Deleitándose en el sufrimiento
1. ¿A quién aplica Isaías, capítulo 53, y cómo puede probarse esto?
ISAÍAS fue inspirado a registrar muchas profecías en cuanto al siervo de Jehová, que fue y es Cristo Jesús, el Mesías. Todo el Isa. capítulo 53 cincuenta y tres de Isaías habla del sufrimiento, muerte y entierro del Mesías. El que ésta es la aplicación inspirada de ese capítulo se reconoce por lo general, debido a las muchas citas hechas de él en las Escrituras Griegas. Las palabras de apertura de Isaías 53:1 son citadas por Juan en Juan 12:37, 38, y, como se informa en Lucas 22:37, Jesús aplicó a sí mismo una de las expresiones de conclusión de Isaías 53:12.
2. (a) ¿Qué conclusión incorrecta podría sacarse de la primera parte de Isaías 53:10? (b) ¿Qué regla ha de seguirse al buscar el entendimiento correcto de cualquier texto?
2 En Isaías 53:10 leemos: “Pero Jehová mismo se deleitó en aplastarlo; lo enfermó.” El simplemente considerar esta expresión por sí sola, cosa que a menudo hacen los maestros de la cristiandad, pudiera hacer que un crítico o comentarista exclamara: “¡Qué Dios más sádico, deleitarse en aplastar a su propio Hijo!” No obstante, es preciso tener presente que cuando procuramos entender alguna porción de la Palabra de Dios es de suma importancia considerar cuidadosamente el contexto. No solo considerar el medio circundante inmediato, sino también cualesquier otros pasajes relacionados, sabiendo que el entendimiento verdadero estará en armonía con todas esas referencias; jamás en desacuerdo. Es porque generalmente dejan de observar este principio orientador que se presentan muchas interpretaciones que hacen que la Biblia parezca contradecirse.
3. (a) Para que el deleite de Jehová tenga éxito, ¿qué tiene que hacerse primero? (b) ¿Por qué podría deleitarse Jehová en aplastar a su siervo?
3 En este caso, note el esclarecimiento interesante que obtenemos cuando leemos todo el versículo: “Pero Jehová mismo se deleitó en aplastarlo; lo enfermó. Si pones su alma como ofrenda por la culpa, él verá su prole, él prolongará sus días, y en su mano lo que es el deleite de Jehová tendrá éxito.” (Isa. 53:10) ¿Notó usted la conexión entre las dos palabras “deleitó” y “deleite”? No le conviene a uno separarlas. El “deleite de Jehová” se concentra en su reino. Este hará que su voluntad, o buen placer, se lleve a cabo con éxito. No obstante, ante todo la culpa del hombre, debido al pecado heredado, tiene que ser anulada de tal manera que satisfaga los requisitos de la justicia de Dios. Esto abriría el camino para restaurar una posición justa delante de Dios para los que agradecidamente aceptaran esa provisión misericordiosa. Ni un solo hijo de Adán podría hacer esta provisión. Por lo tanto, Jehová hizo arreglos para que su siervo, su Hijo, viniera a la Tierra y se diera como “rescate correspondiente por todos.” Sí, “Cristo fue ofrecido una vez para siempre para cargar con los pecados de muchos.” Además, fue el buen placer de Jehová suministrar un siervo probado y leal que estaría plenamente capacitado para llevar a cabo todos los excelentes objetivos del reino de Dios. Esto envolvería el trabajo y los deberes de un rey, también los de un sumo sacerdote que podría interceder, o interponerse, a favor del hombre caído. ¿Quién mejor que aquel que llegó a ser el ‘sacrificio propiciatorio por los pecados de todo el mundo’? El ser “hecho perfecto” para tan onerosa posición requirió que fuera probado hasta el límite. “Aprendió la obediencia por las cosas que sufrió.” El hecho de que había un fin glorioso y deleitable en mira nos ayuda a entender por qué Jehová “se deleitó en aplastarlo,” a su siervo. No se trató de un caso en que el fin justificara los medios. Los medios en sí, aunque tan dolorosos, fueron medios dignos, como veremos más plenamente.—1 Tim. 2:6; Heb. 9:28; 1 Juan 2:2; Heb. 5:8-10; Rom. 3:25, 26.
