Preguntas de los lectores
● ¿Es bíblico actuar de padrino o designar padrinos para los hijos de uno?—EE. UU.
La práctica de designar a alguna persona o personas que no sean los padres como padrinos de un infante o niño al tiempo de su bautismo solemne y, más tarde, en la confirmación del individuo, es un rito de la Iglesia Católica. La práctica también aplica a adultos cuando se bautizan o confirman.
En el bautismo de los infantes los padrinos (por lo general parientes o amigos que son personas bautizadas) piden “la fe de la Iglesia de Dios en el nombre del niño.” (The Catholic Encyclopedia) También hacen una profesión y declaración de fe y piden el bautismo, en el nombre del niño. En caso de que los padres no cumplan, es decir, no críen al niño en la fe católica, los padrinos están obligados a instruirlo concerniente a fe y moralidad.
En el rito de la confirmación (como el bautismo, considerado sacramento) por lo general otra persona (o personas), diferente del padrino (o padrinos) designado al tiempo del bautismo del niño, actúa como padrino. Él o ella tiene que estar bien instruido en la fe católica.
¿Cuál es la posición bíblica en cuanto a esta práctica? Ante todo, el bautismo de infantes no es bíblico. En vista del hecho de que el ‘recibir la palabra con sus oídos’ y ‘hacer penitencia’ preceden al bautismo de agua, y que el bautismo requiere que el individuo tome una decisión solemne, es evidente que tiene que tener suficiente edad para hacer estas cosas él mismo. (Hech. 2:14, 38, 41, Versión Douay) El apóstol Pablo escribe: “Porque, con el corazón, creemos para alcanzar justicia: pero, con la boca, se hace confesión para salvación.” (Rom. 10:10, Dy) Esto no lo podría hacer un infante o niño muy pequeño. De modo que las Escrituras excluyen el bautismo de infantes.
Además, ninguna persona realmente puede creer con el corazón o hacer confesión con la boca por otra persona. Es cierto, el apóstol Pablo indicó que los niños menores obedientes son “santos” a causa del padre o la madre fiel. Esto se debe a que Dios considera a los padres, no a ningún individuo de afuera, responsables por los hijos. (1 Cor. 7:14) Dios así hace una provisión bondadosa a favor de sus siervos fieles. Pero cuando los hijos de éstos llegan a la edad de responsabilidad ya no son abarcados por este arreglo. Cada uno tiene que estar de pie o caer de acuerdo con su propia fe personal.—Rom. 14:4; Eze. 18:20.
Es verdad que el apóstol Pablo dijo a la congregación en Corinto: “Porque si tienen diez mil instructores en Cristo, no obstante no tienen muchos padres. Pues en Cristo Jesús, por el evangelio, yo los he engendrado.” (1 Cor. 4:15, Dy) Sin embargo, Pablo no fue “padrino” de esta congregación. Más bien, había sido el primero que les trajo el evangelio por el cual llegaron a ser creyentes. En un sentido espiritual llegó a serles padre por medio de este mensaje vivificante, aunque más tarde otras personas tuvieron parte en instruirlos. Pablo se vio obligado a recordar a los cristianos corintios este hecho, porque estaban dejándose seducir y apartar de Cristo por apóstoles falsos. Esto no quería decir que él exigía ser llamado “padre,” o que se estaba refiriendo a una posición de padrino designada por la iglesia.—2 Cor. 11:3, 13.
Hoy en muchos lugares la práctica de tener padrinos solo es una formalidad. El padrino por lo general le da un regalo al niño, y después de eso a menudo tiene poco que ver con el niño, en cuanto a entrenarlo en la fe. Sin embargo, puesto que el principio solo se basa en la tradición católica y es contrario a las Escrituras, los cristianos verdaderos evitarán cualquier cosa que tenga que ver con dicha práctica.
● ¿Condonó Dios el que Lot se emborrachara y engendrara hijos con sus propias hijas?—EE. UU.
La respuesta a esta pregunta tiene que determinarse a la luz de los antecedentes de este incidente y en relación con otros textos.
