Requisitos para el ministerio
“Dando estos consejos a los hermanos serás un ministro de la clase correcta de Cristo Jesús.”—1 Tim. 4:6, NM.
1, 2. ¿Cuáles son algunos de los medios que Jehová usa para efectuar sus propósitos?
JEHOVÁ, el Dios vivo, siendo infinito en sabiduría, usa muchas fuerzas y criaturas para llevar a cabo sus propósitos eternos y para efectuar cualquier tarea específica en un tiempo determinado. En siglos pasados él ha usado furiosas llamas de fuego, mares agitados por tormentas, grandes peces, bestias del campo, aves del aire, insectos, humanos, ángeles y hasta al arcángel Miguel. Todos éstos a su vez han trabajado bien en hacer la voluntad de su gran Creador.
2 El arcángel, también identificado en la Biblia como la Palabra, fué la primera y única creación directa de Jehová. Él fué a quien Jehová usó como el “obrero magistral” en crear todas las demás cosas. (Pro. 8:30, AN; Apo. 3:14) “Todas las cosas vinieron a la existencia por medio de él, y sin él ni siquiera una cosa vino a la existencia.” (Juan 1:3, NM) Él llenaba los requisitos necesarios para el ministerio asignado a él y siempre obedeció y agradó a su Padre celestial, deleitándose en hacer su voluntad. Exactamente cómo es que todos los otros ángeles fieles ministran para la ayuda de aquellas personas sobre la tierra que son herederas de salvación no lo sabemos plenamente, pero de que ellos son siervos de Jehová que llenan los requisitos necesarios para efectuar su ministerio se nos asegura: Jehová “‘hace a sus ángeles espíritus, y a sus siervos públicos una llama de fuego.’ . . . ¿No son todos espíritus para servicio público, enviados para ministrar a favor de los que van a heredar la salvación?”—Heb. 1:7-14, NM; Sal. 104:1-4.
3. ¿Cómo se distinguieron Abel y Enoc como ministros de Jehová?
3 En tiempos antiguos hombres y mujeres sirvieron bien a Jehová porque llenaron los requisitos para el ministerio asignado a ellos. Dieciséis de los tales se mencionan honorablemente en el sagrado Registro en Hebreos 11. Abel, el primero, fué un fiel testigo de Jehová cuya voz no fué acallada aun cuando su envidioso hermano Caín lo asesinó. Hablando a Caín, Jehová dijo: “¡Escucha! La sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra.” (Gén. 4:10, NM) “Por fe Abel ofreció a Dios un sacrificio de mayor valor que Caín, por cual fe se le dió testimonio de que era justo, Dios dando testimonio respecto a sus dádivas, y mediante ésta, aunque murió, todavía habla.” (Heb. 11:4, NM) Enoc, también, está en esa lista, habiendo llenado los requisitos necesarios para su ministerio asignado. “Sí, el séptimo hombre en línea desde Adán, Enoc, profetizó . . . cuando dijo: ‘¡Miren! Jehová vino con sus santos millares, para ejecutar juicio contra todos y para condenar a todos los impíos concerniente a todas sus obras impías que hicieron de un modo impío y concerniente a todas las cosas ofensivas que pecadores impíos hablaron contra él.’”—Judas 14, 15, NM.
4. ¿Qué actividades de Noé demuestran que él llenó los requisitos como ministro de Jehová?
4 Unos dieciséis siglos después que Adán y Eva fueron arrojados de su hogar paradisíaco a causa de rebelión y desobediencia, sus hijos llegaron a estar tan intensamente impregnados de desviación moral que todo pensamiento e imaginación suyos sólo eran malos continuamente. Por eso Jehová determinó enviar sobre la tierra un poderoso diluvio de aguas que destruyera a ese sistema inicuo y todos los que lo apoyaban. Para salvar vivas a cualesquier personas justas que hubiera sobre la tierra y ciertos animales, Jehová ordenó la construcción de un refugio. Esto fué una estructura singular. Llámela un barco, si desea. Jehová asignó esta tarea a Noé aunque éste no era constructor de barcos. Como hombre que tenía gran fe en Jehová y en la habilidad perfecta de Jehová para llevar a cabo sus propósitos, Noé prosiguió con su trabajo y lo terminó a tiempo. Además de construir, Noé predicó oralmente acerca del propósito de Jehová. (2 Ped. 2:5) Él también llenó los requisitos necesarios para el ministerio.
