¡Póngalo por escrito!
“LA CASA no estaba en las mejores condiciones”, recuerda Franciscoa. “Pero con un sistema de calefacción, algunos azulejos para el baño y quizás un poco de decoración aquí y allá se podía hacer habitable.” Así que cuando David, amigo de Francisco, dijo que estaría dispuesto a efectuar las mejoras necesarias, Francisco se alegró de que David se mudara con su familia a la casa. Francisco está seguro de que David concordó en pagar un alquiler nominal.
Por otro lado, David no recuerda haber llegado a ningún acuerdo como ése. Según su punto de vista, la casa estaba “en ruinas e inhabitable”. Después de gastar centenares de dólares en arreglarla, David se resintió con el hecho de que Francisco lo presionara para que pagara alquiler. “En lo profundo del corazón sentía que realmente no le debía ningún dinero a Francisco”, confesó David.
Aunque la avaricia pudiera ser la raíz de muchas disputas, no fue así en este caso. No existía contrato de alquiler alguno ni acuerdo escrito... solo dos recuerdos incompatibles. “Si hubiéramos puesto algo por escrito, probablemente hubiéramos evitado este problema”, lamentó Francisco.
En vista de la gran cantidad de litigios, hasta cuando hay documentos escritos, puede que uno se pregunte si vale la pena pasar el trabajo de firmar acuerdos. En los Estados Unidos, por ejemplo, los litigios se han convertido en una parte tan integral del modo de vivir que recientemente The Wall Street Journal habló sobre una “explosión de litigios”. Esto, pues, suministra aun mayor razón para que usted proteja sus intereses mediante poner por escrito sus acuerdos legales. ‘Pero ¿es eso realmente necesario cuando uno trata con amigos?’, tal vez pregunte usted.
A veces, personas que normalmente son formales en sus asuntos se toman libertades peligrosas al tratar con amigos. ‘Me avergonzaría de pedirle a un amigo que firmara un contrato’, dicen algunas personas. Pero ¿es prudente sentirse así? Supongamos que usted contratara a un vecino para que le pinte la entrada de su casa. Él pudiera interpretar mal ciertos detalles. Para usted la “entrada” abarca los escalones, el portal y las puertas, mientras que para él significa solamente el “marco de la puerta”. ¿Y qué hay si él utilizara el color de pintura equivocado? De seguro ¡es mejor insistir bondadosamente en poner por escrito el trato! Esto no quiere decir que haya desconfianza... solo que hay la posibilidad de que no se recuerde bien algún asunto.
“Considerando que el subscribiente ha estado de acuerdo [...]”
Cuando hablamos de “contrato”, usted tal vez se imagine unos papeles llenos de tecnicismos legales. Pero según varios libros de derecho, un contrato es simplemente una “obligación mutua entre dos personas que tienen el derecho mutuo a exigir el cumplimiento de lo convenido”. Una simple promesa no es necesariamente un contrato, pues un contrato es un acuerdo cuyo cumplimiento se puede hacer cumplir por vía legal.
¿Qué hace, pues, que el cumplimiento de una promesa se pueda “hacer cumplir por vía legal”? Aunque las leyes varían de lugar en lugar, tiene que haber generalmente tres elementos para que un contrato sea válido: 1) Una oferta legítima. 2) Aceptación. 3) Causa recíprocab. (Ambas partes tienen que contribuir algo, como dinero, o prometer hacer o no hacer algo.)
Un relato de la Biblia, que se halla en el capítulo 23 de Génesis, ilustra bien estos principios legales. Allí nos enteramos de que Abrahán compró un terreno para sepultar a su amada esposa, Sara. La escena comienza en la puerta de la ciudad, donde comúnmente se efectuaban las transacciones comerciales. Abrahán empieza por inclinarse respetuosamente ante los hijos de Het. Pide francamente “la cueva de Macpela”, que pertenece a Efrón, y ofrece pagar “la plena cantidad de plata”. En vez de eso, Efrón ofrece ‘dar’ no solo la cueva, sino también el campo que la rodea. Pero Abrahán insiste en pagar. Cabe la posibilidad de que luego se pusiera en tela de juicio la promesa de Efrón de ‘darle’ la tierra. De modo que se aceptó y se pagó el precio de “cuatrocientos siclos de plata”. (Génesis 23:1-20.)
En aquel suceso de la vida real, ambas partes fueron respetuosas. La venta se llevó a cabo ante testigos y según los procedimientos legales establecidos. Y aunque no se declara específicamente que se haya firmado una escritura de traspaso, sí se muestra que los límites del terreno comprado quedaron explícitamente “confirmados”. (Génesis 23:17.)
Abrahán sabía que el confiar en promesas vagas no era la mejor manera de hacer negocio. Siga el ejemplo de él. Por ejemplo, si usted quiere que su vecino le pinte la entrada, reúnase con él y elabore los detalles. ¿Qué abarca específicamente la palabra “entrada”? ¿De qué color quiere usted que se pinte? ¿Qué clase de pintura quiere que se use? ¿Cuándo debe quedar terminado el trabajo? ¿Cuánto costará?
Cómo ponerlo por escrito
No es necesario redactar un contrato con lenguaje difícil de entender para que sea obligatorio o vigente en sentido legal. Se pueden usar palabras simples y claras. Lamentablemente, los contratos se redactan a menudo de tal modo que solo los expertos pueden descifrarlos. Se dio el caso de un presidente de una compañía de seguros que no entendía ciertas partes de su propia póliza de propietario. Así que las palabras portentosas pueden causar confusión.