Lot y sus dos hijas fueron las únicas personas que sobrevivieron a la destrucción de Sodoma y Gomorra. Después de esta destrucción empezaron a morar en la ciudad de Zoar. Sin embargo, por alguna razón Lot temió seguir morando allí y, con sus hijas, se puso a morar en una cueva. (Gén. 19:30) Después de eso la primogénita le dijo a su hermana más joven: “Nuestro padre es viejo y no hay hombre en el país que tenga relaciones con nosotras según la manera de toda la tierra. Ven, demos a beber vino a nuestro padre y acostémonos con él y conservemos prole de nuestro padre.”—Gén. 19:31, 32.
El hecho de que se esforzaron por embriagar a su padre sugiere que ellas se daban cuenta de que él jamás habría accedido a tener relaciones sexuales con ellas en una condición sobria. Pero en las circunstancias en que se hallaban, les pareció que era la única manera de evitar la extinción de la familia de Lot. Eran forasteras en la tierra y no había nadie de su parentela con quien podrían entrar en matrimonio y así conservar el linaje. También hemos de recordar que las hijas de Lot habían morado entre los habitantes de Sodoma moralmente envilecidos. En vista de estos factores, no habría sido difícil el que ellas justificaran su proceder en su propia mente. ¿Por qué, entonces, aparece el relato en las Escrituras?
La narración no se presenta en la Biblia para estimular pensamientos eróticos. Está allí con un propósito, pues revela la relación de los moabitas y los amonitas con los descendientes de Abrahán que llegaron a conocerse como israelitas. Puesto que Lot era sobrino de Abrahán, los israelitas estaban relacionados con los moabitas y amonitas, que descendieron de los dos hijos que Lot produjo por medio de sus hijas. (Gén. 11:27) Más tarde esta relación carnal llegó a gobernar las acciones de Israel al tratar con los moabitas y amonitas. Por ejemplo, al tomar posesión de la tierra al este del río Jordán, los israelitas, bajo órdenes divinas, tuvieron cuidado para no traspasar los límites de los terrenos de los amonitas y moabitas.—Deu. 2:9, 18, 19, 37.
¿Queda con duda algún lector sincero de la Biblia en cuanto a la conclusión que se ha de sacar de este relato acerca de Lot y sus hijas? ¿Hay algo que le haga pensar que tal conducta, quizás, sea aprobada por Dios?
Es verdad que en el capítulo 19 de Génesis los hechos históricos se transmiten sin ningún comentario tocante a la aprobación o desaprobación de Dios de que Lot haya cometido incesto dos veces en una condición de embriaguez. Pero en porciones posteriores del registro bíblico, vez tras vez se expresa claramente que Dios condena la borrachera. (Pro. 20:1; 23:20, 21, 29-35; 1 Cor. 6:9, 10) Así mismo, en su Ley a Israel, Dios aclaró más tarde su prohibición del incesto, diciendo: “No deben acercarse ustedes, ningún hombre de ustedes, a nadie que sea su parienta carnal próxima para poner al descubierto desnudez. . . . La desnudez de tu padre y la desnudez de tu madre no debes poner al descubierto.” (Lev. 18:6, 7) El castigo por violar la ley sobre el incesto era la muerte. (Lev. 18:29) Aunque Lot y sus hijas no estaban bajo la Ley, sin embargo, ellas tenían conciencia de que era incorrecto tener relaciones con su propio padre, como se muestra por el hecho de que primero lo embriagaron.
¿Por qué, entonces, se le llama a Lot “hombre justo,” en 2 Pedro 2:8? No porque Dios aprobara el que se hubiera emborrachado, ni porque Dios aprobara el incesto. Dios no aprobó tal conducta. Pero debe notarse que no hay nada en el registro que indique que Lot era un borracho habitual, ni estuvo envuelto habitualmente en actos de incesto. Su reputación era la de “hombre justo,” y él tenía esta reputación con Dios, que examina el corazón. Lot deploró los “hechos desaforados” de la gente de Sodoma. Y, evidentemente, para que el Examinador de corazones lo considerara justo, Lot también debe haberse afligido por la conducta incorrecta en la que él mismo se envolvió.
La inclusión de la información acerca de Lot y sus hijas en el registro bíblico realmente debe ayudarnos a apreciar que la Biblia es un libro de verdad. Aun cuando personas conocidas como siervos de Dios se envolvieron en actos incorrectos, la Biblia no lo oculta. Sin embargo, siempre que se relatan cosas de esta clase, no se hace para entretener ni estimular el deseo de participar en conducta inmoral, sino para suministrar antecedentes necesarios para entender otros acontecimientos.