Capítulo 6
El espíritu que vuelve a Dios
NO DEBERÍA haber dudas en la mente de ningún investigador sincero en cuanto a que lo que la Biblia llama “alma” no es ninguna parte inmortal del hombre que continúe una existencia consciente después de la muerte. Sin embargo, cuando a algunas personas se les presenta la evidencia arrolladora acerca de la verdadera naturaleza del alma, éstas presentan otros argumentos en un esfuerzo por apoyar su creencia de que algo dentro del hombre tiene una existencia que continúa después de la muerte.
Un texto bíblico que suele usarse es Eclesiastés 12:7, que dice: “El polvo vuelve a la tierra justamente como sucedía que era y el espíritu mismo vuelve al Dios verdadero que lo dio.” En su Commentary el teólogo wesleyano metodista Adam Clarke escribe lo siguiente acerca de este versículo: “Aquí el sabio hace una distinción muy evidente entre el cuerpo y el alma: no son lo mismo; no son materia ambos. El cuerpo, que es materia, vuelve al polvo, su original; pero el espíritu, que es inmaterial, vuelve a Dios.” De manera semejante, A Catholic Commentary on Holy Scripture dice: “El alma regresa a Dios.” Así, ambos comentarios dan a entender que el alma y el espíritu son lo mismo.
Es interesante saber, sin embargo, que otros doctos católicos romanos y protestantes presentan un punto de vista enteramente diferente. En el Glosario de términos de teología bíblica que salió en la católica New American Bible (publicada por P. J. Kenedy & Sons, de Nueva York, 1970), leemos: “Cuando ‘espíritu’ se usa en contraste con ‘carne,’ . . . el propósito no es distinguir una parte material del hombre de una parte inmaterial . . . ‘Espíritu’ no significa alma.” En Eclesiastés 12:7 esta traducción no usa la palabra “espíritu,” sino la expresión “aliento vital.” La Interpreter’s Bible protestante hace esta observación en cuanto al escritor de Eclesiastés: “Koheleth no quiere decir que la personalidad del hombre continúa existiendo.” En vista de estas conclusiones diferentes, ¿podemos estar seguros de qué precisamente es el espíritu y en qué sentido vuelve a Dios?
En Eclesiastés 12:1-7 se pintan en lenguaje poético los efectos de la vejez y la muerte. Después de la muerte, el cuerpo con el tiempo se descompone y llega a ser de nuevo parte del polvo de la tierra. El “espíritu,” por otra parte, “vuelve al Dios verdadero.” De modo que la muerte del hombre se enlaza con la vuelta del espíritu a Dios, lo cual indica que la vida del hombre depende de alguna manera de ese espíritu.
En el texto de Eclesiastés 12:7 en el lenguaje original, la palabra hebrea traducida “espíritu” o “aliento vital” es rúahh. El término griego correspondiente es pneuma. Aunque nuestra vida sí depende del proceso de la respiración, la palabra española “aliento” (como muchos traductores suelen verter las palabras rúahh y pneuma) no es siempre una apropiada traducción sustituta para “espíritu.” Además, otras palabras hebreas y griegas, a saber, neshamah (hebreo) y pnoé (griego), también se traducen “aliento.” (Vea Génesis 2:7 y Hechos 17:25.) No obstante, es digno de notarse el hecho de que, al usar “aliento” como versión sustituta para “espíritu,” los traductores están mostrando que los términos en el lenguaje original aplican a algo que no tiene personalidad pero que es esencial para la continuación de la vida.
IDENTIFICACIÓN DEL ESPÍRITU
El que la vida del hombre depende del espíritu (rúahh o pneuma) se declara definitivamente en la Biblia. Leemos: “Si [tú, Jehová] les quitas su espíritu [rúahh], expiran, y a su polvo vuelven.” (Salmo 104:29) “El cuerpo sin espíritu [pneuma] está muerto.” (Santiago 2:26) Por lo tanto, el espíritu es lo que anima al cuerpo.
