El amor no da causa para tropiezo
“De ninguna manera estamos dando causa alguna para tropiezo, para que no se halle nada censurable en nuestro ministerio; antes bien, de toda manera nos recomendamos a nosotros mismos como ministros de Dios.”—2 Cor. 6:3, 4.
1. (a) ¿Cómo se ha definido el amor? (b) ¿Por qué vale la pena cultivarlo?
SE HA definido al amor como un interés altruista en otros basado en principios. En nuestra discusión previa observamos cómo el ejercitar amor cristiano nos ayudará a resolver problemas personales que pueden surgir; sin embargo, el amor puede efectuar mucho más que eso. Este interés altruista en el bienestar espiritual de otros puede, en muchos casos, hasta impedir que surjan tales problemas. El ejercicio apropiado de ello igualmente puede quitar tropiezos de las sendas de otros aun antes de que éstos lleguen a ser una causa de tropiezo para ellos. Al mismo tiempo el amor a Dios y al prójimo nos capacitará a obtener un punto de vista apropiado de nosotros mismos y de otros para que reconozcamos que todos nosotros nacemos imperfectos, sujetos a debilidades, flaquezas y limitaciones humanas, y esto nos ayudará a evitar el que nos haga tropezar lo que otros hagan o digan. Ciertamente, entonces, el amor como fruto del espíritu de Dios es una cualidad que vale la pena cultivar, ¿no es verdad?
2. (a) ¿Cómo puede decirse que la conducta de un cristiano de seguro ha de afectar a otros? (b) ¿Por qué el asunto de hacer tropezar a otros es tan serio?
2 Más que cualesquier otros, los cristianos dedicados reconocerán la necesidad de producir en su vida diaria este fruto del espíritu. Están participando en una obra ministerial mundial que puede influir en la vida de muchas personas, y su deseo es que ésta sea una influencia para el bien y que resulte en beneficios vivificantes para aquellos con quienes se comunican. Quieren que su conducta tenga un buen efecto en otros, no que los haga tropezar. El apóstol Pablo, también, comprendió la importancia de esto y escribió: “De ninguna manera estamos dando causa alguna para tropiezo, para que no se halle nada censurable en nuestro ministerio; antes bien, de toda manera nos recomendamos a nosotros mismos como ministros de Dios.” (2 Cor. 6:3, 4) El que el hacer tropezar a otros no es algo que haya de tomarse a la ligera lo mostraron bien las palabras de Jesús en Mateo 18, un capítulo dedicado a un tratamiento de la relación entre hermanos cristianos. Él dijo: “Pero cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que ponen fe en mí, más provechoso le es que le cuelguen alrededor del cuello una piedra de molino como la que el asno hace girar y que lo hundan en alta mar. ¡Ay del mundo por motivo de los tropiezos! Pues, forzosamente tienen que venir los tropiezos, mas ¡ay del hombre por medio de quien viene el tropiezo!”—Mat. 18:6, 7.
NO SEA HECHO TROPEZAR
3. (a) ¿Cuáles dos aspectos del asunto de tropezar se considerarán? (b) ¿El ejercer qué cualidad nos ayudará a evitar tropiezo por lo que hagan otros?
3 Por supuesto, este asunto de hacer tropezar tiene dos aspectos, el de que otros hagan tropezar al cristiano y el de ser uno una causa de tropiezo para otros. Por eso, primero consideremos exactamente cómo uno mismo puede evitar el que lo que otros hagan o digan lo haga tropezar. Expresamos al principio que la cualidad del amor cristiano le ayudará a uno en este respecto capacitándolo a obtener un punto de vista apropiado de las limitaciones humanas de otros y de la necesidad de ejercer perdón para ellos por cualquier ofensa menor que hayan cometido contra uno. ¿No oramos en el padrenuestro: “Perdónanos nuestras deudas, como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores”? Y después de dar esta oración modelo a sus discípulos, Jesús continuó, diciendo: “Porque si perdonan a los hombres sus ofensas, su Padre celestial también los perdonará a ustedes.” (Mat. 6:12, 14) De modo que, entonces, nuestra posición delante de Jehová Dios depende del que podamos perdonar a otros cualesquier ofensas menores que cometan contra nosotros. Para grabar esto más profundamente en nuestra mente Jesús dio una parábola vívida en otra ocasión como se registra en Mateo 18:23-35.
