Acondicionamiento del aire... para el bienestar
ESPOSA: ¿Bajaste el termostato? Parece que está poniéndose frío aquí.
ESPOSO: Sí; me parecía que hacía demasiado calor.
ESPOSA: Está bien, puedo ponerme un suéter. Pero me parece un poco ridículo en pleno verano.
ESPOSO: Pues vuelve a subirlo. Yo puedo soportarlo.
¿Cuántas veces se repite una escena como ésta en casas modernas que tienen aire acondicionado? En generaciones anteriores, todo el mundo estaba sujeto a la temperatura impuesta por el tiempo del verano, y poco se podía hacer aparte de hablar de ello. Pero en los ambientes controlados de la actualidad, el hecho de que se pueda elegir la temperatura suele cambiar este tema de uno que se considerara frívolamente a uno que se disputa activamente.
Cuando las personas pueden escoger la temperatura que quieran, ¿por qué es corriente que tengan preferencias diferentes? Esto se debe a razones fisiológicas, algunas de las cuales están basadas en diferencias obvias entre una persona y otra. Estas diferencias son tan comunes que hasta hallamos algunas de ellas mencionadas en la Biblia.
Entre otras cosas, hay una diferencia grande entre los hombres y las mujeres. Las mujeres queman solo aproximadamente el 72 por ciento de la cantidad de calorías que queman los hombres. Eso explica por qué el hombre puede sentirse cómodo en una habitación donde su esposa tiene frío. (1 Pedro 3:7) El metabolismo más alto del hombre lo mantiene caliente.
La edad es otro factor importante. A medida que envejecemos, nuestro metabolismo disminuye. La cantidad de calorías que quema la persona de setenta años de edad es 30 por ciento menor que la que quemaba cuando tenía treinta y cinco años de edad. Por eso, puesto que las personas de más edad están produciendo menos calor interiormente, necesitan una habitación más caliente. En su vejez, al rey David se le hizo difícil mantenerse caliente.—1 Reyes 1:1.
No debe pasarse por alto en esta consideración el efecto del peso corporal de uno. En contraste con una persona delgada, la que pesa demasiado produce más calor con relación al área de la piel por la cual lo disipa. Por eso, frecuentemente notamos que un hombre grueso prefiere que la habitación esté más fresca de lo que prefiere un hombre delgado. Sin duda eso explica por qué al gordo Eglón, a quien se hace referencia en la Biblia, le gustaba su “cámara fresca del techo.”—Jueces 3:20.
Comodidad para todos
Sin embargo, el que una persona prefiera una temperatura diferente de la que prefiere otra no significa que ambas no puedan sentirse cómodas en el mismo cuarto. Para todos hay una variedad de temperaturas, superiores e inferiores a la que realmente prefieren, en las cuales pueden sentirse cómodos.
Considere al hombre y la mujer de la escena que describimos al principio. Puede que él escoja 75 grados Fahrenheit (24° Celsio) como la temperatura ideal, pero se sentiría cómodo en cualquier temperatura entre 70 y 80 grados F (21° y 27° C). Su esposa pudiera preferir una temperatura de 80 grados F (27° C), pero hallaría tolerable cualquier temperatura entre 76 y 84 grados F (24° y 29° C).De modo que ambos se sentirían cómodos en una habitación cuya temperatura se mantuviera entre 76 y 80 grados F (24° y 27° C).
La solución del problema estriba en el hecho de que las escalas de bienestar individual comprenden algunas de las mismas temperaturas. Imagínese el desenlace feliz de la escena si agregamos estas líneas:
ESPOSA: Vamos mitad y mitad. Lo pondré entremedias.
ESPOSO: ¡Bueno! Entonces los dos estaremos satisfechos.
Generalmente el problema es así de sencillo cuando en él solo está implicada una pareja o una familia. Pero cuando se trata de un grupo más grande, el problema se pone más complejo. Si una docena de personas trabajan en la misma oficina, o varias docenas de personas están cenando en un restaurante, entonces hay que tener en cuenta esa cantidad acrecentada de preferencias individuales. O supongamos que cien personas o más están presentes en un teatro o lugar de reunión. ¿Acaso este número acrecentado de diferentes gustos en cuanto a temperatura ideal hace imposible satisfacer a todos? Afortunadamente, no.
A veces puede sentirse frustrado el que está encargado de controlar el termostato, puesto que, a pesar de sus esfuerzos más intensos por mantener cómodo el local, todavía recibe quejas de que hace demasiado frío o demasiado calor. Quizás concluya que simplemente no es posible agradar a un grupo grande, por mucho que él haga. Pero hay una solución... no una solución perfecta cada vez, pero una solución que reduce al mínimo la cantidad de los que se sienten incómodos.