Pero esta fuerza animadora no es sencillamente aliento. ¿Por qué no? Porque la vida permanece en las células del cuerpo por un breve período después que termina la respiración. Por esta razón pueden tener buen éxito los esfuerzos que se hacen por reanimar a la gente, y también se pueden transplantar órganos corporales de una persona a otra. Pero estas cosas tienen que hacerse rápidamente. Una vez que se va la fuerza vital de las células del cuerpo, los esfuerzos por prolongar la vida son inútiles. Todo el aliento que hubiera en el mundo no podría revivificar siquiera una sola célula. Visto a la luz de esta información, el “espíritu” es manifiestamente una fuerza vital invisible, activa en toda célula viviente del cuerpo del hombre.
¿Está activa solo en el hombre esta fuerza vital? Lo que se declara en la Biblia nos puede ayudar a llegar a una sólida conclusión en cuanto a esto. Sobre la destrucción de la vida humana y animal en un diluvio global, la Biblia informa: “Todo lo que tenía activo en sus narices el aliento [neshamah] de la fuerza [rúahh, espíritu] de vida, a saber, cuanto había en el suelo seco, murió.” (Génesis 7:22) En Eclesiastés 3:19 se señala el mismo punto fundamental con relación a la muerte. “Hay un suceso resultante con respecto a los hijos de la humanidad y un suceso resultante con respecto a la bestia, y ellos tienen el mismo suceso resultante. Como muere el uno, así muere la otra; y todos ellos tienen un solo espíritu [rúahh], de modo que no hay superioridad del hombre sobre la bestia.” Por consiguiente, el hombre no es superior a los animales en lo que tiene que ver con el espíritu que anima su cuerpo. El mismo espíritu invisible o fuerza vital en común a ambos.
En cierto sentido, el espíritu o la fuerza vital activa tanto en los animales como en el hombre pudiera compararse a un flujo de electrones o electricidad a través de una máquina o un aparato eléctrico. La electricidad invisible se puede utilizar para ejecutar varias funciones, dependiendo del tipo de máquina o aparato que esté recibiendo la energía. Se puede hacer que las estufas produzcan calor, los ventiladores produzcan viento, las computadoras resuelvan problemas y los aparatos de televisión reproduzcan figuras, voces y otros sonidos. La misma fuerza invisible que produce sonido en un aparato puede producir calor en otro, computaciones matemáticas en otro. Pero, ¿asume alguna vez la corriente eléctrica las características frecuentemente complejas de las máquinas o aparatos en los cuales funciona o está activa? No, sigue siendo sencillamente electricidad... una simple fuerza o forma de energía.
De manera similar, tanto las criaturas humanas como los animales “tienen un solo espíritu,” una sola fuerza activadora. El espíritu o fuerza vital que le hace posible al hombre ejecutar funciones de la vida de ninguna manera difiere del espíritu que les hace posible a los animales hacer eso. Ese espíritu no retiene las características de las células del cuerpo muerto. Por ejemplo, en el caso de las células cerebrales, el espíritu no retiene la información almacenada allí y continúa los procesos del pensamiento por separado de estas células. La Biblia nos dice: “Sale su espíritu [rúahh], él vuelve a su suelo; en ese día de veras perecen sus pensamientos.”—Salmo 146:4.
Puesto que esto es lo que sucede, la vuelta del rúahh o espíritu a Dios sencillamente no podría querer decir que la existencia consciente continúa. El espíritu no continúa los procesos del pensamiento humano. Es solo una fuerza vital que no tiene existencia consciente por separado de un cuerpo.
COMO VUELVE A DIOS EL ESPÍRITU
Entonces, ¿cómo vuelve a Dios esa fuerza invisible, impersonal, o espíritu? ¿Vuelve a su presencia literal en el cielo?
