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La familia feliz del Dios obrador de maravillasLa Atalaya 1960 | 15 de junio
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“Escribe, porque estas palabras son fidedignas y verídicas.” “A todo el que tenga sed le daré de la fuente del agua de vida gratis.” (Apo. 21:1-7) Todos los que aman la verdad y la justicia beban profundamente ahora del agua de la vida, para que retengan para siempre su lugar en la familia feliz del gran Dios que está “haciendo cosas maravillosas.” ‘Con todo el corazón,’ oren al Padre, como David oró: “Tú eres Dios, tú solo. Instrúyeme, oh Jehová, acerca de tu camino. Andaré en tu verdad. Unifica mi corazón para temer tu nombre.”—Sal. 86:10, 11.
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Dos mandamientos de los cuales pende la LeyLa Atalaya 1960 | 15 de junio
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Dos mandamientos de los cuales pende la Ley
“MAESTRO, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?” preguntó un fariseo. Jesús le dijo: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente.’ Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo, semejante a él, es este: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.’ De estos dos mandamientos pende toda la Ley, y los Profetas.”—Mat. 22:34-40.
Aquí Jesús señaló minuciosamente los requisitos que eran fundamentales de la Ley, no solamente de los Diez Mandamientos sino de todo el pacto de la Ley con sus más de seiscientas leyes dadas por Dios, y de los Profetas. Es digno de atención el que los dos mandamientos que Jesús seleccionó como de la mayor importancia no se tomaron del Decálogo, pero eran parte de la Ley, toda la cual, dijo él, pende de ellos.
Es en Deuteronomio 6:5 que se halla este mandamiento más grande, pero éste no es el único lugar donde se halla. La idea se repite a menudo como siendo fundamental a la reacción de los israelitas a todos los mandamientos que Dios les había dado. Instando a la gente a obedecer todas las leyes de Dios, Moisés declaró: “Oh Israel, ¿qué está pidiendo de ti Jehová tu Dios sino que temas a Jehová tu Dios, de modo que andes en todos sus caminos y que lo ames y que sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y toda tu alma?”—Deu. 10:12.
Ciertamente, si los israelitas amaran a Jehová su Dios, nunca se apartarían tras otros dioses, no darían la devoción que le pertenecía a Él a una imagen esculpida, no tomarían el nombre de Jehová de manera indigna, ni convertirían en un día para ganancia egoísta el día sabático que él había apartado especialmente para la adoración de él. La violación de cualquiera de estos mandatos, o de cualquiera de las otras regulaciones justas de Dios, revelaría falta de amor de parte de ellos. Por lo tanto, apropiadamente puede llamársele a éste el “mandamiento más grande de la Ley.”
Así, también, respecto al mandamiento de amar uno a su prójimo. Registrado en Levítico 19:18, dice: “Debes amar a tu compañero como a ti mismo.” Pero el mandato es fundamental y se menciona en conexión con otras obligaciones. Por ejemplo, en el versículo treinta y cuatro Le 19:34
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