Aunque las preferencias individuales difieren, en un grupo grande éstas se concentran alrededor de una temperatura media que es la misma sea que haya una docena, cien o mil personas. ¿Cómo determinamos esta temperatura de comodidad óptima, es decir, la temperatura de bienestar en la cual la mayor cantidad de personas se sienten cómodas?
Este asunto ha sido investigado por los ingenieros de la climatización, y se presenta el resumen del resultado de dichos estudios en un “cuadro de bienestar,” que se muestra en la ilustración. Aquí se mide la temperatura a lo largo de la escala horizontal, y a lo largo de la escala vertical se indica el porcentaje de las personas que se sienten cómodas a una temperatura dada. Se indica la temperatura óptima donde la curva llega a su punto máximo.
El diagrama muestra que el 97 por ciento de las personas de un grupo grande se sentirán cómodas a una temperatura de 78 grados F (26° C). Note que el subir o bajar esta temperatura un grado Fahrenheit no cambia en gran manera el porcentaje de personas que estarán satisfechas. Pero el subirla dos grados resultará en que el 15 por ciento de las personas informen que tienen demasiado calor; igualmente, el bajarla dos grados hará que el 15 por ciento —un 15 por ciento diferente— de los ocupantes tengan frío. El variar la temperatura más de cuatro grados Fahrenheit, ya sea subiéndola o bajándola, hará que la mayoría de las personas pierdan el bienestar, se sientan incómodas por tener demasiado calor o demasiado frío.
Esta guía de bienestar aplica siempre que la temperatura del ambiente exterior sea tal que se necesite enfriamiento por refrigeración. Pero cuando hace tanto frío afuera que se precisa calefacción, una norma diferente aplica. El diagrama de bienestar tiene una forma parecida, pero se baja la escala de temperaturas por seis grados Fahrenheit. Entonces la temperatura óptima es de 72 grados F (22° C).
El diagrama del bienestar muestra que cuando se fija el termostato al ajuste óptimo, generalmente hay unas cuantas personas, quizás tres de cada cien, que sienten demasiado calor o demasiado frío. El bajar la temperatura un grado o dos grados Fahrenheit agradaría a los que tienen demasiado calor, pero resultaría en hacer que una mayor cantidad de personas se sintieran incómodas por tener frío. La temperatura óptima es la mejor, en el sentido de que equilibra la incomodidad; es decir, para los pocos que tienen frío corresponde un número igual de los que tienen demasiado calor. Así, aunque tal vez sea cierto que “no se puede complacer a todos,” debe tenerse por meta el agradar al mayor número posible. Y 97 de 100 es casi todos.
Según esta norma, la mayoría de los edificios que tienen aire acondicionado se han mantenido demasiado fríos. Tal uso excesivo tiene efectos adversos tanto en la comodidad o el bienestar como en la salud, y es un desperdicio de energía. Una empresa de servicio público de California recomienda que se mantenga el termostato a 78 grados F (26° C), y amonesta: “El acondicionamiento del aire no debe hacer que uno tenga frío... sino que se sienta bien.”
La humedad
Pero la temperatura no es el único factor que afecta el bienestar de la persona. La humedad es otro factor de importancia. En teoría la humedad del aire varía desde cero para el aire perfectamente seco hasta cien por ciento para el aire saturado de vapor de agua. La humedad afecta el bienestar del cuerpo humano mediante la influencia que ejerce en el mecanismo natural del cuerpo para refrescarse, la evaporación de la transpiración a nivel de la piel. Esto se realiza a mayor velocidad cuando la humedad es poca y causa un enfriamiento rápido. Cuando la humedad es elevada se impide la evaporación, y cuando la evaporación ocurre a un paso más lento que el de la transpiración, se forman gotas de sudor en la piel, lo cual ocasiona incomodidad.
Se ve, pues, el efecto de la humedad: cuando alcanza un grado anormalmente bajo, tenemos demasiado frío, y cuando es elevada, tenemos demasiado calor. Hay una “zona de bienestar” entre los 76 y 80 grados F (24° y 27° C) en la cual la variación de humedad más grata se halla entre el 40 y el 50 por ciento. Si llega a haber demasiada humedad, como pudiera suceder en una habitación llena de personas en la cual no hubiera aire fresco, entonces ya no hay bienestar a la temperatura más elevada. La zona de bienestar queda reducida hacia el límite de 76 grados F (24° C). A la inversa, si hay escasa cantidad de humedad en el aire, eso hace que la temperatura más baja sea demasiado fría, y nos sentimos más cómodos si la temperatura se acerca al límite de 80 grados F (27° C).
Para asegurar que un auditorio disfrute de un estado de bienestar térmico es útil controlar la humedad. El higrómetro es un instrumento que indica cambios en la humedad relativa. Aunque muchos higrómetros comerciales no dan indicaciones exactas, son útiles para dar advertencia respecto a condiciones anormales e indican la necesidad de hacer un ajuste de uno o dos grados.
