¿Qué quiso decir el sabio?
Lo que vale un amigo
El individuo solitario que trabaja duro para acumular riquezas ciertamente lleva una vida vacía. El sabio rey Salomón escribió: “Existe uno solo, pero no el segundo [es decir, un hombre solo sin amigo o compañero]; además no tiene hijo ni hermano, pero no hay fin a todo su duro trabajo. También, sus ojos mismos no están satisfechos con riquezas: ‘¿Y para quién estoy trabajando duro y haciendo que mi alma carezca de cosas buenas?’ Esto también es vanidad, y es una ocupación calamitosa.” (Ecl. 4:8) ¡Cuán falta de significado es la vida del avaro que no tiene amigo, hijo ni hermano alguno y ni siquiera siega los beneficios de su duro trabajo! Simplemente sigue acumulando riquezas, pues no quiere gastar dinero en cosas que pudieran hacer su vida más cómoda y deleitable. Sin embargo, al morir se ve obligado a dejarlo todo. ¡Qué futilidad!
La persona que trabaja con un buen amigo está en circunstancias mucho mejores. Continúa el sabio: “Mejores son dos que uno, porque tienen un buen galardón por su duro trabajo.” (Ecl. 4:9) El trabajo de ambos juntos produce beneficios, “un buen galardón,” en forma de ayuda, consuelo y protección. El rey Salomón declara: “Si cayese uno de ellos, el otro puede levantar a su socio [Esto se debe a que no es probable que ambos caigan al mismo tiempo.] Pero ¿cómo será con el que está solo y cae cuando no hay otro que lo levante? Además, si dos se acuestan juntos [como cuando hay que pasar la noche al frío durante un viaje], entonces ciertamente se calentarán; pero ¿cómo puede mantenerse caliente uno solo? Y si alguien pudiese sobreponerse a uno solo [que pudiese estar viajando por un camino peligroso], dos juntos pudieran mantenerse firmes contra él. Y una cuerda triple [que es más fuerte que una que consta de una o dos hebras] no se puede romper en dos pronto.”—Ecl. 4:10-12.
¿Está usted viviendo en armonía con el espíritu de estas palabras? Definitivamente vale mucho el tener amigos confiables.
Hasta la posición más encumbrada es vanidad
Entre los seres humanos la popularidad suele ser efímera. La gente olvida rápidamente a la persona famosa cuando otra persona le cautiva el corazón. Ni siquiera los que alcanzan la posición más encumbrada son excepción a esto.
El sabio rey Salomón describió con apego a la realidad lo que puede sucederles a los gobernantes. Leemos: “Mejor es un niño necesitado pero sabio que un rey viejo pero estúpido, que no ha llegado a saber lo suficiente para que se le advierta ya más. Pues [evidentemente el niño] ha salido de la mismísima casa de encierro para llegar a ser rey, aunque en la gobernación real de éste había nacido como uno de escasos recursos.”—Ecl. 4:13, 14.
Un hombre pudiera creer que el tener la posición más encumbrada, la gobernación real, respaldada por su edad y experiencia, debería asegurarle respeto o apoyo público. Pero, a pesar de su posición y edad, a un rey no se le concede honor sincero si obra imprudentemente y rehúsa prestar atención al consejo sano de otros. La posición y la edad, en sí, no garantizan respeto. Por eso un niño necesitado pero sabio está en mejores circunstancias que un rey que en un tiempo hubiera gobernado sabiamente pero que en la vejez se hace obstinado en sus caminos y no presta ninguna atención al buen consejo. Por mala administración el rey viejo puede hundir a todo el reino en deuda desesperanzada, apartar de sí a sus súbditos y hasta puede ser depuesto y morir en ignominia. El joven que continúa obrando con sabiduría, por otra parte, puede ganarse el mismísimo respeto que no se le otorga a un rey viejo pero estúpido.
Como Salomón hizo notar, ese joven sabio hasta pudiera ser elevado de la casa de encierro a la gobernación real. Eso fue lo que le sucedió a José. Tan impresionado quedó el Faraón de Egipto que le dijo: “No hay nadie tan discreto y sabio como tú. Tú estarás personalmente sobre mi casa, y todo mi pueblo te obedecerá sin reserva. Solo en cuanto al trono seré yo más grande que tú.” (Gén. 41:39, 40) Así José fue ensalzado a gobernante segundo de Egipto.
En seguida, enfocando la atención en la manera caprichosa en que la gente responde a un cambio de gobernantes, escribe Salomón: “He visto a todos los vivientes que van andando de acá para allá bajo el sol, cómo sucede con el niño, que es segundo, que se pone de pie en el lugar del otro. No hay fin de toda la gente, de todos aquellos delante de quienes él se hallaba; tampoco se regocijará en él la gente después, pues esto también es vanidad y un esforzarse tras el viento.”—Ecl. 4:15, 16.
¿Qué quiso decir Salomón con la expresión “el niño, que es segundo”? Evidentemente se estaba refiriendo al sucesor del rey. “Los vivientes” están llenos de emoción por tener un nuevo gobernante. “No hay fin de toda la gente” delante de la cual se halla como rey. Esto significa que todos lo respaldan, que apoyan su gobernación. Pero su popularidad no continúa indefinidamente. Pronto llega el tiempo en que la gente ya no se complace en aquel a quien tanto aclamaba. Desilusionada ahora, cesa de regocijarse en él.
De modo similar, en tiempos modernos un conjunto de políticos es reemplazado por otro. Quizás haya entusiasmo inicial por cierto gobernador, primer ministro o presidente. Pero en poco tiempo la gente se disgusta con el individuo y sus normas. Pronto la gente comienza a buscar a otra persona para que tome en sus manos las riendas del gobierno.
Verdaderamente, entonces, hasta la posición más encumbrada resulta ser solo una fruslería, “vanidad.” ¡Cuán enérgicamente enfatiza esto que en este mundo la posesión más satisfactoria no es la posición, sino una buena relación con el Dios eterno, Jehová!