¿Puede un gobierno estar libre de corrupción?
“Bajo el gobierno de los justos está contento el pueblo.”—Pro. 29:2, NC.
¿QUÉ piensa usted en cuanto a gobierno? Gente de diferentes países ha manifestado un alto nivel de descontento y desconfianza para con los gobernantes. Muchas personas están abandonando los principales partidos políticos. Otras se hacen independientes o recurren a algún nuevo partido, mientras que algunas se retiran completamente de la política. Hay quienes creen que el protestar como piquetes y efectuar manifestaciones logrará alguna reforma.
Esto no quiere decir que la gente se esté alejando del gobierno per se. Simplemente desconfía de los que están en posiciones gubernamentales. Por todo el mundo se manifiesta extensamente esta actitud, particularmente en países en los cuales la gente tiene voz y voto en los asuntos gubernamentales.
La corrupción que han manifestado ciertos gobernantes ha hecho que Arnold A. Hutschnecker, doctor en medicina y escritor, recomiende que “los candidatos, antes que se les permita entrar en una carrera política, deberían ser examinados y aprobados por una junta de médicos y psiquiatras para que haya seguridad de que están sanos de mente y cuerpo.”
Casi todo el mundo está de acuerdo en que es esencial tener gobierno de alguna clase. De otro modo habría la indeseable oclocracia, la anarquía. Pero la felicidad de la gente depende en gran parte de la integridad y habilidad de los que están en posiciones gubernamentales. Y, de sí mismos, ningún hombre o cuerpo de hombres tiene la habilidad necesaria para gobernar de una manera completamente justa. Todos los hombres son imperfectos y por lo tanto se ven sujetos a presiones e influencias que no pueden resistir por sus propias fuerzas cuando se les da poder sobre su prójimo. Un hombre que fue rey él mismo, y observador perspicaz de gobiernos, habló de las calamidades que habían acontecido “durante el tiempo que el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo.”—Ecl. 8:9.
En consecuencia, la gobernación tiene que venir de una fuente superior al hombre. Solo el Creador puede forjar leyes que funcionen con igualdad e imparcialidad para provecho de todos, y entonces puede ponerlas en vigor de manera plenamente justa e imparcial. Solo él conoce lo que compone al hombre y lo que éste necesita para ser feliz. Pero, por otra parte, ¿está dispuesto el Creador a suministrar esa clase de gobierno? ¿Se propone hacerlo?
Sí, él quiere hacerlo. Se lo ha propuesto y ya ha escogido a un gobernante incorrupto. ¿Podemos estar seguros de que su selección es correcta? ¿Podemos creer y confiar en Su nombramiento, en que este gobernante mantendrá libre de corrupción su gobierno? Nos conviene investigar cuidadosamente.
UN PACTO PARA GOBIERNO INCORRUPTO
Dios ya ha celebrado un pacto real, ha emitido un decreto, para un gobierno de esa índole. Hizo esto hace mucho con un rey que fue escogido por él mismo. ¿A qué se debe que este pacto se haya celebrado desde hace tanto tiempo y sin embargo la humanidad de ninguna manera haya tenido gobernación perfecta?
Dios celebró este pacto en tiempo tan temprano para nuestro bien. Así permitió tiempo para que acontecieran sucesos que nos permitirían ver el fracaso de los gobiernos de hechura humana y escoger inteligentemente a qué clase de gobierno queremos servir. Podemos confiar en que podemos cifrar nuestra expectativa en el gobierno que Dios se propone hacer que gobierne. Consideremos lo que este importante pacto provee y promete.
Cuando Dios celebró este pacto para un gobierno sobre la Tierra, había formado a la nación de Israel como el pueblo que llevaba su nombre. Estableció su reino terrestre sobre aquella nación, no debido a parcialidad, sino a fin de revelar a toda la humanidad su manera de tratar y la clase de gobierno que tiene propuesto. Aquel reino solo fue típico. Por el trato de Dios con él, podemos tener una base para fe en el gobierno venidero de Dios para toda la Tierra.—Deu. 4:5-8; Sal. 67:1-7.
Jehová Dios celebró el pacto del reino con un hombre llamado David, rey de Israel en aquel tiempo. Esto se debió a que David adoraba con todo el corazón a Jehová. Ponía el esfuerzo de toda su alma en la promoción de la adoración verdadera por todo su dominio. Si usted lee los Salmos o poemas líricos escritos por David, verá lo que él pensaba en cuanto a gobierno divino. Por ejemplo, en el Salmo 40, David dijo: “En hacer tu voluntad, oh Dios mío, me he deleitado, y tu ley está dentro de mis entrañas.”—Sal. 40:8.
David deseaba honrar el nombre y la adoración de Dios edificando un templo. En aprecio Jehová celebró un pacto o hizo una promesa solemne de edificarle una casa a David, no una residencia literal, sino una casa de una línea de reyes en la familia de David. Le dijo a David: “Tu casa y tu reino ciertamente serán estables hasta tiempo indefinido delante de ti; tu mismísimo trono llegará a ser un trono firmemente establecido hasta tiempo indefinido.”—2 Sam. 7:11-16.