4. ¿Cómo da más apoyo el contexto a este punto de vista?
4 Sin embargo, inmediatamente vemos cómo otro vistazo al contexto confirma los textos y comentarios susodichos, mostrando también que el siervo de Jehová estaría satisfecho con el resultado. “A causa del penoso afán de su alma él verá, quedará satisfecho. Por medio de su conocimiento el justo, mi siervo, traerá una posición de justos a muchas personas; y sus errores él mismo los cargará. . . . él mismo llevó el mismísimo pecado de muchas personas, y por los transgresores procedió a interponerse.”—Isa. 53:11, 12.
5. ¿Qué preguntas surgen en cuanto al punto de vista que Jesús mismo tuvo de sus sufrimientos?
5 Aunque se concuerda en que Jehová inspiró el registro profético acerca de su deleite al determinar el derrotero y sufrimiento de su siervo, pudiera surgir la pregunta en cuanto al punto de vista que el siervo mismo tenía del asunto. ¿Se le obligó a soportar el sufrimiento? ¿Sabía Jesús, el siervo de Dios, desde el principio de su ministerio la clase de sufrimiento que le esperaba? ¿Tenía presciencia de la aplastante y difícil prueba que acabaría con su vida en la Tierra? Si la tenía, ¿expresó sus sentimientos interiores, su actitud mental respecto a esto?
6. Al considerar los antecedentes de Jesús, ¿qué aprendemos?
6 Antes de notar lo que Jesús mismo dijo acerca de esto, sabemos que, como en el caso de Timoteo, se le habían enseñado los santos escritos desde la infancia, y, además, los retuvo con memoria perfecta. Se le diría lo que el ángel Gabriel le dijo a su madre al tiempo de ser concebido, también la palabra inspirada de Simeón de que una espada larga la atravesaría a ella a causa de él. Sus palabras, a la edad de doce años, muestran que su mente y corazón estaban concentrados en su verdadero Padre, y en la casa de su Padre. (2 Tim. 3:15; Luc. 1:30-35; 2:34, 35, 49) Cuando vino a Juan para ser bautizado, y posiblemente mucho antes de eso, se dio cuenta de que el propósito de su venida a la Tierra era suministrar una ofrenda por el pecado, ofrenda que satisficiera todos los requisitos en cumplimiento de los sacrificios de animales típicos bajo la Ley. Él diría, como se predijo: “En hacer tu voluntad, oh Dios mío, me he deleitado.” (Sal. 40:6-8; vea también Hebreos 10:5-9.) Captaría el pleno significado de la manera en que lo presentó Juan el Bautista: “¡Mira, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!” Temprano en su ministerio, en la primera limpieza de la casa de su Padre, indicó su propia muerte violenta, también su resurrección. Cerca del fin de su ministerio, dio respuestas muy claras a las preguntas susodichas, y éstas merecen nuestra cuidadosa consideración.—Juan 1:29; 2:18-22.
ACTITUD MENTAL DE JESÚS
7. ¿Cómo respondió Jesús a la petición de los griegos que querían verlo, y por qué?
7 Teniendo presentes estos antecedentes, podemos discernir la profundidad de significado en lo que Jesús le dijo a Andrés y Felipe. La ocasión fue cuando, después de entrar en Jerusalén como rey, atrayendo mucha atención y causando molestia intensa a los fariseos, ciertos griegos que habían venido para la fiesta de la Pascua pidieron ver a Jesús. (Juan 12:20-22) Pero Jesús sabía que en esta Pascua, que iba a celebrarse en unos cuantos días, él tendría que afrontar y aguantar el terrible peso de todo el sufrimiento predicho tocante a él, terminando con la muerte agonizante en el madero de tormento. Este no era tiempo para buscar la popularidad, o satisfacer algún interés pasajero. En cambio, con unas pocas palabras, reveló a Andrés y Felipe exactamente lo que le esperaba, su modo de verlo y sus sentimientos acerca de ello, y también mencionó principios fundamentales que afectan a cada uno de nosotros. Esto es lo que Jesús dijo:
8. ¿Qué dijo Jesús en su explicación a Andrés y Felipe?
