Un juez modesto que quería estar seguro
SUCEDIÓ durante el siglo trece a. de la E.C., unos 200 años después de la muerte del sucesor de Moisés, Josué. La ubicación fue el valle de Jezreel en la porción septentrional de la tierra que Dios les había prometido a los israelitas.
¿Qué aconteció en aquel tiempo que sea de interés para nosotros hoy? Uno de los jueces de Israel con un ejército de solo 300 hombres derrotó a una fuerza enemiga que ascendía a unos 135.000 individuos.
¿Cómo pudo suceder tal cosa? Un factor importante fue la determinación de este juez de estar seguro de que Dios lo apoyaba.
El registro bíblico de este acontecimiento asombroso se encuentra en el libro de Jueces, capítulos 6 al 8, que comienza así: “Entonces los hijos de Israel empezaron a hacer lo que era malo a los ojos de Jehová. De modo que los dio Jehová en mano de Madián por siete años. Y la mano de Madián llegó a prevalecer contra Israel.” (Jue. 6:1, 2) Si Israel sembraba, los madianitas y otros merodeadores “acampaban contra ellos y arruinaban el producto de la tierra por la entera distancia hasta Gaza, y no dejaban que quedara en Israel sustento alguno ni oveja ni toro ni asno.”—Jue. 6:4.
DIOS ESCOGE AL “MÁS CHICO”
Con desesperación, los israelitas “clamaron a Jehová por socorro a causa de Madián.” (Jue. 6:7) Por lo tanto, Dios levantó como juez y libertador a un hombre de la familia de Abiezer (una subdivisión de la tribu de Manasés), a saber, Gedeón hijo de Joás. Mientras Gedeón batía en secreto el grano en un lagar, para no ser visto por el enemigo, un ángel se le apareció y le dijo: “Jehová está contigo, oh valiente y poderoso.” Sorprendido, Gedeón preguntó cómo podría ser que Dios estuviera con Israel, cuando ellos se encontraban en tan grandes apuros. “Por lo cual Jehová [por medio de su ángel] se volvió hacia él y dijo: ‘Ve en este poder tuyo, y ciertamente salvarás a Israel de la palma de la mano de Madián ¿No te envío yo?’”—Jue. 6:11-14.
La respuesta de Gedeón a esta comisión de Dios revela una disposición modesta. Contestó: “Dispénsame, Jehová. ¿Con qué salvaré yo a Israel? ¡Mira! El millar mío es el más pequeño de Manasés, y yo soy el más chico de la casa de mi padre.” Sin embargo, Dios le aseguró: “Porque yo resultaré estar contigo, y ciertamente derribarás a Madián como si fuese un solo hombre.”—Jue. 6:15, 16.
Sin embargo, Gedeón conocía las dificultades que entrañaría el trabar batalla contra Madián y cualesquier naciones que se le unieran. Por lo tanto solicitó una “señal” para estar seguro de que esta comisión realmente procedía de Dios. Trajo una dádiva de carne, tortas no fermentadas y caldo, colocó estas cosas en una peña grande y derramó el caldo. El mensajero angélico tocó la carne y las tortas no fermentadas con su báculo. Desde la peña empezó a ascender fuego y a consumir la ofrenda, después de lo cual el mensajero desapareció. “Por lo tanto Gedeón se dio cuenta de que era el ángel de Jehová.”—Jue. 6:17-22.
Aquella noche Jehová puso a prueba a su juez escogido. Dios le mandó derruir el altar de su padre al dios Baal, derribar el poste sagrado que estaba junto a él y edificar en su lugar un altar a Jehová y ofrecer en él el toro joven de siete años de su padre Joás (evidentemente un toro considerado sagrado a Baal). El poste sagrado serviría de leña. Valerosamente, Gedeón aceptó esta asignación. Pero, manifestando precaución, la llevó a cabo de noche.—Jue. 6:25-27.
Cuando los hombres de la ciudad se levantaron al día siguiente y vieron lo que había sucedido, exigieron la vida de Gedeón. Sin embargo, su padre, Joás, intervino, arguyendo que si Baal de veras era un dios, debería hacer su propia defensa.—Jue. 6:28-32.
INSÓLITOS PREPARATIVOS DE BATALLA
Enseguida el relato bíblico narra que “todo Madián y Amalec y los orientales se reunieron como uno solo y procedieron a cruzar y a acampar en la llanura baja de Jezreel.” Entonces el espíritu de Jehová envolvió a Gedeón. Él reunió a los abiezritas para la batalla, y también envió mensajeros por toda Manasés y hasta Aser, Zabulón y Neftalí, instando a los hombres a unirse a él. (Jue. 6:33-35) Los que se reunieron a su lado ascendieron a 32.000. Sin embargo, los que estaban en el campo enemigo eran unos 135.000, un número que excedía al de Israel a razón de 4 contra 1.
Ahora Gedeón solicitó que Dios ejecutara dos milagros, nuevamente para estar seguro de que Dios respaldaría la acción que se iba a tomar contra Madián. Pidió que un vellón que se dejaría de la noche a la mañana en una era resultara empapado de rocío mientras que el suelo que lo rodeara quedara seco, y a la noche siguiente que el vellón resultara seco, aun cuando el suelo resultara mojado. Dios le concedió ambas peticiones.—Jue. 6:36-40.