5. Durante su larga vida ¿cómo cumplió Abrahán con los requisitos de un ministro aprobado?
5 Luego, después del Diluvio, Jehová asignó una tarea a otro hombre que tuvo la fe necesaria para efectuarla. A causa del servicio fiel y la obediencia firme de este hombre Jehová le hizo una promesa maravillosa. Esta promesa llegó a ser un pacto y en ella iba incluída la esperanza para toda la humanidad creyente. “Ahora la Escritura, viendo de antemano que Dios declararía a la gente de las naciones justa por causa de la fe, declaró las buenas nuevas con anterioridad a Abrahán, a saber: ‘Por medio de ti todas las naciones serán bendecidas.’” (Gál. 3:8, NM) Sobre Abrahán vino la prueba más severa cuando Jehová le pidió que ofreciera a su amado hijo Isaac como sacrificio sobre un altar en el monte Moría. Esto, para el registro sagrado, servía para representar a Jehová Dios ofreciendo a su amado Hijo Jesús como sacrificio para la redención de humanos creyentes. Por fe Abrahán obedeció y el cuadro que se necesitaba se hizo. Sin embargo, por la bondad inmerecida de Jehová Dios, Isaac fué salvado vivo y devuelto a su fiel padre Abrahán.—Gén. 22:1-18.
6, 7. ¿Qué requisitos para un buen ministro se destacan en la carrera de Moisés?
6 Con el tiempo Moisés también sirvió de ejemplo de un hombre equipado para el ministerio, aunque al principio él no creyó que llenaba los requisitos necesarios. Millares de israelitas estaban en servidumbre egipcia cuando Moisés nació de padres hebreos. Desde el tiempo de su nacimiento hasta el mismo día que murió la fe desempeñó una parte importantísima en su vida. Bajo un decreto del rey de Egipto se daba por sentado que Moisés, junto con todos los demás bebés varones de los israelitas, fuera muerto al nacer. Por fe sus padres rehusaron matar a su hermoso hijo. Por la dirección de Jehová, el niño llegó a ser adoptado por la hija de Faraón y criado en la corte real. Allí llegó a ser instruído en toda la sabiduría de los egipcios. Empero aun en este medio raro Moisés no abandonó la adoración pura a Jehová, el Dios de Israel. Una vez cuando trató de ayudar a sus hermanos a quienes sus capataces egipcios oprimían, Moisés se metió en dificultad con Faraón y se vió obligado a huir por su vida a la tierra de Madián. Allí permaneció durante cuarenta años sirviendo como pastor para Jetro, con cuya hija después se casó. A la edad de ochenta años Moisés estaba bien maduro en el camino de la justicia y estaba equipado con lo que él requería para desempeñar el ministerio que ahora Jehová le asignó a él, diciendo: “Indisputablemente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor como resultado de los que los obligan a trabajar, porque bien sé los dolores que sufren . . . . Y ahora ven y déjame enviarte a Faraón y saca tú a mi pueblo, los hijos de Israel, de Egipto.” (Éxo. 3:7-10, NM) Al oír este mensaje de Jehová Moisés debió haberse regocijado, pero en vez de eso tuvo miedo de emprender la tarea porque conocía el espíritu de los egipcios y su rey. Dijo que no era apto ni estaba equipado para la misión. Esto desagradó a Jehová, porque él sabía más acerca de las habilidades de Moisés que Moisés mismo. De modo que Jehová le dijo que estaría con él. Con esta seguridad como su fuerza Moisés prosiguió a efectuar su misión.
7 Moisés tenía lo que se requería para esta asignación. Fué ricamente bendecido por llevarla a cabo. En ello hay una buena lección para todos nosotros. Cuando Jehová nos da una asignación mediante su organización no debemos excusarnos o quejarnos de que no podemos cumplir con ella. Jehová no puede aceptar excusas. Si las aceptara, eso significaría que Jehová no conoce las limitaciones de sus siervos. Tal falta de su parte es imposible para el Dios de sabiduría infinita. La obediencia de parte nuestra es mejor que las excusas. La obediencia conduce a la vida; las excusas pueden conducir a la muerte sin fin.