8 “‘Ha llegado la hora para que el Hijo del hombre sea glorificado. Muy verdaderamente les digo: A menos que el grano de trigo caiga en la tierra y muera, permanece un solo grano; pero si muere, entonces lleva mucho fruto. El que tiene afecto a su alma la destruye, pero el que odia su alma en este mundo la resguardará para vida eterna. Si alguien quiere servirme, sígame, y donde yo estoy, allí también estará mi ministro. Si alguien me sirviere, el Padre lo honrará. Ahora mi alma está perturbada, ¿y qué diré? Padre, sálvame de esta hora. No obstante, por esto he venido a esta hora. Padre, glorifica tu nombre.’ Luego vino una voz del cielo: ‘Lo glorifiqué y también lo glorificaré de nuevo.’”—Juan 12:23-28.
9. ¿Cómo mostró Jesús que estaba completamente de acuerdo con el propósito de Dios para él?
9 Sin duda alguna, Jesús estaba vivamente consciente de lo que le esperaba. Debido a ello experimentó por anticipado lo que decía aquella vívida palabra profética del Salmo 116:3: “Las sogas de la muerte me rodearon y las circunstancias angustiosas del Seol mismas me hallaron. Angustia y desconsuelo seguí hallando.” ¡Si solo pudiera evitarse! Pero, no, como él dijo: “Por esto he venido a esta hora.” Estaba completamente de acuerdo con todo el proceso, con toda parte de él. Sus palabras de apertura y de conclusión prueban claramente esto, mencionando primero su propia glorificación, pasando entonces a la glorificación final del nombre de su Padre. Y qué fuerza y consuelo debe haber sido el oír inmediata y audiblemente la confirmación de su Padre sobre ésta, la cuestión principal: “Glorifiqué [mi nombre] y también lo glorificaré de nuevo.” Desde el principio hasta el fin de su ministerio, Jesús estuvo determinado a seguir el proceder señalado para él. Al principio, venció la resistencia que Juan le ofreció a que ‘se bautizara,’ y, cuando se acercó al fin, “afirmó su rostro para ir a Jerusalén.” En relación con esto, otra vez tuvo evidencia directa y maravillosa de la aprobación de su Padre. Demostró que su actitud mental era exactamente la que se predijo en aquel mismo Salmo 116: “Mis votos pagaré a Jehová, sí, enfrente de todo su pueblo.”—Mat. 3:13-17; Luc. 9:28-35, 51; Sal. 116:14, 18.
10. ¿Qué aplicación hizo a sí mismo Jesús tocante a un grano de trigo?
10 Luego, note el excelente razonamiento y apta ilustración, mostrando la necesidad de una muerte de sacrificio, que se menciona en Juan 12:24, 25. Un grano de trigo no puede ser fructífero y suministrar más granos a menos que sea puesto en el suelo y muera. Esto tuvo una aplicación especial en el caso de Jesús. Si retenía egoístamente su vida humana, oponiéndose a la voluntad de su Padre, perdería. Además, solo podría otorgar beneficios temporales a otros. Sin embargo, si estaba dispuesto a entregar su alma, su vida, “en este mundo,” según lo prescribía el Gran Sembrador, Jehová, no solo ‘la resguardaría para vida eterna’ en el nuevo orden de Dios, sino que podría llegar a ser el ‘Padre por la eternidad’ para un sinnúmero de otros. Como dijo Pablo: “Con este fin murió Cristo y volvió a vivir otra vez, para ser Señor tanto sobre los muertos como sobre los vivos.”—Isa. 9:6; Rom. 14:9.