4, 5. (a) Explique brevemente la parábola que dio Jesús para mostrar la necesidad de perdonar a otros. (b) ¿Qué punto estaba tratando de remachar para sus oyentes?
4 Esta parábola tuvo como prefacio una pregunta del apóstol Pedro, una pregunta que muchos de nuestros lectores quizás hayan hecho en alguna ocasión en su vida. Él preguntó: “Señor, ¿cuántas veces ha de pecar contra mí mi hermano y he yo de perdonarle? ¿Hasta siete veces?” ¿Dijo Jesús que deberíamos estar dispuestos a perdonar a nuestro hermano ofensor hasta siete veces? Escuche su respuesta: “No te digo: Hasta siete veces, sino: Hasta setenta y siete veces.” Luego agregó fuerza a sus palabras dando la ilustración de un rey que quiso ajustar cuentas con sus esclavos. Fue traído al rey un esclavo que le debía 10,000 talentos (unos 10,000,000 de dólares), pero cuando el esclavo le suplicó que tuviera paciencia y misericordia ¡no solo se enterneció, sino que canceló toda la deuda! Imagínese el gozo del esclavo al habérsele perdonado esa tremenda deuda. Pero, ¿qué hizo? En vez de mostrar el mismo espíritu de perdón que había experimentado de parte de su amo, fue y encontró a uno de sus deudores que le debía 100 denarios (unos 17 dólares), y, “agarrándolo, lo ahogaba, diciendo: ‘Paga todo lo que debes.’” Al enterarse de esto el rey se encolerizó y entregó a la justicia al esclavo que no quería perdonar hasta que pagara todo lo que le debía. Jesús, el Hijo de Dios, concluyó diciendo: “Del mismo modo también tratará mi Padre celestial con ustedes si no perdonan de corazón cada uno a su hermano.”
5 ¿Está usted pensando: “Cómo podría uno ser tan severo como para insistir en el pago de una deuda de 17 dólares después de haber sido librado de una de 10,000,000 de dólares”? Entonces asegúrese de captar el significado de las palabras concluyentes de Jesús. Porque prescindiendo de la ofensa que nuestros hermanos cometan contra nosotros, es como los 17 dólares comparados con la deuda que Dios nos ha perdonado sobre la base del sacrificio de rescate de su Hijo, Jesús. Por eso, en vista de esta tremenda deuda de pecado que Él nos ha perdonado, ¿no deberíamos estar dispuestos a perdonar a nuestro hermano por cualquier ofensa pequeña que cometa contra nosotros, sí, aun hasta setenta y siete veces, en vez de que ello nos haga tropezar? “Felices son los misericordiosos, puesto que a ellos se les mostrará misericordia.”—Mat. 5:7.
POR COSTUMBRES, HÁBITOS O PALABRAS
6. ¿Deberían ser causa de tropiezo para el cristiano los hábitos y costumbres de otros?
6 ¿Se siente usted ofendido a veces por algún hábito, costumbre o idiosincrasia peculiar de alguien de otra raza o nacionalidad? En algunas partes quizás la costumbre sea el tomar vino con las comidas, y un extraño pudiera ofenderse por la costumbre. O la situación pudiera ser lo contrario y el que está acostumbrado a tomar vino con sus comidas quizás crea que una familia es extremada porque no lo permite. ¿Qué debería hacerse? Mientras no sea una costumbre o hábito antibíblico no es algo que debería hacer que usted se perturbara indebidamente. Ciertamente en ningún caso debería uno permitirse sentirse ofendido y tropezar a causa de ello. Aparentemente en el primer siglo surgieron situaciones semejantes. Pablo mencionó que algunos comían de todo, otros solo comían legumbres, algunos consideraban un día como superior a otro y otros consideraban todos los días iguales. De modo que les aconsejó: “Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que observa el día lo observa para Jehová. . . . el que no come, no come para Jehová . . . Porque el reino de Dios no significa el comer y el beber, sino justicia y paz y gozo.” (Rom. 14:5, 6, 17) De modo que estos hábitos de comer, etcétera, no son las cosas importantes sino son simples puntos en cuestión secundarios. No permita que éstos lo hagan tropezar o le estorben en su predicación de las buenas nuevas del reino de Dios.
