El desafío de las “buenas nuevas”
1. ¿Cuáles son las mejores nuevas que pueden oírse hoy, y por qué?
A TODA persona le gusta oír buenas nuevas. ¡Cuán feliz es el esposo cuando se entera de que su esposa ha dado a luz con buen éxito su hijo primogénito! ¡Cuán felices somos al enterarnos de una visita inminente a nuestro hogar por parte de buenos amigos o miembros muy queridos de la familia, quizás la madre o el padre! ¡Cuán feliz es el agricultor cuando oye buenas nuevas procedentes de los campos, que la semilla sembrada está comenzando a germinar! ¡Cuán feliz es el hombre que, después de buscar empleo por muchos meses, finalmente obtiene trabajo! Otra vez tendrá dinero para proveer para las necesidades de la vida de él mismo, de su esposa y de sus hijos. Sí, hay muchos acontecimientos que pueden significar buenas nuevas para nosotros, pero de todas las nuevas que son buenas ningunas podrían ser mejores que las “buenas nuevas del reino [de Dios],” dado que ellas ofrecen la esperanza de bendiciones eternas de vida y paz para la humanidad obediente en un nuevo mundo.—Mat. 24:14.
2. ¿Qué acompaña a menudo al oír buenas nuevas? Ilustre.
2 Pero note que junto con las buenas nuevas a menudo viene responsabilidad. Presentan un desafío. Requieren del recipiente de las buenas nuevas que obre, que haga algo para mostrar su aprecio por las buenas nuevas para que saque pleno provecho de ellas. La llegada del primogénito es buenas nuevas para el esposo y la esposa, pero mediante este milagro del nacimiento llegan a ser padre y madre. Esto requiere que ellos ajusten su vida a la nueva situación y asuman la responsabilidad de ser padres. La llegada de invitados significa trabajo para el amo de casa, aunque es trabajo feliz, para proveer la hospitalidad que se necesita. El brotar la nueva siembra en los campos del agricultor es un desafío para él. Requiere su tiempo y atención espantar los pájaros que pudieran atacar la nueva producción, azadonar la mala hierba y regar las plantas jóvenes. Significa trabajo duro cuidar la nueva siembra hasta que crece a la madurez y es cosechada con buen éxito. Las buenas nuevas de empleo para el hombre sin empleo traen consigo responsabilidad. Ahora tiene un contrato de trabajo al cual debe ser leal a fin de retener su trabajo. El desafío para él es: ¿Resultará ser buen trabajador?
3. (a) ¿Qué nos dicen las “buenas nuevas” en cuanto al futuro de esta Tierra? (b) ¿Qué preguntas hacen ahora las personas sinceras?
3 Asimismo sucede con las “buenas nuevas del reino.” El oír estas buenas nuevas es un desafío-requiere de los que las oyen el que hagan algo que demuestre que las aprecian. ¡Y qué buenas nuevas son! El reino de Dios bajo Cristo Jesús que habrá de destruir a este inicuo sistema de cosas; que habrá de acabar con el odio y la guerra, la enfermedad, las dolencias y la muerte; que habrá de restaurar esta Tierra a un paraíso poblado de hombres y mujeres perfectos, saludables en paz y felicidad, y que habrá de efectuar esto en el futuro muy cercano, dentro de esta generación. (Vea Daniel 2:44; Salmo 37:10, 11; 46:9; Isaías 9:6, 7; Apocalipsis 21:3, 4; Mateo 24:3-14, 32-34.) Sin duda, usted ya está algo familiarizado con estas buenas nuevas. El hecho de que usted está leyendo estas páginas indica su interés en las “buenas nuevas” y en el propósito de Dios por medio de su reino. Sin duda, su deseo es vivir bajo ése, el mejor de los reinos, y gozar eternamente de sus bendiciones. Si éste es su deseo sincero, entonces es natural que usted pregunte: ¿”Qué requerirá esto de mí? Si acepto las buenas nuevas del reino del Dios Todopoderoso, ¿cómo afectará eso mi vida ahora?”
4. ¿Qué clase de conducta se requiere ahora de los que desean conseguir la vida bajo el reino de Dios, y por qué significa esto un cambio?
