Punto de vista correcto de la disciplina
“NINGUNA disciplina parece por el presente ser cosa de gozo, sino penosa; sin embargo después, a los que han sido entrenados por ella, da fruto pacífico, a saber, justicia.”—Heb. 12:11.
Cuando el gran Soberano Universal, Jehová, disciplina a un individuo, ese individuo querrá esforzarse estrenuamente para tomar medidas correctivas en armonía con los requisitos de Jehová. No debería estimar en poco la corrección que viene de Dios. El apóstol cristiano Pablo dijo: “Hijo mío, no tengas en poco la disciplina de Jehová, ni desfallezcas cuando seas corregido por él; porque a quien Jehová ama él disciplina.” (Heb. 12:5, 6) Debido al gran amor de Dios para con sus siervos, y porque “no desea que ninguno sea destruido,” él disciplina en justicia.—2 Ped. 3:9.
Algunas formas de disciplina son más severas que otras. Las consecuencias son correspondientemente más severas, como se hizo notar en los artículos “Lo que significa la expulsión” y “Responsabilidades de familia en mantener pura la adoración de Jehová,” que se hallan en los números del 1 y 15 de octubre de 1963 de la revista La Atalaya.
Si la persona recibe la corrección con la actitud correcta, los beneficios y bendiciones son muchos. Proverbios 6:23 dice: “Las reprensiones de la disciplina son el camino de la vida.” Sí, la vida eterna está implicada en la manera en que uno recibe la disciplina de parte de Jehová.
La actitud correcta hacia la disciplina se necesita especialmente cuando uno ha sido expulsado, o excomulgado, de la organización visible de Jehová. Uno que ha cometido pecados contra Dios y el hombre hasta el grado de tener que ser cortado de la congregación cristiana ha perdido el favor de Jehová. Es imperativo que lo recupere si quiere vida en el nuevo mundo de justicia de Dios. Pero ¿cómo es posible que uno que ha sido expulsado sea reinstalado en la organización de Jehová y restablezca una relación apropiada para con Jehová?
CÓMO ES POSIBLE EL RESTABLECIMIENTO
El ser restablecido significa ser puesto de nuevo, o establecido de nuevo, como en un estado anterior. Para alguien que ha sido cortado de la organización visible de Dios el ser restablecido significa para él el ser puesto de nuevo, o establecido de nuevo, como miembro de la congregación.
Para ponerse en el camino de ser restaurado, uno debería hacer como Jehová manda en Isaías 1:18: “Vengan, pues, y rectifiquemos los asuntos entre nosotros.” Los resultados del hacer esto o no hacerlo están anotados: “Si ustedes se muestran dispuestos y escuchan, comerán lo bueno de la tierra. Pero si ustedes rehúsan y en realidad son rebeldes, con una espada serán consumidos.”—Isa. 1:19, 20.
El restablecimiento no es solo un asunto de esperar que transcurra un período específico de tiempo y entonces hacer la solicitud apropiada por escrito a la congregación. No; durante el período de expulsión la condición de corazón del malhechor, su actitud básica, tiene que experimentar un cambio profundo. Es preciso que el pecador se dé cuenta cabal de lo grave de su proceder inicuo y del gran oprobio que él ha traído a Jehová y su organización. Tiene que sentirse herido en el corazón. Pero tiene que hacer más. Tiene que ir más allá del mero reconocimiento de un mal y de sentir pesar. Tiene que arrepentirse, lo cual significa sentir tal pesar por el pecado o la falta como para estar dispuesto a cambiar su vida hacia una mejor. Tiene que haber una conversión o cambio de todo su proceder. Sí, tiene que ‘rectificar los asuntos’ en armonía con los justos requisitos de Dios. Entonces puede acercarse al comité de la congregación, reconocer su mal, y dar evidencia de estar viviendo una vida limpia y que seguirá haciéndolo. De esta manera probará que es digno de recibir la bondad inmerecida de Jehová y de ser restablecido.
Si estas evidencias necesarias de pesar y cambio están presentes, entonces el comité de la congregación podría considerar su restablecimiento después de haber pasado suficiente tiempo, lo cual en la mayoría de los casos es por lo menos un año.
¿POR QUÉ CONFESAR?
La consideración por el cristiano de los aspectos bíblicos de la expulsión debe hacer que tenga muy presente el desagrado que Dios expresa hacia la iniquidad persistente. Debe hacer que se dé cuenta de cuán serio es el practicar el pecado. Debe hacer que reafirme su determinación de jamás seguir un proceder de iniquidad. ¡Qué desastroso es el ser expulsado! ¡Qué gran oprobio se trae a Dios, a la congregación de Dios, al individuo implicado y a los miembros de su familia!
Ya que están implicadas consecuencias tan graves, algunos que hayan caído en el pecado quizás se sientan tentados a razonar de esta manera: ‘Pues bien, yo sé que he cometido lo malo, pero también sé que si se lo cuento a alguien tal vez sea expulsado yo. He aprendido cuán terrible puede ser esto, y no quiero pasar por ello. Mejor será que no le cuente a nadie acerca de esto. Nadie jamás lo sabrá, y se evitará toda esa vergüenza.’