7. (a) ¿Qué modo de pensar incorrecto ha conducido a hacer tropezar a algunas personas? (b) ¿En qué está lo incorrecto?
7 Puede ser que usted crea que un individuo está siguiendo un proceder incorrecto, digamos en asuntos de diversión, empleo o manera de vestir, pero aquí otra vez no hay razón para que usted se turbe tanto como para que esto lo haga tropezar. Si realmente es una maldad, entonces Jehová por medio de su organización la corregirá; de modo que no se adelante por cuenta suya ni trate de arreglar las cosas usted solo, sino, más bien, espere en Él. En tal situación una persona inmatura pudiera asumir esta actitud: “Mientras esa persona se esté asociando con la congregación no voy a asistir a ninguna reunión ni a participar en el ministerio.” Ciertamente tal actitud sería incorrecta y equivaldría a tropiezo. Tampoco sería una solución para el problema. El que otra persona siga un proceder incorrecto no es razón para que uno abandone el estudio de la Palabra de Dios y la organización de Dios. Realmente uno estaría sirviendo los fines de Satanás, que son hacernos aflojar el paso o hacernos tropezar y al fin separarnos del pueblo de Dios.
8. ¿Cómo mostró Pedro la actitud correcta a fin de evitar que lo que había oído lo hiciera tropezar?
8 ¡Cuánto mejor sería seguir el ejemplo del apóstol Pedro! En una ocasión en Capernaum, Jesús predicaba a una muchedumbre y en su sermón había asemejado su cuerpo carnal a pan vivificante y dijo: “El que se alimenta de este pan vivirá para siempre.” Muchos que lo oyeron dijeron: “Este discurso es ofensivo; ¿quién puede escucharlo?” y a causa de esto muchos lo dejaron y “ya no andaban con él.” ¡Cuán insensato el permitirse tropezar solo porque no captaron el significado de lo que se dijo! Por eso, Jesús preguntó a sus apóstoles: “Ustedes no quieren irse también, ¿verdad?” y Pedro contestó: “Señor, ¿a quién nos iremos? Tú tienes dichos de vida eterna.” (Juan 6:53-69) Así, aunque tampoco Pedro comprendió completamente las palabras de Jesús, Pedro sí discernió en él una fuente de sabiduría y vida. De modo que, cuando se enfrente a una situación semejante, ‘no se muestre acalorado contra los malhechores’ (Pro. 24:19), y no permita que lo que se haya hecho le haga tropezar.
9. ¿Qué textos ayudarán a un cristiano a evitar el ofenderse fácilmente?
9 Es verdad que algunas personas son muy sensitivas por naturaleza y se ofenden muy fácilmente. Por decirlo así, ‘alguien siempre está pisándoles los callos.’ Tales individuos deberían hacer cuanto esté de su parte para ponerse la nueva personalidad, que se amolda al ejemplo puesto por su Maestro, y producir los frutos del espíritu como la apacibilidad y el gobierno de uno mismo. En la nueva personalidad no hay lugar para permitirse uno mismo el ser demasiado sensitivo o molestarse por trivialidades o hacer un berrinche o montar en cólera por afrentas verdaderas o imaginarias. “No exhalen suspiros los unos contra los otros, hermanos . . . tomen por modelo de sufrir el mal y de ejercer paciencia a los profetas.” (Sant. 5:9, 10) A menos que sea una clase seria de ofensa que justifique acción de parte de usted como se consideró en el artículo previo, ¿no es mejor permitir que el amor de usted a su hermano cubra su transgresión, verdadera o imaginaria? Recuerde cuánto ha efectuado para usted el amor de Dios a usted como se expresa por medio del sacrificio de rescate de su Hijo. “El que oculta la transgresión está buscando amor, y el que sigue hablando de un asunto está separando a los que se conocen unos a otros.”—Pro. 17:9; 19:11; Ecl. 7:9.
