¿Le perturba algo?
LOS informes que se reciben de muchos países son casi iguales. La falta de honradez ha llegado a ser una plaga. Hay muchísimos rateros de tiendas. Los patronos descubren que el robo que cometen los empleados les está causando grandes pérdidas. El soborno se ha hecho común en el mundo del comercio. Abunda el fraude, la extorsión y el desfalco. Parece que, con mucho, la mayoría de la gente logra salirse con la suya en sus prácticas faltas de honradez. Hasta entre los individuos a quienes se atrapa, pocos reciben castigo al grado que merecen en vista de los delitos cometidos.
¿Qué efecto está teniendo en usted este derrumbe moral? Muchos se inclinan a decir: “¿De qué sirve ser honrado?” Comienzan a mirar con envidia la prosperidad de los desaforados. Pero, ¿debería envidiarse el éxito de gente que no es honrada?
Hace muchos siglos se dio respuesta inspirada a esta pregunta. Y con toda razón, pues la corrupción moral no es nada nuevo. Durante muchos siglos de la existencia del género humano esto ha sido fuente de perturbación para las personas inclinadas a lo justo. Por ejemplo, hace más de 3.000 años un rey que temía a Dios, el rey David, fue testigo de que existía desafuero entre su propio pueblo, el de los israelitas. Bajo inspiración, presentó excelente admonición en cuanto a cómo mantener un derrotero apropiado al ver la prosperidad de los malhechores.
David dio la siguiente exhortación: “No te muestres acalorado a causa de los malhechores. No envidies a los que hacen injusticia. Porque como hierba rápidamente se marchitarán, y como hierba verde nueva se desvanecerán.” (Sal. 37:1, 2) Sí, ¿qué se gana, en realidad, con perturbarse indebidamente por la manera en que parece que los desaforados escapan del castigo? ¿Cambiará la situación el que envidiemos la riqueza de ellos? Eso realmente no cambiará nada, pero, en cuanto a nosotros, bien pudiera ser que estuviéramos llegando a sentirnos infelices y descontentos. Por eso, el derrotero sabio es tener presente que la prosperidad material de los malhechores es solo temporal. Aun si la justicia no salda cuentas con ellos, no pueden extender su vida indefinidamente. Debido a lo corto de la vida humana, los inicuos son como la hierba que se marchita rápidamente cuando se le corta. Son como la lozana hierba verde que muere gradualmente cuando se seca. Al llegar a su fin los malhechores, lo mismo le sucede a su ganancia mal habida.
Otra cosa que impide que envidiemos a los malhechores es el reconocimiento de que el Altísimo puede corregir los asuntos, y de hecho los corregirá a Su debido tiempo. El salmista pasó a decir: “Confía en Jehová y haz el bien; reside en la tierra, y en todo trata con fidelidad.” (Sal. 37:3) Al confiar en que Jehová Dios ha de corregir los asuntos, debemos continuar haciendo lo que es bueno y no permitir que el aparente éxito de los desaforados haga que nos desviemos de un derrotero correcto. El salmista también recomienda que ‘residamos en la tierra’ (evidentemente refiriéndose aquí a la tierra de la cual era David, y por lo tanto significando, en nuestro caso, el país donde residimos). Mientras continuamos viviendo entre personas desaforadas, debemos confiar en la ayuda divina y demostrar que somos fieles o rectos en todo cuanto hacemos.
De este modo, nos mantendremos en excelente relación con el Creador... una relación que tiene mucho más valor que las cosas materiales. El salmista da el siguiente consejo: “Deléitate exquisitamente en Jehová, y él te dará las peticiones de tu corazón. Haz rodar sobre Jehová tu camino, y fíate de él, y él mismo obrará. Y ciertamente hará salir tu justicia como la luz misma, y tu derecho como el mediodía.”—Sal. 37:4-6.
Según estas palabras, nuestro verdadero deleite, placer o felicidad deberíamos hallarlo en nuestro Dios, en servirle fielmente. Si estamos en condición aprobada delante de él, nos dará las ‘peticiones de nuestro corazón,’ puesto que estaremos presentando nuestras peticiones en armonía con su voluntad. (1 Juan 5:14, 15) Podemos hacer rodar sobre él cualesquier cargas o preocupaciones que tengamos, encomendar en sus manos todos nuestros asuntos y buscar su ayuda, guía y dirección. Si nos fiamos de él, sin falta obrará en beneficio nuestro. Aunque otras personas nos pinten en falsos colores y así nuestra conducta correcta sea oscurecida como si fuera por una nube oscura, a su debido tiempo Jehová Dios hará que nuestra rectitud y justicia resalten tan clara y brillantemente como el resplandor del Sol al mediodía.