Cuando Gedeón y sus fuerzas acamparon en preparación para enfrentarse al enemigo, Jehová dio un mandato inesperado: “La gente que está contigo es demasiada para que yo dé a Madián en su mano. Tal vez se gloriaría Israel contra mí, diciendo: ‘Mi mano fue la que me salvó.’ Y ahora proclama, por favor, a oídos del pueblo, diciendo: ‘¿Quién hay que tema y tiemble? Que se retire.’ “Obedientemente, Gedeón los puso a prueba. ¿Y el resultado? “Con eso, se retiraron veintidós mil de los del pueblo, y hubo diez mil que quedaron.” (Jue. 7:2, 3) La ventaja contra Israel súbitamente subió a 13 contra 1.
Luego, Jehová le mandó a Gedeón que condujera a los diez mil varones restantes hacia el agua para una prueba más. La mayoría se descuidó, y codiciosamente se pusieron de rodillas para beber. Sin embargo, 300 de los hombres permanecieron vigilantes, pues se inclinaron solo suficientemente como para llevar el agua a la boca con la mano. Entonces Dios dijo: “Por los trescientos hombres . . . los salvaré a ustedes, y daré a Madián en tu mano.” (Jue. 7:4-7) Esto hizo que la ventaja contra Israel fuese de 450 contra 1.
Dios le dijo a Gedeón que, si tenía miedo, él junto con un servidor deberían explorar el campamento enemigo de noche. Gedeón hizo esto, y alcanzó a oír que un hombre le relataba un sueño a su compañero. El hombre había soñado que una torta redonda de pan de cebada había entrado dando vuelta tras vuelta en el campamento de Madián y había hecho caer a plomo una de sus tiendas. El compañero exclamó: “Esta no es otra cosa sino la espada de Gedeón hijo de Joás, un hombre de Israel. El Dios verdadero ha dado en su mano a Madián y todo el campamento.”—Jue. 7:9-14.
Fortalecido, Gedeón regresó al campamento de Israel y organizó su acción contra el enemigo. Pero ¿cómo podría un grupo de 300 tener buen éxito contra unos 135.000?
“¡LA ESPADA DE JEHOVÁ Y DE GEDEÓN!”
El precavido juez arregló sus fuerzas en tres partidas de cien cada una. Esto hacía posible acercarse al enemigo desde tres lados. Gedeón dio a cada individuo un cuerno, un jarrón grande y una antorcha dentro del jarrón, y explicó: “Cuando yo haya tocado el cuerno, yo y todos los que están conmigo, entonces ustedes tienen que tocar los cuernos, ustedes también, alrededor de todo el campamento, y tienen que decir: ‘¡De Jehová y de Gedeón!’” (Jue. 7:16-18) ¿En qué resultó esta estrategia? El relato bíblico pasa a relatar:
“Con el tiempo llegó Gedeón con los cien hombres que estaban con él a la orilla del campamento al comienzo de la vigilia intermedia de la noche. Justamente habían acabado de apostar a los centinelas. Y procedieron a tocar los cuernos, y hubo un rompimiento violento de los jarrones para agua que estaban en sus manos. En esto las tres partidas tocaron los cuernos e hicieron añicos los jarrones y asieron de nuevo las antorchas con la mano izquierda y con la mano derecha los cuernos para tocarlos, y empezaron a gritar: ‘¡La espada de Jehová y de Gedeón!’ Todo este tiempo se quedaron en pie, cada uno en su lugar en derredor del campamento, y el entero campamento echó a correr y rompió a gritar y se fue huyendo. Y los trescientos continuaron tocando los cuernos, y Jehová procedió a poner la espada de cada uno contra el otro en todo el campamento; y el campamento siguió huyendo hasta Bet-sita, adelante a Zerara, hasta las afueras de Abel-meholá junto a Tabat.”—Jue. 7:19-22.
¡Devastador de veras fue el efecto de esta estrategia! El tocar los cuernos, el romper los jarrones, el alzar las antorchas y el gritar evidentemente hicieron que los madianitas creyeran que estaban rodeados por una enorme fuerza militar. Probablemente pensaron que cada antorcha representaba, no a un solo individuo, sino a una entera partida de soldados. Llenos de pánico, huyeron, y hasta volvieron “la espada de cada uno contra el otro” entre su propia gente.
Determinado a infligir una derrota total al enemigo, ahora Gedeón pidió ayuda a las tribus de Manasés, Aser, Neftalí y Efraín. Los hombres de éstas descendieron sobre los madianitas que huían y les cortaron sus rutas de escape. Los hombres de Efraín capturaron y ejecutaron a Oreb y Zeeb, los dos príncipes de Madián.—Jue. 7:23-25.
