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¿Hubo en realidad un parto virginal?La Atalaya 1976 | 15 de septiembre
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humano perfecto de Dios, sin siquiera el más leve rastro de imperfección. ¡Gracias se den a Dios por este milagro que ha preparado el terreno para que las criaturas humanas sean libertadas del pecado y de la muerte!
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Abriendo generosamente la mano a los necesitadosLa Atalaya 1976 | 15 de septiembre
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Abriendo generosamente la mano a los necesitados
NUESTRO Dios Jehová da el ejemplo cuando se trata de ser generoso. Y esto no se debe simplemente a que, como Dueño de todas las cosas, tiene los recursos necesarios para ser generoso. Se debe a que es la mismísima personificación del amor y de todo sentimiento generoso. Como declaró el dulce cantante de Israel: “Estás abriendo tu mano [tú, Jehová,] y satisfaciendo el deseo de toda cosa viviente.” (Sal. 145:16) Él hace caer su lluvia y hace brillar su Sol hasta sobre las personas que menos se lo merecen. (Mat. 5:45) ¡Qué atento, qué considerado es él para con todos nosotros, que somos criaturas diminutas sobre este pequeño planeta!
En cuanto a los que se acercan para adorarle, él les enseña a esforzarse por ser como él es en los tratos que tiene con otros. Allá en una época que algunos supuestos sabios de nuestro tiempo han considerado “primitiva,” este Dios generoso dio esta instrucción a sus adoradores: “Debes abrir generosamente tu mano a tu hermano afligido y pobre en tu tierra.” (Deu. 15:11) Si esta enseñanza se inculcara, no habría necesidad alguna de grandes campañas de caridad, no habría necesidad de pagar grandes salarios a procuradores profesionales de fondos. La gente respondería a la enseñanza y ejemplo de Aquel que “da generosamente a todos y sin reconvenir.”—Sant. 1:5.
Los adoradores modernos de Jehová también han aprendido esta lección de generosidad. Les impresionan sumamente estas palabras de su Señor y Maestro, Cristo Jesús: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.” (Hech. 20:35) También, han experimentado la verdad de esas palabras, pues toman nota de los necesitados en su vecindario y discretamente comparten con ellos sus bienes materiales. También, al enterarse de que compañeros adoradores de Jehová de otras partes de la Tierra han sido víctimas de alguna calamidad, ¡qué veloces han sido en expresarse e insistir en participar en medidas de socorro especiales! Abren generosamente sus manos a los necesitados.
COMPARTIENDO UN DON MÁS PRECIOSO
Sin embargo, hay una necesidad mayor acerca de la cual se ha enterado el pueblo de Jehová, una necesidad de multitudes por toda la Tierra, una necesidad sobre la cual Cristo Jesús llamó la atención durante su ministerio especial aquí en la Tierra. Hablando en una ocasión a una muchedumbre grande de necesitados, aconsejó: “Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, que el Hijo del hombre les dará.” (Juan 6:27) Nuevamente, declaró: “Está escrito: ‘No de pan solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de Jehová.’”—Mat. 4:4.
De modo que hay algo mucho más valioso que esas cosas materiales vitales: pan y agua. Los apóstoles de Jesús estuvieron muy al tanto de esto. Abordado por un mendigo cojo, por ejemplo, Pedro le dijo
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