Quizás usted pueda redactar su propio contrato sencillo por medio de escribir los puntos que se hayan acordado, fechar el documento y firmarlo por duplicado. Tenga presente, sin embargo, que es mejor dejar que profesionales en la materia se encarguen de los contratos complejos, como un contrato de venta de una propiedad inmueble.
Antes de firmar el documento
Puede que usted se meta en situaciones en que se sienta presionado a firmar algo. En los hospitales, por ejemplo, a menudo se pide a los pacientes que firmen muchos formularios. O un ocupado agente de seguros le pide que firme una póliza larga y llena de detalles. No obstante, es importante que usted entienda lo que firma, pues la ignorancia no puede servirle de excusa legal.
De modo que haga preguntas. ¿Da el formulario permiso al hospital para efectuar una operación que usted no desea, o para someterlo a algún tratamiento que usted no estaría dispuesto a aceptar? ¿Realmente satisface sus necesidades la póliza de seguro? Tenga cuidado con frases como ésta: “No nos hacemos responsables”. ¡Tal vez signifique precisamente eso! Asegúrese de entender los elementos esenciales de todo documento que usted firme.
Por ejemplo, supongamos que un patrono ofrece darle cierto entrenamiento. Debido a que tal entrenamiento lo convierte a usted en un competidor potencial, él quizás le pida que firme un acuerdo en el que se declare que si usted renuncia al empleo, no hará cierto trabajo en particular durante cierto período en una zona definida. ¿Respetan los tribunales el derecho de un patrono a proteger sus intereses de esta manera? Los autores de Making the Law Work for You: A Guide for Small Businesses dicen: “En casi todas las jurisdicciones de los Estados Unidos [...] se exige legalmente el cumplimiento de un acuerdo de no competición que se haya redactado en términos razonables”. Usted haría bien en considerar mejor los riesgos antes de firmar un acuerdo como ése.
“Ha jurado a lo que es malo para sí”
A veces hasta las personas más juiciosas pueden hallarse atadas a un contrato indeseable. Algunas prefieren faltar a su palabra antes que sufrir una pérdida. Sin embargo, la Biblia encomia a la persona que ha “jurado a lo que es malo para sí, y no obstante no lo altera” (Salmo 15:4). Esto significa estar dispuesto a aceptar las consecuencias de haber firmado algún contrato desfavorable... sumarlo a la experiencia de uno.
No obstante, hay algo que podemos hacer. Note el principio que se expresa en Proverbios 6:1-3, según la Today’s English Version de la Biblia: “Hijo mío, ¿has prometido hacerte responsable de las deudas de alguna persona? ¿Has quedado atrapado por tus propias palabras, pillado por tus propias promesas? Bueno, hijo mío, [...] he aquí como puedes librarte: ve corriendo a ella y suplícale que te libre”. Sus esfuerzos persistentes tal vez resulten en que se le libre del acuerdo imprudente. Si no sucede así, el consejo de Jesús tocante a que su “Sí signifique Sí” probablemente le ayudará a aceptar con calma estoica las consecuencias. (Mateo 5:33-37.)
Hasta los mejores planes...
Hasta el contrato más meticulosamente redactado puede causar problemas. “El tiempo y el suceso imprevisto” pueden imposibilitar el que cumplamos promesas que hallamos hecho con la mejor intención (Eclesiastés 9:11). Todavía pudieran haber malos entendidos. Pero el amor cristiano, el sentido de equidad, la generosidad y la comprensión mutua pueden sofocar el fuego de la controversia. (Filipenses 2:3, 4.)
Algunos cristianos del primer siglo recurrieron a pleitos en los tribunales para arreglar disputas que tenían con compañeros de creencia. Pero la Biblia aconseja en contra de esto, y pregunta: “¿Es verdad que no hay entre ustedes ni un solo sabio que pueda juzgar entre sus hermanos?” (1 Corintios 6:5). Es probable que usted conozca a alguien que tenga experiencia en tales asuntos que pudiera ayudarle si usted no pudiera arreglar los problemas personalmente. Con frecuencia alguien que sea neutral en el asunto, dispuesto a examinar ambos lados calmada y objetivamente, pudiera contribuir con otra idea. Quizás la respuesta esté en alguna parte del contrato. Es interesante que esta manera básica de tratar con el asunto, llamada arbitraje en los círculos legales, se ha popularizado, puesto que ahorra los gastos, el tiempo y la inquietud que conlleva un prolongado caso judicial.
Esperamos que esta información le sea útil para que no se enrede en una controversia, sufra alguna pérdida financiera ni pierda algún amigo. Aparte suficiente tiempo para encargarse de los asuntos apropiadamente... legalmente. Considere a fondo los asuntos. Planéelos cabalmente. Y sin falta... ¡PÓNGALO POR ESCRITO!
[Notas a pie de página]
a Los nombres de las personas se han cambiado.
b Esta frase literalmente significa en inglés “consideración mutua”. Un libro sobre derecho mercantil declara que la “consideración en el sentido del contrato convencional es propia de la ley anglo-americana”. En los Estados Unidos hay indicaciones de que la consideración está perdiendo “mucha de su importancia como requisito para un contrato”.
[Ilustración en la página 21]
No se avergüence de pedir a alguien que firme un contrato