4 Todos podemos convenir en que las palabras del apóstol Pablo en Efesios 5:16 son ciertas en lo que toca a nuestro tiempo: “Los días son inicuos.” Sí, es sumamente cierto que vivimos en un mundo inicuo, un mundo de injusticia, en el cual los pensamientos y hechos de los hombres son malos. La conducta de los hombres y las naciones no trae gloria a Dios y es indigna de su reino. Hemos crecido en este mundo, en medio de sus tradiciones y costumbres, muchas de las cuales son contrarias a los principios justos de Dios, y en compañía de personas cuya conducta se halla muy lejos de las normas que encontramos en la Biblia, la Palabra de Dios. Todo esto ha tenido sus efectos en nosotros y en nuestra manera de vivir. También, habiendo crecido en un mundo dividido hemos adquirido diferentes lealtades-lealtades a la familia, tribu, raza y nación-las cuales a menudo resultan en división, odio, sospecha y falso orgullo, un sentimiento de superioridad sobre otros. Pero cuando leemos en cuanto al reino de Dios en la Biblia aprendemos otra lealtad que se requiere de los que quieran conseguir la vida eterna. Esta es lealtad a Jehová, el Gobernante Supremo del universo, y a su reino bajo Cristo Jesús, y aprendemos un nuevo modo de vivir en obediencia al dominio de ese reino. Esto requiere conducta diferente a la del mundo. Requiere que uno ‘se porte de una manera digna de las buenas nuevas.’—Fili. 1:27.
5. ¿Qué significa para nosotros aceptar las “buenas nuevas del reino”?
5 Es importante apreciar que las “buenas nuevas” tienen que ver con un reino, el reino de Dios. Un reino es un gobierno y por lo tanto ejerce dominio o gobierna a los que son sus súbditos. Así como otros gobiernos tienen leyes para gobernar a sus súbditos, así el reino de Dios tiene leyes o reglas que gobiernan la conducta de sus súbditos. Por lo tanto, el aceptar las “buenas nuevas” realmente significa aceptar la responsabilidad de ser súbdito del reino celestial de Dios, de ser sumiso a él y humildemente aceptar y obedecer los mandatos del Gobernante Soberano del universo, Jehová Dios. Solo haciendo esto podría uno ser ‘considerado digno del reino de Dios.’—2 Tes. 1:5.
6. ¿Por qué es éste un asunto muy apremiante hoy en día?
6 Este es un asunto que requiere la atención apremiante de todas las personas que viven sobre la Tierra. Las “buenas nuevas del reino” se están predicando ahora en todo el mundo-eso no puede negarse. Esto se debe a que vivimos en los “últimos días” de este mundo actual, y se ha acercado un tiempo de juicio final para todos los que viven en la Tierra. Lo que decidirá entre la vida y la muerte para usted es la manera en que usted escucha las “buenas nuevas” y si está anuente a ser obediente a-ellas y poner su vida en armonía con ellas. Ya muy pronto Cristo Jesús como Rey del reino de Dios, junto con sus santos ángeles, traerá “venganza sobre los que no conocen a Dios y los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús.”—2 Tes. 1:7-10.
LAS BUENAS NUEVAS DECLARADAS A ISRAEL
7. ¿Qué buenas nuevas le fueron declaradas a la nación de Israel mientras estaba en Egipto?
7 Los israelitas, descendientes de Jacob o Israel, el hijo de Isaac, hijo de Abrahán, moraron por muchos años en la tierra de Egipto. Allí se hicieron numerosos. Allí, en aquella tierra de los faraones, llegaron a ser odiados y perseguidos. Fueron reducidos a pueblo esclavo y sufrieron mucha opresión. ¡Pero en medio de su aflicción les llegaron buenas nuevas! Por eso muchos años después se habló de ellos como el pueblo “a quienes les fueron declaradas primero las buenas nuevas.” (Heb. 4:6) Jehová Dios, por medio de su vocero Moisés, dirigió este conmovedor mensaje a los israelitas: “Los sacaré de la aflicción por los egipcios a la tierra de los cananeos . . . a una tierra que rebosa de leche y miel.” (Éxo. 3:17) ¡Qué consolador mensaje! ¡Y con qué gozo lo oyeron los israelitas! ¡Qué gozo también cuando más tarde contemplaron la liberación milagrosa que Jehová obró para ellos a medida que demostró su poder todopoderoso a favor de ellos por medio de las diez plagas y finalmente al destruir a los egipcios en el mar Rojo, mientras los israelitas bajo el mandato de Moisés caminaron a través de tierra seca hacia la seguridad! (Éxodo, capítulos 7 al 15) Mientras todavía estaba en Egipto, a Moisés se le había mandado además que declarara a este pueblo: “Por lo tanto di a los hijos de Israel: ‘Yo soy Jehová, y ciertamente los sacaré de debajo de las cargas de los egipcios y los libraré de su esclavitud, y verdaderamente los reclamaré a ustedes con brazo extendido y con grandes juicios. Y ciertamente los tomaré a ustedes para mí como un pueblo, y verdaderamente demostraré ser Dios para ustedes; y ustedes ciertamente sabrán que yo soy Jehová su Dios quien los está sacando de debajo de las cargas de Egipto.’” (Éxo. 6:6, 7) Aquí estaba la promesa bendita a los israelitas de ser introducidos a una relación especial con Jehová como su pueblo, y esto ciertamente requeriría de ellos conducta digna de ese gran privilegio.