Semejante razonamiento pasa por alto muchas cosas. Una es la cualidad de misericordia de Dios. Otra es el beneficio que proviene del ser disciplinado por Jehová. La actitud de corazón de tal persona es mala. Su razonamiento es falaz y peligroso para ella misma. En primer lugar no aprecia el hecho de que esto comenzará a cicatrizar su conciencia y abrir el camino para más iniquidad. Ya que “se salvó” una vez, será más fácil hacerlo otra vez. La falacia es que su pecado no es solamente contra otra persona, o contra solamente la congregación de Dios. ¡Su pecado es contra Jehová! Aunque tal vez sea posible ocultar de otras personas por un tiempo un proceder de iniquidad, ¡no es posible ocultarlo de Jehová!
Jehová observa lo que hacen los hombres. “Jehová está en su santo templo. Jehová—en los cielos está su trono. Sus propios ojos contemplan, sus propios ojos brillantes examinan a los hijos de los hombres. Jehová mismo examina al justo así como también al inicuo.” (Sal. 11:4, 5) “Los ojos de Jehová están en todo lugar, vigilando a los malos y a los buenos.” (Pro. 15:3) “Porque mis ojos están sobre todos sus caminos. No han sido escondidos de delante de mí, ni ha sido oculto su error de ante mis ojos.” (Jer. 16:17) “En cuanto a Jehová, él ve lo que es el corazón.”—1 Sam. 16:7.
De esto es evidente que la persona que haya caído en serias violaciones de las leyes de Jehová no debería tratar de “escaparse” al practicar el pecado creyendo que estará libre de la disciplina de Jehová. “Dios se opone a los altivos, mas da bondad inmerecida a los humildes.” (Sant. 4:6) Jehová se opondrá a cualquiera que peque atrozmente y que luego trate de permanecer en su organización limpia sin confesar su error a las autoridades visibles en la congregación cristiana. La persona que cae en el pecado, pero que desea hacer lo correcto, debería ir al superintendente de la congregación y hacer una confesión honrada de su transgresión. Dijo el escritor bíblico Santiago: “Por lo tanto confiesen abiertamente sus pecados los unos a los otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados.”—Sant. 5:16.
Si no se manifiestan esta franqueza, humildad y disposición a confesar, entonces esta persona será plagada de remordimiento de conciencia cada vez que oiga o lea consejo respecto a tales asuntos en el futuro. Si se endurece, con el transcurso del tiempo será quitada de la congregación de Dios por los ángeles. Jesús amonestó: “El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y ellos recogerán de su reino todas las cosas que hacen tropezar y a los que cometen desafuero.” (Mat. 13:41) Jehová retrae su espíritu de tal individuo, así como hizo en el caso del rey Saúl. (1 Sam. 16:14) Habiéndose alejado esta fuerza poderosa de protección, puede que la persona sea conducida al libertinaje completo y al control por fuerzas demoníacas.—1 Cor. 5:5.
La persona de corazón honrado no debería perder de vista la maravillosa cualidad de misericordia de Jehová al considerar buscar al superintendente para confesión y corrección. Si alguien es vencido y quebranta la ley de Dios, pero confiesa rápidamente, puede ser que por la bondad inmerecida de Jehová no sea cortado de la congregación. En lugar de eso, quizás se tomen otras medidas disciplinarias. No obstante, ésta es cosa que el comité de la congregación tiene que decidir en armonía con los requisitos justos de Jehová equilibrados con Su misericordia y perdón.
¿Qué si un cristiano sabe con certeza de un pecado atroz que fue cometido por otro de la congregación? ¿Está bajo obligación de hacérselo saber a la congregación? Si el pecado es de la clase que traería oprobio a Dios y a Su congregación, especialmente si pudiera conducir a la expulsión, entonces el cristiano tiene la obligación de dirigirse al comité y contarle lo que sabe de esto. El que no hace esto no muestra amor hacia Dios y hacia la congregación, porque permite que permanezca inmundicia en ella.
CÓMO EVITAR LA CONDUCTA MALA
Para evitar un proceder que pudiera conducir a la expulsión, cada cristiano deseará permanecer cerca de Dios. Esto puede hacerse por medio de alimentarse continuamente de la mesa espiritual de Jehová. Estudie su Palabra, la Biblia, continuamente. Asóciese con otros cristianos que lo fortalecerán y servirán de compañeros saludables en este mundo que está lleno de iniquidad. Llene su tiempo por medio de participar en la obra que Jehová les ha encargado a sus siervos en este tiempo.
