La actividad ministerial de los testigos de Jehová
ECUADOR
1942 1947 1952 1953
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Nunca sabe uno con qué se topará cuando trabaja en países católicos. Los sacerdotes católicos se han impresionado tanto con su propia importancia que piensan que las otras personas no tienen ningún derecho para hablar o expresar sus ideas, especialmente si esas ideas se basan en verdades bíblicas. Sin embargo, su acción revoltosa a menudo se vuelve contra ellos, y la verdad recibe mayor publicidad. Aunque la obra avanza en el Ecuador, lo que se oponen a la predicación de las buenas nuevas luchan fuertemente para detenerla. El siervo de sucursal en el Ecuador nos da un informe interesante sobre cómo la nación está defendiendo la libertad de palabra a pesar del hecho de que los sacerdotes están tratando de estrangularla.
“La publicidad periodística empezó en el mes de noviembre cuando dos de los misioneros y dos de los hermanos ecuatorianos fueron vilmente insultados en un pueblo pequeño cerca de Cuenca, la ‘ciudad de la cultura’ del país. A instigación del sacerdote con faldas fueron obligados a subirse a un autobús donde fueron mantenidos presos hasta que llegaron a la ciudad donde vivían. Al llegar allí los hermanos invitaron al sacerdote a que continuara con la encarcelación y los llevara a la jefatura de policía, donde podría acusarlos de cualquier maldad que hubiera encontrado en ellos. Pero el sacerdote huyó de la escena, y se dejó a los hermanos el encargarse del aspecto legal del asunto. Inmediatamente se hicieron demandas ante el gobernador provincial y el jefe de la policía. El gobernador contestó que él no podía combatir el dominio sacerdotal, porque éste era demasiado fuerte. Los hermanos simplemente tendrían que permanecer callados y aceptar las cosas como eran. El jefe de la policía se quejó de que no tenía suficientes hombres para cuidar los pueblos pequeños, de modo que no había nada que él pudiera hacer. Sin embargo, la demanda no fué satisfecha, de manera que los hermanos procedieron a presentar la misma información al ministro de gobernación en la capital. Sin demora el gobierno sostuvo su constitución libre y envió órdenes, no sólo a los responsables en la causa implicada, sino a cada gobernador provincial y jefe de policía de todo el país.
“El texto de la orden decía que en vista de la denuncia presentada ante el ministerio de gobernación por varios ciudadanos norteamericanos que se hallan realizando en el país obra misional como testigos de Jehová, amparados por las garantías que la Constitución Política del Estado concede en lo relativo a libertad de cultos, se tenía conocimiento de continuos ataques y demás actos de violencia contra los citados misioneros. Como el gobierno reconoce su deber de poner en vigor tales garantías, el decreto decía, los funcionarios deberían impartir las órdenes que el caso requiriera a fin de rodear a dichos misioneros de la protección necesaria y sancionar con todo rigor a quienes, prevalidos de intemperancia, realizaran cualquier atentado contra la seguridad de sus vidas o intervinieran con el libre ejercicio del culto que predican.
“En seguida de esta acción la sucursal expresó las gracias al gobierno por su acción a favor nuestro, y el presidente de la república contestó personalmente mediante telegrama asegurándonos su respeto por los defensores de la Biblia.