NO DANDO CAUSA ALGUNA PARA TROPIEZO
10, 11. (a) ¿Qué autoexamen le ayudará a uno a evitar el hacer tropezar a otros? (b) Ilustre cómo uno pudiera ser causa de tropiezo.
10 Ahora consideremos otro aspecto de este asunto de tropezar, el de cómo podemos evitar el ser la causa de tropiezo para otra persona. Pablo escribió: “Que cada uno siga buscando, no su propia ventaja, sino la de la otra persona.” (1 Cor. 10:24) Se comprende que las mismísimas cosas ya discutidas arriba, que el cristiano debe esforzarse por pasar por alto o perdonar en otros, son aquellas que, de practicarlas él, pueden ser la causa de hacer tropezar a otros. Por eso, ¿cómo pueden evitarse estas cosas para que uno no llegue a ser una causa “de tropiezo tanto a judíos como a griegos y a la congregación de Dios”?—1 Cor. 10:32.
11 Al llegar a este punto es bueno conducir un autoescrutinio cuidadoso. Usted pudiera hacerse varias preguntas, como: ¿Tengo algunas costumbres o prácticas extrañas que pudieran ser causa de tropiezo para mis hermanos cristianos, especialmente los nuevos e inmaturos? ¿Insisto en que tengo un derecho cristiano a determinadas clases de trabajo seglar, diversión, aficiones o pasatiempos sociales mientras no me hagan transigir sobre principios cristianos? ¿Podrían ser mi conducta, acciones o palabras interpretadas mal por una persona inmatura de tal manera que fueran un tropiezo para ella? Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas es afirmativa, entonces podemos estar seguros de que no estamos ‘buscando la ventaja de la otra persona’ sino, más bien, nuestra propia ventaja y podríamos llegar a ser causa de tropiezo para alguien. Por ejemplo, quizás usted crea que tiene un perfecto derecho de ver determinado programa de la televisión o ver cierta película que se sabe que raya un poco en la indecencia, y que nadie tiene derecho a decir algo. Pero el cristiano maduro no pensará en cuanto a si tiene derecho a hacerlo o no, sino, más bien, se preguntará si esto es edificante. ¿Podría lastimar la conciencia de una persona espiritualmente débil que me viera entrar al cine para ver tal película? Pablo dijo: “Todas las cosas son lícitas; pero no todas las cosas son ventajosas. Todas las cosas son lícitas; pero no todas las cosas edifican. Por esto, sea que estén comiendo, o bebiendo, o haciendo cualquier otra cosa, hagan todas las cosas para la gloria de Dios. . . . así como yo estoy agradando a toda la gente en todas las cosas, no buscando mi propia ventaja, sino la de los muchos, para que sean salvados.”—1 Cor. 10:23, 31-33; Rom. 14:21; 15:1, 2.
12. ¿Cuál debería ser la actitud del cristiano maduro para con los más nuevos y menos maduros de la congregación?
