“Felices los ojos que contemplan”
LOS ojos son una de nuestras posesiones más exquisitas, tan indispensables para nuestra felicidad completa. Ellos hacen posible que gocemos de la vista de los cielos estrellados, las bellezas y maravillas de nuestra esfera terrestre, y la misma luz del sol. Por el uso de nuestros ojos y facultades de raciocinio podemos apreciar que Dios verdaderamente existe y que él hizo todas las cosas hermosas a su tiempo.—Ecl. 3:11; Rom. 1:20.
Jehová Dios no sólo hizo la luz natural y proporcionó al hombre ojos con que ver las cosas naturales, sino que él también ha hecho provisión mediante la cual el hombre puede ver la luz espiritual y discernir cosas espirituales por medio de los ‘ojos del corazón’. (Efe. 1:18, NC) Su Palabra es una luz a nuestro sendero, y hoy está brillando con esplendor creciente. (Sal. 119:105; Pro. 4:23) Por medio de esta luz uno obtiene un entendimiento de Jehová Dios, quién es él y cuáles son sus propósitos; aprende que el reino de Dios se ha acercado y que pronto este viejo sistema de cosas inicuo será reemplazado por un nuevo mundo donde la justicia mora.—Éxo. 6:3; Apo. 11:15-18; 2 Ped. 3:1-13.
Grande como es la pena de no poder usar uno los ojos, el no ver mental o espiritualmente es sufrir una pérdida mucho mayor; en efecto, resulta en sufrir la destrucción. (Mat. 15:14) ¡Y cuán extensa es esta ceguera espiritual! Mientras que sólo una o, a lo más, dos personas de mil en los Estados Unidos están ciegas físicamente, la proporción es todo lo contrario en lo que toca a la vista espiritual: ¡sólo una de cada mil puede ver! En la India sólo una de casi un millón tiene esta vista espiritual, mientras que en la China sólo alrededor de una de cada cuatro millones entiende acerca de Jehová y sus propósitos.
¿POR QUÉ TANTA CEGUERA ESPIRITUAL?
¿Por qué hay tanta gente espiritualmente ciega? En primer lugar, porque Satanás, el dios de este sistema de cosas, les ha cegado la mente a la verdad. (2 Cor. 4:4) Él es el príncipe de las tinieblas y el enemigo principal de la luz, y él y sus demonios hacen todo lo que pueden para mantener a la gente en las tinieblas.—Isa. 60:2; Efe. 6:11, 12.
Debido a su influencia cegadora millones de personas de la China, la India y detrás de las cortinas de hierro nunca han tenido la oportunidad de ver la luz. Todas esas personas están ciegas sencillamente porque nunca han tenido la oportunidad de usar los ojos, de aprender la verdad. Hoy se hace una obra grandiosa de arrojar esta luz a todas partes del mundo. Cientos de miles de portadores de luz están dejando que su luz brille de casa en casa y en las esquinas de las calles; se hace uso de la radio también y hay misioneros que reciben instrucción y son enviados a países donde las tinieblas son más densas, para que a tantas personas como les sea posible se ponga en contacto con la luz y vean, si es que quieren ver.
¿Si es que quieren ver? ¿Acaso no quieren todos ver la luz?, pregunta usted. Desde un punto de vista natural, sí, pero no desde un punto de vista espiritual. Así como hay ciertas bestias salvajes que prefieren las tinieblas a la luz debido a sus costumbres de rapiña, miopía, etc., los hechos manifiestan que algunas criaturas humanas, por una u otra razón, prefieren las tinieblas en vez de la luz. Son hoy la imagen correspondiente a los líderes religiosos del día de Jesús. Estos estuvieron ciegos, no debido a falta de luz, porque la Luz había venido al mundo, sino porque rehusaron ver esa Luz, rehusaron reconocer a Jesús como el Mesías prometido.—Mat. 4:15, 16; Juan 3:19-21.
¿Por qué cerraron los ojos a la luz? Por orgullo, prejuicio y avaricia. Tratando de justificar su actitud, demandaron más señales y que Jesús les dijera sin ambages si él era el Mesías o no. Pero Jesús no accedió a sus demandas capciosas de más prueba. A su demanda, “Si usted es el Cristo, díganoslo,” él contestó: “Aun si se lo dijera, ustedes de ningún modo lo creerían.”—Mat. 16:1; 21:23; Luc. 22:67, NW.
Jesús amonestó contra el ‘ojo inicuo’. (Mar. 7:22; Mat. 20:15, NW) La malicia, la envidia y la avaricia cegaron sus opositores a la verdad, belleza, racionalidad y canonicidad de lo que les decía. Puesto que estaban más interesados en la alabanza de hombres que en la aprobación de Dios, ¿cómo iban a poder ver? (Juan 5:44) Y lo mismo es cierto de los líderes de la religión organizada hoy: el orgullo, el prejuicio, y la avaricia los ciegan a las explicaciones sencillas y razonables de la Palabra y propósitos de Jehová que los siervos y testigos de Jehová les presentan.
Otra razón por la cual algunos no pueden ver es que no tienen un “ojo sencillo”. Esto es como cuando los ojos no pueden enfocar apropiadamente, y por eso la mente se llena de un montón de rayos en conflicto y no tiene una visión clara de lo que los ojos están mirando. La dificultad de los que no tienen un “ojo sencillo” es que tratan de servir a Dios y a las riquezas al mismo tiempo. Eso es visión o punto de vista doble, en que no se puede ver que la devoción parcial y el servicio parcial no agrada a ninguno de los grandes amos, Jehová Dios y Satanás el Diablo. Cada uno exige todo o nada.