8. ¿En qué respectos nos ayuda la ejecución por Jeremías de su obra como ministro fiel?
8 Después de salir de Egipto y entrar en la tierra de promesa la nación de Israel prosperó, llegando a ser muy numerosa y rica. Pronto, sin embargo, se apartó de la adoración verdadera a Jehová y practicó la insensata adoración de demonios de las naciones paganas que estaban a su alrededor. Esto desagradó mucho a Jehová. Jehová ahora envió a su profeta Jeremías, otro hombre bien equipado para el ministerio, a Jerusalén para amonestar a los sacerdotes infieles y los profetas falsos y también a los reyes de Judá de que él usaría al rey de Babilonia para destruir la ciudad y su magnífico templo. Además, que él permitiría que los del pueblo fueran llevados como esclavos a Babilonia donde servirían a otros dioses durante setenta años. (Jer. 25:8-13; Dan. 9:1, 2) Estos sacerdotes y profetas falsos persiguieron a Jeremías, pero él llevó a cabo su comisión y plenamente demostró que llenaba los requisitos necesarios para el ministerio. En una ocasión trajeron a Jeremías ante los príncipes, acusándolo de sedición y diciendo que era digno de muerte. ¿Por qué? Estaba diciendo a la gente que entregara la ciudad al rey de Babilonia. ¿Qué hizo Jeremías? ¿Estaba preparado para hacerle frente al asunto? A sus perseguidores él dijo: ‘Estoy en sus manos. Hagan conmigo como les parezca bien y propio. Sólo sepan de seguro que si ustedes me ejecutan, traerán sangre inocente sobre ustedes mismos y sobre esta ciudad y sus habitantes, porque con verdad Jehová me envió a ustedes para hablar todas estas palabras en sus oídos.’ Entonces los papeles cambiaron para los sacerdotes falsos y perseguidores, porque al oír esto el pueblo dijo: ‘Este hombre no merece la pena de muerte, porque él nos ha hablado en el nombre de Jehová nuestro Dios.’ (Jer. 26:14-16) Esto también ilustra cómo los testigos de Jehová fueron perseguidos en tiempos antiguos a instigación e insinuación de sacerdotes y profetas falsos. ¡Es igual hoy día! Satanás no tiene nuevos trucos; sólo viste los viejos trucos con ropa nueva. Conocemos sus ardides, como Pablo dijo: “No seamos alcanzados por Satanás, porque no desconocemos sus intenciones.” (2 Cor. 2:11, NM) En contraste, Pablo nos recuerda: “¡Oh la profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Qué insondables son sus juicios e inexplorables son sus caminos!”—Rom. 11:33, NM.
PRESENTANDO AL MINISTRO MAYOR
9. ¿Qué privilegios singulares fueron usados apropiadamente por Juan el Bautista como ministro?
9 En su tiempo debido Jehová se propuso que el Mesías viniera y fuera presentado también primero a Israel. Jehová no escogió a uno de los escribas o fariseos eruditos para desempeñar este preciado ministerio de presentar al Mesías. ¡No! Él escogió a un hombre rústico, uno que no había sido indoctrinado con las tradiciones y errores de los gobernantes religiosos de Jerusalén. A fin de preparar el camino para el Mesías Juan el Bautista fué escogido por Jehová, y Juan lo presentó a la gente cuando llegó. Antes de su nacimiento Juan fué dedicado al servicio de Jehová. Padres devotos lo criaron y le dieron instrucción en su niñez y pasó su vida en años tempranos en la soledad del desierto. Allí podía leer y meditar en lo que está escrito en las Escrituras hebreas y prepararse para la obra que estaba delante de él. Así obtuvo lo que necesitaba para llenar los requisitos para el ministerio. Al leer el relato de la actividad de predicación de Juan usted se enterará de que fué un hombre denodado, que nunca se detenía de declarar lo debido. Muchas veces en su auditorio se encontraron escribas, fariseos y saduceos, pero no los honró dándoles lugares prominentes. Más bien, a ellos dijo: “Descendientes de víboras, ¿quién les ha mostrado cómo huir de la ira venidera?”—Mat. 3:7, NM.