SE NECESITA PACIENCIA
Pero antes de que esta vindicación llegue, ¿qué debemos hacer? El salmista responde: “Guarda silencio delante de Jehová y espéralo con anhelo. No te muestres acalorado a causa de ninguno que esté logrando éxito en su camino, a causa del hombre que esté llevando a cabo sus ideas. Depón la cólera y deja la furia; no te muestres acalorado solo para hacer mal. Porque los malhechores mismos serán cortados, pero los que esperan en Jehová son los que poseerán la tierra.”—Sal. 37:7-9.
¿Qué nos está diciendo aquí el salmista? El señala que es necesario que esperemos pacientemente, sin expresar quejas, a que Jehová Dios obre o actúe a su debido tiempo. Tenemos que controlarnos para evitar que el éxito de los hombres faltos de honradez nos encolerice tanto que actuemos precipitada e irreflexivamente y pongamos en peligro nuestra posición ante Dios. Lo que nos ayudará a este respecto es tener presente que los malhechores serán cortados. Aun en el desenvolvimiento natural de los asuntos, la acción desaforada tiene efecto adverso en la prolongación de la vida. Por ejemplo, bien puede suceder que la persona que lleva una vida disoluta muera prematuramente, mucho antes de cuando ello hubiese sucedido si la persona hubiese permanecido en la rectitud. Así que, en sentido general, la gente que tiene esperanza y confía en Jehová disfruta de una vida más larga y más satisfaciente.
En el caso de los israelitas, a quienes se dirigieron originalmente las palabras del salmista, el que continuaran en la Tierra Prometida y disfrutaran de larga vida dependía de su obediencia a Dios. En cambio, el continuo desafuero resultaba en que se vieran privados de la bendición y protección de Dios. Frecuentemente esto significó muerte a manos de los enemigos de la nación, o por hambre o enfermedad.—Lev. 26:3-39; Amós 4:6-5:3.
Por su propia experiencia en la vida, el salmista David llegó a comprender que, a la larga, siempre es mejor someterse a los justos mandamientos de Dios. Declaró: “Un joven era yo, también he envejecido, y sin embargo no he visto a nadie justo dejado enteramente, ni a su prole buscando pan. Vigila al exento de culpa y mantén a la vista al recto, porque el futuro de ese hombre será pacífico. Pero los transgresores mismos ciertamente serán aniquilados juntos; el futuro de los inicuos verdaderamente será cortado.”—Sal. 37:25, 37, 38.
Algunos que han envejecido en el servicio de Jehová en tiempos modernos han tenido la misma experiencia. Dios los sostuvo en tiempos de sufrimiento, y muchos de ellos fueron testigos de la muerte de gobernantes opresivos que se habían propuesto aniquilarlos. Cuando estos siervos intachables de Dios reflexionan en lo que ha sucedido, se dan cuenta de que les ha resultado bien en la vida.
El hecho de que todavía estén vivos prueba que Dios les proveyó lo que necesitaban. Han disfrutado de paz, una serenidad y tranquilidad interna. ¿Por qué? Porque mantuvieron una conciencia limpia y no tuvieron que experimentar las ansiedades de una vida que gira exclusivamente alrededor de cosas materiales y solo presenta la muerte como destino. Además, miran con confianza al futuro, cuando Jehová Dios ha de emplear a su Hijo Jesucristo y a las fuerzas angelicales para erradicar de la faz de la Tierra toda la corrupción, así como a los desaforados, e introducir una era de paz duradera.—2 Tes. 1:6-10.
Las palabras del salmista verdaderamente nos ayudan a ver la vida de manera realista. Sí, el ver prosperar el desafuero es inquietante; de hecho, es angustioso. Pero no se gana nada con perturbarnos indebidamente debido a esta situación. El que nosotros mismos cediéramos a la maldad arruinaría nuestra relación con el Creador. Por consiguiente, el derrotero sabio es el de aguantar pacientemente con confianza en que Dios obrará o entrará en acción, y en que tenemos un futuro seguro cuando encomendamos nuestros asuntos en Sus manos.