11. A este respecto, ¿cómo sabemos que Jesús no estaba pensando únicamente en sí mismo?
11 Sin embargo, es evidente por lo que Jesús dijo enseguida, en Juan 12:26, acerca de los que le servirían, que no estaba pensando únicamente en sí mismo. Es verdad, él sabía que iba a morir una muerte de sacrificio en un madero de tormento, con un mérito singular conectado a ese sacrificio. Pero también sabía que era el buen placer de su Padre que él tuviera seguidores íntimos de sus pasos, o discípulos. Estos serían invitados a emprender un derrotero similar de repudiarse ellos mismos, tomar el madero de tormento, y seguirlo de continuo. Confirma esto lo que Jesús dijo anteriormente, precisamente antes de su transfiguración, y que se registra con fraseología casi idéntica por cada uno de los otros escritores del Evangelio: “Si alguien quiere venir en pos de mí, repúdiese a sí mismo y tome su madero de tormento y sígame de continuo. Porque el que quiera salvar su alma la perderá; mas el que pierda su alma por causa de mí la hallará.”—Mat. 16:24-27; Mar. 8:34-38; Luc. 9:23-26.
12. (a) ¿Cómo describe Pablo la actitud mental de Jesús? (b) ¿Qué excelente resultado señala Pablo entonces?
12 Al hacer un fuerte llamamiento a estos seguidores, note la excelente descripción que hace Pablo de la actitud mental de Cristo Jesús. Note, también, cómo Pablo muestra que, como resultado directo del sufrimiento de Cristo, “en su mano [de Cristo] lo que es el deleite de Jehová tendrá éxito.” (Isa. 53:10) Pablo escribió: “Retengan en ustedes esta actitud mental que también hubo en Cristo Jesús, quien, aunque existía en la forma de Dios, no dio consideración a un arrebatamiento, a saber, que debiera ser igual a Dios. No, antes bien se despojó a sí mismo y tomó la forma de esclavo y vino a estar en la semejanza de los hombres. Más que eso, hallándose en figura de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento. Por esta misma razón también Dios lo ensalzó a un puesto superior y bondadosamente le dio el nombre que está por encima de todo otro nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo y de los que están sobre la tierra y de los que están debajo de la tierra, y reconozca abiertamente toda lengua que Jesucristo es Señor para la gloria de Dios el Padre.”—Fili. 2:5-11.
13. ¿Qué fue necesario a fin de que Jesús obtuviera y mantuviera la actitud correcta?
13 ¿Cómo podemos obtener y mantener la misma actitud mental que Jesús tuvo y demostró por su entero proceder? ¿Cómo mantuvo Jesús mismo tan excelente actitud de mente y corazón? Seguramente la respuesta es que tuvo cuidado de obtener el punto de vista correcto sobre todo lo que afectaba su vida y ministerio. Obtuvo éste al absorber cabalmente la Palabra de su Padre, como se predijo acerca de él: “Tu ley está dentro de mis entrañas.” Fue esto lo que hizo posible que él dijera al principio de su ministerio y derrotero dificultoso: “En hacer tu voluntad, oh Dios mío, me he deleitado.”—Sal. 40:8.
14. (a) ¿Aplica lo mismo a nosotros? (b) En el caso de Eva, ¿cómo se dio el punto de vista incorrecto, llevando a qué actitud mala?
14 Lo mismo es cierto de nosotros. El punto de vista correcto es esencial si vamos a edificar y mantener la actitud mental correcta. A la inversa, el punto de vista incorrecto, aunque se mantenga con sinceridad, probablemente lleve a una actitud incorrecta. Esto es lo que sucedió con Eva. Note las palabras de apertura que recalcan la liberalidad y generosidad de Dios, cuando impuso “este mandato al hombre: ‘De todo árbol del jardín puedes comer hasta quedar satisfecho.’” Luego vino la única excepción: “Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo no debes comer de él, porque en el día que comas de él positivamente morirás.” Ahora note las palabras de apertura de Satanás, que habló por medio de la serpiente, cuando “empezó a decirle a la mujer: ‘¿Es realmente el caso que Dios dijo que ustedes no deben comer de todo árbol del jardín?’” ¡Pues, fue exactamente lo contrario de lo que Dios había dicho! Por inferencia, en forma de pregunta, realmente fue la primera mentira, dando un punto de vista falso, produciendo el ambiente de duda, llevando a la primera mentira directa: “Positivamente no morirán.” (Gén. 2:16, 17; 3:1-5) El permitirse ser “cabalmente engañada” rápidamente llevó a una actitud mala, y así Eva “vino a estar en transgresión.” Debemos tomar esto como una advertencia enfática, poniéndonos en guardia, como dijo Pablo: “Tengo miedo de que de algún modo, así como la serpiente sedujo a Eva por su astucia, las mentes de ustedes sean corrompidas y alejadas de la sinceridad y castidad que se le deben al Cristo.”—1 Tim. 2:14; 2 Cor. 11:3.