Aunque en 607 a. de la E.C. los babilonios derribaron el trono de David que estaba en manos de su linaje real y éste nunca jamás sería restablecido en la Tierra, Dios no olvidó o abandonó ese pacto. ¿Cómo se explica esto?—Eze. 21:25-27; Isa. 9:6, 7; Hech. 13:34.
SE SUMINISTRA EL GOBERNANTE INCORRUPTIBLE
Se explica porque Dios jamás se propuso que el trono se estableciera en la Tierra para siempre. El rey permanente sería de la línea de David. Jehová mantuvo intacta esa línea, tanto pasando por el rey Salomón, hijo y sucesor de David, como por Natán, otro hijo. Alrededor del año 2 a. de la E.C. Dios seleccionó a una muchacha virgen llamada María, de la línea de Natán, y por espíritu santo hizo que llegara a estar encinta. Realmente, Dios transfirió la vida de su Hijo celestial, su primer Hijo creado, a un óvulo en la matriz de María. De modo que el niño que nació era el Hijo de Dios. No hubo nada impío en esto. (Luc. 1:26-33) Dios, por medio de su ángel, le explicó el asunto a José, el joven con quien María estaba comprometida. Este hombre justo, tomó fiel y obedientemente a María como esposa, y cuando el niño nació y fue llamado Jesús por dirección divina, José adoptó a Jesús como su hijo. Después de esto José y María tuvieron otros hijos.—Mat. 1:18-25; 13:53-56.
De modo que Jesús era heredero natural de David por medio de su madre, que era descendiente de Natán el hijo de David. Pero, ¿qué hay del derecho real, que pertenecía a la línea de Salomón? Jesús tenía legalmente este derecho también, porque su padre adoptivo José era descendiente del rey Salomón. Por lo tanto, fue como heredero legítimo del rey David que Jesús, cuando tenía unos treinta años de edad, se presentó ante el representante de Dios, Juan el Bautista, para ser bautizado. Jesús estaba entrando aquí en un proceder que sería de prueba para él y demostraría que él sería un gobernante plenamente digno de confianza e incorrupto sobre el trono de David para siempre.—Heb. 10:5-10; 5:8-10.
Sin embargo, esta gobernación no habría de ejercerse desde un trono terrestre. En su bautismo Jesús llegó a ser el Mesías, el Cristo, el Ungido de Dios. Otros reyes de la línea de David habían sido ungidos con aceite, pero Jesús fue ungido con espíritu santo y engendrado como Hijo espiritual de Dios. (Mat. 3:13-17; Hech. 10:38) Con el tiempo moriría y sería resucitado para vida en el cielo, donde anteriormente había estado con su Padre, aun antes de haber sido fundado el mundo.—Juan 1:1-3, 18; 8:58; Col. 1:13-17.
UN GOBERNANTE PROBADO, ACREDITADO
¿Cómo podemos estar seguros de que el gobierno del Mesías será incorruptible? Dios predijo e hizo preparativos para la gobernación de su Mesías durante siglos. Aun antes que su Hijo viniese a la Tierra Dios lo utilizó, como el guardián invisible de la nación de Israel. (Éxo. 33:1, 2; 23:20-23) En este puesto el Hijo de Dios tuvo mucha experiencia en aplicar las leyes de Dios y en cuanto a la manera en que Dios trata con la humanidad. Además, mucho antes de eso, este Hijo, que llegó a ser Jesucristo, fue un “obrero maestro” durante la mismísima creación de todas las cosas bajo la supervisión de Jehová. Por lo tanto estaba muy interesado en la humanidad.—Pro. 8:22, 30, 31.
En cuanto a su incorruptibilidad, su proceder en la Tierra demostró que él era insobornable, que no se le podía inducir por presión u obligar a hacer lo incorrecto, a desviarse ni una jota de los principios estrictamente correctos, honrados. Llenó los requisitos que Dios declaró que tenía que satisfacer un gobernante. A los que serían nombrados jueces y oficiales en su gobierno típico, pictórico, de Israel, Dios mandó: “No debes pervertir el juicio. No debes ser parcial ni aceptar soborno, porque el soborno ciega los ojos de los sabios y tuerce las palabras de los justos. La justicia... la justicia debes seguir, para que te mantengas vivo.”—Deu. 16:19, 20.