10. ¿Qué prácticas correctas de un buen ministro son especialmente notables en el breve término de servicio que Jesús tuvo sobre la tierra?
10 Seis meses después que Juan comenzó su ministerio Jesús vino a él para ser bautizado. Juan titubeó, diciendo: “Yo soy el que necesita ser bautizado por usted, ¿y usted viene a mí?” Jesús contestó: “Que sea, esta vez, porque de ese modo nos es apropiado efectuar todo lo que es correcto.” (Mat. 3:14, 15, NM) Muy poca información aparece en la Biblia en cuanto a la vida temprana de Jesús, aparte del hecho de que fué engendrado por el espíritu de Jehová y nació en Belén. Él nació de la virgen María, de la familia de David. Hoy en bibliotecas de Roma y Constantinopla hay registros que dicen que como joven Jesús no se interesó en la política de aquellos tiempos o en los problemas y puntos de discusión de la gente. No hizo ningún esfuerzo por libertar a la gente de la servidumbre al yugo irritante de los romanos. Pasó su tiempo estudiando las Escrituras hebreas y hablando a la gente acerca del reino de los cielos. También en esos registros se dice que nadie le enseñó a leer, no obstante sabía la Biblia de memoria, lo cual sorprendió y fastidió a los rabinos eruditos de ese tiempo. Su madre, también, estuvo perpleja porque Jesús no se interesaba en los problemas de la nación de Israel, recordando ella que el ángel Gabriel le había dicho que su hijo heredaría el trono de su padre David y que de su reino no habría fin. En una ocasión ella le habló acerca de esto, pero Jesús respondió: “Mujer, usted no sabe quién soy.” Pero estos registros no son parte de la Biblia. Según la Biblia Jesús sabía quién era él y qué misión estaba destinado a efectuar. Esta él la efectuó.
11. ¿Con qué obstáculos se encontraron Juan el Bautista y Jesús en su actividad ministerial?
11 Juan el Bautista y Jesús tuvieron muchas dificultades y obstáculos que vencer al ir de un lugar al otro predicando: “¡El reino del cielo se ha acercado! Por lo tanto arrepiéntanse y sean bautizados para la remisión de pecados.” Los judíos confiaban en que el Mesías que esperaban estableciera un reino sobre la tierra, uno tal como aquel sobre el cual David y Salomón habían gobernado; pero Juan y Jesús hablaban acerca de un reino celestial, espiritual. Los judíos esperaban un gobernante y profeta mayor que Moisés que viniera y los librara de las naciones gentiles opresoras e hiciera de Israel la nación más grande sobre la tierra, para que todos los pueblos acudieran a ella. Recordaban que su propio profeta Isaías registró: “En aquel día, pues, habrá un Renuevo de la raíz de Isaí, que se presentará como bandera a los pueblos, y a él acudirán las naciones: y será glorioso su descanso.” (Isa. 11:10) Y todavía otra enseñanza aturdió a muchos de los judíos. Juan predicó el perdón de pecados mediante el arrepentimiento. Esto les extrañó, porque por más de quince siglos los judíos habían observado un detallado sistema de servicios y sacrificios en el tabernáculo y más tarde en el templo. El propósito de tales servicios y sacrificios era el de anular los pecados del pueblo, para que continuamente fuera mantenido en armonía con Jehová bajo el arreglo del pacto de la ley presentado mediante Moisés. Ahora, el enseñar que los pecados podrían ser perdonados mediante el arrepentimiento simbolizado por bautismo en agua era más de lo que los caudillos religiosos podían soportar. Sin embargo, muchas personas comunes aceptaron a Juan como profeta y gozosamente vinieron a él para ser bautizadas.
12. ¿Qué condición del día presente que resulta de la enseñanza falsa aparece como un paralelo de las condiciones que Jesús arrostró?