“Nadie se escapó de saber la actitud del gobierno, porque la orden del Ministerio de Gobernación se publicó en todo diario principal del país. No obstante, como si el entero asunto se hubiese olvidado, cinco meses después un segundo ultraje fué provocado a sólo unos cuantos metros de la entrada de los edificios gubernamentales. Algunas hermanas estaban trabajando con revistas en la ‘Plaza de la Independencia’ de Quito al mismo tiempo que algunos niñitos católicos distribuían impresos elogiando al recién asignado cardenal del Ecuador por sus vigorosas luchas contra el protestantismo. Un estudiante de universidad católico se acercó a las hermanas y tomó una revista en las manos para examinarla, entonces la rompió y la arrojó a los pies de ellas, e inmediatamente se sentó en una banca del parque como si hubiera hecho un favor al mundo. Pero pronto supo que había muchas personas en el mundo que pensaban de manera diferente. En unos cuantos segundos algunos observadores se acercaron a las hermanas para saber la causa del incidente, y cuando fueron informados apoyaron la libertad y amenazaron al hombre que había destruído la revista. En un momento un grupo de 200 personas se había reunido, y sus gritos en favor de la libertad mostraban qué lado apoyaban. Uno de los muchachitos que habían estado distribuyendo los impresos católicos sintió tanto todo el asunto que ofreció pagar por la revista. Pronto las hermanas se retiraron de la plaza y dejaron que la gente arreglara el asunto entre sí misma. Pero la prensa de nuevo dió importancia al incidente y describió lo que había sucedido como un ‘ultraje en contra de personas inofensivas.’ El Sol, segundo diario de la capital; en su suplemento en inglés de la semana siguiente hizo referencia al ataque entre las principales noticias del día. En su columna editorial intitulada ‘Our Position’ (Nuestra opinión) dijo: ‘. . . Desenvolvimientos peligrosos se han observado recientemente en este país . . . predicadores no católicos del Evangelio ultrajados injustificadamente.
“‘Ante todo esto no podemos estar callados. Protestamos y sinceramente deploramos que dichas cosas estén aconteciendo en el Ecuador, un país que podría orgullosamente hacer alarde de ocupar un lugar honroso entre las naciones libres y democráticas del mundo.’
“No podemos terminar este informe sin mencionar la gran convención en Nueva York Veintisiete de nosotros pudimos hacer el viaje a Nueva York y al tiempo de escribir esto la mayor parte de nosotros ya ha regresado a nuestra asignación aquí. La información que recibimos en la convención y en las reuniones de las sucursales fué una fuente de gran ánimo y un estímulo para nosotros. No dejaremos que esa información se nos vaya de la mente. La retendremos; reflexionaremos sobre ella; la usaremos; produciremos fruto con ella en este nuevo año de servicio.”
EL SALVADOR
1942 1947 1952 1953
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Es necesario que los testigos de Jehová vivan ahora como una sociedad del nuevo mundo. Es esencial que adquieran conocimiento y asuman las responsabilidades que recaen en ellos. No siempre podemos estarnos apoyando en otro; pero adquiriendo conocimiento de la Palabra de Dios y confiando en lo que él dice podemos sentirnos seguros de que podemos proseguir haciendo la obra de Jehová. Nuestros hermanos en El Salvador sin duda han manifestado su confianza en Jehová, y están asumiendo sus responsabilidades como se indica por el siervo de sucursal en lo siguiente, su informe para 1953.
“Este año los publicadores salvadoreños tuvieron quizás la más grande prueba de su fortaleza, devoción y voluntad para servir a que jamás se les haya exigido que hagan frente. Antes de que el primer trimestre del año pasara a ser historia, sólo un hermano misionero permaneció en la obra del campo de tiempo cabal. Todos los misioneros restantes eran hermanas. Esto quiso decir que por primera vez los hermanos locales tendrían que asumir la responsabilidad de manejar sus propias congregaciones; mientras que antes, tres cuartas partes de todos los publicadores en la República habían estado asociados con congregaciones cuyos superintendentes eran misioneros. Ningún proceso gradual de traspaso de responsabilidad fué éste; sucedió súbitamente.
“Una congregación se quedó completamente sin siervos varones, y las cuatro hermanas misioneras tuvieron que cubrirse la cabeza para cuidar de los muchos deberes de los siervos. Fueron ayudadas en su trabajo feliz por hermanas capaces y anuentes entre los publicadores de congregación. Hicieron esto por varios meses hasta que el único hermano capacitado y bautizado salió del hospital. Entonces él ocupó su debido lugar entre sus hermanos, y está cumpliendo muy bien.
