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Míriam... privilegiada en la juventud y en la edad avanzadaLa Atalaya 1980 | 15 de abril
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celos que la incitaran a murmurar. Puede que haya temido que su cuñada consiguiera mayor prominencia en la nación. Evidentemente el orgullo de Míriam no le permitió ver la verdadera cuestión... la importancia de someterse humildemente al arreglo de Jehová.
Por haber violado el papel que Dios le había asignado y por haber levantado quejas injustificadas contra su hermano, Míriam fue herida de lepra. ¡Qué terrible evidencia del disgusto divino! Aarón imploró misericordia, y Moisés rogó sinceramente a Jehová a favor de su hermana, diciendo: “¡Oh Dios, por favor! ¡Sánala, por favor!” Míriam fue sanada, pero tuvo que soportar la humillación de pasar siete días en cuarentena fuera del campamento de Israel. (Núm. 12:9-15) Sin embargo, cuando Míriam murió, en el año en que los israelitas entraron en Canaán, gozaba del favor de Jehová.—Núm. 20:1.
Todos los siervos del Altísimo pueden aprender una lección importante de la experiencia de Míriam. Aunque una persona disfrute de muchas bendiciones, eso en sí mismo no la hace inmune a una caída seria. Es verdaderamente necesario que nos esforcemos por permanecer humildes ante nuestro Dios y no dejar que el orgullo llegue a dominarnos. Siempre mantengamos ante nosotros estas palabras inspiradas: “Dios se opone a los altivos, mas da bondad inmerecida a los humildes.”—Sant. 4:6.
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1980 | 15 de abril
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Preguntas de los lectores
● ¿Por qué pudo decir el apóstol Pablo: “En cuanto a mí, por medio de ley morí tocante a ley”?—Gál. 2:19.
Las palabras del apóstol forman parte de un argumento que muestra que el hombre no puede hacerse justo ante Dios por medio de “obras de ley.” Pablo escribió: “Nosotros que somos judíos por naturaleza, y no pecadores de entre las naciones [que no tenían la ley mosaica y, desde el punto de vista de los judíos, se comportaban desaforadamente], sabiendo como lo sabemos que el hombre no es declarado justo debido a obras de ley, sino únicamente por medio de fe para con Cristo Jesús, aun nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús, para ser declarados justos debido a fe para con Cristo, y no debido a obras de ley, porque debido a obras de ley ninguna carne será declarada justa.”—Gál. 2:15, 16.
La Ley hizo que Pablo estuviera consciente del hecho de que simplemente no podía cumplirla de manera perfecta. Lo condenaba como pecador que merecía morir. Sin importar cuán escrupulosamente tratara de cumplir los requisitos de la Ley, Pablo notaba que no lograba hacerlo a perfección. (Rom. 7:7-11) Así, pues, “por medio de ley morí tocante a ley,” o, como lo expresa la Versión Popular: “Porque yo ya estoy como muerto con respecto a la ley; la misma ley me hizo morir, a fin de que yo viva para Dios.” Pablo fue justificado por Dios para vivir de nuevo debido a que había aceptado, en fe, el arreglo de Jehová para la salvación mediante Cristo. Por esa razón, llegó a vivir en sentido espiritual. Como resultado de su fe, el apóstol llegó a estar bajo la influencia del espíritu santo, y pudo manifestar en su vida los frutos de ese espíritu. Por eso Pablo añadió: “Para llegar a vivir tocante a Dios.”—Gál. 2:19
● ¿Por qué prescribió la ley mosaica pena capital al que invocara el mal contra sus padres?
La ley de Dios declaraba: “En caso de que hubiere algún hombre que invocare el mal contra su padre y su madre, debe ser muerto sin falta. Es contra su padre y su madre que ha invocado el mal. Su propia sangre está sobre él.” (Lev. 20:9) El que un hombre maldijera a sus padres, deseara que alguna tremenda calamidad les sobreviniera, indicaría una disposición rencorosa, de asesinato. Eso sería una espantosa falta de gratitud con relación al cuidado y la atención que le habían dado sus padres. Aunque personalmente ese hombre no estuviera usando un arma para herir a sus padres, en el fondo deseaba que de otra manera les viniera la muerte. A los ojos de Dios, un espíritu cruel como ése constituye asesinato. (Compare con Mateo 5:21, 22; 1 Juan 3:15.) Por lo tanto, en su ley a Israel, el Altísimo prescribió para el acto de injuriar a los padres la misma pena que prescribió para el matarlos efectivamente.
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