Salmos
Triunfa el propósito de Dios respecto a Su reino
Dios tiene un propósito. Las naciones tienen un propósito. Estos propósitos difieren en gran manera debido a que, como dice Dios, “como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que los caminos de ustedes, y mis pensamientos que los pensamientos de ustedes.” Precisamente a esa misma medida es mejor el buen propósito de Dios para la humanidad.—Isa. 55:9.
Esto de trabajar Dios y las naciones con propósitos en conflicto lo describe el salmista, quien escribió: “¿Por qué han estado en tumulto las naciones y los grupos nacionales mismos han seguido hablando entre dientes una cosa vacía?” El propósito de las naciones y los grupos nacionales es vacío, fútil, condenado al fracaso, pero ellos siguen esforzándose por lograrlo. No pueden traer paz y armonía a la Tierra. Sin embargo, llevan sus acciones hasta el punto de oponerse a la gobernación de Dios, porque, como dice el salmista: “Los reyes de la tierra toman su posición y los funcionarios encumbrados mismos se han reunido en masa como uno solo contra Jehová y contra su ungido.”—Sal. 2:1, 2.
EL REY NOMBRADO POR DIOS
Este ungido es Jesucristo, el rey nombrado por Dios. Los apóstoles aplicaron Salmo 2:1, 2 a Jesús. (Hech. 4:24-27) Las naciones pudieran reconocerlo, pero piensan que no les gustaría llegar a estar bajo los requisitos y limitaciones que Jehová y su rey nombrado traerán, y por eso dicen: “¡Rompamos sus ataduras y echemos de nosotros sus cuerdas!”—Sal. 2:3.
¿Se preocupa Dios por estos esfuerzos que hacen las naciones por seguir adelante con su propia soberanía y forma de gobernación? Él dice: “El Mismísimo que se sienta en los cielos se reirá; Jehová mismo hará escarnio de ellos.” Él sigue adelante con su propósito como si estos gobernantes no fueran nada. Sin embargo, la actitud de ellos no le agrada, porque, cuando ellos hagan esfuerzos por impedir su propósito, “hablará en su cólera [como el sonido de un terrible tronar] y en su ardiente desagrado [como el azote de un gran rayo] los perturbará.” Lo que él declara los perturba en gran manera: “Yo, sí, yo, he instalado a mi rey sobre Sión, mi santa montaña.” El trono sobre la Tierra ya está ocupado por el propio rey nombrado por Dios, Su selección. No queda lugar para ningún otro.—Sal. 2:4-6.
Entonces el rey Jesucristo mismo habla: “Déjeseme hacer referencia al decreto de Jehová [Dios ya había hecho con su Hijo un pacto para el Reino]; él me ha dicho: ‘Tú eres mi hijo; yo, hoy, yo he llegado a ser tu padre.’” El Rey, pues, es el propio Hijo de Dios, el que está en la posición más cercana a Él, uno que ha sido probado y ha resultado leal, y en quien Dios confía. El Rey entonces se refiere al derecho que tiene a la dignidad real, porque Dios le ha dicho: “Pídeme, para que yo dé naciones por herencia tuya y los cabos de la tierra por posesión tuya propia.” Él tiene la herencia como la persona a quien Dios ha hecho primogénito; todo lo que tiene que hacer es solicitarla, lo cual hace debido a su gran deseo de llevar a cabo la voluntad de Dios con relación a la Tierra.—Sal. 2:7, 8.
EL DECRETO DE DIOS CONTRA LAS NACIONES
Entonces, ¿en qué posición se hallan las naciones hoy, junto con todos sus armamentos de guerra? El Rey cumplirá el decreto de Dios: “Las quebrarás con cetro de hierro, como si fueran vaso de alfarero las harás añicos.” Los cetros de los reyes de la antigüedad se hacían de madera, marfil u otros materiales. Algunos se hacían de hierro, como éste. La ilustración de los asuntos aquí muestra la facilidad con la cual Cristo el rey destruirá a las naciones de modo que no se puedan recobrar del golpe.—Sal. 2:9.