“Los hermanos para este tiempo están madurándose rápidamente en el manejo de las congregaciones. Son cabalmente maduros en el campo. Ya no están siguiendo. Se han hecho cargo de la dirección completa en su propio territorio. Estos hermanos manifiestan una cualidad de dirección con ternura entre unos y otros, y con un espíritu de cooperación entre ellos mismos, algo que los extraños habían declarado despreciativamente que sería imposible entre una organización toda salvadoreña.
“Aun durante la ausencia de todos los misioneros al tiempo de la convención de Nueva York, los hermanos salvadoreños que se quedaron en casa alcanzaron un promedio de once horas cada uno, y ahora están haciendo tres revisitas cada uno y conduciendo .6 de un estudio bíblico de casa por cada publicador.
“Es una circunstancia muy agradable y realmente bastante axiomática que mientras más trabaja una persona predicando las buenas nuevas más experiencias del campo tiene, y durante el año tuvimos muchas experiencias del campo en El Salvador.
“Si somos prudentes y mansos así como firmes en nuestro trabajo, Jehová nos dará la victoria.
“En el Día de revistas en Santiago Nonualco un sábado el siervo de congregación dirigía a sus hermanos en el campo. Permanecieron tranquilamente en la plaza por algún tiempo hasta que algunos ciudadanos encolerizados fueron con cuentos al sacerdote local. Llegando a la escena y reconociendo que los publicadores eran testigos de Jehová, este monje italiano descaradamente arrebató las revistas que el hermano López tenía en las manos. Copiando este ejemplo tosco de amor al prójimo, el resto de la chusma comenzó a quitar la literatura a los otros hermanos; pero entretanto ciudadanos más pensativos, con mucho más sentido común, habían llamado al guardia local. Este hombre honrado primero oyó a ambas partes; luego reprendió al sacerdote y devolvió la literatura a los hermanos, concediéndoles continuar la obra. Él explicó que en El Salvador la constitución garantiza la libertad de religión.
“Aun cuando tenemos que trabajar solos Jehová prospera nuestros esfuerzos. Un precursor especial que trabajaba en una de las ciudades de puerto visitó a la dueña de un teatro pequeño de la población y explicó que le gustaría usar el teatro para un discurso bíblico gratis. La bondadosa señora escuchó su testimonio, vió la literatura, se suscribió a La Atalaya y luego ofreció su teatro gratis. El precursor hizo buen uso de él el domingo siguiente hablando a más de doscientas personas. El siguiente Día de los soldados muertos entró en el cementerio público en Izalco y allí pronunció un discurso público al aire libre, basando su predicación en los capítulos tercero y noveno del libro ‘Esto significa vida eterna’. Cada uno de los cuatrocientos que escucharon recibió uno o dos tratados bíblicos como regalo. Este hermano se regocijó de no haber permanecido en casa únicamente porque estaba trabajando solo ese día.
“Un publicador de congregación de la unidad de San Jacinto había estado teniendo la muy rara experiencia de suministrar literatura de la Wátchtower a un sacerdote católico romano por varios meses. El sacerdote, para este tiempo un amigo íntimo del publicador, se las arreglaba siempre de alguna manera para obtener sus revistas. De súbito, ya tarde una noche, el sacerdote envió un mensaje urgente a nuestro hermano solicitando ejemplares de La Atalaya, porque había sido trasladado a otro pueblo muy lejano. Obtuvo sus ejemplares de La Atalaya, y durante los meses subsiguientes se mantuvo en contacto con el publicador del Reino por correspondencia. Pero, finalmente, un día el hermano recibió una carta del sacerdote diciéndole que salía del país. Sus superiores habían descubierto su literatura de la Wátchtower y lo habían expulsado de la iglesia. Salía para Nueva Orleans para buscar a los testigos de Jehová allí. De modo que un publicador del Reino tiene que estar preparado para dejar ‘que cualquiera que desee tome del agua de la vida gratis’-sí, hasta un sacerdote religioso.”