La manera en que la Biblia usa la palabra “volver” no exige en todo caso que pensemos en un movimiento efectivo de un lugar a otro. Por ejemplo, a los israelitas infieles se les dijo: “‘Vuelvan a mí, y yo ciertamente volveré a ustedes,’ ha dicho Jehová de los ejércitos.” (Malaquías 3:7) Obviamente esto no quería decir que los israelitas hubieran de salir de la Tierra y entrar en la presencia misma de Dios. Tampoco quería decir que Dios dejaría su posición en los cielos y comenzaría a morar en la Tierra con los israelitas. Más bien, el “volver” los israelitas a Jehová significaba volverse de un proceder incorrecto y amoldarse de nuevo al camino justo de Dios. Y el “volverse” de Jehová a Israel significaba que volvería su atención favorable a su pueblo de nuevo. En ambos casos la vuelta implicaba una actitud, no un movimiento literal de una ubicación geográfica a otra.
El hecho de que la vuelta de algo no exige un movimiento efectivo se puede ilustrar por lo que sucede en el traspaso de un negocio o una propiedad del control de un sujeto a otro. Por ejemplo, en cierto país el control de los ferrocarriles puede ser pasado de las manos de la empresa privada a las del gobierno. Cuando acontece ese traspaso, el equipo del ferrocarril y aun todos los registros pueden permanecer donde están. Es la autoridad sobre ellos lo que cambia de manos.
Así sucede en el caso del espíritu o fuerza vital. En la muerte no tiene que haber un movimiento efectivo de la Tierra a la región celestial para que ‘vuelva a Dios.’ Pero la dádiva o concesión de existencia como criatura inteligente, de que disfrutaba antes la persona que ha muerto, ahora revierte a Dios. Lo que se necesita para animar a la persona, a saber, el espíritu o fuerza vital, está en las manos de Dios.—Salmo 31:5; Lucas 23:46.
La situación pudiera compararse con la del acusado que le dice al juez: ‘Mi vida está en sus manos.’ Quiere decir que lo que le pase a su vida depende del juez. El acusado no puede hacer nada en el asunto. Ha salido de sus manos.
De manera similar, en el caso de un muerto, él no tiene control sobre su espíritu o fuerza vital. Ésta ha regresado a Dios en el sentido de que él controla la posibilidad de vida en el futuro para el individuo. Le toca a Dios decidir si le ha de restaurar el espíritu o fuerza vital al difunto.
Pero, ¿cierra esto necesariamente toda posibilidad de que haya vida después de la muerte? ¿No hay otra cosa que considerar?
¿QUÉ HAY ACERCA DE RENACER O REENCARNAR?
Millones de personas de varias creencias religiosas, sea que se llamen cristianas o no cristianas, creen que los hombres han tenido una existencia antes de su vida actual y continuarán viviendo después de morir. Aunque los conceptos que abrigan varían mucho, comparten la convicción de que alguna parte del hombre renace o reencarna en otro cuerpo.
A Manual of Buddhism, un manual sobre budismo, presentando una argumentación a favor de la creencia en el renacer, declara: “A veces nos acontecen extrañas experiencias que no pueden ser explicadas sino porque se renace. ¿No sucede a menudo que nos encontramos con personas a quienes nunca hemos visto y sin embargo interiormente nos parece que nos son muy familiares? ¿No sucede muchas veces que visitamos ciertos lugares y sin embargo recibimos la impresión de que estamos perfectamente familiarizados con sus alrededores?”
¿Le ha pasado eso alguna vez? Después de llegar a conocer a cierta persona, ¿le ha parecido alguna vez que la ha conocido por mucho tiempo? ¿Qué explicación hay para una experiencia de esa índole?
Hay muchas similitudes entre las personas. Quizás, después de pensar un rato, usted mismo se dio cuenta de que aquella persona tenía rasgos de personalidad y rasgos físicos que se parecían a los de un pariente o amigo suyo.
De manera similar puede haber sucedido que usted haya vivido en cierta ciudad en particular o haya visto fotografías de ella. Entonces, al visitar otra ciudad, pudiera notar ciertas similitudes que le hicieran pensar que realmente no está en medio de alrededores extraños y desconocidos.