12 Los caudillos religiosos judíos no entendieron que los sacrificios animales que los sumos sacerdotes ofrecían año tras año no quitaban y no podían quitar los pecados de la gente. Hacía falta un sacrificio humano perfecto para satisfacer las demandas de la ley de Jehová contra la humanidad. Una vida humana perfecta tenía que ser sacrificada para comprar lo que se perdió mediante el pecado de Adán en el Edén. Ni siquiera los discípulos podían entender por qué era necesario que Jesús muriera antes de que su reino fuera establecido y fuera posible derramar bendiciones sobre todos los obedientes. Deseaban hacerlo rey inmediatamente y restaurar otra vez la gloria terrestre de Israel. Aquí, incidentalmente, vemos una condición contraria a la de hoy, porque la religión falsa durante largo tiempo ha enseñado que las únicas personas que han de salvarse son aquellas destinadas a ir al cielo y que el reino de Dios sólo se refiere a las bendiciones en el cielo. Sin embargo, el mensaje de Dios hoy día para la gente de la tierra es de un reino celestial que derramará bendiciones sobre la tierra, llenándola de la gloria de Jehová, haciendo de ella un paraíso de placer donde los hombres y mujeres obedientes vivirán eternamente con felicidad, alabando y sirviendo gozosamente a Jehová.
13. ¿Cómo cumplió Jesús sobre la tierra otros requisitos esenciales de un ministro correcto, y con qué resultados?
13 De modo que apreciamos que Jesús también estuvo cabalmente equipado para su ministerio. Muy cuidadosamente estudió la Palabra de Dios, recordó lo que leyó y siguió las instrucciones escritas para él. También reunió a su alrededor a muchos discípulos y los entrenó para el ministerio. Al público habló con ilustraciones, pero a sus discípulos claramente explicó las doctrinas sanas. Al entrenar a sus discípulos para su obra Jesús fué muy práctico. Los llevó consigo de ciudad en ciudad y de aldea en aldea y de casa en casa, enseñándoles cómo y qué enseñar a la gente. Más tarde, después de tal entrenamiento, los envió de dos en dos para que ellos también consiguieran valiosa información práctica mediante experiencia personal. Los hombres que él entrenó llegaron a ser ministros competentes que tenían lo que se requería para su servicio.
14. ¿Cómo sirve el verdadero entendimiento de Pedro y su práctica del bautismo simbólico para ilustrar otra cosa esencial para el ministerio?
14 Considere a Pedro, por ejemplo. En el día del Pentecostés Pedro predicó a una gran reunión pública, sin duda la más grande a la cual se había dirigido hasta ese tiempo. Como resultado de esa predicación tres mil personas fueron convertidas y más tarde bautizadas. (Hech. 2:14-41) Los que creen en la aspersión en vez del bautismo mediante sumersión en agua enseñan que Pedro debe haber rociado a ese grupo grande, dado que no había modo de sumergir a tantos en Jerusalén. Pero tales maestros están equivocados, porque en aquel tiempo había muchas albercas adentro y alrededor de Jerusalén donde se pudo haber bautizado fácilmente a multitudes. Las albercas que Salomón construyó para regar sus jardines las describe él: “Plantéme viñas, híceme huertos y jardines y planté en ellos árboles frutales de toda clase; construíme albercas de agua para regar con ellas un soto donde crecían los árboles.” (Ecl. 2:4-6, BC) Hoy día tres de esas albercas todavía pueden verse en Jerusalén. Estaban conectadas con tubería figulina, y son de unos 50 pies de largo, 20 pies de ancho y unos 12 pies de profundidad, con peldaños de piedra en cada extremidad. Además de estas albercas también estaba la alberca de Siloé, donde se pudieron haber efectuado inmersiones en masa con facilidad. De modo que Pedro no roció a aquellos miles de personas; sin duda fueron sumergidas en agua. Verdaderamente ese apóstol fiel estuvo bien entrenado para el ministerio y, ayudado por el espíritu de Jehová, Pedro usó la primera de las “llaves del reino” para abrir privilegios del Reino a los judíos.—Mat. 16:19.
EL MINISTERIO DE PABLO
15, 16. (a) ¿Cuándo y cómo seleccionó Jesús al último de sus doce apóstoles? (b) ¿Qué prácticas de Pablo lo identificaron como ministro verdadero?
