¿Es la experiencia el mejor maestro?
“LA EXPERIENCIA es el mejor maestro,” declara un lema popular. Debido a su repetición y aceptación general, lemas como éste a menudo son creídos sin ser sometidos a ningún escrutinio o examen cuidadoso. Todos saben que la experiencia es un maestro, y por eso la mayoría de las personas permiten que esa pequeña pero importante palabra mejor se escabulla sin contradicción. Sin embargo, no debe dejarse pasar, porque hace el lema falso.
Algunos han tratado de argüir a favor de la experiencia como un maestro citando Romanos 5:3, 4 (AN): “Nos gloriamos también en las tribulaciones: sabiendo que la tribulación obra paciencia; y la paciencia, experiencia; y la experiencia, esperanza.” Las traducciones modernas más exactas quitan la palabra experiencia de este texto, como en la siguiente: “Regocijémonos mientras estemos en tribulaciones, dado que sabemos que la tribulación produce aguante; el aguante, a su vez, una condición aprobada; la condición aprobada, a su vez, esperanza.”—NM.
Ni Hebreos 5:8 establece la experiencia como el mejor maestro cuando dice respecto a Jesús: “Aunque era Hijo, aprendió la obediencia por las cosas que padeció.” Jesús nunca fué desobediente; no padeció para aprender a cambiar de desobediencia a obediencia. Empezó su ministerio en obediencia bajo prueba, y su devoción a la obediencia sólo fué fortalecida por subsecuentes pruebas de integridad. Este inmaculado nunca se envileció pecando para aprender la perversidad del pecado.—Mat. 4:1-11; Heb. 7:26.
Hebreos 2:17, 18 ha sido citado para argüir que Jesús experimentó debilidades carnales como hombre a fin de que plenamente pudiera entender y ser misericordioso para con los hombres pecadores: “Él fué obligado a ser como sus ‘hermanos’ en todo respecto, para que llegara a ser un misericordioso y fiel sumo sacerdote en cosas pertenecientes a Dios, a fin de ofrecer sacrificio propiciatorio por los pecados de la gente. Porque debido a que él mismo ha padecido al ser puesto a prueba, él puede ayudar a los que están siendo puestos a prueba.” (NM) Sin embargo, la prueba en que Jesús fué puesto no fué una respecto a debilidad carnal debida a pecado heredado, porque él fué perfecto en la carne e inmaculado. Su batalla no fué una contra el pecado heredado dentro de su cuerpo. La prueba que él experimentó y a la que hizo frente con buen resultado fué la prueba de integridad, la prueba de aguantar en la carne los asaltos contra su carne traídos sobre él por Satanás y sus representantes con el propósito de desviarlo de Dios. Él aprecia las dificultades de la prueba, y puede ayudar a sus seguidores en sus pruebas parecidas. El mismo hecho de que él tuvo buen éxito en la carne es en sí un ejemplo animador que ayuda a sus seguidores a hacer frente a la prueba.
Sin embargo, no puede decirse que tal prueba necesita experimentarse para entenderse. Si tal fuera el caso, entonces Jesús sería más sabio en este respecto que Jehová Dios, porque Dios no la experimentó. Empero Dios entiende a las criaturas de carne y sangre mejor de lo que ellas mismas se entienden: “Como la compasión de un padre para con sus hijos es la compasión de Yavé para los que le reverencian; porque él sabe cómo estamos formados, tiene presente que somos polvo.” (Sal. 103:13, 14, Rótherham) Él entendió esta cuestión de integridad tan bien que al mismo principio de ella cuando Satanás hizo surgir el desafío, Jehová pudo infaliblemente decir que algunos hombres podrían pasar la prueba. No sólo Jehová Dios, sino también Cristo entendió las habilidades del hombre en este respecto, porque ¿no había sido usado él para hacer al hombre del polvo? (Col. 1:16) ¿No había él observado cómo Job y otros pasaron con buen resultado la prueba de integridad? Esta sabia criatura espiritual no necesitó ser enseñada por experiencia sobre este asunto. Pero el venir a ser carne y él mismo aguantar la prueba es el más notable ejemplo de integridad hacia Dios, y es un modelo para sus seguidores.
DÓNDE LA EXPERIENCIA DEJÓ DE ENSEÑAR EL BIEN
Una regla divina es, “El que se ensalzare será humillado; y el que se humillare será ensalzado.” (Mat. 23:12) Pero Satanás tuvo que aprender esto por experiencia, buscando exaltar su trono por encima de las estrellas de Dios, sólo para terminar en una caída humillada. (Isa. 14:12-15) Aparentemente, no aprendió nada al experimentar una caída del cielo después de 1914, porque desde entonces continúa y hasta acelera su lucha contra la organización teocrática de Jehová, hacia su ruina final.—Apo. 12:9, 13, 17; 20:1-3, 10.