Por eso, pues, ¿no es razonable concluir que las sensaciones de familiaridad acerca de personas y lugares que uno anteriormente no ha conocido no son el producto de ninguna vida pasada, sino el resultado de experiencias de la vida actual? En realidad, si toda la gente en efecto hubiera tenido existencias anteriores, ¿no deberían todos estar al tanto de esto? ¿A qué se debe, pues, que millones de personas no tengan siquiera la más leve sensación o pensamiento de haber vivido una vida anterior? Además, ¿cómo puede alguien evitar los errores que cometió en sus vidas anteriores si no puede siquiera recordarlos? ¿De qué beneficio serían esas vidas anteriores?
Algunos quizás presenten la explicación de que ‘la vida sería una carga si la gente conociera los detalles de sus existencias previas.’ Así lo expresó Mohandas K. Gandhi, diciendo: “Es la bondad de la naturaleza el que no recordemos los nacimientos pasados. ¿Dónde está además el bien de conocer en detalle los innumerables nacimientos por los cuales hemos pasado? La vida sería una carga si lleváramos tan tremendo fardo de recuerdos. Un sabio olvida deliberadamente muchas cosas, tal como un abogado olvida los casos y sus detalles tan pronto como termina con ellos.” Esa es una explicación interesante, pero ¿tiene fundamento sólido?
Aunque puede haber límites para lo que podemos recordar de las muchas cosas que nos han sucedido, ciertamente nuestra mente no está totalmente en blanco en cuanto a ellas. Un abogado pudiera olvidar los detalles exactos de ciertos casos, pero la experiencia que ha adquirido al encargarse de ellos llega a ser parte de su caudal de conocimiento. Ciertamente estaría en gran desventaja si de hecho olvidara todo. Además, ¿qué le causa más perturbación a la gente... una mala memoria, o una buena memoria? ¿No está en mucho mejor situación un anciano que recuerda bien lo que lleva en su caudal de conocimiento y experiencia que un anciano que casi lo ha olvidado todo?
En realidad, ¿qué “bondad” habría en tener que aprender completamente de nuevo cosas que uno ya hubiera aprendido durante una existencia anterior? ¿Consideraría usted “bondad de la naturaleza” el que cada diez años de su vida usted olvidara casi todo lo que supiera y tuviera que empezar de nuevo a aprender un idioma y entonces empezar a edificar un caudal de conocimiento y experiencia, solo para que le fuera erradicado? ¿No causaría esto frustración? ¿No resultaría en terribles contratiempos? Entonces, ¿por qué imaginarse que sucede cada setenta u ochenta años? ¿Puede usted imaginarse que un Dios amoroso pudiera haber hecho de tal renacer parte de su propósito para la humanidad?
Muchas personas que aceptan la doctrina del renacer creen que los que llevan una vida mala renacen en una casta inferior o como insectos, aves o bestias. Entonces, ¿por qué hay una gran explosión en la población humana en un tiempo en que el crimen y la violencia aumentan en escala sin precedente? Además, ¿por qué hasta los que están en la casta más baja excelen cuando se les dan oportunidades educativas? Por ejemplo, el Times de Nueva York del 26 de octubre de 1973 informó que una joven de dieciséis años de casta inferior era la más inteligente en la escuela de Kallipashim, India. Era más inteligente que una muchacha de la casta más elevada, miembro de la casta de los brahmanes. ¿Cómo pudiera explicarse esto? ¿No es cierto que la doctrina del renacer o la reencarnación no suministra explicaciones satisfactorias para esas cosas?
Además, piense en el fruto que esta enseñanza ha producido. ¿No ha privado a muchos hombres y mujeres de una posición digna, y los ha obligado a efectuar tareas serviles en medio de malas condiciones de trabajo, con poca posibilidad de mejorar su situación en la vida por medio de la educación?
¿ENSEÑA LA BIBLIA QUE SE RENACE?