REGOCÍJESE DE PARTICIPAR EN LOS SUFRIMIENTOS DE CRISTO
15. ¿Cómo muestra Isaías, capítulo 53, el contraste entre los dos puntos de vista en cuanto al siervo de Dios?
15 Esta advertencia es particularmente necesaria donde está envuelto el sufrimiento, que por lo general se considera como algo que debe evitarse a toda costa. Este es el argumento principal del capítulo 53 de Isaías. ¿Un Mesías sufridor? No para los judíos, ni entonces ni ahora. “Fue despreciado y fue evitado por los hombres, un hombre que era para dolores y para estar familiarizado con enfermedad. . . . nosotros mismos lo consideramos como plagado, golpeado por Dios y afligido.” (Isa. 53:3, 4) Consideraron al Mesías desde un punto de vista egoísta, humano, que los llevó a una actitud de odio, hasta de asesinato. En contraste, qué bendición es cuando obtenemos el punto de vista de Jehová, y aprendemos por qué se deleitó en el sacrificio y sufrimiento voluntarios de su Hijo. Podemos decir con profundo aprecio y gratitud: “Verdaderamente nuestras enfermedades fueron las que él mismo llevó; y en cuanto a nuestros dolores, él los cargó. . . . se le estuvo traspasando por nuestra transgresión; se le estuvo aplastando por nuestros errores.”—Isa. 53:4-6.
16. (a) ¿Por qué es necesario que la congregación cristiana comparta los sufrimientos de Cristo? (b) ¿Por qué no deberíamos desfallecer cuando se nos disciplina?
16 Sin embargo, los que constituyen la congregación cristiana no solo sacan provecho de los sufrimientos de Cristo, sino que se les invita a participar en ellos. De hecho, es esencial que lo hagan. Como explica Pablo: “Fue propio . . . al traer a la gloria a muchos hijos, hacer al Agente Principal de su salvación perfecto por medio de sufrimientos,” y, además, que “le era preciso llegar a ser semejante a sus ‘hermanos’ en todo respecto, para venir a ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel . . . pues por cuanto él mismo ha sufrido al ser puesto a prueba, puede ir en socorro de los que están siendo puestos a prueba.” (Heb. 2:10, 17, 18) ¡Ah!, sí, cuán apropiado y necesario que hubiese prueba y perfeccionamiento similares para todos los que participan como reyes y sacerdotes con el Agente Principal en su trono celestial. (Rev. 20:6) El ser sometido a prueba severa envuelve presión, disciplina, aguante, limpieza y refinamiento, todo lo cual envuelve sufrimiento. Como Pablo dice más tarde: “Corramos con aguante la carrera que está puesta delante de nosotros, mirando atentamente al Agente Principal y Perfeccionador de nuestra fe, Jesús.” Entonces enfatiza el punto de vista correcto: “‘No tengas en poco la disciplina de Jehová, ni desfallezcas cuando seas corregido por él; porque a quien Jehová ama él disciplina; de hecho, él azota a todo el que recibe como hijo.’ . . . Es cierto que ninguna disciplina parece por el presente ser cosa de gozo, sino penosa; sin embargo después, a los que han sido entrenados por ella, da fruto pacífico, a saber, justicia.”—Heb. 12:1-11.
17. ¿Cómo confirman esto Santiago y Pedro?
