Ponderando las noticias
¿“Diversión inofensiva”?
“Repentinamente, noté que algo se movía: era un soldado enemigo. Me agaché detrás de un árbol y lo observé a través de la mira de mi ametralladora Uzi, esperando poder hacer un disparo certero. La adrenalina corría por mis venas. Las sienes me latían.” Éstas eran las intensas emociones que embargaban a este soldado. Entonces, inesperadamente, sintió un dolor agudo en un costado. “Miré hacia abajo y vi que mi traje militar de camuflaje estaba manchado con un espeso líquido rojo. Me habían herido. Todo había terminado para mí.”
Sin embargo, 20 minutos después estaba peleando otra vez. ¿Cómo es posible? Simplemente porque este soldado no había sido herido con una bala de verdad. Estaba participando en maniobras de guerra en un campo de batalla simulado —uno de los muchos que hay en toda América del Norte— donde los clientes pagan por participar en combates, informa The Express, de Easton, Pensilvania. Dos equipos rivales alquilan pistolas de aire, fabricadas como las ametralladoras Uzi de los israelíes, y tratan de “matarse” unos a otros con perdigones que salpican sobre sus blancos tinte hidrosoluble para eliminar del juego a sus enemigos. El objetivo es capturar la bandera del equipo enemigo. “Es solo diversión inofensiva”, dice un folleto de publicidad.
Pero Thomas Radecki, presidente de la Coalición Nacional contra la Violencia en la Televisión, dice que una docena de investigadores que son peritos en los efectos de la agresión están todos de acuerdo en que “es probable que este juego aumente la tendencia que tiene la gente hacia la ira y la agresión en general”. Prescindiendo de que esto sea cierto o no, ¿podrían participar en ese juego los cristianos genuinos? Las Escrituras los exhorta a ser ‘amables para con todos’, no “promoviendo competencias unos con otros” (2 Timoteo 2:24; Gálatas 5:26). Además, las palabras proféticas de Isaías 2:4, “ni aprenderán más la guerra”, aplican al pueblo de Dios hoy día. Evitan el entretenimiento que promueva ideas y acciones bélicas y se esfuercen por “alcanzar las cosas que contribuyen a la paz”. (Romanos 14:19.)
Los peligros de ‘soplonear’
El término “soplón” ha llegado a describir al empleado de gobierno o de corporación que se arriesga para poner al descubierto los abusos o las actividades ilegales que cometen los que están en posiciones de alto nivel. Pero Donald R. Soeken, siquiatra que da asesoramiento a este tipo de personas, dice: “Los soplones terminan teniendo una serie de problemas emocionales y físicos”. Menciona condiciones como la depresión, la paranoia y los trastornos relacionados con la tensión. Muchos de sus clientes, en su mayoría empleados federales, “obran así movidos por la indignación que sienten debido al agravio a la moral —dice The New York Times en el reportaje que hizo de las opiniones de Soeken—, pues creen con cierta ingenuidad que el sistema finalmente apoyará la causa de ellos y hasta los recompensará”. Cuando “el sistema” no hace esto, o hasta los castiga por su manera de obrar, “el efecto sicológico puede ser devastador”, dice el reportaje.
Hoy día hay muchas personas que desean ver que se juzgue a los que están en el poder y cometen actos ilegales. Pero “el sistema”, o cualquier organización mundana, rara vez rectifican los males. ¿Por qué es esto exigir demasiado? Porque, como dice la Biblia, “lo que se hace torcido no se puede hacer derecho” (Eclesiastés 1:15; 1 Juan 5:19). Pero si las personas rectas no pueden lograr que se efectúen mejoras, ¿quién puede lograrlo? Dios es el único que puede, y lo hará dentro de poco. Bajo el gobierno de su Reino, todo acto de corrupción será eliminado. El efecto que esto tendrá en los habitantes de la Tierra será deleitable. (Daniel 2:44; Salmo 37:37-40.)
‘La ciencia no lo puede aclarar’
“Tenemos que poner en duda la creencia que sostienen muchos científicos de que la ciencia al fin y al cabo dirá la verdad final acerca de todo asunto”, dice Sir John Eccles, ganador del premio Nóbel y precursor en las investigaciones sobre el cerebro. Después de mencionar algunos ejemplos, dice que, debido a que saben más tocante al cerebro, “muchos científicos e intérpretes de la ciencia [...] afirman que algún día la ciencia explicará los valores morales, la belleza, el amor, la amistad, la estética y la cualidad literaria”. Pero Eccles concluye que “este punto de vista no es más que una superstición”. Las preguntas básicas de la vida (¿Quién soy yo? ¿Por qué estoy aquí?, y así por el estilo) “son todas misterios que la ciencia no puede aclarar”, añade Eccles. Nos recuerda que mucho de lo que hoy día se llama ciencia se basa realmente en opiniones humanas inestables.
El salmista escribió: “Mejor es refugiarse en Jehová que confiar en el hombre terrestre” (Salmo 118:8). ¿Por qué es esto cierto? En parte, porque la ciencia no puede ver más allá del mundo material. Pero Jehová tiene conocimiento infinito y nos da explicaciones satisfacientes sobre nuestro origen, nuestra composición y nuestro propósito en la vida (Génesis 1:26-28; 2:4; Eclesiastés 12:13). No obstante, la Biblia dice que hay ciertas cosas que los humanos no pueden entender (Salmo 139:1-6; Romanos 11:33). Sabiamente, pues, no sobrestimemos lo que la ciencia puede realizar.