8. (a) ¿Cómo mostrarían aprecio los israelitas por las buenas nuevas que les fueron declaradas? (b) ¿Qué cualidad demostró la nación que resultó en que fuera librada de Egipto?
8 El aprecio de estas buenas nuevas y el privilegio de tener a Jehová como su Dios seguramente harían que la nación de Israel estuviera deseosa y dispuesta en cuanto a hacer obedientemente todo lo que Jehová le mandara. La oportunidad para demostrar tal obediencia llegó muy pronto, cuando, por medio de Moisés, Jehová mandó al pueblo mientras todavía estaba en Egipto que celebrara la Pascua. Cada familia tenía que reunirse en su propio hogar en la noche del 14 de nisán, (calendario judío). Un cordero había de ser muerto y la sangre había de ser rociada en las jambas de las puertas. (Éxo. 12:1-23) Después de recibir estas instrucciones de parte de Moisés “los hijos de Israel fueron e hicieron exactamente como Jehová les había mandado a Moisés y Aarón. Lo hicieron exactamente así.” (Éxo. 12:28) La obediencia de los israelitas en esta ocasión resultó en que sus hogares fueran ‘pasados por alto’ cuando el ángel de Jehová Dios mató a todos los primogénitos de los egipcios. “Y sucedió en este mismo día que Jehová sacó a los hijos de Israel junto con sus ejércitos de la tierra de Egipto.”—Éxo. 12:51.
9. (a) ¿Qué dijo Jehová que llegaría a ser la nación de Israel? (b) ¿Qué requería él de ella?
9 Al tercer mes después de salir de Egipto los israelitas llegaron al monte Sinaí y allí Jehová, otra vez por medio de Moisés como vocero suyo, les aclaró la nueva relación en la cual habían de entrar ahora como su pueblo. “Y Moisés subió hasta el Dios verdadero, y Jehová comenzó a llamarlo de la montaña, diciendo: ‘Esto es lo que habrás de decir a la casa de Jacob y relatar a los hijos de Israel: “Ustedes mismos han visto lo que hice a los egipcios; para llevarlos a ustedes sobre alas de águilas y traerlos a mí mismo. Y ahora si ustedes obedecen estrictamente mi voz y verdaderamente guardan mi pacto, entonces seguramente llegarán a ser mi propiedad especial de entre todos los demás pueblos, porque toda la tierra me pertenece. Y ustedes mismos llegarán a ser para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.” Estas son las palabras que has de decir a los hijos de Israel.’ De modo que Moisés vino y llamó a los hombres de mayor edad del pueblo y expuso delante de ellos todas estas palabras que Jehová le había mandado. Después de eso todo el pueblo respondió unánimemente y dijo: ‘Todo cuanto Jehová ha dicho estamos dispuestos a hacerlo.’”—Éxo. 19:3-8.
10. ¿A qué grado hizo Jehová leyes que gobernaron a su pueblo pactado?
