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Los congregados y sus obras que valen la penaLa Atalaya 1958 | 15 de mayo
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vejez, en que la vida llegue a ser una cosa vana para ellos. Según el arreglo de los tiempos de Dios la calamidad de la guerra universal del Armagedón los derribará mientras todavía estén en su juventud y en la flor de la vida porque no están recordando a su gran Creador, sirviéndole con obras que valen la pena.
15. ¿Por qué no es necesario que nos pongamos a hacer experimentos, y al prestar atención a las palabras inspiradas de Salomón qué evitaremos?
15 De modo que hemos considerado lo que ha dicho el congregador. Se nos ha informado lo que es la “más grande vanidad” y lo que es la “ocupación calamitosa.” No es necesario que nos pongamos a hacer experimentos para probar nosotros mismos lo que es por medio de la experiencia. Él, con todos los recursos y oportunidades que eran suyos como rey, ha hecho la experimentación necesaria y nos da los resultados de su experimento. Evitaremos la más grande vanidad y nos ahorraremos la calamidad prestando atención a sus sabias palabras inspiradas.
16. (a) Ahora, ¿a qué conclusión debemos llegar en cuanto al asunto y cómo debemos obrar al llegar a la conclusión correcta? (b) ¿Qué fallo recibirán nuestras obras que valen la pena?
16 En vista de que hemos considerado con él todas estas cosas dignas, ¿cuál debería ser nuestra conclusión y cuál nuestra acción a base de nuestra conclusión correcta? Esto, como se declara en sus propias palabras: “La conclusión del asunto, habiéndose oído todo, es: Teme al Dios [verdadero] y guarda sus mandamientos. Porque esto es el [deber] todo del hombre. Porque El mismo Dios [verdadero] traerá toda clase de obra a juicio en relación a toda cosa oculta, en cuanto a si es buena o es mala.” (Ecl. 12:13, 14) No podemos esconder nada ni evitar que él lo juzgue. De modo que nuestro deber u obligación queda establecido plenamente delante de nosotros. Probemos que le tenemos temor a Dios guardando sus mandamientos tanto en nuestra vida privada u oculta como en nuestra vida en público delante de todos los hombres. Entonces nuestras obras valdrán la pena, y recibirán de Dios un fallo favorable para que consigamos la vida eterna junto con su bendita congregación en su justo mundo venidero.—Ecl. 8:12, 13.
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Un análisis clerical de la cristiandadLa Atalaya 1958 | 15 de mayo
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Un análisis clerical de la cristiandad
En su libro Questions People Ask (Preguntas que la gente hace), Roberto J. McCracken, pastor de la iglesia Riverside de la ciudad de Nueva York, escribe: “Hace años en Boston el obispo F. J. McConnell pronunció un discurso. . . . ‘Durante la rebelión de los boxers,’ dijo él, ‘centenares, probablemente millares de cristianos chinos sufrieron martirio. Allí estaban arrodillados, con la cabeza sobre el tajo, mientras los cuchillos temblaban en las manos de los verdugos. Lo único que tenían que hacer era gruñir una palabra china que significaba “Me retracto” y se salvarían la vida. Ahora bien, ¿qué hubiese hecho yo en dichas circunstancias? Y no hablo en sentido estrictamente personal, sino en facultad representativa, porque creo que los demás de ustedes son muy parecidos a mí. Con la cabeza sobre el tajo me imagino que hubiera dicho: “¡Esperen! Creo que puedo hacer una declaración que sea satisfactoria a todos los interesados.”’
“Durante un período demasiado largo los cristianos han sido así, complacientes, sabios en lo mundano, flexibles, conviniendo en lo que es convencional, dejando perplejos a sus vecinos que no son creyentes en cuanto a lo que la Iglesia representa y defiende, a menos que sea una tolerancia calmada de las cosas tal como están, acompañada de un deseo leve de que mejoren con el transcurso del tiempo, hasta donde eso sea compatible con la conservación de los intereses creados. La sal, la luz, la levadura—ésos fueron los términos que Jesús empleó al contemplar en su mente la fuerza del efecto que causarían en el mundo sus discípulos. Y hoy día . . . el peligro siempre presente ante la Iglesia es que quizás se haga insípida—sin representar o defender cosa alguna en particular, vacilante, indiferente, con un mensaje apagado e incierto.”
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