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Debería bastar con una palabraLa Atalaya 1978 | 15 de noviembre
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a la conciencia no lo mueve a reconocer y rectificar el mal que ha cometido. Hasta si se le golpeara con cien azotes no cambiaría. No considera a Dios ni a otras personas, sino que solo piensa en sí mismo. Su corazón se endurece cada vez más y su conciencia se endurece debido a la resistencia que él presenta a las reprensiones y los golpes. “El sabio teme y va apartándose de lo malo, pero el estúpido está poniéndose furioso y confiado en sí mismo,” dice el sabio escritor de Proverbios.—Pro. 14:16.
Faraón de Egipto fue una de esas personas estúpidas. Las plagas que sufrió sirvieron solamente para hacerle exhibir lo terco de su corazón y solidificar su determinación, hasta que finalmente el resultado fue su propia destrucción.—Éxo. 11:9, 10; 14:5-9; Sal. 136:15.
UN CONTRASTE
El apóstol Pedro y el traidor Judas suministran un buen contraste entre el hombre entendido y el estúpido o el insensato. Jesús le había dicho a Pedro que Pedro negaría a su Señor tres veces. (Luc. 22:31-34) Más tarde, cuando Jesús estuvo siendo sometido a juicio delante del sumo sacerdote, Pedro sí negó al Señor, pero inmediatamente después, cuando vio a Jesús volverse hacia él y darle una mirada significativa, Pedro salió afuera y lloró amargamente. (Luc. 22:54-62) Aunque profundamente herido, Pedro se benefició de lo que le comunicó una “mirada.” Su respuesta profundamente sincera a esto ayudó a Pedro a ser una torre de fortaleza para sus hermanos posteriormente.
Pero Judas, aunque había estado con Jesús y los apóstoles por aproximadamente dos años y había recibido la instrucción y corrección de Jesús y había visto sus obras maravillosas, no se sintió movido. Su corazón no se conmovió ante todas las curaciones que Jesús había ejecutado, ni ante la bondad del entrenamiento y la disciplina que Jesús administró. Al contrario, se iba endureciendo progresivamente porque alimentaba su deseo avariento por medio de robar de los fondos que Jesús y sus apóstoles habían apartado para sus gastos y para ayudar a los pobres. (Juan 12:6; 13:29) ¡Qué falta de aprecio tenía Judas! Cuando Jesús, en aquella última noche antes de Su muerte, le dijo: “Lo que haces hazlo más pronto,” Judas no respondió como lo hizo Pedro ante una simple mirada de Jesús. (Juan 13:27) Siguió adelante, resuelto a llevar a cabo su inicuo proyecto. Hasta cuando su pecado recayó en él, no fue a Dios en oración, ni a los apóstoles, sino que volvió a los criminales en cuyas manos había traicionado a Jesús. En temor trató de devolver las 30 piezas de plata, como si de algún modo aquello pudiera restar peso a la culpa que llevaba. Al ser desairado y rechazado por sus socios en el crimen, salió y se colgó.
Estos ejemplos destacan la importancia de siempre esforzarnos por ser entendidos, tener una mente receptiva, escuchar a los llamados, censuras, hasta a una “palabra” de reprensión de parte de otras personas que nos tratan de ayudar. El que una reprensión no tenga en uno un efecto profundo y lo mueva emocionalmente no solo pone en tensión la relación de uno con Dios y con otras personas con las cuales uno se asocia, sino que también puede resultar en la peor condición posible: un corazón endurecido y una insensibilidad hasta para los “golpes” disciplinarios, o penalidades que deberían devolverle el juicio a uno. Si uno no da pasos vigorosos para corregir esta condición, el resultado es su ruina completa.
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“La frente de una esposa que comete prostitución”La Atalaya 1978 | 15 de noviembre
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“La frente de una esposa que comete prostitución”
DEBIDO a su vergonzoso registro de idolatría, de Jerusalén se dice que tenía “la frente de una esposa que comete prostitución.” (Jer. 3:3) Esto significa que Jerusalén era tan descarada y desvergonzada como una adúltera. Era como si sus actos faltos de fe estuvieran escritos en su frente, visibles a todos.
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