15 Después del Pentecostés el mensaje del Reino se esparció rápidamente, causándoles mucho disgusto a los enemigos de Jesús. Algunos hombres prominentes de ese tiempo aceptaron el mensaje del Reino y comenzaron a predicarlo a otros. Entre ellos estuvo un talentoso joven de Tarso, llamado Saulo. Su nombre más tarde fué cambiado a Pablo y llegó a ser uno de los doce apóstoles de Jesús.
16 Pablo tuvo una experiencia maravillosa que dió lugar a su conversión a la verdad. Mientras iba en el camino a Damasco para perseguir a los cristianos recibió un vistazo milagroso del Cristo glorificado, quien le dijo a Pablo que era un vaso escogido para llevar el mensaje del Reino a mucha gente. Con gran celo Pablo emprendió el ministerio. Después de un período de estudio cuidadoso para aprender los requisitos para el ministerio se dedicó plenamente al servicio de Jehová Dios. Viajó a tierras distantes, predicando y enseñando las buenas nuevas dondequiera que iba. En una ocasión Pablo visitó la ciudad de Atenas en Grecia, donde esperaba encontrar a sus compañeros en el ministerio. Allí en la sinagoga se esforzó por interesar a los judíos de habla griega en el mensaje del Mesías, pero ninguno de ellos quiso escucharle. Más tarde, en la plaza del mercado, tuvo oportunidad de discutir las Escrituras con ciertos filósofos, poniéndose en contacto también con los epicúreos y los estoicos. Los epicúreos no creían que sus numerosos dioses se interesaban mucho en los asuntos del hombre. Su principal objetivo en la vida era complacer los sentidos. Los estoicos creían que todos los intereses de la vida eran gobernados y dirigidos por el hado.
17. En Atenas, ¿qué actitudes de ciertos oyentes curiosos no oscurecieron ni destruyeron el sentido de responsabilidad que Pablo tenía como ministro de Jehová?
17 Ambos grupos, aparentemente importunados por la persistencia de Pablo, finalmente se disgustaron con él, de modo que algunos lo llamaron charlador, y otros comenzaron a preguntarse exactamente qué era lo que estaba tratando de hacer. (Hech. 17:18, NM) Este vocablo “charlador” lo usaron con desprecio, queriendo decir que Pablo era semejante a un cuervo que iba juntando pedacitos de alimento a lo largo del camino, suponiéndose que él había estado recogiendo pedacitos de conocimiento acá y allá y ahora trataba de pasar dicho conocimiento a otros como si fuera suyo. Ah, pero estos filósofos no pudieron contestar las preguntas de Pablo o refutar sus argumentos acerca de Jesús y la resurrección. Por eso, en desesperación, “lo agarraron y lo condujeron al Areópago, diciendo: ‘¿Podemos llegar a saber qué es esta nueva enseñanza?’” En ese tiempo una ley romana disponía que ‘ninguna persona tendrá dios alguno separado, o dios nuevo; ni adorará en privado algún dios extraño a menos que sea permitido públicamente.’ Pablo topó con esta ley primero en Filipos, donde sus acusadores dijeron a los magistrados: “Estos hombres están perturbando muchísimo a nuestra ciudad, siendo ellos judíos, y están publicando costumbres que no nos es lícito adoptar o practicar, puesto que somos romanos.”—Hech. 17:19; 16:19-40, NM.
18. ¿Cómo se ven aquí Atenas y Jerusalén en contraste?
18 Ahora Pablo estaba en el lugar que en ese entonces y durante muchos siglos antes se jactaba de ser el centro de cultura y educación, una ciudad independiente o libre, una democracia modelo. Sus grandes filósofos, presentando su llamada sabiduría, habían atraído la atención de gente instruída de todo el mundo. Los atenienses habían sido un pueblo orgulloso y rico. Pero ahora Atenas, también, estaba sujeta al sexto imperio mundial, Roma. Pablo, por otra parte, era de Jerusalén, la ciudad sobre la cual Jehová había tenido agrado en poner su nombre y donde Jesús había enseñado a la gente y dado ímpetu inicial a la religión verdadera. Más que eso, Pablo era un ciudadano activo de la verdaderamente libre “Jerusalén que está arriba,” la organización de Jehová. (Gál. 4:26, NM) ¿Qué resultaría de esta invitación para que se diera una manifestación de la sabiduría procedente de lo alto a los defensores de la sabiduría de este mundo? Veamos:
19-21. (a) ¿Quiénes formaron el auditorio de Pablo en el cerro de Marte, y cómo estuvo él equipado para ministrarles? (b) ¿Cómo procedió Pablo para esclarecer a sus oyentes?