¿Tienen necesariamente que experimentar un quebrantamiento que los destruya los reyes nacionales? No, porque el salmista les dirige esta súplica: “Y ahora, oh reyes, ejerzan perspicacia; déjense corregir, oh jueces de la tierra.” Se les pide que escuchen, consideren lo vacío de sus planes, en contraste con lo que el reino de Dios hará para beneficio de la gente, y que corrijan su curso.—Sal. 2:10.
A los reyes de la Tierra se les da la amonestación de que “sirvan a Jehová con temor y estén gozosos con temblor.” Si hicieran esto, podrían, en vez de hallarse en tumulto, regocijarse ante las perspectivas que el Rey pone ante ellos. Pero tendrían que abandonar toda altivez y orgullo, que en el pasado han demostrado en su gobernación. Y tendrían que hacerlo ahora, antes de que sea demasiado tarde. Sería necesario que ejercieran perspicacia en cuanto a la gran superioridad de la soberanía de Dios y lo imposible de resistir a Jehová y su Mesías.—Sal. 2:11.
UNA INVITACIÓN MISERICORDIOSA
Por lo tanto a los gobernantes se les avisa que, en vez de reunirse en masa en oposición, deberían ‘besar al hijo, para que Él [Dios] no se enoje y no vayan a perecer del camino.’ (Sal. 2:12) Debe prestarse atención a Jehová el gran Soberano cuando él emite un decreto. Cuando él puso a su Hijo sobre el trono, los gobernantes de la tierra deberían haber dejado de estar “hablando entre dientes una cosa vacía.” Deberían haber reconocido al Rey inmediatamente, y haberle dado completa obediencia.
Los que rehúsan reconocer la autoridad del Rey que Dios ha escogido, en realidad insultan al Altísimo. Niegan su soberanía universal y su aptitud y autoridad en cuanto a escoger al rey que es el mejor gobernante para la humanidad. Estos verán que la furia de Jehová los alcanzará de súbito, cuando estén buscando la manera de llevar a cabo sus propios planes, “porque su cólera se enciende fácilmente,” o arde con rapidez, irresistiblemente. Ciertamente esta advertencia es buena y válida y una que ellos deberían aceptar con agradecimiento, porque el escucharla significa vida para ellos.—Sal. 2:12a.
Todavía hay tiempo, pues, para que los que han apoyado tácitamente los planes de las naciones —hasta para los que se han opuesto al reino de Aquel a quien Dios ha nombrado— hallen seguridad. En el peligro que amenaza, éstos pueden huir a Jehová, porque él voluntariamente suministra refugio bajo el reino de su Hijo, antes de que este reino aplaste a las naciones en oposición.
¿Cómo se puede llegar a este lugar de refugio, y qué significa para el que busca abrigo en él? El salmista llega a esta conclusión: “Felices son todos los que se refugian en él [Jehová].” (Sal. 2:12b) No es difícil hallar esta protección. Pero ¿cómo hallarla? Uno tiene que comprender primero que se necesita algo que sea mejor de lo que las naciones mundanas ofrecen. Entonces, debe sinceramente investigar la Biblia para descubrir cómo puede amoldar su vida al camino de Dios. Esto de ninguna manera significa vivir una vida anormal.
Los que estudian la Biblia, donde se halla la guía que Dios da, pueden vivir una vida más satisfactoria. El seguir el consejo de la Biblia les da relaciones familiares más felices, los libra de muchos de los temores y preocupaciones que afligen al mundo, y les da un conocimiento y seguridad de que agradan al Creador. Solamente el Soberano universal puede dar una garantía de “la vida de ahora y de la que ha de venir [después que su cólera limpie de la Tierra a los que se oponen a lo justo al rechazar su gobernación].” (1 Tim. 4:8) Puesto que él es el Creador, quien sabe lo que conviene a la gente, logrará su propósito de bendecir a la gente con paz, seguridad verdadera y contentamiento bajo el reino de su Hijo. (Mat. 6:33) Verdaderamente, es tiempo de ‘ejercer perspicacia’ sí, ‘besar al Hijo,’ antes de que Jehová Dios, en su cólera, consuma tanto a los gobernantes de la Tierra como a los reinos de éstos.