Después de su rebelión inicial, Satanás mediante engaño astuto indujo la primera pareja humana a tratar de exaltarse como dioses, pero el resultado que experimentaron fué una caída en el pecado y la muerte, y en su zambullida en la delincuencia se llevaron con ellos a la entera raza humana. Empero ninguna de las experiencias duras que sufrieron como resultado de su desobediencia, desde el tiempo de su desahucio del Edén en adelante, les enseñó la necesidad de arrepentirse y confesar su mal.
En la degradación que siguió, las criaturas humanas no aprendieron de sus errores con humildad, no aprendieron de los duros golpes de la experiencia, sino que recibieron más y más caídas magulladoras tras el orgullo y la exaltación propia. Hasta este mismo siglo veinte las experiencias propias de ellos o de otros no les han enseñado a evitar el lazo del orgullo; por lo contrario, los orgullosos y altivos entre los hombres aumentan en estos últimos días. (2 Tim. 3:1, 4) ¡Si algunos pocos arrogantes hasta igualan la insensatez de Satanás de exaltarse por encima de Jehová, pretendiendo que diariamente ordenan a Dios que baje de su trono celestial a la tierra para ser sacrificado por ellos en un altar religioso!
Hombres ancianos con toda su experiencia acumulada no necesariamente son los sabios. El joven y comparativamente inexperto Eliú esperó en vano oír sabiduría de los “amigos” ancianos de Job, y finalmente en indignación claramente habló contra ellos: “Tengo pocos días, mientras que ustedes son ancianos; por lo tanto temí y no me atrevía a mostrarles mi conocimiento. Creí que los días deberían hablar, y los muchos años deberían enseñar sabiduría. Sin embargo, hay un espíritu en el hombre, y el aliento del Todopoderoso, que los hace inteligentes; no son los viejos los sabios, ni los ancianos los que entienden la justicia.” (Job 32:6-9, UTA) Sea que Eliú creyese que los “años deberían enseñar sabiduría” debido a la experiencia que hacían posible, o que pensara que los años que pasaran significarían sabiduría porque permitirían tiempo para mucho estudio, no se hace claro por el relato. Lo que es claro es que Eliú discernió una necesidad más vital que cualquiera de éstas, cuando dijo, “Empero con seguridad hay un espíritu en los hombres, y la inspiración del Todopoderoso les da entendimiento.” (Rótherham) Él comprendió que ni la experiencia ni los años de estudio producirían sabiduría verdadera, a menos que fueran acompañados del espíritu de Jehová.
Al rey Salomón se le concedió sabiduría por una petición que él hizo de Jehová Dios para “un corazón inteligente, para juzgar a tu pueblo”. (1 Rey. 3:9) Pero Salomón también buscó ensanchar su sabiduría mediante la experiencia: “Me dije, ‘Ven, prueba el placer y diviértete.’ Pero esto también era en vano. La alegría es locura, reflexioné, y ¿de qué sirve el placer? Investigué en mi mente cómo regalar mi cuerpo con vino (sabiamente teniendo dominio de mí mismo todo el tiempo), cómo echar mano de la locura, hasta que pudiera ver de qué manera los hijos de los hombres podrían pasarla mejor debajo del sol durante los pocos días de su vida.” (Ecl. 2:1-3, Mo) Sin embargo, no es necesario ni prudente tratar de experimentar todo para que usted pueda determinar su valor. Y por seguro es el colmo de la insensatez entregarse al pecado a fin de aprender acerca de él directamente.
Tal vez Salomón aprendió cosas provechosas por experiencia, pero él también aprendió por experiencia que matrimonios con mujeres paganas le condujeron a la tontería de la adoración demoníaca y lejos de la verdadera adoración y favor de Jehová. El obtener ese conocimiento por experiencia le costó su oportunidad de vida en el nuevo mundo. Cuánto mejor para él si hubiera aprendido esta lección, no por experiencia, sino de la Palabra escrita de Dios: “No deben casarse con ellas, ni den sus hijas en casamientos a sus hijos, ni reciban a sus hijas para sus hijos; porque ellas desviarán a sus hijos de seguirme para servir dioses ajenos, y luego la ira del SEÑOR se encendería contra ustedes, y prontamente los destruiría.”—Deu. 7:3, 4, UTA; 1 Rey. 11:1-11.