19 El antiquísimo Areópago, o cerro de Marte, en un tiempo el lugar donde el famoso tribunal supremo de la ciudad se reunía al aire libre, ahora apenas era más que un foro público. Ahora estaban sentándose en los mejores asientos los orgullosos, bien vestidos y bien alimentados epicúreos. Desfilando detrás de ellos llegan los estoicos de rostro serio, seguidos de sus discípulos de todas partes. Dionisio, un juez, también llega, ocupando un asiento donde pudiera oír todo lo que Pablo dijera. Finalmente se ve a una dama llamada Dámaris ocupando un asiento. (El discurso de Pablo en esa ocasión la convirtió de modo que vino a ser seguidora de Cristo.) ¡Qué auditorio!—representantes de la magistratura, de las clases cultas y de los círculos de buen tono de esa decadente metrópoli de erudición y cultura.
20 Ahora miremos al orador invitado, el apóstol Pablo, siervo de Jehová. Él es un hombre pequeño, que nada ofrece a la vista y que no está vestido ricamente. Ya había pasado algún tiempo en la cárcel antes de venir a Atenas, y debido a sus viajes su ropa probablemente estaba ajada. Allí, completamente solo, estaba de pie sin ayuda o consuelo humano. ¿Estaba desanimado y abatido? Difícilmente, porque estaba armado de la “espada del espíritu,” la cual es más aguda que cualquier espada carnal, y él sabía esgrimirla porque llenaba los requisitos necesarios para el ministerio. Con el espíritu de Jehová guiándolo, Pablo habla:
21 “Hombres de Atenas, observo que en todas las cosas ustedes parecen estar más entregados al temor de las deidades que lo que están otros. Por ejemplo, mientras iba de paso y observaba cuidadosamente sus objetos de devoción también hallé un altar sobre el cual se había inscrito ‘A un Dios Desconocido’. Por lo tanto a lo que ustedes desconocidamente le están dando devoción piadosa, esto les estoy publicando.” (Hech. 17:22, 23, NM) ¡Qué introducción! ¡Qué manera de dirigirse a esta reunión de filósofos! Estas palabras provinientes de un “charlador” tuvieron un efecto electrizante en sus oyentes curiosos, austeros. De seguro que ellos no esperaban cosa semejante a ésta. Pues con una sola declaración breve Pablo les había devuelto la pelota. Ahora los filósofos eruditos habían llegado a ser los ‘charladores’ que parecían insensatos e ignorantes, mientras que el hombre pequeño e insignificante de Jerusalén se había convertido en el instructor erudito. Estos orgullosos atenienses públicamente admitían que ignorantemente adoraban a un dios del que no conocían nada, mientras que Pablo conocía mucho acerca de él y felizmente procedió a darles información. Él no podía hablar de esta manera a esos hombres en la plaza del mercado, donde regularmente se reunían para instruir a otros, pero aquí Pablo era su orador invitado, libre para decir lo que deseara.
22, 23. ¿Cómo identificó Pablo atinadamente al Dios vivo?
22 ¿Puede usted imaginarse a esos filósofos, incómodos, decirse unos a otros: ‘¿De quién fué la idea de traer a este hombre aquí para que nos avergonzara así?’ ¡Ah, pero espere! Pablo sólo había comenzado a exponer la ignorancia de estos hombres. Él continúa: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, siendo, como es Este, Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos a mano, ni es servido por manos humanas como si necesitara alguna cosa, porque él mismo da a todas las personas vida y aliento y todas las cosas. Y él hizo de un solo hombre toda nación de hombres, para habitar sobre la entera superficie de la tierra, y decretó las estaciones señaladas y los límites fijos de la habitación de los hombres, para que buscaran a Dios, . . . aunque, de hecho, no está muy lejos de cada uno de nosotros. Porque por él tenemos vida y nos movemos y existimos, aun como ciertos poetas de entre ustedes han dicho: ‘Porque también somos progenie de él.’” ¡Qué palabras, viniendo del pequeño “charlador” de Jerusalén; sí, palabras de vida!—Hech. 17:24-28, NM.