12 Uno pudiera propender a argumentar que ‘solo a una persona inmatura en el conocimiento de Dios le haría tropezar lo que yo hiciera’; y eso pudiera ser muy cierto. Sin embargo, es esa persona inmatura en quien estamos interesados en particular. Los inmaturos son responsabilidad del cristiano. Él no quiere que ellos tropiecen, sino que está interesado en su salvación eterna, de modo que les dará consideración bondadosa y amorosa. ¿No es eso lo que tuvo presente Pablo cuando escribió su carta a los corintios? Él escribió: “Si tengo el don de profetizar y estoy enterado de todos los secretos sagrados y de todo el conocimiento, y si tengo toda la fe como para trasladar montañas, pero no tengo amor, nada soy.” Sí, tal persona sería como un “pedazo de bronce sonante o un címbalo estruendoso,” si no mostrara ese interés altruista en otros, lo cual es amor. (1 Cor. 13:1, 2) En la misma carta el apóstol asemejó la congregación cristiana al cuerpo humano y mostró cómo algunos miembros del cuerpo, como los ojos, por ejemplo, parecen más importantes que otros, pero eso no significa que el ojo puede decirle a otro miembro, digamos al dedo más pequeño del pie, que no es necesario. No, porque aun los dedos pequeños de los pies tienen su función y contribuyen al movimiento y coordinación sin asperezas de todo el cuerpo. Por eso, no considere al miembro nuevo, débil o inmaturo de la congregación como uno que no necesita o merece la atención y honor dados a los otros. Más bien, Pablo argumentó: “Con mucho el caso es que los miembros del cuerpo que parecen ser más débiles son necesarios, y a las partes del cuerpo que creemos que son menos honorables, a éstas las rodeamos de más abundante honra.” (1 Cor. 12:19-25) De modo que los miembros más débiles de la congregación requieren más atención y consideración que los más maduros.
13. (a) Al tratar de evitar el ser causa de tropiezo, ¿por qué es tan esencial el vigilar la lengua? (b) ¿Qué se da a entender por que el habla de uno esté “sazonada con sal”?
13 En este respecto, también, ¡cuán necesario es ejercer control apropiado de la lengua! Porque ésta fácilmente puede llegar a ser causa de tropiezo. Ciertamente la lengua debería usarse para edificar impartiendo a otros un conocimiento acertado de los propósitos registrados de Dios. El escritor bíblico Santiago asemejó la lengua al freno en la boca del caballo, al pequeño timón de un barco grande y a la chispa pequeña que puede iniciar un gigantesco incendio forestal—un miembro pequeño pero capaz de efectuar mucho, sea para el bien o para el mal. El amor a sus hermanos y al prójimo le ayudará a usted a guardarse del uso incorrecto de este miembro menudo. Cualquier tendencia a chismear, que fácilmente puede conducir a calumniar la buena reputación de otro, debe evitarse. Al mismo tiempo, se nos aconseja que “tampoco comportamiento vergonzoso, ni habla necia, ni bromear obsceno, cosas que no son decorosas,” “ni siquiera se mencionen entre ustedes . . . sino más bien el dar gracias.” (Efe. 5:3, 4) En vez de observaciones que pudieran ofender, que su habla sea edificante, incitando a otros al amor y a las obras correctas. (Heb. 10:24) “Que su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal, para que sepan cómo deben dar una respuesta a cada uno.” (Col. 4:6) El estar sazonada con sal no significa que sea picante, sugestiva, o que raye en lo obsceno, sino, más bien, que sea sabrosa y apetitosa. La sal preserva; por eso, también, que sus palabras, estando respaldadas e inspiradas por un interés amoroso y altruista en otros, sean el medio de preservar vivos para que entren en el nuevo orden de Dios a aquellos que le escuchan a usted.
14. ¿Qué asuntos de conducta pudieran llevar a hacer tropezar a otros?
