El pensamiento tras el proverbio
CUANDO los proverbios bíblicos se escribieron la naturaleza humana era básicamente igual a como la encontramos hoy. El sabio observó mucho que era bueno y mucho que era malo. Todo ello merecía ser apuntado y comentado. Esto sirvió para expresar encomio por lo bueno, condenar lo malo y señalar el camino correcto a la persona dudosa que no estuviera segura del proceder que dictara la sabiduría práctica. Cuando se entiende claramente la base de un proverbio, se hace más eficaz su lección. ¿Sabe usted qué pensamientos había tras los siguientes proverbios?
“La senda de los justos es como la luz brillante que se está haciendo más y más clara hasta que el día queda firmemente establecido. El camino de los inicuos es como la oscuridad; no han sabido en qué siguen tropezando.”
Imagínese a una persona que viaja temprano por la mañana en Palestina al levantarse el sol en oriente. Al tintar el sol por primera vez el cielo, los objetos se ven sin perfil definido. Gradualmente, bajo la iluminación que va aumentando, todo se ve en detalle claro. Cuando el sol está directamente arriba al mediodía, no se ve sombra delante en el camino. Así es la senda de los siervos de Dios que, por atención constante a su Palabra, constantemente aumentan en conocimiento, sabiduría y entendimiento de sus propósitos. Los puntos de vista no claramente perfilados o erróneos, doctrina y profecías que no se entendían bien, gradualmente quedan expuestos claramente a la luz siempre aumentante procedente de la Palabra de Dios, y se hace muy claro el camino que se ha de seguir. Por otra parte, los inicuos son como el hombre que sigue tropezando en la oscuridad por la noche. No entendiendo la Palabra de Dios ni Sus propósitos, y no estando dispuestos a aceptar las verdades reveladas y actuar en conformidad con ellas, los inicuos siguen tropezando en su ignorancia y error, que, irónicamente, por estar tan ciegos no reconocen o confiesan.
“La mujer verdaderamente sabia ha edificado su casa, pero la insensata la derriba con sus propias manos.”
El proverbio muestra la influencia que para bien o para mal una esposa puede ejercer en el círculo de la familia. Una esposa devota, industriosa y prudente promueve por manejo sabio de las cosas de la casa la prosperidad de la familia. Aumenta el mobiliario, el alimento y la ropa y desempeña un papel de gran importancia en la educación religiosa de los hijos. Lo contrario es cierto de la esposa tonta, irreverente y manirrota. Aunque su esposo sea industrioso y frugal, su hogar no prospera, porque ella malgasta tanto el dinero como el tiempo. No solo está su mobiliario dilapidado, y los hijos están mal vestidos y mal alimentados, sino que se descuida lamentablemente la educación espiritual de éstos. ¡En realidad ella ha derribado la casa encima de ellos! El joven que busca esposa debe escoger prudentemente si tiene esperanzas de edificar un hogar feliz.
“El camino del perezoso es como seto de espinos, pero la senda de los rectos es camino construido.”
Sea lo que sea que emprenda el perezoso, se imagina que le estorban dificultades sin cuenta. Si va en un viaje, piensa que en el camino hay multitud de espinos y setos de zarzas por los cuales no puede pasar o, de poder, lo haría sufriendo dolores. Muchas de las dificultades son o producto de su propia imaginación o negligencia en cuanto a su deber. El hombre industrioso y que teme a Dios disfruta de su trabajo. No se imagina toda clase de obstáculos que pudieran servir como excusa para no afanarse en su labor. Dando atención a su trabajo evita muchas espinosas causas de tropiezo y quejas a que de otro modo tendría que encararse. Su viaje por la vida es por una carretera suave que ha sido construida y en la cual no hay piedras. Adelanta bien y se regocija.
“El caballo es algo preparado para el día de la batalla, pero la salvación pertenece a Jehová.”
Los israelitas no tenían caballos de guerra antes del tiempo de Salomón. Entre las gentes antiguas del Asia, los bueyes tiraban del arado y la carreta, el camello y el asno llevaban cargas, mulas y asnos se usaban como montura, y el caballo se usaba solo para la guerra. Antes de que Israel entrara en la Tierra Prometida, Jehová mandó que el rey futuro de su pueblo “no debe aumentarse caballos, ni hacer que la gente vuelva a Egipto para aumentar los caballos.” (Deu. 17:16) Dios sería la protección de su pueblo; los caballos de guerra no se necesitarían. Prescindiendo de la grandeza del poder del ejército que viniera contra ellos, Jehová proveería salvación para su pueblo obediente. Jactándose del poder militar de Asiria, Rabsaces, a la cabeza de las fuerzas de Senaquerib, ofreció dar dos mil caballos si los judíos podían poner jinetes sobre ellos. Ellos tenían los caballos para la batalla, pero Jehová dio la salvación a sus adoradores.—Isa. 36:8; 37:36-38.
“El crisol de refinar es para la plata, y el horno es para el oro; y el individuo es según su alabanza.”
El calor del crisol y el horno prueban la calidad de la plata y el oro, haciendo que la escoria suba a la superficie. Así mostrará la alabanza la calidad del corazón de un hombre. Los sabios no buscan la alabanza ni se hinchan con ella. Los hombres vanos la buscan y los débiles se inflan con ella. Si alguien puede soportar la alabanza sin sufrir daño, recordando que cualquier y toda cosa que tiene en realidad ha procedido de Dios, ése es genuino como plata pura a ojos de Jehová.
“El hombre físicamente capacitado que tiene pocos medios y que está defraudando a los humildes es una lluvia que barre de tal manera que no hay alimento.”
Una amenaza a los residentes de Palestina es el turbión. Se sabe que estos violentos aguaceros han descendido sobre las eras en el verano y han barrido con toda preciosa semilla, ahogando también el ganado y llevándose los rebaños. Hasta hogares han sido llevados por las aguas. Así es la opresión del hombre pobre que sube al poder y usa su puesto para echar mano a todo cuanto puede de lo que pertenece a los pobres o humildes. Se rebaja a extorsión de cosas de poco valor que no se le ocurriría a un gobernante rico. De esta manera un gobernante voraz o un gobernante endeudado pudiera barrer con todo aquello de que dependiera el pobre para sostenerse. El que está en autoridad debe estar libre de deudas, para que no sea tentado y use su puesto para causar daño en vez de hacer bien.
“El ojo que hace escarnio del padre y que desprecia la obediencia a la madre—los cuervos del valle de torrente lo sacarán y los hijos del águila se lo comerán.”
Las barrancas de las corrientes torrenciales de Siria son frecuentadas por cuervos que tienen la reputación de atacar los ojos de animales vivos o muertos. El cuervo en particular vive de cadáveres que yacen en el campo. Los que muestran falta de respeto a sus padres o a su Padre celestial y su organización parecida a una madre morirán una muerte vergonzosa, no digna de buen entierro.—Apo. Rev. 19:17-21.