23 Pablo entonces citó, según algunos afirman, de un poema por Arato de Cilicia y también de Cleanto: “Comencemos por Dios. Levante todo mortal su voz para entonar la infinita alabanza a Dios. Dios llena el cielo, la tierra, el mar, el aire; sentimos su espíritu moviéndose aquí y por dondequiera, y nosotros somos prole de él.” De modo que el orador apoyó su asombroso argumento, no citando algo de los profetas hebreos, a quienes su auditorio no aceptaría como autoridad, sino recordándoles de un escrito de uno de su propia clase. Escuche a medida que él continúa: “Viendo, por lo tanto, que somos la progenie de Dios, no debemos imaginarnos que el Ser Divino sea semejante a oro o plata o piedra, semejante a algo cincelado por el arte e ingenio del hombre.” Ahora, ¡cómo se estaba encogiendo la egolatría de cada uno de aquellos orgullosos filósofos, y qué incómodos se estaban sintiendo! ¡Cómo anhelaban que dejara de hablar y cuán regocijados hubieran estado si pudieran haber salido del auditorio sin que nadie los viera!—Hech. 17:29, NM.
24, 25. (a) Continuando, ¿qué requisito de Jehová recalcó Pablo? (b) ¿El hablar a sus oyentes de qué doctrina sana resultó en qué desenvolvimientos culminantes en la extraordinaria asamblea pública?
24 Pero sean pacientes, caballeros, Pablo tiene más que decirles. Usando tino teocrático sus siguientes observaciones son bondadosas; y si esos llamados “sabios” mal informados estuvieran dispuestos a escucharlas quizás pudieran conseguir la vida. Él añade: “Cierto, Dios ha pasado por alto los tiempos de tal ignorancia, empero ahora le está diciendo a la humanidad que todos ellos por todas partes deben arrepentirse. Porque él ha fijado un día en que se propone juzgar la tierra habitada en justicia por un hombre a quien él ha designado, y él ha proporcionado una garantía a todos los hombres con haberlo resucitado de entre los muertos.”—Hech. 17:30, 31, NM.
25 ¿Resurrección de los muertos? Asombroso, sí; pero para los filósofos atenienses eso instantáneamente llegó a ser para ellos la salida. “Algunos empezaron a mofarse, mientras que otros dijeron: ‘Le oiremos acerca de esto aun otra vez.’” Así, abruptamente y con ceremonia no refinada, la mayoría democrática, mediante voto oral, declaró terminada la sesión. Ellos, como “sabios,” pensaron que nadie de importancia alguna en Atenas creía en la resurrección. Pero, como de costumbre, estuvieron muy equivocados. Cuando “Pablo se salió de en medio de ellos . . . algunos hombres se unieron a él y vinieron a ser creyentes.” Entre los tales estuvieron el juez Dionisio y una mujer llamada Dámaris. (Hech. 17:32-34, NM) Se organizó una congregación en Atenas y, por la bondad inmerecida de Jehová, aun hoy muchos testigos de Jehová continúan predicando en esa ciudad. Mediante el uso libre y denodado de la Palabra de Dios Pablo manifestó que toda la “sabiduría” producida por aquellos filósofos atenienses era insensatez, indigna de seria consideración, mientras que se puso de manifiesto que la Palabra de Jehová contiene el camino a la vida. Sólo ella durará para siempre. Mediante esta experiencia de Pablo se nos recuerda que él llenaba los requisitos necesarios para el ministerio asignado a él. Con este discurso vigoroso, claro, aunque interrumpido, atinadamente puso al descubierto las sofisterías de estos hombres curiosos y sabios en las cosas del mundo y también estableció la fe de unos cuantos que estaban conscientes de su necesidad espiritual.