Salmos
Jehová, un refugio confiable
¿QUÉ puede hacer usted cuando hay un serio trastorno respecto a la ley y el orden, cuando parece que no hay posibilidad de conseguir justicia? ¿A dónde puede volverse uno? El salmista David en cierta ocasión se vio en una situación de esta índole. Él puso su confianza completa en el Altísimo, al decir: “En Jehová me he refugiado”. (Sal. 11:1) Pero ¿era práctico esto?
Otros no pensaban así. Aconsejaron a David y a los que se asociaban con él que se fueran a las montañas, quizás a refugiarse en una cueva, y rápidamente, como huye un pájaro cuando está en peligro. Pero el salmista no quiso ni considerar aquello, evidentemente debido a que las circunstancias de aquel tiempo eran de tal índole que la huida hubiera indicado falta de fe en Jehová como proveedor de seguridad. A los que le aconsejaban, dijo: “¿Cómo se atreven ustedes a decirle a mi alma [a mí]: ‘¡Huyan cual pájaro a la montaña de ustedes [refiriéndose, obviamente, a David y los que se asociaban con él]!’?”—Sal. 11:1.
¿Por qué estaban dando tal consejo a David ciertos hombres? El razonamiento de ellos era: “Porque, ¡miren! los inicuos mismos doblan el arco, preparan en efecto su flecha sobre la cuerda de su arco, para disparar en las tinieblas a los rectos de corazón. Cuando los fundamentos mismos están demolidos, ¿qué tendrá que hacer el justo?” (Sal. 11:2, 3) Según ellos, los inicuos tenían el arco listo para disparar contra los justos, y lo iban a hacer “en las tinieblas,” bajo el manto de la oscuridad. No estaban simplemente aguantando el arco, sino que ya tenían la flecha sobre la cuerda, apuntada a los de corazón recto. En realidad, los que aconsejaban a David pudieran alegar además: ‘Los fundamentos sobre los cuales descansa la sociedad —la justicia, la ley y el orden— han sido derribados. Por eso, ¿qué puede hacer la persona justa sino solamente huir? No puede alterar la situación; no puede obtener trato justo.’
¿Cuál fue la respuesta de David? “Jehová está en su santo templo. Jehová... en los cielos está su trono. Sus propios ojos contemplan, sus propios ojos radiantes examinan a los hijos de los hombres. Jehová mismo examina al justo así como al inicuo, y a cualquiera que ama la violencia ciertamente lo odia Su alma. Hará llover sobre los inicuos trampas, fuego y azufre y un viento abrasador, como la porción de la copa de ellos. Porque Jehová es justo; él sí ama los actos justos. Los rectos son los que contemplarán su rostro.”—Sal. 11:4-7.
David estaba seguro de que no acudiría en vano a Jehová como refugio suyo. Se daba cuenta de que el Altísimo, el que tiene su trono en los cielos más altos, está observando. Los ojos de Jehová penetran hasta el mismo corazón de las cosas. Nada sucede sin que él lo note. Puesto que los ojos de Jehová están puestos sobre los justos, él sabe lo que ellos necesitan y, por lo tanto, puede venir al rescate de ellos. Por otra parte, el Altísimo odia a los hombres violentos y, por eso, el que él los examine garantiza que tendrán calamidad segura. Necesariamente vendrá el tiempo en que se obligará a los inicuos a tomar la mortífera poción de los juicios de Dios, comparable a trampas, fuego, azufre y un viento abrasador que marchita la vegetación. No habrá escape de la ejecución de los juicios de Dios. Será como si trampas o lazos estuvieran cayendo como lluvia desde el cielo elevado. Porque Jehová mismo es justo y ama los actos justos, los rectos experimentarán una magnífica salvación. Será como si el rostro de Dios estuviera vuelto hacia ellos en una expresión de amor y aprobación. Así, ellos verán el rostro de Dios como personas que disfrutan de la bendición y favor de él.
Realmente las palabras del salmista pueden ser una verdadera fuente de consuelo para nosotros en tiempos de dificultad. Por supuesto, hay ocasiones en las cuales ejercemos prudencia al huir del peligro, como lo hizo David cuando salió de Jerusalén debido a la rebelión de Absalón. (2 Sam. 15:14) Hasta Jesucristo dio a sus seguidores la instrucción: “Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra.” (Mat. 10:23) Sin embargo, las expresiones del salmista nos animan a evitar la acción irreflexiva que refleja falta de fe en Jehová. El que continuemos acudiendo al Altísimo como refugio nuestro nos asegurará su aprobación. Él no nos fallará.—Rom. 8:38, 39.