10 La nación de Israel fue singular. La entera nación, todo hombre, mujer y niño, quedó bajo ese arreglo de pacto, a menudo llamado el pacto de la ley, y por medio de él literalmente vino a ser una nación o pueblo separado para Jehová. En verdad, Jehová era su Rey y por eso ejercía el derecho de hacer leyes que gobernaran la vida de sus súbditos abarcando todo aspecto de la vida. Las leyes que se les dieron por medio de Moisés tenían que ver con su adoración de Dios, el hacer ofrendas y sacrificios; había leyes en cuanto a comer, en cuanto a limpieza espiritual y física, en cuanto a la apropiada conducta moral; se dieron leyes en cuanto a la relación apropiada en el matrimonio, los deberes de esposos y esposas, y padres e hijos; hubo leyes y principios que orientaban su relación entre unos y otros como prójimos, recalcando la necesidad de honradez y justicia así como de misericordia y amor al tratar unos con otros.
11. ¿Qué ley concerniente a la sangre dio Dios a Israel, y sobre qué previo mandato se basó esta ley?
11 Algunas de estas leyes solo ensancharon principios o leyes ya dadas previamente y las cuales eran, y todavía son, obligatorias sobre todos los hombres como descendientes de Adán y Noé. Por ejemplo, las leyes en cuanto a la santidad de la sangre dadas a Israel estuvieron basadas en el mandato divino que Dios le dio a Noé después del diluvio, en el capítulo 9 de Génesis. “Todo animal que se mueve que está vivo puede servir de alimento para ustedes. Como en el caso de la vegetación verde, les doy todo ello. Solo carne con su alma-su sangre-no deben comer. Y, además de eso, su sangre de sus almas la reclamaré. De la mano de toda criatura viviente la reclamaré; y de la mano del hombre, de la mano de aquel que es su hermano, reclamaré el alma del hombre. El que derrame la sangre del hombre, por el hombre su propia sangre será derramada, porque a la imagen de Dios hizo él al hombre.” (Gén. 9:3-6) La razón para mostrar tal respeto en el uso de la sangre era que la sangre representaba la vida, o alma; y dado que la vida es un don de Dios, él tiene el derecho de exigir que los hombres respeten la vida de otros hombres y mujeres y también de los animales. Aunque le fue permitido al hombre matar animales para alimento, no habría de haber matanza desenfrenada de animales por deporte. Por consiguiente, en la ley de Dios a los israelitas se recalcó el respeto a la vida, incluyendo el respeto a la sangre que representa a la vida. Jehová mandó: “En cuanto a cualquier hombre de la casa de Israel o algún residente extranjero que esté residiendo como extranjero en medio de ustedes que coma cualquier clase de sangre, ciertamente pondré mi rostro contra el alma que esté comiendo la sangre, y de veras la cortaré de entre su pueblo. Porque el alma de la carne está en la sangre, y yo mismo la he puesto sobre el altar para que ustedes hagan expiación por sus almas, porque la sangre es lo que hace expiación debido al alma en ella. Por eso he dicho a los hijos de Israel: ‘Ninguna alma de ustedes debe comer sangre y ningún residente temporario que esté residiendo por un tiempo en medio de ustedes debe comer sangre.’ En cuanto a cualquier hombre de los hijos de Israel o algún residente extranjero que esté residiendo como extranjero en medio de ustedes que al cazar coja una fiera o un ave que pueda comerse, en ese caso debe derramar su sangre y cubrirla con polvo. Porque el alma de toda clase de carne es su sangre por el alma en ella. En consecuencia dije a los hijos de Israel: ‘No debes comer la sangre de ninguna clase de carne, porque el alma de toda clase de carne es su sangre. Cualquiera que la coma será destruido.’” En el sexto de los Diez Mandamientos se recalcó otra vez la santidad de la vida con las palabras: “No debes asesinar.”—Lev. 17:10-14; Éxo. 20:13.
12. ¿Qué se manifiesta en los Diez Mandamientos, que Jehová escribió en las tablas de piedra?
12 Los Diez Mandamientos declararon diez leyes o reglas básicas que gobernaban a los israelitas. Fueron inscritos por Dios mismo por el poder del espíritu santo en dos tablas de piedra que fueron dadas a Moisés en el monte Sinaí. Correctamente ocuparon el lugar preeminente en el código de la ley dado a Israel, aunque siguieron formando parte de él. Señalaron leyes o principios básicos, reglas de conducta que gobernaban primero a la relación de los israelitas con Dios y luego su relación con la unidad de la familia y unos con otros. Los primeros cuatro recalcaron la necesidad de adoración de todo corazón y exclusiva a Jehová como Dios y la obediencia a sus mandamientos. El quinto mostró la necesidad de la unidad de la familia, los hijos respetando al padre y a la madre; y los cinco restantes se relacionaban con los tratos con los semejantes: no matar, no cometer adulterio, no robar, no dar falso testimonio en contra de otro, no codiciar, es decir, no desear equivocadamente algo que perteneciera a otro.—Éxo. 20:1-17.
