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¿Por qué ser honrados?La Atalaya 1975 | 15 de abril
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de Su Palabra.—Compara con Josué 23:14; Hebreos 6:18, 19.
Asegúrate, también, de que tus amigos sean amadores de la verdad. Los llamados “amigos” que mienten y defraudan a otros te harían lo mismo si les pareciera que la situación lo hiciera valer la pena. Lee las palabras del rey David registradas en Salmo 101:5-7 y haz tuyas sus normas para la amistad. Sí, acuérdate de que “el labio de la verdad es el que se establecerá firmemente para siempre, pero la lengua de falsedad no durará más que un momento.”—Pro. 12:19.
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El fin de un sistema de cosasLa Atalaya 1975 | 15 de abril
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El fin de un sistema de cosas
NO ES acontecimiento insignificante el que un sistema de cosas sea destruido después de durar 1.582 años. Esto es especialmente cierto cuando el sistema es un sistema que Dios mismo estableció. El sistema de que hablamos es el de la antigua nación judía. ¿Por qué terminó, y qué hizo que viniera ese fin de la manera que vino?
Es del conocimiento común que Dios estableció el sistema de cosas bajo el pacto de la Ley por medio del legislador Moisés en 1513 a. de la E.C. Este sistema incluía muchos rasgos... sus diversos sábados, sus disposiciones reglamentarias para limpieza religiosa, sus arreglos de herencia, el templo en Jerusalén con su sacerdocio y sacrificios y otras cosas. Todo esto fue destruido completamente en el año 70 de nuestra era común. Con esto se fue la esperanza judía de que un rey de la línea de David se sentara de nuevo en el trono en Jerusalén y derrotara las fuerzas gentiles opresivas.
Las razones por la destrucción de Jerusalén y la manera en que sería destruida fueron explicadas en una declaración profética que el mayor profeta de Dios, Jesucristo, hizo solo unos cuantos días antes de ser ejecutado por la mismísima potencia que más tarde destruyó al sistema de cosas judío. Pero, paradójicamente, fueron los judíos los que lo entregaron a esa potencia y los que clamaron por su ejecución.
UN FIN TERRIBLE
La profecía de Jesús se dio como resultado de una pregunta planteada por sus apóstoles. Le estaban mostrando a Jesús la magnificencia de los edificios del templo. Al mirarlos, contestó: “¿No contemplan todas estas cosas? En verdad les digo: De ningún modo se dejará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada.”—Mat. 24:1, 2.
Dos días antes de esto, Jesús había predicho la manera en que la ciudad con su templo sería destruida. Se dirigió a Jerusalén, diciendo:
“Vendrán días sobre ti en que tus enemigos edificarán en derredor de ti una fortificación de estacas puntiagudas y te rodearán y te afligirán de todos lados, y te arrojarán al suelo a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no discerniste el tiempo en que se te inspeccionaba.”—Luc. 19:43, 44.
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