El que tiene tal visión borrosa y transigente se halla en la oscuridad respecto al reino de Dios y a la vida en el nuevo mundo que se ha acercado, y, andando a tientas, ahora de este lado y luego de aquél, no llega a ninguna parte en la senda de la luz, sino que va tropezando por el camino ancho que conduce a la destrucción. Quizás crea que se encuentra en la luz, pero lo que él considera luz es oscuridad, y debido a su opinión equivocada y egoísta, “¡cuán gran oscuridad es ésa!”—Mat. 6:23, NW.
APRENDIENDO A VER
Un infante al nacer, aunque mira con los ojos abiertos, no reconoce nada. Pero gradualmente, a medida que los días y meses pasan, las mismas formas y áreas de color continúan reapareciendo. El bebé se familiariza con ellas; las recuerda y puede identificarlas al verlas. Así aprende a usar los ojos y se familiariza con el mundo a su alrededor.
Lo mismo sucede con el que se pone en contacto con la luz de la verdad. Al principio todo es terreno desconocido y podemos ver únicamente un poco de lo que se nos revela. Pero si tenemos corazón recto que se esfuerza por conocer y retener lo que aprendemos, seguiremos atisbando en las páginas de la Palabra de Dios y en el funcionamiento de la organización que él está usando en la tierra. De este modo nos familiarizamos con esas cosas. Recordando bien estas cosas y familiarizándonos cabalmente con ellas podemos aumentar nuestros poderes perceptivos, es decir, tendremos la facultad para seleccionar o escoger diferentes cosas y distinguirlas de otras y descubrir detalles y rasgos peculiares. El Señor contesta nuestra oración: “¡Abre mis ojos, para que yo vea las maravillas de tu ley!”—Sal. 119:18.
Naturalmente, se requiere tiempo y práctica para aprender a ver, pero la recompensa que viene en forma de resultados es bendita. Ya no se sigue a guías ciegos, no se anda a tientas en las tinieblas, no hay confusión debido a los muchos credos religiosos, ya no hay desconcierto por preguntas perplejas. La belleza de la verdad de Dios nos hace exclamar: “Por parte de Jehová es esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos.”—Sal. 118:23.
Debemos de guardar celosísimamente como un tesoro los ‘ojos de nuestro corazón’ y ejercer el mayor cuidado para con ellos. Jamás debemos dejar que se deterioren en poder y agudeza visuales, ni que recaigan a la ceguera mundana. Hay que fortalecerlos continuamente para que no tengamos que forzarlos y para que no se disgusten con la brillantez aumentante de la luz que despide hoy día la Palabra de Dios. No debemos dejar que se ofusquen sino que debemos ejercerlos continuamente en armonía con las excelentes reglas del arte de ver espiritualmente.
Jesús, hablándoles a sus discípulos que acababan de regresar de una campaña de servicio en el campo en la cual predicaron el reino de Dios, dijo: “Felices los ojos que contemplan las cosas que ustedes están contemplando. Porque yo les digo, Muchos profetas y reyes desearon ver las cosas que ustedes están contemplando, pero no las vieron, y oír las cosas que ustedes están oyendo, pero no las oyeron.” (Luc. 10:23, 24, NW) Nuestros ojos son mucho más benditos aun que los de ellos, porque nosotros podemos ver por el cumplimiento de las profecías bíblicas que el gobierno real de Jehová mediante su Cristo ya está completamente establecido en los cielos para siempre jamás. Puesto que eso es cierto, podemos con la mayor confianza proclamar a todos la presencia y operación activa del reino de Dios.—Mat. 24:14.
Jehová Dios es nuestro gran Maestro, y concerniente a él el profeta dice: “El Maestro de ustedes ya no se esconderá, sino que sus ojos contemplarán a su Maestro.” (Isa. 30:20, AT) Debemos mantener los ojos fijos en él, esperando sus instrucciones según se revelan por medio de su Palabra puesta en claro y de su organización, así como los ojos de un siervo miran a la mano de su amo. (Sal. 123:1, 2) También debemos de mantener los ojos fijos ‘atentamente en el caudillo y perfeccionador de nuestra fe’, Cristo Jesús.—Heb. 12:2, NW.
Y a medida que avancemos a lo largo de la única senda correcta con los ojos fijos en Jehová Dios, Cristo Jesús y el Reino, también consideremos con generosidad a la pobre gente que se halla en tinieblas y que tiene hambre de la luz de la verdad del Reino. Mientras estemos en medio de ellos, recordemos: “El que tiene ojo generoso será bendito; porque da de su pan al desvalido.” (Pro. 22:9) No pan material, sino aquél que es de mucha más importancia, el pan espiritual que resulta en buena vista, como la miel que Jonatán comió mientras perseguía a los filisteos. (1 Sam. 14:27-29; Mat. 4:4) De la misma importancia es el proverbio: “El que da al pobre no padecerá necesidad; mas aquel que aparta los ojos, tendrá muchas maldiciones.”—Pro. 28:27.
Cristo Jesús consideró a las ovejas pobres y ciegas de su día con compasión. Hagamos lo mismo hoy, y así participaremos en el cumplimiento del texto: “Aquellos a quienes no se les ha hecho anuncio acerca de él verán, y aquellos que no han oído entenderán.” (Rom. 15:21, NW) Nuestros ojos han sido bendecidos por la luz de la verdad; ¡dejemos que otros reciban la luz, para que ellos también puedan ver!