Entonces sucedió algo que nuevamente despliega la excelente disposición de Gedeón. Leemos: “Los hombres de Efraín le dijeron: ‘¿Qué clase de cosa es ésta que nos has hecho de no llamarnos cuando fuiste a pelear contra Madián?’ Y vehementemente trataron de armar riña con él.” Sin embargo, el valiente juez respondió con modestia loable: “¿Pues qué he hecho yo en comparación con ustedes? . . . Fue en mano de ustedes que Dios dio a los príncipes de Madián, a Oreb y Zeeb, ¿y qué he podido hacer yo en comparación con ustedes?” Esta respuesta apacible impidió que hubiera más riña.—Jue. 8:1-3; Pro. 15:1.
Aunque cansados, este valeroso juez, junto con sus trescientos hombres, cruzaron el Jordán en seguimiento de Zeba y Zalmuna, los reyes de Madián. En camino, Gedeón solicitó alimento de los hombres de Sucot, pero los príncipes de Sucot rehusaron, diciendo: “¿Están ya en tu mano las palmas de las manos de Zeba y de Zalmuna para que tenga que dársele pan a tu ejército?” La misma cosa sucedió en la ciudad de Penuel.—Jue. 8:4-9.
A pesar de sus penalidades, Gedeón y sus hombres continuaron con el seguimiento. Finalmente encontraron a Zeba y Zalmuna, junto con los restantes 15.000 de sus hombres. De nuevo este juez que había recibido nombramiento divinamente demostró precaución, pues “empezó a herir el campamento mientras se hallaba desprevenido el campamento.” (Jue. 8:10, 11) Zeba y Zalmuna huyeron, pero fueron capturados y ejecutados por Gedeón.—Jue. 8:12, 18-21.
Tanto apreciaron los hombres de Israel la victoria completa de Gedeón que le pidieron que estableciera una dinastía gobernante sobre ellos. Pero él no deseaba nada de la pompa y adoración de criaturas que acompañan a la realeza de hechura humana. “Yo mismo no gobernaré sobre ustedes, ni gobernará sobre ustedes mi hijo. Jehová es el que gobernará sobre ustedes.”—Jue. 8:22, 23.
Entonces Gedeón pidió contribuciones de joyas de oro que se habían obtenido como despojo. Con éstas hizo un costoso efod, o prenda de vestir sacerdotal, quizás adornado con piedras preciosas. Probablemente hizo esto con buen motivo, pues quizás consideraba al efod como una conmemoración de la conquista de Madián. Sin embargo, el efod se convirtió en piedra de tropiezo, pues “todo Israel empezó a tener ayuntamiento inmoral con éste [el efod] allí, de modo que les sirvió de lazo a Gedeón y a su casa.” (Jue. 8:27) Aparentemente los israelitas utilizaron la prenda de vestir costosa en algún tipo de adoración falsa.
LECCIONES VALIOSAS PARA HOY DÍA
El relato bíblico tocante a Gedeón contiene lecciones valiosas para las personas que viven hoy. Considere, por ejemplo, la precaución de Gedeón. ¿Notó usted cómo este juez repetidas veces buscó evidencia milagrosa de que Dios lo estaba respaldando? Esto no indicaba falta de fe. Se requería gran fe para mostrar la disposición de trabar batalla con una desventaja de 4 contra 1, sin mencionar el que aumentó a 13 contra 1 y, finalmente, a 450 contra 1. Pero aunque estaba lleno de fe, Gedeón quería estar seguro del apoyo divino para una tarea que humanamente era imposible. Aun después de recibir esta seguridad, Gedeón procedió con precaución, avanzando contra el enemigo cuando éste estaba desprevenido.
De modo similar hoy, un mundo hostil a los adoradores verdaderos de Jehová excede por mucho en número a los cristianos. (Juan 15:18, 19) Los que quieren agradar a Dios en este período tienen que examinar continuamente la Biblia para estar seguros de que su servicio sagrado se amolda a ella y tiene el apoyo de Dios. (2 Cor. 13:5) Tal como Gedeón derribó con precaución el altar de Baal de noche, los cristianos tienen que ser “cautelosos como serpientes” y demostrar prudencia al llevar a cabo su obra de testificar y hacer discípulos, que derriba las falsedades religiosas. (Mat. 10:16; 24:14; 28:19, 20) Buscan ocasiones oportunas y métodos que permitan que el mensaje cristiano tenga su efecto provechoso en las personas de corazón recto.
Suministra otra excelente lección el considerar la humildad de Gedeón. Las Escrituras les aconsejan a los cristianos que desarrollen una actitud semejante, “no haciendo nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino . . . con humildad de mente.”—Fili. 2:3.
Adicionalmente, este relato bíblico es profético. El juez Gedeón prefigura a Cristo Jesús, a quien Dios “ha encargado todo el juicio.” (Juan 5:22) Las Escrituras predicen que pronto Jesús, junto con ejércitos angélicos, trabará batalla con “los reyes de la tierra y . . . sus ejércitos.” (Rev. 19:11, 14, 19) El resultado estará de acuerdo con la oración del salmista con referencia a la liberación que Gedeón efectuó: “Hazles como a Madián. . . . En cuanto a sus nobles, haz que éstos sean como Oreb y como Zeeb, y como Zeba y como Zalmuna . . . para que la gente sepa que tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra.”—Sal. 83:9-18.