NACIÓN DE ISRAEL PROVEE EJEMPLO AMONESTADOR
13, 14. (a) ¿Qué le resultaría a Israel por la obediencia a las leyes de Dios? (b) ¿Qué bendición le vino, y por qué no duró ésta?
13 La obediencia a las leyes de Jehová les traería a los israelitas incalculables bendiciones. Sus mandamientos los guiarían en conducta sana que promovería unidad en la nación, buena salud y felicidad. Pero lo más importante de todo, los dirigirían en la adoración correcta, en la conducta correcta que sería agradable a Jehová su Dios, y que aseguraría el favor de él. La obediencia de ellos los protegería de la religión falsa y de las prácticas inmorales que los conducirían al pecado y a la rebelión y con el tiempo a ser rechazados por Dios.
14 Fiel a su promesa, Dios condujo a los israelitas a una tierra que rebosaba de leche y miel. (Éxo. 3:8; Núm. 13:27) Después de muchas experiencias la nación se estableció en la Tierra Prometida, Canaán o Palestina, y se informa que bajo el dominio del rey Salomón “la paz misma llegó a ser suya en toda región suya, por todas partes. Y Judá e Israel continuaron morando en seguridad, cada uno debajo de su propia vid y debajo de su propia higuera, desde Dan hasta Beer-seba, todos los días de Salomón.” (1 Rey. 4:24, 25) Pero tales bendiciones no duraron. La repetida desobediencia a la ley de Dios finalmente segó su propia recompensa-ser rechazados por Dios como pueblo suyo. En vez de bendiciones, vinieron sobre la nación las maldiciones que Dios había predicho por tal desobediencia.
15. (a) ¿En qué dos mandamientos básicos se basaba la relación de Israel con Jehová? (b) ¿Por qué no engañaría a Jehová ninguna forma hipócrita de adoración?
15 Aunque el pacto de la ley tuvo los Diez Mandamientos como fundamento, la relación de la nación con Dios se basaba realmente en dos principios fundamentales-amor a Dios y amor al prójimo. (Deu. 6:5-9; Lev. 19:18) La fidelidad a estos dos principios era sumamente esencial para permanecer en el favor de Dios. La debilidad o fracaso temporario a causa de la imperfección humana, aunque acarreaba corrección y reprensión, todavía podía perdonarse, pero cuando la nación perdió su amor a Dios y ya no le sirvió con todo el corazón esto solo podría resultar en desastre. (1 Cró. 28:9; Pro. 4:23) Ninguna forma hipócrita de adoración podía engañarlo, porque Jehová es un Dios que ‘ve el corazón’ y que está ‘escudriñando el corazón’ de los hombres. El corazón del mayor número del pueblo de Israel se alejó del amor a Dios y al prójimo para amarse él mismo, y Jehová discernió esto. Podía ver los hechos inicuos que se ejecutaban, primero en la oscuridad y luego abiertamente en pleno día, a medida que el corazón de la gente se endurecía en la conducta mala.—1 Sam. 16:7; Jer. 17:10.
16. (a) ¿Cómo vino la calamidad sobre esa nación? (b) ¿Cómo explicó el profeta Jeremías la razón de esto?