17 El siguiente escritor bíblico, Santiago, confirma esto, diciendo: “Considérenlo todo gozo, mis hermanos, cuando se encuentren en diversas pruebas, puesto que ustedes saben que esta cualidad probada de su fe obra aguante. Pero que el aguante tenga completa su obra, para que ustedes sean completos y sanos en todo respecto, sin tener deficiencia en nada.” (Sant. 1:2-4) ‘Regocíjese,’ no, no en la prueba misma, sino en el resultado final si se acepta de la manera correcta. Pedro, también, confirma esto en su primera carta, y, después de advertir: “Que ninguno de ustedes sufra como asesino, o ladrón, o malhechor, o como entremetido en asuntos ajenos,” concluye: “Los que están sufriendo en armonía con la voluntad de Dios sigan encomendando sus almas a un fiel Creador mientras están haciendo el bien.”—1 Ped. 1:6, 7; 4:15, 19.
18. ¿Cómo llenó Pablo lo que faltaba tocante a los sufrimientos de Cristo?
18 Es evidente que Dios tuvo presciencia y predeterminó precisamente cuánto sufrimiento y tribulación se necesitarían en el caso de Cristo y su congregación. Pablo, entre otros, estuvo dispuesto a sufrir su parte, como dijo: “Estoy regocijándome ahora en mis sufrimientos por ustedes, y yo, a mi vez, estoy llenando lo que falta de las tribulaciones del Cristo en mi carne a favor de su cuerpo, que es la congregación.” Su propio registro da testimonio de cuánto aguantó. (Col. 1:24; 2 Cor. 11:23-27) Tampoco fue cogido desprevenido, como sabemos de lo que le dijo el Señor a Ananías: “Le mostraré [a Pablo] claramente cuántas cosas tendrá que sufrir por mi nombre.”—Hech. 9:16.
19. ¿Participa la presente “grande muchedumbre” de “otras ovejas” en el sufrimiento, y con qué fin?
19 Aunque los textos susodichos aplican primariamente a la congregación cristiana, los principios fundamentales también aplican a la actual “grande muchedumbre” de “otras ovejas.” Mucho del sufrimiento se debe a la oposición del mundo de Satanás. Al acercarse a su fin aumenta la oposición. Como Jesús dijo a sus discípulos: “Serán objetos de odio de parte de todas las naciones por causa de mi nombre,” y añadió: “Mas el que haya perseverado hasta el fin es el que será salvo.” Continuó con la ilustración de las ovejas y las cabras, mostrando que las “ovejas” son aquellos que abiertamente se identifican con los “hermanos” de Cristo y les sirven al ver que sufren hambre, enfermedad y encarcelación.—Mat. 24:9-13; 25:35-40.
20. ¿Qué punto de vista debe adoptar el cristiano acerca del sufrimiento debido a angustia causada por enfermedad, etcétera?
20 En este punto de vista bíblico del sufrimiento, ¿podemos incluir toda la pena y la angustia ocasionadas por enfermedad y duelo, y otras cosas comunes a toda la humanidad? Sí, si se toman como una oportunidad para desarrollar mayor aguante, fe e integridad. La regla bíblica para el cristiano es: “Hagan todas las cosas para la gloria de Dios,” aun el comer y el beber, todo lo que constituye la vida cotidiana. (1 Cor. 10:31) Por consiguiente, basándonos en esto, todo este sufrimiento suministra una buena oportunidad para ponerse de parte de Dios en la gran cuestión que hizo surgir Satanás.—Job 1:8-11; 2:3-5.
21. ¿Cómo podemos deleitarnos en el sufrimiento, colectiva e individualmente?
21 Por lo tanto, podemos aprender a deleitarnos en el sufrimiento, ya sea visto colectiva o individualmente. Colectivamente, nos regocijamos al estar viviendo en el día cuando Jehová, por medio de su “mensajero del pacto,” ha sido “como el fuego de un refinador y como la lejía de los lavanderos” para el resto ungido y así ha cumplido la promesa de que “ciertamente llegarán a ser para Jehová personas que presentan una ofrenda de dádiva en justicia.” Individualmente, usted, como Job, puede aprender por medio de “sufrir el mal y de ejercer paciencia,” y, no solo aprender, sino conocer por experiencia personal que “Jehová es muy tierno en cariño y misericordioso.”—Mal. 3:1-4; Sant. 5:10, 11.