Procure constantemente mejorar la calidad de su adoración. Entrene sus poderes perceptivos mediante el usar en su vida cotidiana las cosas que aprende. Esto le ayudará a progresar hacia la madurez cristiana, puesto que el apóstol Pablo dijo que las personas maduras son las “que por medio del uso tienen sus facultades perceptivas entrenadas para distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto.” (Heb. 5:14) Esto no significa que la persona madura pueda ser descuidada en lo que concierne al pecado. Es preciso que todos “vigilen estrechamente que su manera de andar no sea como imprudentes, sino como sabios, comprándose todo el tiempo oportuno que queda [para ellos mismos], porque los días son inicuos . . . sigan percibiendo cuál es la voluntad de Jehová.” (Efe. 5:15-17) Sí, “teniendo este conocimiento de antemano, guárdense para que no vayan a ser llevados con ellos por el error de gente desafiadora de ley y caigan de su propia constancia.”—2 Ped. 3:17.
El pecado comienza en la mente. Los deseos malos crecen si no se reprimen. Con el tiempo darán a luz el pecado. Como declara Santiago 1:14, 15: “Cada uno es probado por medio de ser provocado y atraído seductoramente por su propio deseo. Luego el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado.” Los deseos malos son como la arena movediza y pueden hundir a uno en el pecado si no se contrarrestan inmediatamente.
Si se despiertan deseos incorrectos—y esto no es difícil para humanos imperfectos—determine cuál es la fuente de esos deseos y trate de mantenerse alejado de ella. Si uno es susceptible a beber con exceso, entonces no debería comprar bebidas alcohólicas ni aceptarlas si otros se las ofrecen. Si uno se halla en situaciones peligrosas con miembros del sexo opuesto, entonces esa asociación debería limitarse a reuniones en las que uno no estará a solas con alguien del sexo opuesto. No exagere su habilidad de resistir tentación de esta clase. “El que piensa que está en pie, cuídese que no caiga.” (1 Cor. 10:12) La gente joven sabiamente aceptará la agrupación de sí misma en compañía de otros, bajo la dirección de un adulto maduro o de una pareja cristiana. Los padres cristianos guiarán cuidadosamente a sus hijos para mantenerlos alejados del camino de la inmoralidad mediante el no permitir que un joven y una joven estén en estrecha y constante compañía solos cuando son demasiado jóvenes, o que los jóvenes “tengan citas” a edad muy temprana. No deje que las normas corruptas de este viejo mundo moribundo sean las normas por las cuales guía usted a sus hijos. Puesto que el matrimonio es el motivo correcto para que se acompañen miembros de sexos opuestos, obviamente deberían ser de una edad más responsable antes de salir juntos. Sin embargo, aun los adultos deberían vigilar cuidadosamente su conducta con el sexo opuesto. Los jóvenes no son los únicos que pueden meterse en dificultades.
No tome el primer paso hacia el pecado, sea que fuere respecto al alcohol, la moralidad sexual, o cualquier otro tipo de dificultad. Las cosas pequeñas conducen a cosas grandes. Los robos pequeños embotarán la conciencia y permitirán robos grandes. Las mentiras pequeñas entrenan la mente para mentiras grandes. El no decir “No” a esa copa adicional debilitará la resolución y preparará el terreno para la borrachera. El “acariciar” y “hacer el amor” pueden conducir a la fornicación. La irregularidad en cumplir con obligaciones cristianas debilitará la habilidad de uno para cumplir con su adoración a Dios.
Saque provecho de la disciplina administrada a otros. Al administrarse disciplina por medio de publicaciones cristianas o desde la plataforma en reuniones cristianas, tome a pecho el consejo. Vea cómo podría aplicar a usted. Deje que le sirva de advertencia a usted para que se mantenga alerta y no relaje su vigilancia en lo que concierne al desempeño de la voluntad de Dios.—1 Tim. 5:20.
A medida que permanezca usted cerca de la palabra de Dios y su organización, y ore que su espíritu le guíe, su amor a Dios crecerá. Ese amor a Dios servirá como un fuerte baluarte contra las intrusiones del pecado, puesto que le ayudará a crecer en su amor hacia lo correcto y su odio hacia lo malo.
El punto de vista correcto acerca de la disciplina ayudará a todos en las congregaciones del pueblo de Jehová. Acrecentará nuestro aprecio a las maneras en que Dios trata a su pueblo. Hará que nos demos cuenta de que, puesto que miles han sido expulsados, podría sucedernos a nosotros si no andamos cuidadosamente en los caminos que Jehová ha delineado en su Palabra. También nos alentará a servir a Jehová Dios, quien se preocupa tanto de su pueblo, al entender las razones por la disciplina y los beneficios que se derivan.
Por lo tanto, podemos esperar confiadamente el nuevo mundo de Dios en el cual todos los vivientes serán educados y entrenados de modo que adoren a Jehová correctamente y gocen de asociación amorosa y limpia con sus semejantes.
Escuchen, oh hijos, a la disciplina de un padre y pongan atención, para que conozcan el entendimiento. Porque buena instrucción es lo que ciertamente les daré. No abandonen mi ley. . . . El amador de la disciplina es amador del conocimiento, pero el que odia la censura es irrazonable.—Pro. 4:1, 2; 12:1.