntes, se hace necesario derribar un muro que este inclinado, así la infiel nación de diez tribus de Israel experimentaría juicio adverso de Dios.
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