APRENDIENDO DE ‘COSAS NO VISTAS TODAVÍA’
A Noé Jehová Dios dijo: “Haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y raeré toda sustancia que hice de sobre la faz de la tierra.” (Gén. 7:4, Va) Noé predicó este mensaje, pero mofadores se burlaron de su amonestación de un diluvio global. ¿Qué hay si hoy alguien le dijera que iba a llover de abajo para arriba? Usted consideraría a esa persona desequilibrada. Sabemos que la lluvia desciende y no asciende. Pues bien, en el día de Noé cuando él predicó que iba a caer lluvia desde arriba la gente le creyó loco. Estaban acostumbrados a la humedad que salía del suelo y regaba la vegetación, no a lluvia que regara desde el cielo. De esa tierra antediluviana el Génesis 2:5, 6, declara: “Jehová Dios no había hecho llover sobre la tierra . . . mas una neblina subía de la tierra, que regaba toda la faz del suelo.” Sin embargo, al debido tiempo de Dios llovió hacia abajo, y ese mundo original fué ahogado.
El punto instructivo en esto es: Noé estaba anuente a aprender de Dios que la lluvia podía caer desde arriba, pero los mofadores estaban anuentes a aprender sólo por experiencia. Porque nunca habían experimentado la caída de un aguacero concluyeron que tal cosa era imposible. Engreídamente creyeron que lo sabían todo; se les tenía que mostrar lo contrario para que creyeran de otro modo. Se les mostró, al costo de su vida. Aquí la experiencia fué el peor maestro.
Nosotros podemos aprender de la experiencia que el mundo original tuvo con el diluvio global, porque Jesús amonestó, “Así como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del hombre.” (Mat. 24:37, NM) Ese populacho del tiempo de Noé fué cogido repentinamente, absorto en sus propias ocupaciones egoístas, indiferente o burlesco hacia una amonestación de algo que creía imposible. Igual como Noé fué “amonestado por Dios respecto de cosas que no se veían todavía”, así hoy los testigos de Jehová disciernen mediante un estudio de la Biblia la amonestación de Dios de una “grande tribulación como nunca ha acontecido desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a acontecer”. (Heb. 11:7; Mat. 24:21, NM; Apo. 16:13-16) Esto significa que la tribulación del Armagedón sobrepasará al Diluvio en destrucción, y será una experiencia completamente nueva para “este presente mundo malo”. (Gál. 1:4, VA) Jehová peleará en el Armagedón con medios milagrosos, como en los días antiguos cuando peleó a favor de Israel arrojando enormes trozos de hielo sobre el enemigo, cuando su ángel de muerte destruyó a 185,000 en una noche, cuando hizo que el mar Rojo se tragara a los ejércitos de Egipto. (Jos. 10:11; Isa. 37:36; Éxo. 14:27, 28) El Armagedón empequeñecerá tales demostraciones.
Pero cuando la atención se llama a la proximidad del Armagedón y cuán destructivo será, la mayoría de los hombres se mofa porque nunca ha visto tales obras milagrosas antes. Como los mofadores del día de Noé, estos modernos insisten en ser enseñados acerca del Armagedón mediante experiencia. Sin embargo, una minoría de personas de buena voluntad hacia Dios sabiamente presta atención a la amonestación divina respecto al Armagedón, igual como Noé y su familia aprendieron acerca del diluvio de Dios. Si escogen a Jehová en vez de la experiencia como su Maestro, pasarán con éxito el curso de instrucción que el Armagedón da en cuanto a la omnipotencia y supremacía de Dios.
JEHOVÁ DIOS EL MEJOR MAESTRO
Jehová Dios no obtuvo su sabiduría ilimitada de la experiencia. Él sabe “el fin desde el principio”, antes de que alguna experiencia pudiera acumularse. (Isa. 46:10) Él no recomienda la experiencia como el mejor maestro para los cristianos. “Todos ellos serán enseñados por Jehová.” (Juan 6:45, NM; Isa. 54:13) No es el conocimiento obtenido por experiencia el que conduce a la vida eterna, sino “el que ellos adquieran conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú has enviado, Jesucristo”. (Juan 17:3, NM) Ni es la experiencia lo que les hace falta a los inexpertos; más bien, los proverbios inspirados se dan para “que hombres puedan obtener sabiduría e instrucción, puedan entender palabras de inteligencia; para que puedan recibir instrucción en conducta sabia, en rectitud, justicia, y honradez; para que pueda impartírsele sentido al sencillo, conocimiento y discreción al inexperto”. (Pro. 1:1-4, UTA) Una reprensión sabia es más instructiva que la experiencia dura, y la persona sabia aprenderá más por ella que lo que un tonto absorberá de experiencia penosa: “Una reprensión hace más mella en el hombre entendido, que cien azotes en el insensato.”—Pro. 17:10.
