La sabiduría aborrece el orgullo
SABIDURÍA es la habilidad de usar el conocimiento correctamente. Es el ejercer conocimiento de manera correcta con buenos resultados. Se relaciona estrechamente con la sabiduría el entendimiento. Sin embargo, puede decirse que el entendimiento avanza un paso más que la sabiduría. Entendimiento, según se usa en las Escrituras, significa la habilidad de ver una cosa en sus partes relacionadas, y particularmente la habilidad de ver todas las cosas en su relación a Jehová Dios. De modo que la Palabra de Dios aconseja: “La cosa principal es la sabiduría. Adquiere la sabiduría, y con todo lo que adquieras, adquiere el entendimiento.”—Pro. 4:7.
La sabiduría tiene mucho que la recomienda. “Feliz es el hombre que ha hallado sabiduría,” porque es mejor que plata, oro y piedras preciosas. Trae consigo longitud de días, riquezas, gloria y agradabilidad. Una razón por la cual todo esto es cierto de la sabiduría es debido a la actitud que ella adopta hacia el orgullo. Así que la personificación de la sabiduría dice: “El ensalzamiento propio y el orgullo . . . he aborrecido.” ¿Por qué aborrece la sabiduría el orgullo y el ensalzamiento propio?—Pro. 3:13; 8:13.
La sabiduría se preocupa de lo propio de las cosas, de que sean correctas. Conoce el valor del orden y de la armonía. La sabiduría sabe ser objetiva, considerar los hechos imparcialmente y razonar a base de ellos claramente. Se interesa en la eficiencia y en los resultados. La sabiduría aborrece el orgullo porque éste va contra todo esto.
¿Qué es orgullo? La palabra proviene de raíces que significan “majestuoso,” “elegante,” “valiente.” Entre sus definiciones se halla “exceso de estimación propia.” Hay que tener cierta cantidad de estimación propia, como manifiesta el apóstol Pablo: “Digo a todo el que está allí entre ustedes que no piense más de sí mismo de lo que es necesario pensar; sino que piense de tal modo que tenga una mente sana.” El orgullo exhibe un estado mental contrario. Es un ensalzamiento de uno mismo, el tomarse demasiado en serio, el abrigar un sentimiento demasiado elevado de sí mismo. El orgullo es un estado emocional que no se somete al raciocinio y por lo tanto es insensatez.—Rom. 12:3.
El que es orgulloso no sólo está cabalmente consciente de sus propias cualidades buenas sino que se imagina que tiene muchas que no posee. Peor todavía, el que es orgulloso es tan ciego en cuanto a sus propias debilidades y faltas como lo es en cuanto a las cualidades buenas de otros. El orgulloso de una nación ve sólo faltas en los de otra nación. El orgullo a menudo va de mano con ventajas de educación, fama, poder o riquezas. El orgullo de raza, religión y nacionalidad son los más comunes.
Notando la tendencia humana a jactarse, Jehová aconsejó hace mucho: “No se jacte de sí mismo el sabio a causa de su sabiduría, y no se jacte de sí mismo el poderoso a causa de su poder. No se jacte de sí mismo el rico a causa de sus riquezas.” ¿Por qué no? “Porque ¿quién hace que difieras de otro? En verdad, ¿qué tienes tú que no hayas recibido? Ahora, pues, si verdaderamente lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?”—Jer. 9:23; 1 Cor. 4:7.
La sabiduría aborrece el orgullo no sólo porque éste carece de lógica y de sentido de lo propio de las cosas, sino, ante todo, porque el manifestar orgullo es despreciar la autoridad del Personaje más poderoso y más exaltado del universo. El orgullo hace que uno se oponga a la voluntad divina de Jehová Dios. Él “se opone a los arrogantes,” y amonesta que “todo el que se ensalza será humillado.” El orgullo hace que seamos enemigos de Aquel que más puede hacer para nosotros: darnos vida eterna en felicidad. ¡Con razón la sabiduría aborrece el orgullo!—1 Ped. 5:5; Luc. 14:11.
Sí, el orgullo viola todo sentido de la proporción y aptitud de las cosas. Muestra que de ninguna manera entiende la relación de la criatura para con su Creador. “El temor de Jehová es el comienzo de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es lo que entendimiento es.” El orgullo ciega a uno al hecho de que aun el más exaltado humano no es sino una langosta en comparación con el Creador y que naciones enteras son como gotas que caen de un balde vacío.—Pro. 9:10; Isa. 40:15-17, 22, 23.
Hombres orgullosos y de sabiduría mundana asiduamente tratan de librarse de toda responsabilidad hacia su Hacedor y de todo sentido de obligación a él. Buscan lo que parecen ser defectos en la Palabra de Dios y en Su libro de la naturaleza. En vano tratan de probar que este universo de maravilloso diseño y perfecto funcionamiento vino a existir por pura casualidad y que opera a la ventura y sin un Sostenedor. En vano tratan de excluir de la vida el papel que desempeña la religión. ¡Qué insensatos! Si no antes, en el Armagedón a todos los tales se les hará saber lo insensatos que han sido.—Sal. 14:1; Apo. Rev. 16:14, 16.
La sabiduría también aborrece el orgullo porque éste es destrozador. El orgullo instiga a rivalidad y competencia en vez de a armonía y cooperación. Por una parte, el orgullo hace que rehusemos admitir un error, y por otra parte hace que rehusemos perdonar y olvidar. ¡Cuántos matrimonios se han sacrificado sobre el altar del orgullo! El orgullo contribuye a la delincuencia. Hace que los padres se exasperen con sus hijos en vez de ser pacientes y que los hijos se rebelen, contrario al consejo bíblico.—Efe. 6:1-4.
El orgullo también actúa como fuerza destrozadora en la congregación cristiana. Hace que sea fastidiosa la sumisión a la autoridad y difícil la cooperación con el prójimo de uno. Las palabras de Pablo no dejan lugar para el orgullo: “En mostrarse honor unos a otros lleven la delantera,” “considerando con humildad de mente que los demás son superiores a ustedes.”—Rom. 12:10; Fili. 2:3.
¡Verdaderamente con buenos motivos la sabiduría aborrece el orgullo! El orgullo hace que seamos opositores del Creador, pone barreras entre nosotros y nuestros prójimos y estorba la eficiencia y la obtención de los resultados deseados. La Biblia está llena de ejemplos amonestadores que prueban que: “El orgullo esta antes de un ruidoso estrellarse, y un espíritu arrogante antes del tropezar.” Sea como la sabiduría; ¡aborrezca el orgullo!—Pro. 16:18.