16 Los israelitas entraron en la Tierra Prometida en 1473 a. de J.C., y la tierra fue subyugada finalmente bajo ellos en el tiempo del rey David, cuyo reino de cuarenta años terminó en 1037 a. de J.C. Cuarenta años después la nación fue rasgada en dos por los celos y la rivalidad, y por eso, después de la muerte del rey Salomón en 997 a. de J.C., la nación original de Israel se dividió en dos reinos, el reino de diez tribus de Israel al norte con Samaria como capital, y el reino de dos tribus de Judá al sur con Jerusalén como capital. El reino septentrional de diez tribus fue destruido por los asirios en 740 a. de J.C., y luego en 607 a. de J.C. el reino de Judá fue destruido por los babilonios. No mucho tiempo antes de ese fin para el reino de Judá, Jeremías les pronunció estas palabras: “‘“Porque yo solemnemente amonesté a sus antepasados en el día que los hice subir de la tierra de Egipto y hasta este día, levantándome temprano y amonestando, diciendo: ‘Obedece mi voz.’ Pero no escucharon ni inclinaron su oído, sino que siguieron andando cada uno en la terquedad de su mal corazón; y por eso traje sobre ellos todas las palabras de este pacto que les mandé hacer, pero que no hicieron.”’ Además, Jehová me dijo: ‘Conspiración se ha hallado entre los hombres de Judá y entre los habitantes de Jerusalén. Han regresado a los errores de sus antepasados, los primeros, que rehusaron obedecer mis palabras, pero que ellos mismos han andado tras otros dioses a fin de servirles a ellos. La casa de Israel y la casa de Judá han quebrantado mi pacto que concluí con sus antepasados. Por lo tanto esto es lo que Jehová ha dicho: “Aquí estoy acarreando sobre ellos una calamidad de la que no podrán salirse; y ciertamente clamarán a mí por ayuda, pero no los escucharé.”’”—Jer. 11:7-11. Compare Deuteronomio 6:12-15 y 28:15, 45-47.
17. ¿Qué restauración temporaria recibieron los israelitas?
17 Jehová en su gran misericordia y en cumplimiento de su promesa y propósito, restauró a un resto de la nación desde Babilonia hasta la Tierra Prometida después de un período de desolación de setenta años. Otra vez las buenas nuevas de esta liberación llegaron al pueblo de Israel mientras estaba en condición de cautiverio. Este resto del Israel natural fue regresado a Palestina a fin de que la adoración de Jehová pudiera ser restaurada allí, aunque no fue restaurado como una nación independiente, como un reino separado.
18. ¿Se probó la nación de Israel “digna de las buenas nuevas” que le fueron proclamadas?
18 ¿Se probó al fin esa nación antigua de Israel “digna de las buenas nuevas” que le había predicado Moisés allá en, Egipto? ¿Cumplió ella la promesa que hicieron sus antepasados de hacer todo lo que Jehová les había mandado y de ser verdaderamente su pueblo, haciendo su voluntad? El Registro inspirado contesta: ¡No! El ser completamente indigna como nación se vio claramente por su actitud hacia Jesús, el Mesías prometido, a quien ella rechazó e hizo que fuera empalado en un madero. Exactamente antes de su muerte, Jesús pronunció juicio sobre la nación cuando dijo: “Jerusalén, Jerusalén, la asesina de los profetas y apedreadora de los que son enviados a ella,—¡cuántas veces quise recoger a tus hijos, de la manera que la gallina recoge a sus polluelos bajo sus alas! Pero ustedes no lo quisieron. ¡Miren! su casa se les deja abandonada a ustedes.”—Mat. 23:37, 38; Luc. 23:18-25; Hech. 2:23.
19. (a) ¿De qué gran privilegio habían disfrutado los Israelitas mientras fueron fieles? (b) Cuando Dios rechazó finalmente a esa nación, ¿significó esto el fin de los tratos de Dios con la humanidad?
19 Los israelitas habían gozado del alto privilegio de ser una nación de testigos de Jehová. (Isa. 43:10-12) Esto no quiere decir que se les mandó que predicaran en cuanto a Jehová a todas las otras naciones de la Tierra; más bien, era que habían sido apartados para el servicio y adoración exclusivos de Jehová. Por las maravillosas obras que Jehová ejecutó a favor de ellos y mediante el practicar ellos la adoración verdadera cuando fueron fieles, Jehová se hizo un gran nombre para él mismo. Pero ellos solo podían continuar como sus testigos por medio de adherirse a la adoración verdadera y honrar el pacto que él había hecho con ellos y por medio de obedecer sus mandamientos. No hicieron esto. Por eso Jehová desechó al Israel natural. El arreglo del pacto de la ley con ellos llegó a su fin, siendo cumplido en Jesús y su ley siendo clavada al madero de tormento. (Col. 2:14) Pero esto no puso fin a todos los tratos de Dios con los hombres. Ahora, con Cristo Jesús como Mediador, fue inaugurado un arreglo de nuevo pacto, no con el Israel natural, sino con una nación que produjera los frutos correctos, cuya conducta sería digna de un reino celestial de Dios con Cristo como Rey.—Heb. 8:6; Mat. 21:43.