Considere, por ejemplo, un esfuerzo magistral de soborno a que se enfrentó Jesús temprano en su ministerio terrestre. Satanás el Diablo, de quien las Escrituras dicen que es “el dios de este sistema de cosas” y que realmente dirige los reinos de hechura humana de este mundo, le hizo a Jesús una oferta que hoy ningún gobernante humano resistiría. (2 Cor. 4:4) A Jesús se le mostraron, en vista panorámica, todos los reinos del mundo. Le fueron ofrecidos a Jesús con la estipulación de que simplemente ejecutara un solo acto de adoración hacia el Diablo. ¡Piense en ello... gobernación mundial ofrecida por alguien que podía darla inmediatamente! Fuera que un gobernante pensara que pudiera hacerle bien al mundo o que fuese enteramente egoísta... de una manera o de la otra, ¿qué hombre de orientación política podría resistir una oferta como ésa?
Pero Jesús sabía que un solo acto de infidelidad quería decir negar la soberanía de Jehová. Sabía que solo Jehová es el Bueno, y que solo de esta Fuente podía provenir gobierno que trajera paz y justicia a la Tierra. (Mar. 10:18) También sabía que, aunque él pudiera gobernar por largo tiempo como tal gobernante mundial sobre reinos políticos, Jehová destruiría con el tiempo su gobierno. (Dan. 2:44)
Sin meditar en la oferta o sin considerarla siquiera por un momento —para nada en absoluto— instantáneamente replicó: “¡Vete, Satanás!”—Mat. 4:1-11.
Jesús ni siquiera trató de hacerse rey terrestre sobre la casa de David o sobre la casa de Jacob, el padre de su nación. Rechazó un esfuerzo popular por hacerlo rey. (Juan 6:14, 15) Confió en que el pacto de Jehová con la línea de David le traería gobernación real al debido tiempo de Dios. Demostró ser la selección digna de confianza e incorruptible para rey del gobierno celestial de Dios. Dio testimonio de su dignidad real delante del gobernador romano Poncio Pilato, pero al mismo tiempo explicó: “Mi reino no es parte de este mundo. . . . mi reino no es de esta fuente.”—Juan 18:33-37.
Vinieron contra Jesús las mayores presiones... odio de su propio pueblo, calumnia, persecución oficial. Finalmente fue ejecutado en un madero bajo las peores acusaciones, hechas falsamente... acusaciones de blasfemia y sedición. Él pudo haber evitado esta clase de muerte transigiendo, ‘adulterando’ la verdad para agradar a los líderes religiosos y políticos. Pero permaneció fiel a la verdad ante mofa, odio, sufrimiento y aun la muerte.—Juan 8:31, 32; 1 Tim. 6:13.
Además, no se pudo chantajear a Jesús para que pervirtiera la justicia, como se ha hecho en el caso de muchos políticos. Nadie podía hallar ninguna maldad que pudiera usarse para ponerlo bajo presión o en aprietos, ni siquiera los pecados “pequeños” que son comunes a la gente en general. Sus enemigos religiosos ciertamente hubieran aprovechado hasta la más menuda desviación de la ley perfecta de Dios por parte de él. Pero Jesús pudo decirles abiertamente: “Porque . . . digo la verdad, ustedes no me creen. ¿Quién de ustedes me prueba culpable de pecado?” (Juan 8:45, 46) Antes de su muerte pudo decir: “Viene [para hacer que Jesús fuera ejecutado] el gobernante del mundo [el Diablo]. Y él no tiene dominio sobre mí.”—Juan 14:30.
En cuanto a su amor a las personas a quienes gobernará, Jesús dio su vida para que los pecados e imperfecciones de éstas puedan serles removidos. Compró a la raza humana... a todos ellos, desde el mayor hasta el menor. (1 Tim. 2:5, 6) Como Rey del gobierno justo de Dios tendrá una base legal sobre la cual podrá ejercer su poder para sanarlos espiritual y físicamente hasta llevarlos a la perfección humana, con vida eterna en mira.—Heb. 9:28.
¿Quién, entonces, en el cielo o en la Tierra, puede criticar la vida terrestre del Mesías, el Cristo, El que fue ungido para gobernar como rey sobre toda la humanidad? Nadie puede. Señalando a la vida exenta de tacha de Jesucristo en la Tierra, el apóstol Pedro dijo al centurión romano Cornelio y sus amigos gentiles: “Ustedes conocen el tema acerca del cual se habló por toda Judea, comenzando desde Galilea después del bautismo que Juan predicó, a saber, Jesús que era de Nazaret, cómo Dios lo ungió con espíritu santo y poder, y fue por la tierra haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el Diablo; porque Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo tanto en el país de los judíos como en Jerusalén.”—Hech. 10:37-39.
La condición de deterioro de los gobiernos hoy día señala al fin del gobierno del hombre bajo la influencia de Satanás. Su proximidad hace apremiante el que todos acudamos al gobierno de justicia e incorruptibilidad de Dios. Todos los que desean la vida tienen que apoyar ese gobierno aprendiendo acerca de él y dando testimonio a otros acerca de él. Los testigos de Jehová, que dedican mucha energía y mucho tiempo a dar testimonio acerca de él, tendrán mucho gusto en ayudarle a usted a llegar a ser un apoyador activo del gobierno incorruptible de Dios bajo Jesucristo.