Así, pues, la temperatura preferida varía con los cambios de humedad. Cuando la humedad alcanza el 50 por ciento, debe fijarse la temperatura en 78 grados F para obtener la mayor satisfacción. Pero cuando la humedad alcanza el 70 por ciento, el termostato se debe regular a 77 grados F (25° C); al 30 por ciento, sería mejor regularlo a 79 grados F (26° C). Cuando la humedad alcanza extremos, sean altos o bajos, puede hacer que uno se sienta incómodo, prescindiendo de la temperatura.
El movimiento del aire
Pues bien, la temperatura y la humedad son los factores más importantes que afectan el bienestar térmico. Pero no basta con solo dar atención a estos dos. Si no hay movimiento del aire, ni siquiera condiciones ideales de temperatura y humedad pueden mantenernos cómodos. Cuando el aire está en reposo absoluto, la capa de aire más cercana a nuestro cuerpo se pone más caliente y más húmeda. La circulación del aire sirve para quitar esta manta invisible. Esto ayuda al cuerpo a refrescarse naturalmente y reemplaza el aire usado con aire fresco.
Es esencial que haya algún movimiento del aire, pero el mucho movimiento se convierte en una corriente de aire. El diagrama de bienestar que se halla en la página anterior se basa en aire que se mueve a seis metros por minuto. Este movimiento es muy leve, apenas perceptible. Una velocidad mayor resulta en que haya más evaporación de la humedad que hay sobre la superficie de la piel, de modo que uno siente más frío. Una velocidad de treinta metros por minuto enfría tanto al cuerpo que, para compensarlo, se tendría que regular el termostato subiéndolo un grado Fahrenheit. Un modo sencillo de calcular la velocidad del aire es notando la moción de pompas de jabón.
En el interés de mayor economía en la calefacción y en el acondicionamiento del aire, muchas estructuras modernas se construyen sin ventanas. En estos edificios es preciso que haya un ventilador central que provea circulación del aire mediante un sistema de conductos. En estos sistemas generalmente se puede hacer que el ventilador funcione independientemente del calentador o acondicionador del aire. Entonces se puede usar este ventilador para proporcionar la circulación necesaria cuando la temperatura oscila entre 72 y 78 grados F (22° y 26° C), es decir, cuando no se necesita calefacción ni acondicionamiento del aire.
Distribución del aire
Un sistema ideal de climatización introduciría el aire uniformemente por todo el techo interior de un auditorio. Como asunto práctico, hay que introducir el aire por difusores montados sobre los orificios de salida de una pequeña cantidad de conductos. Si la cantidad de éstos es demasiado pequeña, y si el diseño de las salidas arroja el aire directamente sobre los ocupantes, van a sentir una corriente.
¿Qué se puede hacer para mitigar estas corrientes de aire? La mejor solución estriba en el diseño e instalación del arreglo de conductos. No obstante, es posible modificar una instalación existente y mejorar una condición insatisfactoria. Los difusores de las salidas del techo se pudieran cambiar a un estilo que conduzca el aire en flujo horizontal por el techo en vez de vertical sobre los asientos. O se pudiera tapar el orificio de una salida en un rincón del auditorio o salón para proveer una zona relativamente libre de corrientes de aire, para el bien de las personas que son especialmente sensibles a ellas. Si las corrientes de aire son una parte intrínseca del sistema de circulación del aire, se puede conseguir alivio al no tenerlo en función continuamente. Apáguelo de vez en cuando.
Siéntase cómodo con el acondicionamiento del aire
Hay otras cosas que posiblemente se tengan que hacer para conseguir los mejores resultados de un sistema de acondicionamiento del aire. Puede que sea necesario ajustar o graduar el termostato, o puede que éste esté situado en un lugar inadecuado y por eso no dé indicaciones exactas ni control satisfactorio. Se pudiera aplicar al techo un ventilador grande de movimiento lento para distribuir el aire y mezclarlo más uniformemente. A veces se pudiera usar éste en vez del acondicionador del aire.
Pero aun con el equipo que se tenga, se puede conseguir el estado de mayor bienestar. ¿Cómo? Simplemente manteniendo la temperatura a 78 grados F (26° C), y, si es necesario, ajustándola según lo exijan las condiciones anormales de humedad y proveyendo aire fresco adecuado, con protección contra las corrientes de aire.
[Gráfico en la página 24]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
PORCENTAJE DEL AUDITORIO QUE EXPERIMENTA BIENESTAR
97% experimenta bienestar a 78° F
85% experimenta bienestar a temperaturas entre 76° y 80° F
Más de la mitad experimenta malestar a temperaturas superiores a 82° o inferiores a 74° F
TEMPERATURA ÓPTIMA
TEMPERATURA FAHRENHEIT