‘Es hermosura pasar por alto la transgresión’
HAY muchas clases de hermosura, todas las cuales de una manera u otra deleitan a la humanidad. Hay cosas que son hermosas a la vista: hermosos ríos, valles y montañas, las diversas clases de flores y pájaros, y personas bien parecidas. El amor de las mujeres a la hermosura explica por qué los cosméticos son una industria de muchos millones de dólares.
También muchas son las cosas hermosas para nuestro sentido del oído. Hay música melodiosa y armoniosa, el canto de los pájaros, el susurro de las hojas con la brisa, el murmullo de un arroyo. La voz culta y bien entrenada también es hermosa. Se halla combinada la belleza del sonido con la del movimiento en ciertos ballets.
Pero la más elevada forma de hermosura es las acciones hermosas: acciones que dan satisfacción al sentido moral, que van a la par con los ideales de uno, acciones que deleitan el corazón del hombre. Estas se describen apropiadamente como hermosas porque, como la define un diccionario, hermosura es “la idoneidad de orden elevado para deleitar el ojo o el sentido estético, intelectual o moral” del hombre. Es a esta clase de hermosura a la que se refiere el antiguo proverbio bíblico que dice: “La perspicacia del hombre ciertamente retarda su cólera, y es hermosura de su parte pasar por alto la transgresión.”—Pro. 19:11.
Sin duda una razón por la cual el pasar por alto la transgresión parece hermoso es que denota madurez emocional. Revela habilidad para hacer lo prudente y lo difícil: controlar uno sus emociones bajo tensión, en vez de proceder de la manera que requiere el menor esfuerzo pagando en la misma moneda. Tal como una persona físicamente bien formada es hermosa, así lo es un ejemplo de fuerza moral. Parece hermoso porque es una forma de generosidad.
Si el pasar por alto la transgresión es hermoso, ¿podría ser que el no proceder así pudiera parecer lo contrario? Certísimamente, como lo muestra la siguiente experiencia: Era una asoleada tarde de un domingo de verano cuando una pareja de ancianos caminaba por una de las calles de Brooklyn. Al alzar los ojos, vieron a un adolescente que venía en bicicleta directamente hacia ellos. No fue sino hasta que iba a chocar contra ellos que se detuvo súbitamente. Molesto por la falta de buenos modales del joven, el caballero de mayor edad empujó al adolescente con el pie, a lo cual el joven saltó de su bicicleta, cerró los puños y amenazó con golpear al caballero de mayor edad. Al ver eso, su esposa, con tono dominante, le dijo al adolescente: “¡Muéstrele respeto a un anciano!” Al oír eso, el joven subió a su bicicleta y se fue.
Este incidente de la vida real ilustra bien el hecho de que el no pasar por alto una transgresión a veces puede resultar en algo que realmente carece de hermosura. Inútil decirlo, el caballero de mayor edad se sintió corrido, abochornado, ya que no le hubiera agradado tener que desviar los golpes de un adolescente encolerizado. Pero, ¡cuánto mejor vista hubiera presentado, tanto para su esposa como para el adolescente, si sencillamente hubiera pasado por alto la transgresión! Hubiera habido un grado de hermosura en ello.
La Biblia nos da muchos ejemplos que ilustran el principio de que es hermosura pasar por alto una transgresión. Por supuesto, el ejemplo preeminente es nada menos que Jehová Dios, porque de él escribió el salmista: “El mismo conoce bien . . . que somos polvo.”—Sal. 103:14.
El poder pasar por alto la transgresión no es algo innato en nosotros. Tenemos que esforzarnos por cultivarlo. Los niños, por lo general, rápidamente quieren desquitarse, y por eso sus padres tienen que enseñarles a no ser vengativos, sino a pasar por alto la transgresión. Y los adultos que son introvertidos o quisquillosos especialmente tienen que estar en guardia. Cuando se comete transgresión contra ellos deben recordar este consejo prudente: “No digas: ‘Tal como me hizo a mí, así voy a hacerle a él. Le pagaré a cada uno según su obrar.’”—Pro. 24:29.
Evidentemente esto es lo que Jesucristo tuvo presente cuando dijo en su Sermón del Monte: “Al que te dé una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.” (Mat. 5:39) Muchos han criticado este consejo debido a que lo han entendido mal, creyendo que enseña pacifismo, pero no es así. Cuando uno recibe un golpe destinado a lastimarlo a uno, sería tontería estar dispuesto a aceptar más daño. Lo sensato sería huir o tratar de protegerse. En realidad, uno tiene la obligación para consigo mismo y para con sus amados de proceder así. Pero cuando a un individuo se le escarnece o le amontonan insultos debido a ser seguidor de Jesucristo, que figuradamente equivale a recibir una bofetada en la mejilla derecha, entonces el proceder noble que dicta la sabiduría es ser bondadoso y de genio apacible. La otra persona podría interpretar esto como el volver la otra mejilla. Así es como Jesús procedió, porque leemos acerca de él que “cuando lo estaban injuriando, no se puso a injuriar en cambio,” sino que volvió la otra mejilla por decirlo así.—1 Ped. 2:23.
Por supuesto, uno no debe atribuir más significado a un principio bíblico que lo que el resto de las Escrituras justifican. El pasar por alto la transgresión no significa excusar pecados o delitos graves. La Biblia fuertemente condena a los que disimulan la maldad.—Sal. 50:18; Isa. 5:23.
Hoy, más que nunca antes, la gente manifiesta el espíritu de venganza. Están prontos a desquitarse y a menudo no solo pagan en la misma moneda sino que añaden a ello. La opinión popular está propensa a considerar débiles y tontos a los que pasan por alto la transgresión, pero ellos no lo son. Es una manifestación de fuerza el hacer eso, y de sabiduría, así como también de generosidad; verdaderamente una cosa hermosa. Especialmente los ministros cristianos dedicados deben esforzarse a todo tiempo por manifestar la hermosura de pasar por alto la transgresión. Pues de esta manera pueden honrar a su Padre celestial, tal como dijo Jesucristo: “Resplandezca la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus obras excelentes y den gloria a su Padre que está en los cielos.”—Mat. 5:16.