Por supuesto, hay quienes pudieran señalar que las deducciones lógicas no necesariamente eliminan la posibilidad de que el renacer sea realidad. Su réplica a los argumentos ya dados pudiera ser: ‘Hasta la Biblia enseña que se renace. Esta es solo una de muchas cosas que los hombres no pueden explicar completamente.’
Puesto que los que creen en que se renace sí inyectan la Biblia en la consideración de estos asuntos, deberíamos querer considerar lo que ella sí dice. ¿Precisamente qué evidencia bíblica hay para creer en que se renace? El libro budista What Is Buddhism? responde: “Para el lector cristiano quisiéramos señalar que [la doctrina del renacer] está claramente presente en los fragmentos mutilados de las enseñanzas de Cristo que todavía existen. Considere, por ejemplo, los rumores extensamente corrientes de que él era Juan el Bautista, Jeremías o Elías que había venido de nuevo (Mat. xvi, 13-16). Hasta parece que Herodes pensaba que [Jesús] era ‘Juan el Bautista levantado de entre los muertos.’”
¿Qué se puede decir de esos argumentos? ¿Alegó Jesucristo mismo que él fuera Juan el Bautista, Jeremías o Elías? No, estas afirmaciones las hicieron personas que no aceptaban a Jesús por lo que verdaderamente era, a saber, el Mesías o Cristo prometido. Jesús sencillamente no pudo haber sido Juan el Bautista, porque cuando Jesús tenía treinta años de edad, él, hombre de menos edad, fue bautizado por Juan, que era mayor. (Mateo 3:13-17; Lucas 3:21-23) El rey Herodes salió con la irrazonable conclusión de que Jesús era Juan levantado de entre los muertos, debido a sus sentimientos de culpa extremada por haber ejecutado a Juan.
Pero, ¿no hay declaraciones directas de Jesucristo de las cuales se supone que apoyan la creencia de que hay renacer o reencarnación? Sí, hay una. En cierta ocasión Jesucristo conectó a Juan el Bautista con el antiguo profeta hebreo Elías, diciendo: “Elías ya ha venido y ellos no lo reconocieron, antes hicieron con él las cosas que quisieron. . . . Entonces percibieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista.” (Mateo 17:12, 13) Al declarar: “Elías ya ha venido,” ¿quiso decir Jesús que Juan el Bautista era Elías renacido?
La respuesta a esta pregunta tiene que determinarse en conformidad con lo que la Biblia dice en conjunto. Muchos judíos allá en el tiempo del ministerio terrestre de Jesús sí pensaban que Elías regresaría literalmente. Y la profecía de Malaquías señalaba al tiempo cuando Jehová Dios enviaría al profeta Elías. (Malaquías 4:5) No obstante, Juan el Bautista no se consideraba Elías en persona ni una reencarnación de aquel profeta hebreo. En una ocasión ciertos judíos le preguntaron: “¿Eres Elías?” Juan respondió: “No lo soy.” (Juan 1:21) Sin embargo, se había predicho que Juan prepararía el camino delante del Mesías “con el espíritu y poder de Elías.” (Lucas 1:17) Por consiguiente, cuando Jesús conectó a Juan el Bautista con Elías simplemente estaba mostrando cómo se cumplió la profecía en Juan, que hizo una obra como la de Elías de la antigüedad.
Otro pasaje de la Escritura al que recurren los que creen en la reencarnación está en Romanos 9:11-13: “Cuando todavía no habían nacido [Esaú y Jacob] ni practicado cosa buena ni vil, para que el propósito de Dios tocante a la selección continuara dependiendo, no de obras, sino de Aquel que llama, se le dijo a [Rebeca]: ‘El mayor será esclavo del menor.’ Así como está escrito [en Malaquías 1:2, 3]: ‘Amé a Jacob, pero odié a Esaú.’” ¿No muestra este pasaje que la selección de Dios se basó en lo que Jacob y Esaú habían hecho durante vidas que tuvieron antes de nacer de Rebeca?