14 El cristiano también hará cuanto esté de su parte para cuidar que su conducta esté en armonía con su habla sana, edificante. Él se asegurará de que el dedo de la sospecha no lo señale como siendo como los fariseos judíos del día de Jesús de quienes se dijo: “Todas las cosas que les digan, háganlas y obsérvenlas, pero no hagan conforme a los hechos de ellos, porque dicen y no hacen.” (Mat. 23:3) Los excesos en el beber, las asociaciones incorrectas y la diversión en lugares no recomendables fácilmente pueden llevar a hacer tropezar a otros. El baile, en sí, no se condena en la Biblia. No obstante, el baile incorrecto, sensual, sobrepasa los límites de la diversión y el cristiano que amorosamente quiere evitar ser una causa de tropiezo para otros no querría participar en ello. Al limitar sus asociaciones a los que están dentro de la sociedad del nuevo mundo de Jehová y al buscar diversión que sirva tanto de esparcimiento como de edificación puede estar seguro de que está siguiendo el derrotero que sugirió el apóstol Pablo en Romanos 14:19: “Esforcémonos por alcanzar las cosas que contribuyen a la paz y las cosas que sirven para edificar los unos a los otros.”
15. ¿Cómo pueden los superintendentes, también, evitar el hacer tropezar a otros de la congregación?
15 Hoy en día los cristianos verdaderos son las personas más ocupadas de la Tierra, entre sus reuniones de congregación, su ministerio y su estudio y lectura personales de la Biblia, además de las muchas cosas que tienen que hacerse en la rutina cotidiana. Sin embargo, nunca deben estar tan ocupados que no tengan tiempo para extender ayuda amorosa al que la necesite. Especialmente es verdad esto de los que tienen mayor responsabilidad en el arreglo de congregación, como el superintendente. El pasar por alto la petición de ayuda de parte de un miembro de la congregación, o el echar a un lado su problema como insignificante o de poca importancia podría ser causa de tropiezo para una persona más débil. De modo que el superintendente siempre está dispuesto y anuente a prestar atención y ayuda a los que lo abordan con un problema personal. Su asignación es: “Pastoreen el rebaño de Dios bajo su custodia, no como obligados, sino de buena voluntad; tampoco por amor a ganancia falta de honradez, sino con verdaderas ganas.” (1 Ped. 5:2) Su amor a las personas semejantes a ovejas que han sido colocadas bajo su custodia lo fortalecerá para ‘llevar las debilidades de los que no son fuertes, y no estar agradándose a sí mismo.’—Rom. 15:1, 2.
16. ¿Cuál debería ser la determinación de cada cristiano maduro hoy en día, resultando en qué beneficios en lo que toca a su relación con Dios y con los hombres?
16 Como los apóstoles de Jesucristo, hoy en día los cristianos se hallan “en exhibición” y han “venido a ser un espectáculo teatral al mundo, tanto a los ángeles como a los hombres.” (1 Cor. 4:9) Por eso es esencial que todos anden de manera circunspecta, vigilando su conducta, su habla y su vida diaria para no colocar un tropiezo delante de otros. El amor sincero a Jehová Dios y al prójimo cristiano de uno lo capacitará a uno a hacer esto. Al mismo tiempo tal amor impedirá que uno tropiece a causa de lo que otros hagan o digan. Constantemente, sí, diariamente, a tales cristianos se les exhorta que practiquen en su ministerio esta ley real del amor. Quieren poder decir como dijo el apóstol: “De ninguna manera estamos dando causa alguna para tropiezo, para que no se halle nada censurable en nuestro ministerio; antes bien, de toda manera nos recomendamos a nosotros mismos como ministros de Dios, por el aguante de mucho.” (2 Cor. 6:3, 4) Por sus esfuerzos diligentes, por estudio regular de la Palabra de Dios y por aplicar sus principios en su vida, por asociación continua con la sociedad de testigos del nuevo mundo de Jehová y por oración constante se examinan según los requisitos bíblicos para ponerse más en armonía con el perfecto ejemplo de su Maestro y Dechado, Jesucristo. Al mismo tiempo continuarán ayudándose y estimulándose mutuamente, diciendo: “Que esto sea la decisión suya: el no poner delante de un hermano tropiezo ni causa para dar un traspié. Porque el reino de Dios no significa el comer y el beber, sino justicia y paz y gozo con espíritu santo. Pues el que en este respecto sirve a Cristo como esclavo es acepto a Dios y tiene aprobación entre los hombres.”—Rom. 14:13, 17, 18.