Repetidamente Israel pasó por alto la reprensión divina y neciamente se expuso a los asaltos y opresiones azotadores de sus enemigos, todo porque no se sometía a la enseñanza de Dios. “Dejaron a Jehová, el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y anduvieron en pos de otros dioses, de los dioses de los pueblos que estaban en sus alrededores, y se postraron ante ellos; y provocaron a ira a Jehová. Por eso se encendió la ira de Jehová contra Israel; y los entregó en mano de robadores que los saquearon, y los vendió en mano de sus enemigos de al derredor; de manera que no pudieron ya parar delante de sus enemigos. Pues cuando Jehová les levantaba jueces, era Jehová con el juez, y los salvaba de mano de sus enemigos, todos los días de aquel juez; porque Jehová se compadecía de sus gemidos a causa de los que los oprimían y hostigaban. Pero sucedía que al morir el juez, se volvían atrás y se corrompían más que sus padres, andando en pos de otros dioses para servirles y para postrarse delante de ellos: no se apartaban de estas sus malas obras, ni de este su perverso camino.”—Jue. 2:12, 14, 18, 19.
Aparentemente la nación de Israel no aprendió mucho de estas experiencias duras, porque bajo jueces y reyes repetidamente cometió los mismos disparates que le acarrearon tiempos tan penosos, y finalmente su camino necio la condujo a su caída como nación teocrática típica. (Eze. 21:24-27) Jehová Dios no le trajo estas experiencias difíciles a Israel. Israel las trajo sobre sí mismo por desobedecer los mandamientos de Dios. Jehová Dios trajo reprensión correctora sobre Israel para volverlo al camino recto, pero debido a su obstinación los buenos efectos no duraron mucho. Los cristianos hoy cometen errores, y por ellos se acarrean experiencias desagradables, pero si son mansos y sabios se aprovecharán de la corrección amorosa de Jehová. “Hijo mío, no tengas en poco la disciplina de Jehová, ni desfallezcas cuando seas corregido por él; porque a quien ama Jehová él disciplina.” “A los que han sido entrenados por ella, les produce fruto pacífico, a saber, justicia.” (Heb. 12:5, 6, 11, NM) No las experiencias difíciles que nos acarreamos, sino la disciplina y corrección de Jehová nos enseñan y nos entrenan hacia la justicia.
Este mundo presente es como Israel de la antigüedad. El mundo puede alardear que la experiencia es el mejor maestro, pero si es así entonces el mundo es un alumno muy torpe. Sus habitantes no han aprendido a evitar el pecado mediante el haberlo experimentado durante los miles de años pasados. Su experiencia en la inmoralidad y la blasfemia sólo los ha hecho más expertos en el pecado, más atrincherados en los hábitos malos, hasta que hoy alcanza la condición degradada predicha para los últimos días. Este viejo mundo experimenta un ciclo tras otro de guerra sanguinaria y crimen odioso, repitiéndose su historia sobre cada generación; pero de toda esta experiencia no aprende nada. Esta generación ha luchado dos guerras mundiales infructuosas y se prepara para otra. Como la puerca que vuelve al lodo y el perro que vuelve a su vómito, el mundo no aprende nada de la experiencia, aunque dice que la experiencia es el mejor maestro. En el Armagedón su “mejor maestro” será su peor experiencia, su última experiencia, porque entonces se graduará en esta escuela de golpes duros como cosa muerta que nunca será resucitada.—2 Ped. 3:7.
Sin embargo, personas de buena voluntad hacia Dios no creen que necesitan deliberadamente experimentar el pecado para apreciar la moralidad, o sufrir la muerte para aprender el valor de la vida, o sentir el poder de Jehová contra ellas en el Armagedón para estar convencidas de que él lo posee. Se dirigen a Jehová Dios y Cristo Jesús como los mejores Maestros. Bajo las condiciones presentes la vida del hombre es corta y su experiencia escasa, mientras que Satanás ha tenido la experiencia de miles de años en engañar y atrapar a los hombres. No podemos poner nuestra corta experiencia contra la suya, y esperar ganar. Para combatir contra la larga experiencia de Satanás tenemos que aprovecharnos de la sabiduría ilimitada de Jehová. Necesitamos que los mejores maestros nos instruyan cómo evitar los lazos de Satanás. En Dios y Cristo tenemos a tales Maestros. En la Biblia tenemos su instrucción inapreciable.—Pro. 2:1-12; 3:13-18.