¿Por qué no leemos eso de nuevo? Note que dice específicamente que la selección de Dios se hizo antes que cualquiera de los dos hubiese practicado lo bueno o lo malo. De modo que la selección de Dios no dependió de un registro de obras pasadas en alguna vida anterior.
¿Con qué base, pues, podía Dios hacer una selección antes del nacimiento de los niños? La Biblia revela que Dios puede ver el embrión y, por lo tanto, conoce la composición genética de las criaturas humanas antes del nacimiento. (Salmo 139:16) Ejerciendo su presciencia, Dios percibió cómo serían fundamentalmente los dos muchachos en cuanto a temperamento y personalidad y así podía hacer una selección del que pudiera ser más apropiado para la bendición superior. El registro que hicieron los dos muchachos en la vida confirma la sabiduría de la selección de Dios. Mientras que Jacob demostró intereses espirituales y fe en las promesas de Dios, Esaú manifestó una inclinación materialista y falta de aprecio a las cosas sagradas.—Hebreos 11:21; 12:16, 17.
En cuanto a la cita del apóstol Pablo de Malaquías acerca de que Dios ‘amó a Jacob’ y ‘odió a Esaú,’ esto, también, se refiere a cómo Jehová los veía al considerar la composición genética de ellos. Aunque registrada por Malaquías muchos siglos después de la vida de ellos, esta declaración confirmó lo que Dios había indicado acerca de los muchachos antes del nacimiento de ellos.
Una pregunta que plantearon los discípulos de Jesús es un ejemplo más que citan algunos para apoyar la reencarnación. En cuanto a un hombre que había sido ciego de nacimiento, los discípulos preguntaron: “¿Quién pecó, este hombre o sus padres, para que naciera ciego?” (Juan 9:2) ¿No revelan estas palabras que aquel hombre tenía que haber tenido una existencia previa?
¡No! Jesucristo no concordó con una sugerencia de que el niño que se desarrollaba en la matriz de su madre había pecado por sí mismo antes del nacimiento. Jesús dijo: “Ni este hombre pecó ni sus padres, sino que fue para que las obras de Dios se pusiesen de manifiesto en su caso.” (Juan 9:3) Es decir, que las imperfecciones y defectos humanos como la ceguera de este hombre suministraban la oportunidad para que las obras de Dios se hicieran manifiestas en la forma de una curación milagrosa. Si nadie jamás hubiese nacido ciego, los hombres no hubieran llegado a saber que Dios puede dar vista al que ha nacido ciego. Jehová Dios, al permitir que una raza humana pecaminosa llegara a existir, ha usado las imperfecciones y defectos de éstos para mostrar lo que puede hacer por ellos.
Por eso, aunque puede haber textos bíblicos que algunas personas piensen que apoyan el concepto del renacer, un examen más cuidadoso indica que no es así. De hecho, en ningún lugar en la Biblia hallamos mención alguna del renacer o transmigración de un alma, espíritu u otra cosa que sobreviva cuando muere el cuerpo. Algunos han tratado de ‘leer’ en las Santas Escrituras la idea de un renacer o reencarnación. No es doctrina bíblica.
La Biblia muestra claramente que la existencia consciente no continúa por medio de un alma o espíritu que deje al cuerpo cuando ocurre la muerte. Al sentenciar a muerte al primer hombre por desobediencia, Dios no puso delante de él ninguna expectativa de un renacer o una reencarnación. Se le dijo a Adán: “Con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que vuelvas al suelo, porque de él fuiste tomado. Porque polvo eres y a polvo volverás.” (Génesis 3:19) Sí, el hombre volvería al polvo sin vida del suelo.
Entonces, ¿hemos de entender que esta vida es todo cuanto hay, o hay una provisión para una vida futura que esté disponible de alguna otra manera? ¿Pudiera esta provisión hacer necesario el que los vivos ayudaran a los muertos, o ya no pueden los vivos ayudar de ninguna manera a los muertos?
[Ilustración de la página 51]
El espíritu se asemeja mucho a la electricidad, que activa muchas cosas pero no asume sus cualidades